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Soy la mamá de Gerardo 2: Bernardo y Román

Soy la mamá de Gerardo 2: Bernardo y Román



Resumen:



La noche anterior había estado “fajando grueso” con un amigo y compañero de escuela de mi hijo, de su edad. En la noche había estado fantaseando y al otro día…, tuve que darle salida a mis “ansias”.



Sinopsis:



La noche anterior había estado “fajando grueso” con Bernardo, un amigo y compañero de escuela de mi hijo, de su edad; me había sacado los senos, jugado con ellos, me había acariciado mi sexo, me había hecho “terminar” con su mano. En la noche había estado fantaseando con él, con sus compañeritos, con todos los jovencitos que yo conocía y con muchos otros que no conocía y al otro día…, tuve que darle salida a mis “ansias” tan reprimidas.



++++++++++++



Esa noche casi no pude conciliar el sueño: ¡no dejaba de pensar en lo sucedido!. ¡Me la pasé jugando con mi conejito toda la noche!, acariciándomelo, sintiendo mis vellos, mis labios, mi clítoris: ¡aún estaban encendidos de la pasión!, sin embargo, no imaginaba a ese chico, imaginaba a todos los chicos que yo recordaba, amigos de Gerardo o no, vecinos, compañeros de trabajo, gente de la que me acordaba haber visto…, ¡en la calle, en el micro, en el metro…!. Buscaba una entrega con mucha pasión, tipo los jóvenes, ¡desenfrenados!: ¡estaba “enamorada” de la juventud!, ¡de los jovencitos, de los chicos de la edad de mi hijo…!. En fin…



Al día siguiente me levanté de mañana, pues Gerardo y su escuela tenían partido a las 12. Le preparé el desayuno, le di de desayunar y se salió a la carrera poco antes de las 10, pues tenía que estar en el campo a las 11.



Me quedé recogiendo la mesa y medio limpiando la casa; andaba haciéndolo en pijama, una rosita, de pantalón y blusa, nada coqueta, práctica.



Se acababa de salir mi hijo; yo estaba en eso de la barrida cuando sonaron el timbre: ¡era Bernardo!. ¡Se me hicieron las piernas de chicle!. ¡No supe ni qué hacer!. ¡Me lo quedé viendo como una boba, como una jovencita asustada, sin saber qué decir!.



Fue él quien habló primero, al tiempo que me buscaba mi cara con su boca para darme un beso, pues normalmente lo saludo de beso, a él y a los compañeros de Gerardo.



Quiso darme el beso en la boca, pero alcancé a reaccionar y desviando mi cara, hice que el beso me lo plasmara en la mejilla, por lo que el chico se conformó y me soltó una pregunta:



                = ¡Hola Ara…!, ¿no vas a ir al partido…?.



                + ¿Eeeehhh…?. ¡Sí…!, sí…, pero…, voy a llegar a la cancha… ¡Gerardo se acaba de ir…!.



                    ¿Tú no vas a ir…?.



                = sí…, pero después…, también voy a llegar a la cancha…, yo no voy a jugar…,



Y apenas terminando su frase quiso abrazarme, pero yo lo rechacé:



                + ¡No Bernardo…, no está bien…!. ¡Soy la mamá de Gerardo…, tu amigo…!.



                 ¡Esto no puede ser…!.



                = ¡Ándale Ara…, cómo serás…, dame un besito en la boca nomás…!.



                + ¡No Bernardo, eso no está nada bien…,  soy la mamá de Gerardo…, tu amigo…,



                 ¡estás muy jovencito pa’ mí…!, ¡podría ser tu mamá…!,



le dije, quitándome su brazo de mis hombros y moviéndome de lugar.



                = ¡Ándale Ara…, deveras…, me gustas un chingo…, la neta…!.



                + ¡Cómo crees Bernardo…, estoy toda fea…, sin arreglar…, sucia…, aún no me baño,



                   estoy sudosa de andar haciendo el “qué hacer”…!.



                = ¡Y eso que…!. De todas maneras me gustas…, sobretodo cuando sales de “vestidito…”



                + ¿De “vestidito…”?



                = Sí…, una vez te vimos que ibas saliendo con un galán…, ibas con un vestidito cortito,



                  bien rico…, se te veían hermosas tus piernotas…, resaltadas por tus pantimedias…,



                  y se te paraban muy ricas tus nalguitas…, así, respingadas…



                + ¿me vieron…, quienes me vieron…?.



                = los cuatro: Gerardo y nosotros tres, el pájaro, Jorge y yo, ¡los cuatro estábamos juntos…!,



                   pero pasaste bien entrada con tu galán, y ni caso nos hiciste a nosotros; te llevaba muy



                   abrazadita de la cintura y tú también lo abrazabas de la cintura… Los vimos subirse en su



                   auto, los vimos darse un besote en la boca…, ¡bien rico…!, ¡bien cachondo…!, ¡bien sexy!,



   y luego se arrancaron. El pájaro y yo los seguimos, en la moto del pájaro…, hasta un motel en la calzada de Tlalpan, adonde se metieron y ya no los vimos…!.



              + y…, ¿se lo contaron a Gerardo y a Jorge…?.



              = ¡Yo no…, “el pájaro” fue el soltó su picote, como siempre…, chismoso…!.



Me quedé meditando, y Bernardo continuó su relato:



              = Te estuvimos esperando a que regresaras. Los vimos llegar en el coche, ¡los vimos todavía fajando en el coche…



                  ¡Regresaste sin medias!. ¡Todos lo notamos!. ¡Venias bien contenta…, abrazada de tu galán…, y…, desde entonces te me antojaste muchísimo:      



                  ¡a todos te nos antojaste muchísimo…!.



Ese relato candente me dejó terriblemente sorprendida: mi mente andaba tratando de recordar ese día. Me quedé parada viendo al vacio: ¡ida…!, desconectada de este mundo. ¡Esa revelación había sido terrible!. ¡Me dejó completamente convulsionada!, y a la vez me puso caliente, pues había sido un día muy…, bonito.



Estaba yo fuera de mí cuando sentí que Bernardo, sin desanimarse por “mis cortones”, me alcanzó y me abrazó por detrás, tomándome de los hombros, jalándome contra de él, pegándome su cuerpo a mi espalda, comenzando a besarme en el cuello:



                + ¡Te me antojas un chingo, Araceli…, te me haces una mujer muy sensual…, atractiva…,



                  cachonda…, cogelona…, putona…!. Tengo muchas ganas de volver a besarte…,



                  en la boca…, fajarte…, y luego echarte un palito…, muy rico…!,



me decía ese muchacho, besándome intensamente en el cuello.



¡Empezaba yo “a regresar de mi viaje”; estaba digiriendo las palabras que acababa de oír, pero los besos que me daba ese chico en mi cuello, en la oreja, me estaban haciendo ya efecto.



Bernardo continuó besándome por mi cuello y mi cara, buscando mi cara y mi boca, hasta que logré reaccionar y moverme de nuevo, a enconcharme: ¡trataba de zafarme de aquel abrazo, que sentía que me quemaba completamente!, y volví a repetirle, como letanía:



                + ¡No Bernardo…, suéltame…, no está bien…!. ¡Soy la mamá de Gerardo…, tu amigo…!.



Pero Bernardo continuaba, aferrado (¿aperrado…?) detrás de mí, buscando darme un beso en la boca, y yo no quería que lo hiciera, por eso trataba de esconderle mi cara y mi boca, pero Bernardo insistió y deslizó sus manos, de sus hombros a mis pechos, a mis senos: ¡comenzó a apretujarme mis senos, ¡a agarrarme de por ahí!.



Me voltié contra de él, girando completamente sobre mi cuerpo y le reclamé:



                + ¡Bernardo…!, ¿pues qué te traes…?,



pero no me dejó terminar: me plantó un besote en la boca, que me hizo fundir al instante: ¡por eso no quería que me besara en la boca…, es mi debilidad…, los besos en la boca me hacen rendirme, bajar mis defensas, mis barreras, y Gerardo me besaba con mucha pasión, aunque con muy poca técnica, pero…, con la pasión logró desarmarme, pues mientras me besaba en la boca, sus manos comenzaron a meterse por debajo de mi pijama: me acariciaba la espalda, me había metido las manos debajo del pantalón de pijama y debajo de mi pantaleta, la misma que llevaba la noche anterior, pues aun no me daba mi baño.



Empezó a agarrarme las nalgas, a acariciarlas, a sobarlas, a apretarlas, con fuerza, con pasión, con pasión desmedida, con muchísima fuerza me las apretaba, hasta que tuve que suplicarle:



                + ¡Bernardo…, despacio…, suavecito…, me duele…!,



y el chico me hizo caso y dejó de apretarme, pero en cambio de eso, comenzó a bajarme el pantalón de pijama y mi pantaleta, los dos al mismo tiempo, para de inmediato meterme su dedo en mi conejito peludo, apretándomelo nuevamente con fuerza, con pasión y con ansia. ¡Nuevamente tuve que tratar de calmarlo!:



                + ¡Despacio…, Bernardo…, me duele…, no tan fuerte…, házmelo con cariño…, despacio…!,



y el chico volvió a hacerme caso, pero en cambio de eso, se hincó prontamente enfrente de mí y:



                = ¡Quiero besarte aquí abajo…, tu pucha…, sabrosa…!.



¡Quiso besarme mi conejito peludo!. ¡Me dio mucha pena!, ¡de verdad…!. ¡Se lo dije!:



                + ¡No Bernardo, no…, soy la mamá de Gerardo…, no me hagas eso…, me da mucha



                  pena…!, mejor ven a darme un besito…, en la boca…, te dejo darme un besito…,



                  Bernardo…, no…, Bernardo…!.



Y el chico se aferró de mis piernas e incrustó su cabeza directamente sobre mi monte de Venus, pegándome su carita a mi sexo, a mi mata peluda.



¡No pude resistirlo!. Me recargué contra de la pared y dejé que ese chico me besara mi sexo, de manera mal hecha, pero apasionada. Me clavaba su carita con fuerza; le daba de besos a mi monte de Venus, pero no me llegaba ni a mis labios vaginales ni a mi clítoris, sin embargo, el hecho de que estuviera “ahí”, en ese preciso lugar y la sensación de sus labios sobre de mi pelambrera superaban con mucho las caricias precisas que en cualquier otro momento pude yo sentir, aunque…, ¡de verdad que me daba pena, me daba vergüenza…!, ¡me sentía incómoda con ese chico besando mi sexo!, y le volví a insistir, para que se detuviera:



                + ¡Ya Bernardo, ya…, ya déjame…, por favor…, ya me besaste ahí abajo…, ya déjame…!,



                 ¡soy la mamá de Gerardo…, no me hagas eso…, es muy sucio…, me da mucha pena…!,



                 ¡mejor ven a darme un besito…, en la boca…, te dejo darme un besito…, Bernardooo…!.



El chico se levantó y de inmediato se puso a besarme en la boca, ¡como desesperado!. ¡Me incrustaba su lengua de mala manera, me llenaba por completo de saliva, chocaba sus dientes contra de mis dientes!, ¡todo mal hecho el chiquillo, ¡pero tremendo!, ¡apasionado!, ¡avasallador!.



Me estuvo besando con pasión por un rato, abrazándome fuertemente en contra de él, embarrándome su cuerpo a mi cuerpo, hasta que se separó de mí, gritando repetidamente mi nombre:



                = ¡Araceli…, Cheli…, Chelis…, Araaahhh…!,



y luego de eso:



                = ¡estás rete linda…, deveras…, tengo ganas de echarte un palito…!,



y de inmediato comenzó a bajarse los pants deportivos que traía puestos. Su pene estaba tremendamente parado, aunque no era nada impresionante, era del tamaño normal, pero estaba muy rígido y muy erecto, ¡desafiante!.



Se me pegó; comenzó a frotarse contra de mí, empujándome contra de la pared. Buscaba introducirme su pene, pero no lo lograba.



Para tratar de ayudarlo bajé mi mano y quise colocarlo en su sitio, en el interior de mi rajadita, pero eso no le pareció muy bien a Bernardo, que quizás me mal-entendió y decidió hacerlo él mismo.



Comenzó a frotarme su pene contra mi monte de Venus, contra de mi pelambrera, pero creo que no me encontraba la rajadita, hasta que…, comencé a sentir que empezaba a ponerse muy rígido:



                = ¡Araceli…, Cheli…, Chelis…, Araaahhh…!,



comenzó a venirse encima de mi monte de Venus, sobre de mi pelambrera. ¡Se quedó en el intento!. ¡Me quedé con las ganas!, aunque pensé que quizás había sido lo mejor…



En todo esto habían pasado unos 15 minutos, y el chico apurado me dijo:



                = ¡me tengo que ir…, tenemos reunión a las 11…!. ¡Nos vemos ahí…!. ¿Vas a ir…?.



y se salió a la carrera de casa.



Yo, con todo lo que había pasado, también había alcanzado varios orgasmos, entre los apretones, los apachurrones las dedeadas, los besos mal hechos, en fin…, ¡es increíble lo rápido que trabaja el cerebro!.



Me metí a bañar; me di otra dedeada en mi clítoris, me saqué un nuevo orgasmo y me salí de bañar. Me vestí y me fui a alcanzarlos al juego. Me puse unos jeans y una blusa fresca, blanca, de manguita corta; me llevé un sombrero, mis lentes de sol y me instalé en la tribuna.



En la primera mitad nos iban ganando 1-0. Antes de iniciar la segunda mitad Bernardo vino a buscarme. El muy embustero, me había dicho que no iba a jugar, y era el capitán del equipo.



Me invitó a que bajara al campo, como madrina del equipo. Me dejó sorprendida. Me dio un bonito ramo de flores y bajé con ellos al centro del campo. Ahí llegó también el capitán del otro equipo con su madrina: ¡yo conocía a ese muchacho!, ¡había sido compañero de Gerardo en la escuela primaria, hacia ya algunos años!, ¡se llamaba Román!.



Lo saludé con un beso en la mejilla; intercambiamos los ramos y me regresé de nuevo para la tribuna, a sentarme y ver la segunda mitad de ese juego, que finalmente terminó empatado, 1-1, “el pájaro” metió el gol del empate.



Al terminar el juego nos fuimos al banquete que habían preparado, “una taquiza”. Estuvimos los dos equipos, sus familiares y amigos, compañeros, profesores. ¡Estuvo agradable!.  Yo no dejaba de mirar a esos chicos, sus piernotas desnudas, sus caritas sudadas, sus cuerpos, delgados, atléticos, ¡atractivos!. Les miraba su entrepierna, “su paquete”; trataba de imaginar cómo era, qué cosa era la que traían, cómo la tenían, ¡cómo seria disfrutarlos!.



Estaba yo distraída, en franca contemplación de los chicos, de ninguno en especial, de todo aquel que se me pusiera enfrente cuando llegó mi hijo, Gerardo, que andaba con una muchachita, que yo supuse que seria su novia, pero él simplemente nos presentó como:



                = ¡Araceli…, Fabiola…!,



sin ponernos ningún extra: ni madre, ni mamá, ni novia, ni amiga, ni nada, solamente así. Bueno…, ¡es lo de hoy…!.



Me sentí un poco olvidada por Gerardo, por Bernardo y por los otros dos: estaba completamente olvidada y “desencanchada” pues casi no conocía a nadie, además de Gerardo y sus tres “amigotes” de siempre.



Fui a buscar un refresco y ahí me encontré con Román:



                = ¡Hola Araceli…, que gusto encontrarte…, luego de tantos años de no saber de ustedes…!.



                 ¿Siguen viviendo donde antes…?.



Le dije que sí…, y comenzamos a platicar de lo que habíamos hecho en esos años, de las familias, de las escuelas, de las novias:



                + ¿Tienes novia…?, o eres como Gerardo…, ya lo ves…, nomas tiene su… “amiguita”…!.



                = Es que así es…, los “amigos con derecho” son lo mejor…, se la pasa uno bien…



                   ¿Y tú…, te volviste a casar…?. ¡Porque eras la novia de todos nosotros…!, jajá…



                  ¡nomás  soñábamos contigo…!, jajá…, ¡hasta hoy…!, ¡estás muy guapota…!.



                + ¡Ay Román…, cómo eres…, vas a hacer que me ponga yo roja…!.



                = ¡En verdad…, estás muy guapota…!. Todos los de mi equipo preguntaron por ti,



                 que en donde estudiabas…, que querían conocerte…



                + ¡Román…!,



                = ¡de verdad…, se te veían unas caderas…!, ¡muy ricas…!,



dijo, tocándome al mismo tiempo las caderas, por encima de los mallones, cosa que me hizo…, ¡excitarme!, pero lo quise disimular con un:



                + ¡Román…!,



que decía todo y no decía nada.



Se hizo una pausa. Román me miró y, pasándome el brazo por encima de mis hombros me dijo:



                = ¡Vamos a buscar una sombra!,



y nos fuimos hacia una palapa, que se encontraba ocupada, pero como estaba cerca del estacionamiento de autos, nos fuimos a recargarnos a un auto que estaba en la sombra:



                = ¡estás rete linda, Araceli…, no sabes lo mucho que te recuerdo…!,



me dijo, acariciándome una mejilla, cosa que me hizo de nuevo excitarme y al mismo tiempo sentirme apenada, sin embargo, Román me siguió platicando, preguntándome cosas:



                = No me respondiste hace un rato…, ¿te volviste a casar…?.



Me sentí un poco apenada por su pregunta, pues nadie sabia que yo era madre soltera, todos creían que era yo divorciada y…, con mucha pena le dije:



                + no…, todavía no me caso…



                = y…, ¿sales con alguien…?.



                + pues…



                = dime…, yo no soy chismoso, no voy a andarlo diciendo ni “rajando” con nadie…



                   ¿tienes algún “amigo con derecho…”?



Sentía que los colores y calores me subían y bajaban; me sentía en mi elemento y me sentí descubierta:



                + ¡eso…, eso es…, así es…, le atinaste…!,



le dije, un tanto apenada, y entonces Román, tomándome de los hombros y mirándome fijamente a mis ojos me volvió a preguntar:



                = ¿tienes algún “amigo con derecho…”?.



                + ¡dos…!,



le respondí, clavando mi cara y cabeza hacia el piso, hacia el suelo, muerta de la vergüenza.



                = ¿y no te gustaría que fuéramos tres…?. ¡Yo nunca he sido celoso!, ¡no sabes lo mucho



                 que me has gustado desde que te conocí…!, ¡sin importarme que fueras casada,



                 divorciada, separada o demás…!,



me terminó de decir, emocionado, lo mismo que yo, pegándome su cara a mi cara, tomando con sus manos mi cara y plantándome un beso en la boca, al que no respondí; lo acepté y comenté:



                + ¡Román…, qué loqueras estás diciendo…, ¡soy la mamá de Gerardo…!;



                  ¿sabes cuantos años te llevo…?.



                = ¡No me importa Araceli…!, ¡quiero acostarme contigo…!, ¡hace muchos años que lo llevo



                  soñando…!, ¡quiero ser tu amigo con derechos!, ¡el número 3!, ¡no me importa…!,



                + ¡Román…, estás loco…, recuérdalo…, soy la mamá de Gerardo…!,



                  ¡te llevo al menos 20 años…!.



                = ¡Aunque me llevaras 200…, tengo ganas de acostarme contigo…!,



y sin quitarme las manos de mi cara, me volvió a dar otro beso, al que sí respondí. Fue un beso muy largo, que tuvo por efecto hacerme fundir, ¡por completo!.



                = ¡Vámonos a otro lado…!,



me dijo Román:



                + ¡Déjame despedirme…!,



                = ¡No hombre…, pa’ qué…, ni cuenta se van a dar…, están en lo suyo…!.



Salimos a la calle, paramos un taxi y Román dio la dirección de su casa:



                = No hay nadie…, se fueron de vacaciones…



Nos íbamos besando en el taxi. El taxista no dejaba de mirarnos: la diferencia de edades era muy marcada: ¡la mamá besando a su hijo!.



Llegamos hasta su casa; entramos y nos envolvimos en un beso con mucha pasión:



                + Román…, de verdad…, ¿no te importa que sea la mamá de Gerardo…?.



                = ¡No…, no me importa que seas la mamá de Gerardo…!. ¿Quieres tomarme como amigo



                   con derechos…?.



Me hizo sonreír con esa frase y volvimos a besarnos con mucha pasión.



Román me metió sus manos debajo de mi blusita y se puso a acariciarme la espalda, sin dejar de besarnos.



Luego de ello, sacando sus manos, comenzó a desabrocharme la blusa, dejando al descubierto el brasier, uno blanco, sencillo, muy simple, y de inmediato se puso a acariciarme los senos, por encima de mi brasier.



Luego me quiso desabrochar el brasier, pero al ver que no lo conseguía, lo ayudé, desabrochándolo yo misma, liberando mis senos de aquella prenda interior.



Román levantó un poco el brasier y se puso a mamarme mis senos, de manera alternada, uno y otro:



                = ¡Araceli…, qué delicia…, nunca pensé que se haría realidad…, estás rete linda…!.



                + ¡Román…!,



y luego de estarlos mamando un buen tiempo, comenzó a descender su cabeza, hasta llegarme a mi pantalón, a mis jeans. ¡Ahí de nuevo tuve que acudir en su ayuda!.



Me desabroché el cinturón y luego los jeans, bajándoles el cierre, y luego bajándome yo misma los pantalones, zafándome los tenis, y sacándome yo misma mis jeans, por debajo de mis tobillos, dejando al descubierto mi pantaleta, una blanca, sencillo, muy simple, que hacia juego con el brasier.



Aparecí en ese instante tan solo con mis pantaletas y mis tobilleras blancas, parada a la mitad de su habitación, entregándomele a ese muchacho, ex compañero de mi hijo, ofreciéndomele a su concupiscencia.



Román se lanzó sobre de mí, de inmediato, lanzándome contra de su cama, cayendo boca arriba, y él encima de mí.



Se puso a besarme: mi boca, mi cuello, mi pecho, mis senos, mi estómago, mi vientre, ¡mi pantaleta!, clavándome su boca en la entrepierna, dándole de mordiscos a mi puchita, a mi osito, a mi conejito peludo, a mi monte de Venus, a mi pubis…, todo por encima de la tela de mi pantaleta, que ya se encontraba mojada por mis secreciones.



Mientras me estaba besando, comenzó a bajarme la pantaleta, por las caderas, por los muslos, las rodillas, las piernas, los tobillos, hasta que terminó por sacarlas y lanzarlas al suelo.



De inmediato me colocó su cabeza, su carita, su boca, su lengua, por encima de mi panocha: ¡se puso a mamarla!, ¡pero Román si sabía cómo actuar…!, era más experimentado que Bernardo, y de inmediato me separó los labios vaginales y se puso a estimularme mi clítoris, haciéndome revolcar del placer:



                + ¡Romáaan…, condenado…, qué ricooo…!. ¡Romáaan…!.



¡Y me hizo terminar en su boca, más bien, tuve que terminar en su boca, no podía soportarlo más tiempo…!. ¡Fue un orgasmo de varios minutos!.



Luego de eso, el chico procedió a desvestirse. Al quitarse su bóxer me mostró un pene muy erecto, listo para lo que se ofreciera, y se me ofreció darle una gran mamada, así que, lo jalé hasta la cama, lo acosté boca arriba y de inmediato me metí mi verga en su boca y se la mamé como una desesperada. Me la metí muy profundamente, tanto que en ocasiones sentía yo como nauseas, pero me las aguantaba, ¡quería sentirla hasta adentro…, con todo y bolas…!.



Román me tomaba de los cabellos y me empujaba con fuerza su pene en la boca, hasta llegarme hasta la laringe.



Estuvimos un buen rato de esa manera hasta que Román me detuvo: se separó de mi, me separó las piernas, me apuntó su verga en mi rajadita y tan solo me dio 2 o 3 metiditas de cabeza, solo la puntita, nomás la puntita: me la metía y la sacaba, ¡torturándome de placer!, gozando con mi desesperación de tenerlo, hasta que…, de un solo empujón me la metío  muy adentro, ¡hasta el fondo!, iniciando un frenético movimiento de mete y saca. ¡Me la metía y me la sacaba con fuerza, con rapidez, con velocidad, hasta que sentí cómo mis jugos le bañaban toda su verga:



                + ¡Aaaaggghhh…!,



¡era otro orgasmo sen-sa-cio-nal…!. ¡Con ese jovencito, ex compañero de mi hijo!.



                + ¡Aaaaggghhh…!.



Volví a suspirar, a gemir, a pujar y Román continuaba bombeándome, acostado sobre de mí, en la posición de misionero, hasta que, luego de un largo rato, me detuvo, me voltió y me puso en cuatro patas, “de a perrita”.



Me la empezó a meter nuevamente; yo seguía suspirando, con los ojos cerrados, con mi cara clavada en la almohada, sobre del colchón de la cama:



                + ¡Aaaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.



¡Estaba muy rico ese golpeteo!, hasta que sentí que frenaba y se detenía. Me hizo mirarme al espejo, a uno de pared que tenía en su recámara y me dijo:



                 = ¡abre los ojos…, mira cómo disfrutamos…, mira como te coge el amigo de tu hijo…!,



                    ¡tu nuevo amigo con derechos…!. ¡Estás muy sabrosa, Araceli…!.



Nos pusimos a mirarnos en el espejo: Román me tenía agarrada de los cabellos y aceleraba con fuerza y velocidad, logrando que me viniera de nuevo y que me pusiera a gritar:



               + ¡Aaaaggghhh…, métela…., agh…, fuerte…, métela más…, agh…, métela toda, agh…!,



                   ¡hasta dentro…, agh…, vente adentro de mi…, agh…, inúndame con tu leche, Román…!.



Así lo hizo el muchacho…, ni tardo ni perezoso me inundó mi panocha con su lechita caliente, ¡los litros de leche…!, ¡estaba repleto de leche ese chico…!, ¡se me escurría de mi panochita…!, ¡embarraba las sabanas…!.



Yo me encontraba caliente; no pude aguantarme. Me voltié y empecé a mamársela nuevamente, y cuando menos lo pensé…, Román ya estaba listo de nuevo, con su pene muy firme y muy recto:



                 + ¡Dámela otra vez…, de a perrita…, me gusta así…,  de a perrita…!.



Román se colocó tras de mí y me la dejó ir toda de nuevo, hasta adentro:



                + ¡Romáaaan…!,



Le grité, de la penetración que me dio: ¡casi lloraba de placer!.



                + ¡Romáaaan…, qué rico coges, chiquito…, ni pareces un jovencito…!. ¡Quiero que siempre me la sigas metiendo!. ¡Quiero que sigamos de “amigos”



                    por mucho tiempo…!, que olvidemos que soy… “la mamá de Gerardo”.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 3.5
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