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Categoría: Confesiones

Mi confesión

No es mi intención solo contar una historia sexual, es casi una confesión, con alguien lo debo compartir, y es pero que tu la entiendas y te guste…  es entonces que comienzo diciéndoles que yo era un chico normal, quien de niño tenia algunas tendencias a vestir ropas de mujer, y sinceramente con mis piernas y mi bello trasero, quedaban muy bien sobre mi piel, pero nada mas que eso. Nunca fui violado, y a decir verdad tuve una vida heterosexual normal. No fue sino hasta los 20 años que me anime a tomar la decisión de saciar mi deseo profundo y hasta ese entonces prohibido, de sentirme toda una “perra” con alguien.

  Fue así que un día, andando de noche por la ciudad en donde vivo, con mi auto, sin tener una chica con quien tener sexo (muy importante para mi en ese entonces, para contar a mis compañeros de trabajo al llegar el lunes, que por lo menos tuve una aventura de fin de semana), pase por la zona roja, sinceramente, sin querer, y vi a una mujer con rasgos fuertes pero muy sensuales. Luego de dar muchas vueltas por la misma esquina, me anime a detenerme quizás un poco lejos de la posición de esta mujer, (ya que me detuve en un lugar oscuro cosa que no pueda verme nadie y acusarme de que pague por sexo), fue ahí que ella camino hasta el auto, y su vos develo su tono varonil ocultado por la intención de parecer toda una mujer, esto marco el inicio de mi primer encuentro con una chica trans. No me anime hablar, luego de bajar el vidrio, entonces ella tomo la iniciativa y me dijo “que queres hacer papito?”, a lo que conteste, “y que es lo que haces?” un poco tartamudeando, soltó una risa leve y mirando hacia afuera del auto, dijo “de todo, menos vaginal” y de nuevo rio, confirmando mis sospechas, era travesti. Le dije con la mano “subí”, camino por en frente del auto y pude ver todo su look, muy prolijo pero atrevido. Se subio muy delicada al auto y se sentó adelante, mis nervios no me dejaron decirle que quería que se siente atrás, así que estaba muy incomodo. Me saludo con un beso en la mejilla, y mirando mis piernas dijo”que piernas papito, sos muy lindo”. Le pregunte a donde podíamos ir y me dijo “aca a la vuelta si queres algo rapidito, o a un hotel si queres algo más tranquilo”. Le pague y me guio hasta un hotel un poco alejado para mi gusto, dado que transite varias cuadras y pase por varios semáforos, hasta destino, ingresamos y solo cuando pare el auto me calme.

Fuimos a la habitación y le toque la cola cuando ella abría la puerta de la habitación, se sonrió. Nos desnudamos, sin mostrar todo, ella primero, y se puso en la cama de rodillas esperándome. Yo me saque la ropa y me deje puesto mi calzoncillo, un bóxer gris,  fue cuando me dijo que tenía una linda cola y vi por uno de los tantos espejos de esa habitación, como sus ojos no se movían de mi. Me di vuelta y me acerque, empezó a tocar mi pene, que estaba muy adormecido por la situación y mi estrés. Metió su mano por debajo de mi única ropa y me la empezó a quitar, simultáneamente manoseando mi cola. Tomó mi pene y se agacho para chuparlo como si fuera un caramelo delicioso, dejando que su saliva se derrame por sus labios y corra por mi miembro hasta terminar en la cama. Se tomó un momento, todavía arrodillada, se quitó el sostén, y luego la tanguita, dejando caer una parte de ella entre sus piernas, la cual no pude dejar de ver, como tampoco pude evitar tomarla con mi mano. Tierna, suave, apetitosa, comencé a acariciarle esa parte, mientras ella me miraba, comenzó a ponerse dura, fuerte, vigorosa y ahora me veía “él” y no “ella”. Me besó y con sus manos puestas en mi nuca me aferró, su lengua acaricio la mía y no causo mas que un devenir de sensaciones fuertes y cosquillas en todo mi cuerpo, lo cual hizo que lo empuje levemente a fin de que se recostara. Lujurioso tome ese pedazo de carne, lo bese y comencé a chuparlo, como si supiera hacerlo, pero no era así, solo copiaba lo que veía en películas porno, pues me sentía una nena caliente, tan caliente que deje mi ambición de penetrar, para pasar a solo darle placer a ese chico, que en un principio conocí como chica. Continúe chupando hasta que el se incorporó a su posición original en la cama, luego me tomo de mi pera, levantó mi cabeza e intento acariciar mi pene ya flácido, pero muy cargado de energía, tanto que si seguía tocándome iba a eyacular. Le quite la mano y le dije besando sus labios que quería que me coja, sin titubeos, con esa seguridad que solo te da la lujuria. El asintió con su cabeza, y me pidió que me recostara en la cama boca abajo, lo cual hice complacientemente y muy servil.

 Mientras una parte de mí, decía “que estás haciendo vas a perder el invicto de tu cola” la otra parte se sentía impune ante mi conciencia y me decía “disfrútalo”. El tomo un condón de la cartera, lo abrió y lo colocó en ese excitante objeto de mi deseo, el cual estaba muy parado y macizo. Me pidió que levantara mi cola para luego sentir su dedo frio en las puertas de mi ano, metiéndolo escasos milímetros, carne adentro. La posición me era muy cómoda, a pesar de que no pareciera, a diferencia de lo incomodo que sentí su pene tratando de entrar. Un dolor leve e incómodo, preocupó mi cara, la duda surgió, podría llegar a disfrutar con esta realidad, que ahora rondaba en mi cabeza, era doloroso y yo jamás lo había imaginado así. La verdad es que poco a poco y con paciencia, ese dolor dejo de ser incómodo para pasar a ser placentero, y luego dejar de ser dolor para solo ser placer. Sus embestidas con su pelvis sobre mi cola, haciendo que mis cachetes se vean como una gelatina vibrando en el espejo de esa habitación de un hotel alojamiento, acrecentaban el deseo de saciar mis ganas de cumplir esa fantasía, la de ser una perra. Me volvía loco saber que alguien gozaba sacándose las ganas con mi trasero.  Una sensación de libertad invadía mi mente, y mi cola quería que ese pedazo de carne entre más y más adentro, abriéndose paso a lo más profundo. Sus manos ocupadas, las dos flexionadas sostenían su torso sin apoyar sobre mi espalada, y solo una de ellas pasando por debajo de mi pecho para poner sus dedos en mi boca, la cual no dejaba de acariciarlos con chupaditas cariñosas. El siguió con sus embestidas y ya transpirados, y ya sudorosos en cada rincón del cuerpo, embriagados por ese olor a sexo, el comenzó, más rápido y más rápido, hasta que me susurró que no podría soportar más sin eyacular dentro mío. Fue en ese momento que se me ocurrió algo salido de una película condicionada, algo que dentro de mi estaba latente como punto para cumplir en ese momento. Me salí de su dominio, extraje su pene por completo de mi cola, le saque el condón como alguien que no necesita de algo, el no pudo más que arrodillarse y así arrodillado, me adueñe de su masculinidad y lo masturbe con mis labios, saliva y lengua, hasta sentir su vigor desembocar dentro mío, primero lo note como un exceso de saliva en mi boca, para luego comenzar a sentir un sutil sabor salado y a la vez desabrido, pero de persistente consistencia. El temblaba con cada lamida que ejecutaba yo, sobre la punta roja de ese pene viril, que poco a poco fue cayéndose.

 Con él cansado después de no muchos minutos de placer pero si muy intensos, le pedí si podíamos seguir, a lo que me respondió algo ya presupuesto por los dos, él no podía continuar teniendo sexo. Al sentirme rechazado, como cuando una mujer se siente rechazada, retome la posición de dominar y de querer penetrarlo, lo cierto es que lo penetre y acabe dentro de ahora “ella”, pero no fue  placer, por lo menos no fue el mismo que había sentido yo, cuando “el” me tomo como “suya”, como su nena caliente.

Nos vestimos, salimos de esa habitación, subimos al auto y conversamos normal, hasta que la devolví al mismo lugar donde todo había comenzado. Me beso en los labios y me dijo “Estuvo muy rico, espero volverte a ver”. Se bajó y se perdió en la oscuridad, pasando su parada. Yo me fui con mi cuerpo usado, pero con mi cabeza evolucionada hacia otro norte, hacia otro lado… Luego de unas cuadras pensé en volver a buscarla… pero no, ya habriá oportunidad de reencuentro.

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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