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Sábado de tarde en tu casa

Mi querido Primo-amor, recuerdo….

Que era un sábado de mañana, me levanté de la cama, fui al baño, abrí la canilla del agua fría, y me lavé la cara una y otra vez, porque había soñado contigo toda, pero toda la noche.

La mañana transcurrió como casi todos los sábados haciendo mandados y hablando con amistades por teléfono, pero me pasé pensando en vos absolutamente en todo momento.

Llegó la hora de almorzar, y conversando de todo un poco, le pedí prestado el auto a mi padre, para salir luego de comer, a lo que recibí la autorización para poderlo hacer. Ya en ese momento, mi mente se descontroló totalmente, y empecé a discernir, que en lugar de salir con mis amistades para “cargar” chiquilinas o ir a tomar algo, podría ir hasta tu casa, para poder gozar contigo como sólo vos me hacías gozar.

Terminamos de almorzar, le pedí las llaves del auto a mi padre, bajé hasta la calle, y me subí a él.

Durante todo el trayecto rogaba para que estuvieras en tu casa, ya que en esos tiempos no existía el celular, y vos aún no tenías teléfono fijo en tu casa. Mientras tanto, fui pensando en todo lo que íbamos a poder hacer, ya que tenía un par de horas con el auto antes de devolverlo, y te reitero, rogando a que estuvieras.

Finalmente llegué a tu casa, paré el auto, me bajé, me dirigí hasta la puerta de tu casa, golpeé la puerta, y nada. No recibí respuesta.

--“¡No puede ser!”, me dije y golpeé otra vez.

Esta vez, sí oí que empezaban a abrir la puerta con llave, y cuando se abrió la puerta, ahí estabas vos. Hermoso, hercúleo, con una cara de casi dormido.

--“Hola”, te dije, “papá me prestó el auto, y pensé en seguida en venir a verte porque me pasé toda la noche soñando contigo. Y como vos me dijiste una vez, que esto que estamos haciendo no lo hiciera con nadie más, me vine para acá. ¿Querés acostarte conmigo o me vuelvo para casa?”

Vos te sonreíste y dijiste:

--“Noooo, por favor entrá… Yo también soñé contigo. Y además, en serio, no lo hagas con nadie más. Cada vez que tengas ganas, venís, y si estoy, quedate tranquilo que nunca te voy a decir que te vayas”.

(Lo que nunca supiste, es que pasados los años, me acosté con un travesti, un par de veces y últimamente con otro hombre. El único “otro” hombre).

--“Gracias mi vida”, te respondí, entré y cuando cerraste la puerta, nos dimos un beso “de aquellos”. Realmente, habíamos soñado el uno con el otro, y también efectivamente, nos amábamos, corrijo, todavía nos amamos.

Besándonos fuimos hacia tu cuarto, en el cual tenías una cama de dos plazas, y entonces me dijiste:

--“Pará que ya vengo”, y escuché que te dirigías hacia la cocina, y me imaginé que ibas a buscar la manteca…. Me sonreí y empecé a quitarme la ropa.

--“No te saques la ropa, porque de repente viene M. y nos pesca in fraganti”, me dijiste saliendo desde la cocina, y cuando entraste al cuarto, yo ya estaba desnudo de mi cintura para abajo, parado a un costado de los pies de la cama y dándote la espalda, te dije:

--“Ayy , mi amor, y ahora ¿qué hago?”, mirándote a los ojos, mientras vos me mirabas mi colita, y tus ojitos bailaron, diciéndome:

--“Bueno, mi vida, quedate, así como estás, para ponértela mejor”.

Te acercaste, me tomaste de la cintura empujándome hacia vos, por lo que sentí en mi cola tu bulto a través del pantalón. Doblé mi cabeza hacia mi hombro derecho abriendo mi boca para recibir un amoroso beso de lengua. Y así besándonos, me fui dando vuelta hasta quedar frente a frente, y empecé a desabotonarte los botones de tu camisa, pasando mi mano derecha por todo tu pecho, tus tetillas, tu ombligo y luego bajándola por dentro de tu pantalón hasta tocar tu pene, que ya estaba bastante duro y calentito. Saqué mi mano de tu pene muy lentamente, subí nuevamente por tu pecho, y comencé a sacarte la camisa. Cuando tiré la camisa arriba de la cama, te besé otra vez, besándote además ambas tetillas y absolutamente todo tu robusto torso, y fui arrodillándome para poderte besar el ombligo.

Al llegar a éste, comencé a aflojarte el cinturón del vaquero, luego desabroché el botón de éste, y comencé, mientras levanté mi vista para mirarte, a bajarte el cierre del jean. Una vez abierta la bragueta del vaquero, empecé a bajarte muy lentamente el jean. Mientras te lo bajaba, comencé a besarte el bóxer, y cada vez que bajaba el jean, también lo hacía mi boca por sobre el bóxer agarrando con mis labios, tu duro pedazo que estaba enhiesto y apretado con tu bóxer, por lo que sobresalía tu glande por fuera del bóxer.

Le pasé la lengua varias veces al tan “jugoso y lubricado” glande. Una vez que te lo estaba besando, te bajé totalmente el jean, te lo quité y me dediqué a bajarte rápidamente el bóxer, que al estar tan cerca, mi cara contra tu pedazo, éste me pegó de golpe en la cara al quedar totalmente liberado. Otra vez te miro desde allí abajo, con nuestras miradas nos entendimos perfectamente, agarraste tu pene con tu mano derecha y me lo llevaste a mi boca, para que te lo chupara. Que por supuesto, ipso facto hice. ¡¡Qué chupada te hice!!

--“Así, así”, me dijiste, “que divino que me lo chupás.. seguí mi putito, seguí por favor no pares pasale la lengua… así... así… así...”

Y yo con cada palabra tuya recuerdo que más me calentaba y más rápido te lo chupaba, me lo llevaba hasta mi garganta, y en determinado momento, me empezaste a coger por la boca, y ahí sí… me quedé quietito, te dejé que me cogieras por la boca. Y me cogías primero despacio, para llegar a cogerme rápido y firme, hasta que:

--“Ayyy…mi putito, ahí voy… está por salir la lechita… ¿la querés?”

Y yo te contesté afirmativamente de la única manera que podía contestarte, moviendo mi cabeza para arriba y para abajo, con lo que me dijiste:

--“Ayy así… mi vida, así,, movete así… que ahí voy... ya... ya... sale aaahhhhggg”, y empezaste a expulsar dentro de mi boca, el elixir más delicioso que he probado en mi vida. Cada contracción rítmica tuya, significaba una expulsión de tu semen, elixir para mí, que me llegaba hasta la garganta. Y ese día fue tanto lo que eyaculaste dentro de mi boca, que llegó un momento que no tragaba tu semen con la misma rapidez que vos expulsabas esa cantidad de semen, que empezó a salirme por las comisuras de mis labios. ¡¡Qué placer!! ¡¡Por favor!!

Cuando te diste cuenta que yo todavía no había tragado toda tu lechita, me levantaste, y empezaste a besarme para que yo compartiera contigo tu propio semen. Y nos besamos apasionadamente hasta que no quedó nada de tu semen dentro de mi boca.

Luego me tiraste en forma transversal a los pies de la cama, y seguiste besándome y besándome, mientras que con tu mano derecha, agarraste mi pene y empezaste a pajearme.

--“Aaayy, mi vida, no sigas que voy a ensuciar tu colcha, porque estoy por… aa… ca…. baaaaaghhhh”, te dije, y vos de inmediato, bajaste tu boca, y te pusiste mi pene en tu boca, y toda mi lechita entró a ella, tragaste un poco, y luego, subiste hacia mí, y empezaste a besarme con parte de mi semen que te había dado, y nos besamos y compartimos, esta vez, mi lechita.

Luego, quedaste arriba mío unos minutos, besándome, hasta que te levantaste, tiraste de mis piernas hacia fuera de la cama, y cuando estaba por llegar al larguero de la cama me dijiste:

--“Date vuelta, putito mío… date vuelta”, y yo quedé arrodillado al costado de los pies de la cama y mi pene contra ésta, es decir, más claramente, mi cola mirando hacia tu pene…

Continuará…. Por supuesto que continuará….

¡¡Qué tarde de sábado hermosa que me hiciste pasar!!

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