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Comiéndome a Casandra

~~Me despedí de mi novia, Casandra, pronto aquella noche porque ella tenía cosas que hacer me dijo, había planeado la noche pasarla con ella así que me encontré solo frente a la puerta de su edificio sin saber mucho que hacer. Me metí al cine a ver una película y cuando salí a las dos horas ya había anochecido y el ambiente había refrescado bastante.
 Decidí tomarme una cerveza en un pequeño bar que hay no muy lejos del piso de Casandra. El lugar estaba vacío, no podía ser otra cosa para un día martes por la noche. El lugar era agradable, con las luces bajas y los nombres de extrañas bebidas decorando las paredes. Me pedí un vaso de güisqui y me acodé a la barra para tomármelo. Acodado de espaldas con el líquido enfriándose bajo la acción de unos hielos me puse a observar el lugar. Había una pareja en el fondo que se besaba, tres hombres que discutían con sendas cervezas en las manos y una joven sola fumando con gran calma.
 La joven era hermosa, tenía el cabello lacio y largo, el rostro delicado y casi pálido. Tenía los pechos generosos bajo un vestido sencillo y unas piernas largas que dejaban ver un bronceado reciente. El vestido le llegaba a la rodilla pero en la posición que estaba sentada se podían ver sus piernas hasta bien entrado los muslos.
 Mientras le miraba las piernas no me di cuenta que ella me empezó a observar y cuando volví a subir la mirada por su cuerpo nuestras miradas se encontraron.
 Me sonrojé inmediatamente porque me habían encontrado en falta. Me acerqué hasta su mesa.
 Disculpame, soy un atrevido.
 No te preocupes, tengo lindas piernas por algo
 Te puedo invitar a otra copa.
 Y empezamos a charlar agradablemente. Estábamos sentados en una pequeña mesa muy juntos, y mientras hablábamos le colqué una mano en la rodilla, ella me miró y no dijo nada, continuamos hablando. Cuando terminamos la segunda copa ya eramos íntimos amigos y mi mano había empezado a recorrer su pierna. Ella me miraba con los ojos brillantes y yo no me atrevía ha hacer otro movimiento. Finalmente ella bajó su mano y la colocó sobre la mía deslizándola hacia abajo, hacia dentro de sus muslos donde pude sentir una humedad característica. Con nuestras dos manos juntas allá abajo nuestras respiraciones empezaron a agitarse.
 Vamos a algún lugar más cómodo. – Me dijo
 ¿Tienes en mente alguno? – le respondí con la voz entrecortada
 Vivo aquí cerca.
 Sin pensarlo dos veces le pagué al camarero de las copas y nos dirigimos hacia la calle. Caminamos en silencio, en dirección opuesta a la del departamento de mi novia. Caminamos dos calles sin decirnos nada.
 Finalmente llegamos a un edificio, entramos con paso lento como previendo lo que vendría y en seguida el frío de las escaleras, de la oscuridad se me agarrotó en la piel. Sentí un escalofrío cuando ella se detuvo frente al ascensor y presionó un botón. Estabamos muy cerca, infernalmente cerca, yo podía sentir su respiración, oler su aroma de gato montuno. Inicié el primer movimiento entonces, mientras ella aun tenía la mano puesta en la puerta del ascensor me acerqué más aun a ella y mis labios buscaron los suyos. Cuando el ascensor llegó nos encontró besándonos con rabia, como queriendo devorarnos mutuamente.
 El viaje en el ascensor fue muy corto, la tenía apoyada contra la pared, mis manos buscaban insaciables en su espalda. Mis labios saltaban de su boca a su cuello y nuevamente a su boca.
 Llegamos a su piso. Abrió la puerta conmigo aferrado a su espalda, buscándole el vientre, buscándole los pechos. Finalmente estábamos dentro, el apartamento era pequeño, dos habitaciones más el baño. En la que nos encontrábamos hacía las veces de cocina comedor y sala. Un gigantesco sillón flanqueaba toda la pared lateral. Hacia allá nos dirigimos, entonces la velocidad volvió a ralentizarse.
 Estábamos uno frente al otro, como si nunca nos hubiéramos besado, como si fueramos más extraños aun de lo que de verdad éramos. Nos acercamos nuevamente y esta vez sin besarnos, sin apenas tocarnos con la punta de los dedos nos fuimos desnudando. Le quité el vestido de un suave movimiento y dejé al recubierto sus pechos, perfectamente encerrados por unos sujetadores y unas bragas diminutas que parecían apenas adornar. Desnuda era más hermosa aun, tenía la piel clara, los pechos firmes y toda su piel parecía respirar. Estaba caliente y temblaba cuando la tocaba mientras iba en búsqueda del broche de su sujetador.
 Después me arrodillé y mis labios buscaron su vientre, empecé a beber de su ombligo como si todavía pudiera alimentarme por allí. Fui bajando suavemente hasta llegar al borde de la braga, la cogí con las manos y sin despegarme de ella se las fui quitando. Su olor a hembra me llegó como un golpe, todo mi cuerpo reaccionó de golpe. La senté en el sillón, le abrí las piernas y empecé a besarle los muslos. Los mismos muslos que minutos antes había estado acariciando debajo de la mesa. Finalmente no pude más, ella gemía casi desesperada y yo no podía aguantar más. Zambullí la boca en su pubis, busqué su clítoris con la lengua, lamí con fruición todas sus profanidades. Cuando la sentí reaccionar, cuando sentí su primer orgasmo deslizándose por mi boca volví a subir, recorrí uno a uno sus accidentes geográficos, su plano vientre, su ombligo sinuoso, sus monumentales pechos, su delgado cuello como un puente sobre el vacío y finalmente su boca. Me recibió desesperada, parecía con hambre, quería devorarme entero. Muy bajo en el oido me dijo – penetrame – y mi mano ayudó a mi miembro a encontrarla.
 Fue ella la que hizo el primer y último movimiento.
 Cuando me di cuenta ya estaba dentro suyo, ella me tenía atenazada por la espalda y su espada se arqueaba hacia atrás lo único que tenía al alcance de mi boca eran sus pechos y los empecé a recorrer, los absorbí, los mordí hasta casi sacarle un chillido y ella empezó a moverse. Nos acoplamos perfectamente. Sentía la pared de su vagina devorando mi miembro, a cada movimiento parecía que entrara más dentro de ella.
 Finalmente cuando empezamos a correr, como en la etapa final de una carrera, ella volvió a mi y entre gemidos me besó. Yo me corrí salvajemente, sentía cómo le salía resto de semen por la entrepierna. Al momento ella también se corrió y sus pies se agarrotaron en mi espalda.
 Cerré los ojos para descansar. Cuando los volví abrir sentía algo fresco en mi miembro, algo húmedo. Ella estaba sentada a mis pies con mi miembro flácido en la boca. Lo limpiaba con infinito cariño y poco a poco volvió a despertar. No quise terminar de nuevo en su boca. La atraje hacia mi, la besé. Me escabullí debajo de ella y la dejé arrodillada en el suelo con el cuerpo reclinado sobre el sofá. Me dirigí detrás de ella y le empecé a lamer la espalda. Pareció entenderme porque se acomodó mejor. Por detrás un dedo mío entró a su vagina sacando jugos que me llevé a la boca. Sabían a ella, volví a repetir la operación pero esta vez extendí los jugos sobre su ano. Con cuidado introducí un dedo. Su espalda tembló en un ligero espasmo. Volví a repetir la operación varias veces. Ya podía entrar sin ningún problema dentro suyo, con dos incluso con tres dedos. Cuando la supe preparada colqué mi miembro en la entrada de su ano y empezé a apretar. Esta vez fui yo el que empujó, la primera vez no pude entrar y sólo escuché un gemido de dolor. La siguiente ya fue más fácil y el gemido se convirtió en un pequeño grito. Me quedé inmóvil unos segundos y volví a moverme. El grito se volvió a convertir en gemido. Empecé a moverme y ella elevó el trasero para meterse más aun mi miembro. Rápidamente sentí como mi miembro se hinchaba, ella se aferró a los costados del sillón. Cuando finalmente estallé dentro suyo ella pudo soltar las manos del sillón. Lentamente se dio la vuelta, colocó sus pies a mis costados, se sentó sobre mio y me besó.
 Estábamos sudados, sentía el sabor de la sal en su piel. Ella me cogió la mano y me limpió con la lengua los dedos. Sentía como si fuera una gata que limpia a su cachorro. Me lamió limpiándome con gran calma, con gran cuidado. Finalmente se quedó colgada en mi cuello, con el rostro apoyado en mi hombro. Yo descansaba la espalda con el sillón. Cuando logré descansar un poco más giré mi rostro para intentar verla de reojo.
 Y querida, de donde conseguiste este piso –
 Es de una amiga –
 Me gusta mucho, espero que te la preste de nuevo algún día. –
 ¿Donde quieres que nos veamos la próxima vez? –
 No se, qué te parece en un gimnasio. –
 Mientras reíamos la volví a besar.

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