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Categoría: Incestos

Mi hija y el MSN - Parte 2

La mañana siguiente transcurrió más lenta de lo habitual. No podía quitarme de la cabeza la imagen de mi hija con los senos casi expuestos y la revelación de que se había estado masturbando mientras charlaba conmigo la noche anterior. Mi cabeza daba vueltas alrededor de las ideas para lograr mi cometido de cogérmela, teniendo cuidado de no echarlo a perder todo por ser demasiado apresurado.

Al volver a casa, tenía curiosidad por saber si Cristina cumpliría su promesa de andar por la casa sin ropa interior y, más aún, cómo le haría para hacérmelo saber. Cuando llegué, ella estaba sentada en el sofá de la sala, con el camisón que traía puesto la noche anterior. Cuando me vio, iluminó su rostro con una sonrisa y me invitó con un gesto a sentarme junto a ella. Hola papi. Como te fue hoy en el trabajo? – Me dijo. Tomé nota que ya casi nunca me decía papi, como cuando era una pequeña niña.

Bien, mi amor – Le contesté sentándome junto a ella. Su cabello olía a mojado como si acabara de ducharse. Me la imaginé desnuda con el agua corriendo por su cuerpo delgado y sensual y me estremecí por dentro.

Fíjate que hoy tuvimos una clase muy interesante en historia. ¿Sabías que la ropa interior es un invento relativamente reciente? La gente en la antigüedad no acostumbraba a utilizar nada debajo de la ropa…

No lo sabía. Interesante. – Dije yo.

El caso es que la maestra, que está medio loca, nos retó en la clase a que anduviéramos sin ropa interior por unos días para poder entender como eran las costumbres en esos tiempos…

De verdad que tu maestra está bien loca. – Le dije riendo. Ya sabía por dónde iba la cosa y me sorprendí de la astucia de mi hija para cumplir con su promesa que había hecho la noche anterior.

El caso es que dijo que si lo hacíamos y le presentábamos un reporte, nos iba a dar unos puntos de más para el examen y como no he andado muy bien de calificaciones con esa materia, le voy a tomar la palabra…

¿En serio? De verdad que debes estar desesperada por las calificaciones. Mira que debe ser incomodo…

Eso pensé yo pero ni tanto. Empecé hoy al llegar de la escuela y te sientes, como te puedo decir? Más… más libre. Espero que no te moleste.

Claro que no, hija. Si no me lo hubieras dicho ni me entero. – Le dije yo.

Gracias papi. Eres un amor. – Me dijo mientras me daba un tierno beso en la mejilla.

Al sentir el beso de Cristina, mi verga dio un respingo y, tratando de disimular, me excusé y me retiré a mi habitación. Tuve la tentación de hacerme una paja monumental para quitarme esa excitación pero decidí no hacerlo. Ya habría oportunidad de desahogarme de otras maneras. Al menos eso esperaba yo en ese momento.

El resto de la tarde me lo pasé surfeando en la televisión de mi cuarto. En algún momento aproveché para llamar a la puta de mi mujer que seguía en Nueva York poniéndome el cuerno de lo lindo. Con voz calmada, le pregunté que si los planes seguían igual, a lo que me respondió que sí, no sin antes repetirme con fingida voz, que me extrañaba mucho, a lo que yo le respondí que también la extrañaba y todas esas cursilerías que solíamos decirnos.

Ya casi para la hora de la cena, me asomé y vi que Cristina estaba en su cuarto, tecleando en su computadora. Como un resorte, me metí a mi estudió y encendí mi computadora también y entré a mi usuario falso de MSN. Allí estaba ella conectada, también. No bien había pasado un minuto cuando recibí un mensaje de ella.

Hola. ¿Dónde te habías metido, querido?

Hola bella. Apenas voy llegando a casa. ¿Cómo estuvo tu día?

Más o menos. La verdad ha estado un poco aburrido.

¿Hiciste lo que te pedí?

Quieres decir andar sin ropa interior por la casa?

Eso y lo de hacérselo saber a tu padre.

Si, lo hice. Estuvo muy divertido.

Platícame…

Fíjate que le dije a mi padre que nos habían dicho en la escuela que hiciéramos un experimento para saber que se siente andar sin ropa interior…

¡Qué salida! ¿Y te creyó?

Creo que sí. No lo sé. Deberías haber visto la cara que puso.

Dímelo.

Al principio como sorprendido, después lo sentí como un poco excitado por la situación. Llevo puesto el camisón de ayer, así que seguramente notó que no solo me faltaban las braguitas sino algo más…

Eres terrible. Lo vas a poner a alucinar…

Y lo que le espera…

Así es. ¿Qué tienes pensado hacer con él?

Pues lo que tu quieras, mi amo. Que te gustaría que le hiciera?

Mhhhm, déjame pensar. Esta el en la casa ahora?

Si, estaba en su habitación o si no, a veces se mete a su estudio a revisar cosas de su trabajo.

Dices que traes puesto el camisón de ayer?

Si. No traigo bragas ni sostén.

¿Estas cachonda?

Un poquito.

Necesitamos subir esa temperatura. Ya sé lo que vamos a hacer.

Ya me estás poniendo nerviosa…

Ya te estás poniendo cachonda, querrás decir, jejeje.

Eso también. Tú tienes la culpa.

Vas a mostrarle a tu padre toda tu gloriosa desnudez.

¿Como? Quieres que me aparezca frente a él, asi sin ropa y decirle, que quieres cenar hoy papito?

No lo sé, usa tu creatividad. Seguramente lo resolverás.

Me pones en apuros.

Anda, me conecto en un rato más para ver cómo te fue.

Acto seguido, escuché la puerta de la habitación de Cristina abrirse. Esperaba de un momento a otro que apareciera en mi estudio total pero no sucedió asi. Después de unos minutos que parecieron una eternidad, finalmente se abrió la puerta y apareció mi hija Cristina… todavía vestida con el mismo camisón. Tratando de disimular mi decepción le sonreí y le pregunté que sí que necesitaba.

Pensé que estabas en tu habitación, todavía.

No, estoy haciendo unos reportes que necesito para mañana temprano.

Quería decirte que me voy a bañar y luego veo qué es lo que vamos a cenar, a menos que quieras cenar de una vez…

No, anda, ve a bañarte. La cena puede esperar. Yo todavía voy a tardar un poco más aquí.

Está bien, papi. Muchas gracias por todo.

De nada mi princesa. Que disfrutes el baño.

Antes de cerrar la puerta, me guiñó un ojo y me mandó un beso con coquetería. Me quedé maldiciendo por haber precipitado las cosas y ponerla en esa situación que no había podido superar. Me quedé pensando de qué manera podría recomponer la situación o cómo le explicaría a mi alter ego lo que había pasado cuando escuché un golpe a lo lejos seguido por un grito de mi hija. Como un resorte, me levanté y abrí la puerta de mi estudio. Mi hija gritó pidiendo ayuda y me dí cuenta que su grito venía del baño. Con un gesto preocupado, corrí hasta el baño y abrí la puerta. Ahí en el piso, estaba mi hija junto a la tina de baño, ya sin su ropa, sobándose el brazo izquierdo. Mi parte lujuriosa la revisó de arriba abajo viendo su piel aterciopelada, las curvas pronunciadas de sus caderas y un fino monte de venus, de vellos ensortijados y oscuros que se asomaba por su entrepierna como invitándome a conocerlo. Dejando a un lado mi calentura, me acerqué y le pregunté si se encontraba bien.

Me di un resbalón. –Me dijo. No me fijé que el piso estaba mojado y cuando me iba meter a la tina, me golpee el brazo. Me duele.

Ay cariño. –Le dije, tomando su brazo lastimado y acariciándola suavemente. –Quieres que te lleve al hospital para que te revisen?

No es necesario, papi. Creo que es sólo el golpe y nada más. No te preocupes. Voy a estar bien. ¿Me ayudas a levantarme?

Claro.- Le dije yo aun luchando entre la preocupación y la excitación. La levanté en vilo sintiendo la cálida desnudez de su espalda en mis brazos. Ella se acurrucó en mi pecho y nos quedamos así por unos momentos. Su corazón palpitaba agitadamente y sin poder contener el impulso, le di un beso en su mejilla, muy cerca de sus labios entreabiertos.

Me llevas a mi habitación? Me dijo con una voz tierna, como cuando era niña.

Claro que si mi amor. –Le dije mientras caminaba hacia su cuarto cargándola en mis brazos. Al cargarla, sus senos duros subían y bajaban en un erótico vaivén y no pude evitar el admirar su figura mientras lo hacía. Ella permanecía con los ojos cerrados como queriendo apaciguar el dolor del golpe y finalmente llegué al pie de su cama donde la dejé suavemente. Una parte de mí, quería que ese momento se hiciera eterno para seguir en ese momento de intimidad pero finalmente la dejé y me arrodillé junto a ella. Le di un nuevo beso en la frente y le dije:

Trata de descansar un poco. Si necesitas algo me dices. Yo voy a preparar la cena cuando ya te sientas un poco mejor, vale?

Si, papi. Gracias por todo. Te quiero mucho.

Y yo a ti princesa.

Salí del cuarto sintiéndome culpable por haber intentado ese plan que a todas luces había fallado y regresé al estudio para apagar la computadora y dar por terminado mi plan de ese día.

Me sorprendió ver que al abrir el MSN tenía un nuevo mensaje. Lo abrí con curiosidad para ver qué había escrito mi hija y leí:

Ya lo hice, jejeje.

¿Ya hiciste qué?  Le contesté

Lo que me pediste. Me dijiste que me mostrara desnuda ante mi padre.

¿Lo hiciste?

Ya te dije que sí. Tuve que fingir que me caía en el baño pero lo logré. Hasta me cargó hasta mi cama.

¿Asi desnuda?

 Si. Estaba cachondisima. Todavía lo estoy. Sentir sus manos en mi, ver como sus ojos me devoraban, estuvo brutal. Me dejas masturbarme?

No, todavía no. Entonces te caíste?

No tontito. Fingí que me caí y dejé caer la tapa del sanitario.

¡Qué cabrona!

Ya sé. Tú me haces ser así de cabrona y de putona. Anda, deja que me toque. Estoy que ardo.

Mi mente trabajaba a mil por hora, mientras caí en cuenta del engaño en el que había caído. Por estar preocupado por su bienestar, no me había dado cuenta de que esa había sido su manera de cumplir el mandato sin ser demasiado obvia. Finalmente le contesté:

Bien, ya te vio desnuda. Crees que se vaya a masturbar imaginándote?

No lo sé. Quiero pensar que sí. Me excita mucho pensar que sí lo hará.

¿En dónde está el ahora?

En su habitación de nuevo, supongo. O tal vez en su estudio.

Antes de que este día acabe le tienes que agarrar la verga.

Oye, mira que eso está grueso…

No te animas? Hasta le harías un favor. Ha de tener los huevos inflamados de tanta leche que no ha sacado por ti.

Tú crees?

Si. Ahora mismo debe estar jalándosela en su cama, con los ojos cerrados, pensando en ti, recordando la sensación de tu piel, tu culito,

Mhhm…

Te gusta imaginarlo asi, verdad?

Siii, mucho

Estas toda mojada

Siii, mojadita y me estoy rozando con un dedo,

Mi coñito huele delicioso…

¿Y cómo sabe?

Déjame pruebo mi dedo, hmmm, riquísimo.

Estas desnuda todavía?

No, ya me volví a poner el camisón.

Te gustaría darle a probar de ese dedito con sabor a tus jugos a tu padre?

Sí, me gustaría mucho.

Anda, hazlo.

No sé cómo.

Inventa algo. Eres buena para eso.

Ok, déjame ver qué puedo hacer.

Aquí te espero.

Apenas había terminado de escribir eso cuando me llama Cristina desde su cuarto. Aparentando preocupación, me acerqué y abrí la puerta de la habitación. Ella se hallaba de nuevo acostada en la cama pero ahora con el camisón puesto.

Dime, hija, ¿qué se te ofrece?

Papi, me puedes traer un poco de agua? Tengo sed pero aún no puedo levantarme.

Claro, mi vida. Ahora vuelvo. – Caminé hasta la cocina y llené un vaso con agua para ella, cuando regresé ya estaba sentada sobre la cama, con el camisón ligeramente arriba de sus rodillas. Si me agachaba, hubiera podido ver el monte de venus que había admirado tanto en el baño pero me contuve acercándome para que bebiera el agua. Cuando terminó de beberla me dijo:

Eres un amor, papi. Como puedo compensártelo?

Sigue siendo la hija maravillosa que eres, Cristina. – Le dije.

Tú eres un padre maravilloso. Me dijo. – Ouch.

Que te pasó. Me sigue doliendo un poco el brazo, dijo sobándolo con su otra mano.

Sana sana, colita de rana… -le dije, tomándolo entre mis manos y besándolo con ternura.

También me lastimé este dedo, me dijo señalándome el dedo medio de su mano “buena”.

Pues sana, sana también el dedo.

Con algo de picardía, lo aproximó a mis labios para que también le diera un beso. Con cuidado, deposité suavemente mis labios en el dedo. Estaba mojado y pringoso pero no hice ningún comentario al respecto.

Creo que ese beso estuvo muy desabrido, papi. – Puedes hacerlo mejor, si no, mi dedo no va a sanar.

Haber, ven para acá de nuevo.

Ofreciéndome de nuevo su dedo, lo volví a besar con mayor intención esta vez y en un impulso, lo metí a mi boca y lo acaricié con mi lengua absorbiendo todo el sabor de su sexo impregnado en él.

Asi está mejor?

Mucho mejor papi. Dice mi dedo que muchas gracias. Que si qué puede hacer por ti.

Dile que se deje dar muchos besitos.

Claro, los que quieras. Es todo tuyo.

Ahora ella, acercando mi mano a su boca, tomó mi dedo corazón y lo metió en su boca. La humedad de su lengua lo cubrió por varios segundos, deleitándose en toda su extensión como si fuera un pene pequeño mientras yo pretendía que mi dedo estaba lastimado como el de ella.

Me asusté por la caída, papi. Me dijo. Toca mi corazón.

Yo obedientemente la toqué por encima de su camisón. Al voltearse a mi, había abierto sus piernas y desde mi posición podía ver de reojo ese coñito ardiente que me había fascinado, pero ahora se veía con los vellitos mojados y abierto como una almeja invitando a devorarla. M i pene se pusó duro y sentí unos deseos inmensos de acostarme encima de ella y meterme en su intimidad para poseerla salvajemente.

Cristina tomó mi mano que descansaba sobre su pecho y la movió para que estuviera ahora por debajo de su camisón. Mis dedos tocaron su seno izquierdo que se agitaba de deseo y jugaron brevemente con el nacimiento de sus pezones. Estaban duros, erguidos como guerreros en la batalla y seguí con la mano ahí por un rato más mientras me deleitaba con la visión de su coñito mojado frente a mí.

De verdad que late muy rápido tu corazón. Siento que te haya pasado eso. –Mi voz sonaba ronca y muy distinta a mi voz normal.

No te preocupes. Lo bueno es que tú estabas aquí para ayudarme.

Si necesitas algo más me dices amor.

Claro papi. Yo te aviso. Es más

Dime.

Hay algo que quiero pedirte.

Lo que quieras.

Tengo temor de que vaya a tener pesadillas esta noche, por el susto. Te molestaría que durmiera en tu cama esta noche? Asi me voy a sentir mas protegida.

Pero es que yo soy muy loco para dormir y te puedo lastimar el brazo

No importa, papi

Además me levanto muy temprano para ir a trabajar y no quiero despert

No importa, papi. Si no quieres dime y está bien, lo acepto.

No es eso. Es que…

Es que, qué? Si te preocupa lo que diga mamá te prometo que no se lo voy a decir.

Está bien. Nada más abrígate bien porque mi recamara es fría.

Gracias papi.

Y dándome un tierno beso en la mejilla, me soltó. De reojo volví a ver esa conchita tentadora y aturdido aún salí de su habitación para regresar a mi estudio.

Listo, mi amo. Ya me chupó el dedo con todos mis jugos, hasta se lo metió a la boca y lo acarició con su lengua. Estoy ardiendo

Muy bien, muchachita, escribí. Creo que te has ganado tu premio de esta noche. Ya puedes tocarte y masturbarte.

Gracias Mi panochita está palpitando como una loca. Necesito venirme o me vuelvo loca.

Solo dos condiciones: 1. Pon tu cámara para ver cómo te masturbas y 2. Grita como una loca cuando te estés viniendo.

Pero tú también vas a poner tu cámara?

No, perrita. Yo te ordeno a ti, y tú a mí, no. Cuando sea conveniente me dejaré ver.

Está bien.

Cuando llegó el mensaje, apareció una solicitud de video llamada y acepté la de una sola dirección para que ella no me pudiera ver.

Apareció de nuevo desnuda en todo su esplendor, su mano “lastimada” desaparecía en ese delicioso monte de venus, con sus dedos entrando y saliendo. Gemía como si estuviera poseída y con un rictus en su cara que mostraba el enorme placer que se estaba dando.

Mientras ella se masturbaba, yo hacía lo propio. Me había bajado el pantalón a las rodillas y me la jalaba mientras le veía.

De pronto empezó a murmurar, poniendo atención escuché que decía, “Cógeme papi, méteme toda esa verga que está ardiendo de ganas por mi, dame esa verga deliciosa, papi, hazme lo que quieras, arrgggv

Y convulsionándose grito, ahhh, ahhh, que rico… Gritó tan alto, que la hubiera escuchado aún sin estarla viendo por video. Mientras le veía gozar de un orgasmo intenso que la hacía estremecerse, sentí las oleadas de semen que salían a borbotones por mi verga inflamada. Los gruesos chorros de semen caían en el piso, en el escritorio y hasta en mis piernas, en un alud incontrolable. Era sin lugar a dudas el mejor orgasmo que había tenido en muchísimo tiempo.

Acomodando mis pantalones como pude, salí del estudio para ir a ver a mi hija.

Cuando toqué la puerta de su habitación, tardó un poco en abrir, mientras, supuse yo, se quitaba la evidencia del delito. Cuando finalmente abrió, estaba sudorosa, con el camisón totalmente abierto, con un solo botón mal colocado y el resto sin abotonar, el cabello suelto, en fin, era un poema al erotismo.

Que te pasó hija?

Traté de levantarme y al querer apoyarme en el brazo me dolió mucho aun.

Vístete para llevarte al hospital.

No es necesario, papi. Es solo que me tengo que acostumbrar a ser más cuidadosa mientras me dura esto.

La abracé con fingido interés de protegerla. Solo quería sentir su turgente cuerpo apretado junto al mío y ella se acurrucó junto a mí. Mis brazos, en vez de abrazarla por encima del camisón abierto, la tomaron por su interior, y sentí el contacto de su piel caliente dejando que mis manos acariciaran su cintura.

Asi abrázame. Me haces sentir protegida. No me sueltes.

No te voy a soltar. –Le dije. Casi sin darme cuenta, mi pene se empezaba de nuevo a despertar ante ese contacto de nuevo.

Tomé su mano de nuevo y la llevé a mi boca. Me inundó de nuevo ese sabor acre a sexo, estaba empapada y ella no dio explicación ni yo la pedí del porqué se encontraba asi. Asi abrazada la lleve a su cama y la volví a acostar de nuevo. Al hacer esto, se volvió a abrir su camisón mostrando su pubis delicioso de nuevo y uno de sus senos quedó completamente de fuera. Duramos así unos 5 minutos, solo sintiéndonos en la cama. Ella deslizaba sus dedos por mi abdomen sin atreverse a ir mas allá y yo seguía con mis manos aferradas a su cintura, sin animarme a bajar unos cuantos centímetros para tocar su sexo entregado por completo a mi. No era por temor, era la excitación de saber que nos estábamos comiendo el fruto prohibido poco a poquito. Ella cerró los ojos y finalmente se quedó dormida.

Cuando me iba a girar para dejarla descansar, se volteó y quedó justo con su brazo descansando en mi entrepierna y sentí sus dedos jugueteando por encima de mi pantalón.

Recordé mis propias palabras y sonreí. Había cumplido todo lo que le habían ordenado ese día. Poco a poco sentí como el sueño se iba trepando por mis pestañas y casi sin darme cuenta me quedé profundamente dormido abrazado a su cintura y arrullado por su acompasado respirar.

Dark Knight

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 10
  • Votos: 1
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