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Inés, la amiga de Mamá, la pasión de Tito

 

La situación ya no daba para más. La relación con su marido se había acabado muchos meses antes y no tenía vuelta atrás. Sabía que él tenía otra casa con otra mujer y dos hijos. Hijos que ella no pudo tener porque era estéril y que fue la causa inicial del alejamiento paulatino de su esposo. Hacía un par de años que dormían en camas separadas y por supuesto sin relaciones sexuales desde varios más. El detonante fue el comienzo de un maltrato que si bien no era físico se traducía en actitudes cada vez más agraviantes, más allá de las carencias de sexo. Lo tenía decidido, se iría de la casa porque no aguantaba más.

 

Armó un par de valijas con su ropa y algunos recuerdos y se marchó a la casa de su amiga Estela quien a sabiendas de la situación, y previa consulta a su marido, le había prometido cobijo por un tiempo.

 

Estela vivía con su marido y el menor de sus hijos, pues una de las hijas se había casado y vivía en el interior del país, y la otra estaba cursando una pasantía en el exterior. Inés pasó a ocupar la habitación que habían dejado las muchachas.

 

Rubia de ojos celestes, Inés era una mujer de 52 años, pero como no había pasado por las experiencias de la maternidad, lucía algunos años menos. Alta, de mediano peso no destacaba sino por un par de tetas deliciosas que lucía con orgullo. Esas tetas que no habían amamantado eran en forma de pera y aún se mantenían enhiestas.

 

Instalada en casa de su amiga contribuía con los quehaceres de la casa y con algún dinero porque era directora de una escuela con un ingreso que a la familia de Estela le venía muy bien.

 

Como se dijo en la casa vivía el matrimonio y su hijo. Éste, Roberto pero al que todos le llamaban Tito, era un joven bien desarrollado para su edad. Tenía 16 años recién cumplidos y era un muchacho estudioso, deportista de buen físico, a quien la naturaleza le había concedido la gracia de una verga de 18 centímetros y bastante gruesa que, lamentablemente aún no había encontrado su destino. Como los jóvenes de su edad sus hormonas estaban revolucionadas y estaba ansioso por perder su virginidad. Si bien estaba al tanto a lo referido al sexo por las lecturas de revistas porno de las cuales había aprendido todo lo que debía conocer, sus experiencias sólo habían sido con alguna vecinita y compañeritas de escuela, que más allá de besos y toqueteos en las partes íntimas, nunca había podido coronar follando con alguna.

 

Inés fue bien recibida por la familia y de a poco se fue integrando al panorama de la casa. Su relación con Tito era muy cordial, pues éste sabedor del drama sentimental que había vivido Inés la consentía con sus actitudes amables y cariñosas. Todo marchaba normalmente hasta que un día Tito salió de la casa  y regresó cinco minutos después dado que se había olvidado dinero. Sus padres habían salido y solo estaba Inés en su cuarto. Sin proponérselo Tito entró sin hacer ruido y al escuchar unos gemidos se asomó a la habitación que ocupaba Inés y se dio con un panorama revelador. Desnuda sobre la cama Inés se estaba masturbando con un par de dedos en su vagina y una mano apretando sus senos. A través de una espesa mata de pelos se podía ver como los dedos se incrustaba en la vagina en medio de profundos gemidos. No cabía ninguna duda que se estaba dando placer, tan necesitada de sexo estaría? La imagen de Inés completamente desnuda lo alteró en grado sumo. Sus fantasías sexuales acudieron a la mente al ver ese hermoso cuerpo desnudo donde resaltaban las tetas y la concha peluda. Inés se mordía los labios y sonreía plena de satisfacción que alcanzó la plenitud cuando se derramó en un orgasmo. Ante esta situación no supo que hacer y se retiró a su propio cuarto excitado y con una erección brutal, que hubo de calmar con una brutal paja.

 

A partir de ese momento su mente se obsesionó con Inés a quien dejó de ver como la amiga de su madre y empezó a mirarla como un objetivo sexual. Tenía la imagen pegada a su retina y no la podía olvidar. Todo el tiempo hacía lo posible para ver las partes íntimas de Inés, desde espiar por el ojo de la cerradura cuando se estaba bañando, tirar cosas al suelo para agacharse a recogerlas y poder mirar la entrepierna de Inés, hasta revisar y oler sus bragas cuando las dejaba para lavarlas. Cuando las encontraba húmedas aun de los flujos, era la gloria. Todo eso no hacía más que aumentar su calentura y el deseo.

 

A todo esto Inés comenzó a percibir el cambio de actitud de Tito pues sus miradas tenían algo de lascivia, pero no lo relacionó con su persona sino con los cambios naturales de los jóvenes de esa edad. Sin embargo, un día que hacía mucho calor ella llevaba prendas muy livianas y una blusa que dejaba ver parte de sus senos, notó que Tito le miraba sus tetas con ojos libidinosos que lejos de disgustarla le agradaron. Se sintió deseada y le complació mucho. Tito le había hecho un favor muy grande al permitirle recuperar su sexualidad  olvidada.

 

El muchacho sentía crecer su pasión por Inés y no lo ocultaba. Se juró que haría todo lo que fuera posible para lograr su propósito. Solo faltaba una ocasión propicia. Y está llegó por fin.

 

La hermana mayor embarazada anunció que el nacimiento era inminente lo cual motivó que los padres decidieran viajar para estar junto a ella. Lo comentaron con Inés y le pidieron que se hiciera cargo de la casa y de Tito por una semana, tiempo que estimaban que iban a estar fuera. Desde ya que Inés aceptó de buena manera porque se sentía deudora de la atención que tenían con ella. Por otra parte, como era verano estaban en receso escolar.

 

Tito cuando supo la noticia, se alegró más por la ocasión que se le presentaba que por la novedad de ser tío. Desde ese momento empezó a planear su estrategia y no dejó pasar un día para llevarla a cabo. La misma noche en que sus padres marcharon, luego de cenar se puso a ver una película con Inés. Había elegido una en donde no había sexo explícito pero sí algunas escenas muy eróticas e insinuantes. Se acercó al sofá donde estaba sentada Inés y sin decir palabra se tiró cuan largo era apoyando la cabeza en su regazo. Inés no supo cómo reaccionar porque la tomó de sorpresa.

 

Verdad que no te molesta Inés? Lo suelo hacer con mi madre

 

… Ya está Tito, está todo bien…qué otra cosa podía decir frente a un hecho consumado.

 

… Esta peli me la recomendaron, espero te guste.

 

…Veremos.

 

Empezada la película y cuando comenzaron las escenas eróticas, Inés vio como Tito apoyaba más fuerte la nuca en su entrepierna, movía la frente cerca de sus tetas y una mano se posaba en su muslo. Para completar el panorama observó que el falo del muchacho crecía desmesuradamente bajo su  pantalón y lo que se veía era un cipote de singular tamaño nunca visto. Eso se estaba desmadrando porque ella, a su vez entre el accionar del chaval sobre su cuerpo y las escenas de la película, empezó a sentir un cierto cosquilleo en su cuerpo, al tiempo que le parecía que su tanga empezaba a mojarse en la entrepierna.

 

Como pudo aguantó hasta el final de la película y no bien acabo ésta, salió disparada para su dormitorio. Se quitó la ropa de calle y se puso un camisón liviano para sobrellevar mejor el calor y como era habitual se quitó el corpiño. Ya acostada en la cama se puso a meditar sobre lo sucedido y las sensaciones que su cuerpo había manifestado y reconoció que se había excitado sexualmente como hacía rato no lo experimentaba. Además la visión de la verga empalmada del joven la alucinó y le produjo  curiosidad y deseo. Su libido se despertó fuertemente y no pudiendo aguantar más se puso a toquetear su mojada vulva dando comienzo a una paja necesaria.

 

En eso estaba cuando se abrió la puerta del cuarto y apareció Tito en calzoncillos. Se sentó en la cama y dijo…

 

Inés, no puedo más del dolor de panza, algo me cayó mal. Me podrías hacer un té?

 

… Vaya Tito, tanto dolor tienes? A ver muéstrame adonde te duele.

 

… Aquí dijo el joven… indicando su bajo vientre y de paso exhibiendo bajo el calzoncillo el tremendo falo en todo su esplendor.

 

… Ya voy por el té… dijo Inés mientras no dejaba de mirar el aparato masculino. Échate en la cama que ya regreso con una tisana.

 

Tito se echó en la cama y tanteando su verga se dijo.

 

… Que buena está esta mujer y esas tetas me vuelven loco. Espero que resulte la treta.

 

Al cabo de unos minutos regresó Inés y le dio a beber la tisana. El chaval rápido de ideas, no bien tomó el té se volvió a echar y mirándola con cara de santo, le dijo

 

… No me harías unos masajes en la panza. Mi madre me los suele hacer cuando tengo estos dolores.

 

… Pareces un bebé con tantos remilgos. Venga te haré unos masajes a ver si te mejoras.

 

Tito recibió de parabienes los masajes que en realidad no necesitaba. La proximidad de las manos de Inés a su verga lo excitaba muchísimo y su verga estaba completamente tiesa. Inés, mientras masajeaba no podía dejar de mirar con detenimiento y algo de avidez esa polla inmensa. Como distraído, el muchacho se metió bajo las sábanas y fingió dormirse. Nuevamente Inés no supo reaccionar y quedó dudando entre irse de la cama o permanecer. Asumiendo que Tito estaba dormido y había pasado la tormenta, decidió quedarse.

 

Ella no podía dormir pensando en todo lo sucedido y además porque no podía quitar de su mente el deseo que se le había despertado. Su vagina estaba mojada y sentía unas ganas enormes de masturbarse, y lo habría hecho si no estuviera a su lado el chaval. En esas meditaciones estaba cuando Tito se dio vuelta la abrazó poniendo su brazo encima de sus tetas y rozando su enorme verga en su muslo. Sintió un shock en sus entrañas pero se quedó quieta a la expectativa.

 

Tito, que seguía haciendo el papel del dormido, movió su brazo y empezó a magrear una teta que previamente había liberado de su camisón. No solo eso sino que también le pellizcaba el pezón y a continuación bajando la mano acariciaba el pubis y su mata de pelos.  Eso era demasiado,  se levantaba y se iba a otro cuarto o se olvidaba de todos los prejuicios y liberaba su sexualidad tanto tiempo contenida. En esa disyuntiva no lo pensó más y decidió darle rienda suelta a la pasión. Ya no importaba que fuera solo un muchacho mucho más joven que ella y el hijo de su mejor amiga que le había brindado su casa. El deseo pudo más y se prendió de la verga de Tito, ese enorme pedazo de carne debería satisfacer su imperiosa necesidad de sexo.

 

Al sentir su falo en manos de Inés, Tito acabó con la ficción y tomó la iniciativa. Comenzó por llevarse a la boca la teta en cuestión y empezó a mamarla con desesperación. Chupaba y chupaba y daba pequeños mordiscos al pezón. Inés liberó su otra teta y el muchacho pudo alternar con su juego en cada una de ellas. Su mano se desplazó más abajo y se alojó en la entrepierna de Inés donde se encontró con la vulva mojada. Mientras tanto, ella liberó la polla y comenzó a acariciarla, su mano resultaba pequeña ante tamaño cipote.

 

Quítate el camisón… ordenó el joven…quiero verte desnuda

 

… Tú también desnúdate… respondió ella.

 

…  Y ahora enciende la lámpara que quiero mirar tu cuerpo.

 

… No por favor, me da mucha vergüenza.

 

… Nada de vergüenza, hazlo ya.

 

Inés había perdido el dominio de la situación y se sometió a los deseos del chaval. No bien se hizo la luz, ambos quedaron observándose. Tito por fin pudo empezar a cumplir con su fantasía. Ante él, esa mujer era la mejor del mundo. Las tetas que tanto le fascinaban eran mejores de lo que había imaginado y por fin pudo entrever una vulva debajo de una mata de pelos ensortijados que la cubría. Ella a su vez no podía dar crédito a lo que veía y había tenido en su mano. Una verga larga, gorda y tiesa en donde resaltaban unas venas hinchadas y el glande rojo casi morado por la brutal erección. Nunca había imaginado que podía existir una herramienta de tal porte, y como se presentaban las cosas iba a disfrutarla en su olvidada vagina.

 

El deseo venció al recato y al prejuicio, Inés no se pudo contener y se arrojó hacia esa verga para llevarla a su boca. Sorprendido por esa acción Tito dejó de mamar y se acomodó para tener la entrepierna de Inés junto a su boca. Así fue que iniciaron un sesenta y nueve imprevisto pero delicioso para ambos. A ella le resultaba difícil llevarse a la boca esa verga descomunal, pero haciendo un esfuerzo pudo lograrlo y saborear el jugo que la misma tenía en el orificio de la cabeza. Volvió a sentirse plena y tomando el falo con sus dos manos intentó hacerle una paja mientras que lamía desde los cojones hasta la punta una y otra vez. Qué placer sentía!  Sensaciones olvidadas volvían a su memoria para aumentar su goce. Eso era el cielo.

 

A todo esto, Tito se enfrentaba al sueño tan añorado. Tenía frente a él una deliciosa concha peluda, apartó la pelambre que la ocultaba para encontrarse con un par de labios delgados en forma d mariposa que daban el marco preciso de una cavidad rosada y totalmente empapada. Allí tenía ante su vista y tacto lo que tanto ansiaba. Recordó lo aprendido en las revistas y libros y se sumergió a chupar con ansias y un poco de desesperación. Chupó los labios exteriores e interiores, repasó la vulva con su lengua de abajo hacia arriba y hacia los costados. La lengua traviesa buscó y penetró en el conducto vaginal y una y cien veces. Inés dejaba oír sus quejidos de placer y derramaba jugos que el muchacho sorbía descubriendo sabores desconocidos hasta ese momento. Y no le disgustaban, todo lo contrario le apetecía y acentuaban su libido. Buscó y encontró el clítoris y se ensañó con él acariciándolo con la lengua y chupándolo, mientras su pareja se estremecía de gozo. El éxtasis estaba llegando al punto cumbre. En ese  juego de placeres recíprocos la tensión iba en aumento y la sensación de explosión de la sexualidad se aproximaba. No tardó en llegar dada la ansiedad que ambos tenían contenida. Tito llenó la boca de Inés con una corrida feroz e interminable, mientras ella entregaba sus jugos retenidos por largos años. Sus cuerpos se tensaron vibrando dando suelta a una entrega al unísono que recordarían toda su vida. Sus respiraciones acezantes daban cuenta de lo profundo del placer conseguido.

 

Hasta ese momento, no habían dicho palabras, fue un silencio cómplice que los había llevado a la gloria. El primero en hablar fue Tito

 

… Nunca imaginé que sería así. Fue tremendo de bueno.

 

… No digas nada que estoy conmovida y apenada por mi actitud. Esto no debería haber pasado. Soy una mujer mayor que tú. Si se enteran tus padres no sé qué harán de mí… Inés casi sollozando

 

… Mira Inés, si es por mí esto quedará entre nosotros. Sería muy idiota si lo ventilara. Me gustas mucho y bien lo sabes.

 

… Es una calentura de chaval y te aprovechaste de mi situación, porque no te dolía la panza, verdad?

 

… No, solo me dolía no poder estar así desnudos gozando de lo bueno del sexo. Además, si no me equivoco te gusta mi verga, o me equivoco?

 

Inés tardó en responder porque no quería envanecer al muchacho, pero ciertamente le gustaba.

 

… Te gusta o no mi verga?

 

… La verdad es que tienes un pene fuera de lo común, por lo menos de los que pude conocer… se sinceró por fin Inés.

 

… Y no lo quieres probar en otra situación? Mira, ya está duro nuevamente. Es que te veo y me vuelven las ganas.

 

… No basta Tito, esto no puede seguir. No es justo hacerles esto a tus padres.

 

… Ya te dije que nunca lo sabrán.

 

Terminó de decirlo y empezó a magrear nuevamente las tetas de Inés y llevárselas a la boca para seguir la mamada interrumpida. Inés intentó apartarlo, pero nuevamente el placer volvió a su cuerpo e hizo abandonar la idea del rechazo. Mansamente se quedó recibiendo las succiones que prontamente la volvieron a enardecer, y otra vez se dejó llevar por la situación.

 

Viendo que no había rechazo el muchacho siguió adelante con sus caricias. Sin dejar de atender las tetas, con los dedos de una mano buscó y encontró la entrepierna de Inés. El sitio estaba muy mojado y pringoso facilitando el recorrido de sus dedos que surcaban los labios vaginales y su interior hasta que encontró el conducto receptor y deslizó un par de dedos que empezó a agitar adentro del mismo. Inés sintió el impacto de esos dedos curiosos hurgando su sexo que entraban y salían sin descanso provocándole un intenso placer, mucho mayor que las masturbaciones que ella se hacía. El clímax para ella llegó cuando el chaval se aplicó a rozar su clítoris con intensidad, que provocó su segundo orgasmo, tan intenso como el anterior.

 

Ese profundo orgasmo relajó otra vez a Inés y Tito aprovechó para besarla. Hasta ese momento no habían cruzado sus labios. Fue una reacción espontánea de Tito que Inés recibió con agrado abriendo su boca  buscando la lengua de su amante para entrelazarlas y jugar entre ellas durante un largo rato.

 

La noche avanzaba, pero no había ningún apuro, tenían todo el tiempo a su disposición y la soledad era cómplice de esta nueva unión. Ambos sabían que faltaba algo por realizar. Sus cuerpos y las mentes empezaron a pedirlo. Inés lo deseaba intensamente pero a su vez tenía pavor por la dimensión de la polla de Tito. La había tenido en sus manos y en su boca y conociendo su tamaño y grosor sabía que no iba ser fácil recibirla en su olvidada vagina. Pero el deseo y la pasión demandaban acoplarse. Hacía mucho tiempo que esperaba ese momento y ahora que llegaba no iba a dejarlo pasar a pesar de que su pareja era un muchacho. Cerró los ojos y nuevamente cedió la iniciativa.

 

La ansiedad lo dominaba, pero Tito sabía que debía seguir adelante para terminar de cumplir con su sueño. No perdió más tiempo y se montó sobre Inés mirándola a los ojos. Como había visto en las revistas, levantó las piernas de la mujer sobre sus hombros e intentó colocar la polla en la entrada del conducto vaginal, pero eran tantos sus nervios que no atinaba a acertar. Inés lo ayudó. Tomando la verga la colocó en el sitio exacto y le dijo

 

… Despacio Tito que la tienes muy grande y puedes hacerme daño, por favor despacio.

 

… Gracias por guiarme Inés, te escuché y voy a tener cuidado.

 

… Hazlo lentamente, si me duele te aviso.

 

El tremendo glande de la polla de Tito inició la acometida. El sitio estaba muy mojado y viscoso lo que facilitó el primer movimiento. Empujó y entró. Inés dio un grito apagado denunciando que la penetración no iba ser fácil. Se mordió los labios y clavó las uñas en los brazos del chaval. Sorprendido Tito detuvo su empuje y mirando a su amante dijo

 

… Duele mucho?

 

… Un poco. Quédate quieto un momento hasta mi vagina se adapte a tu verga.

 

… Mucho tiempo? preguntó ansioso

 

… Yo te diré cuando… respondió ella respirando profundamente

 

Pasaron un par de minutos e Inés con la mirada le animó a seguir. Poco a poco el pollón se iba introduciendo. Tito sentía que la concha de Inés le ceñía el miembro y avanzó centímetro a centímetro siempre mirando a Inés que con sus ojos iba ordenando el ataque. Así hasta que en un momento ella empezó a mover su cadera como una invitación a la estocada final. Y así fue, el chaval tomándola de su cadera la penetró hasta donde su verga lo permitía. Esta vez fue un grito el que salió de la boca de Inés, la estocada la había tomado de sorpresa. Sin quitar la verga del sitio conquistado, Tito se abrazó a Inés para besarla.

 

Así abrazados fuertemente se mantuvieron un largo rato, hasta que tomando nuevamente la iniciativa Tito comenzó el mete y saca que fue de menor a mayor. Se sentía ganador y pleno de gozo. Sentir que su verga en la concha de Inés le estaba proporcionando un deleite desconocido que no quería que terminara. Mientras tanto ella, habiéndose calmado de los dolores de la penetración, empezó a gozar del pollón del chaval que la llenaba por completo. Nunca había sido penetrada por una verga de esa dimensión que le producía una rara y plácida sensación que deseaba nunca acabara. Realmente era toda una gozada y se sentía dichosa.

 

La fascinación de esos momentos los envolvía por completo. De a poco la tensión iba creciendo y lo que tenía que suceder, sucedió. Tito sintió que sus testículos se contraían y un torbellino subía por su verga de donde salió otra descarga seminal tan fuerte como la anterior. Mientras tanto Inés sintiendo llegar ese latigazo de esperma en su útero se entregó con un nuevo orgasmo tan intenso y bello como los anteriores que hizo temblar todo su cuerpo.  

 

El deseo contenido por tanto tiempo, la ansiedad y el esfuerzo realizado los dejó sin fuerzas. Despatarrados de espaldas y tomados de la mano se fueron quedando dormidos desnudos mientras la descarga seminal de Tito abandonaba el sexo de Inés fluyendo por sus muslos.

 

Cuando asomaron las luces del día siguiente, se despertaron. Volvieron a las caricias y los toqueteos en las partes íntimas. El deseo acumulado durante tantos años seguía reclamando acción. La habrá seguramente y tal vez una penetración anal que Inés deseaba pero que temía profundamente.

 

La semana en que quedaran solos en la casa recién comenzaba  y lo que se avecinaba era algo que colmaba la ilusión de ambos y quedará para futuros relatos.

Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 9.5
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Demi
Demi 23-04-2019 04:40:20

Que curioso a mi me paso lo mismo. Pedí como vos una explicación y todavía estoy esperando una respuesta.

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