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Categoría: Incestos

Matrimonio de conveniencia

RESUMEN



José Luis magreó y mamó las tetas de su madrastra con ganas atrasadas. El coño de Nuria ya comenzaba a gotear y a mojar el ojete



Galicia, años 60.



Venancia era una joven tímida, delgadita, de un metro cincuenta de estatura, pequeñas tetas y pequeño culo. Sus ojos negros eran grandes y su cabello castaño le llegaba a la cintura. Parecía tan frágil como una muñequita de porcelana. Muy joven se había casado con Anselmo, un hombre de setenta años, alto, casi calvo y seco. Era un matrimonio de conveniencia, de conveniencia para sus padres y para Anselmo, que por un puñado de tierra se llevara a una virgen, a la que cinco años más tarde tenía dominada, asustada, y pasando más ganas de polla que un sin techo de filetes de ternera.



Venancia iba todos los días del caserón donde vivía a la iglesia y de la iglesia al caserón sin levantar la vista del suelo. No podía hablar con nadie si no quería probar el cinto de Anselmo. Cosa que ya había probado más de una vez al no levantársele la polla al viejo y echarle la culpa a ella. Encima era una mierda de polla, nueve centímetros le medía y era delgadita. Hasta tal extremo llegaron los enfermizos celos de Anselmo que contrató a Nuria, una tía de Venancia, para que fuese su sombra en el tiempo que él no estuviera con ella.



Nuria, que tenía 40 años, era una mujer morena, de estatura mediana, bastante agraciada, pero también era una mujer oscura, con un apetito sexual desmedido y unas enormes ansias por llegar a ser rica.



Venancia no tragaba a su tía, ya que sabía porque la tenía de criada personal, pero la cosa iba a cambiar una mañana que Nuria le llevó en una bandeja el desayuno a cama, y le dijo:



-¿Si te cuento algo de mi hijo no se lo dices a Anselmo?



-Nada le cuento a mi marido de mi vida.



-Voy a pasarle la llave a la puerta, por si viene por ahí el viejo.



-¡¿Tan peligroso es lo que me va a decir?!



-Muy peligroso.



Nuria cerró la puerta con llave y volvió a sentarse en el borde de la cama.



Venancia estaba intrigada.



-¿Qué es?



-José Luis me va a enfermar por tu culpa.



José Luis era el hijastro de Venancia, un joven delgado, alto y guapo de cara, que trabajaba de albañil.



Venancia preguntó, intrigada:



-¿Por mi culpa? ¿Qué le pasa a mi primo?



-Que come poco, duerme poco y no hace otra cosa que pensar en ti. Nunca vi a un hombre tan enamorado.



-No me engaña, tía, Anselmo le mandó tirar de mí.



-No, nena, el pobrecito hasta te escribe poesías.



-Ahora también es poeta.



Nuria sacó un papel del medio de sus grandes tetas y se lo dio.



-Esto es algo de lo que escribe:



Venancia, leyó:



Sé que soy menos que una pluma



en el edredón de tu vida...



Se que soy menos que la bruma...



Se que no soy nada, querida,



nada más que un pobre enamorado



que se muere por besar todo tu ser.



¡Venancia, diosa del amor!



¡Que duro, que duro, es querer



a quien nunca me dará su candor!



Venancia le dio el papel de vuelta a su tía. Se bebió el zumo de naranja que le llevara. Bajó la cabeza, y le dijo:



-Estuvimos enamorados.



-Lo sé.



-¿Quieres encontrarte con él?



-No, soy una mujer casada, casada y honrada.



-Casada, y maltratada.



-Y honrada.



-Todas somos honradas hasta que nos hierve el coño.



-Yo no tengo esa cruz.



-Tú eres tan zorra como todas.



-Zorra lo será usted.



-Lo soy, y no lo niego, pero yo no hago que se pajee mi hijo pensando en mí.



Venancia comenzó a animarse.



-¿Y usted como lo sabe?



-Lo sé porque cambio su cama y me está dejando las sábanas amarillas.



-¡Qué exagerada es!



-¿Te corres con Anselmo?



-Vamos a dejar el cuento.



-¿Te haces una paja cuando no aguantas más las ganas?



-Le dije que dejáramos el cuento.



-¿Te imaginas hacer una paja tú y mi hijo frente a frente, tú acariciando tu coño y él meneando sus 20 centímetros?



-¿No eran 18?



-No ando con un metro midiendo pollas.



-No hay miembros tan grandes.



-El de José Luis los mide y es gordo, muy gordo, de los que entran apretados.



-¿Y usted cómo lo sabe?



-Lo vi haciendo una paja.



-¿Y él la vio a usted?



-Sí, estaba con los ojos cerrados pensando en ti, pero me oyó llegar.



Venancia, suspiró, y dijo:



-¿Qué me hará en sus fantasías?



-Eso también te lo puedo decir porque se lo pregunté.



-¿Qué me hace?



Nuria quitó la bandeja de la cama y la puso encima de un mueble.



-Comienza besándote.



Nuria besó a su sobrina en los labios.



Venancia empujó a su tía, y le preguntó, con cara de pocos amigos:



-¿Por quién me ha tomado?



Nuria se echó sobre su sobrina. Le agarró las manos, y le dijo:



-Por una palomita que anda caliente.



Nuria buscó los labios de su sobrina pero no los encontró, ya que Venancia movía la cabeza de un lado al otro.



-Déjeme.



Nuria, con una pierna entre las piernas de Venancia le frotaba el coño. Las tetas las apretaba contra las de su sobrina, que al querer escaparse de debajo de ella no hacía más que frotarlas, y esto la iba poniendo cachonda.



-Voy a llamar a Anselmo si no me deja.



Nuria, al abrir la boca su sobrina, le metió la lengua. Venancia se quedó quieta sintiendo la lengua de su tía acariciar la suya. Ya no ofrecía resistencia. Después de besar a su sobrina, largo y tendida, le dijo:



-Te come las tetas.



Le levantó el camisón. Venancia puso las manos encima de las tetas. Nuria pasó su lengua entre los dedos hasta que un pezón asomó entre ellos. Se lo lamió. Fue a por la otra teta. Venancia ya dejaba el pezón sobresalir entre los dedos, se lo lamió. Le quitó las manos de encima de las tetas y se las chupó, lamió y mamó durante unos diez minutos. Después le dijo:



-Te come el culo.



Le quitó las bragas. Venancia la ayudó levantando ligeramente su cuerpo.



La mano de Venancia tapó el coño empapado y el ojete. Nuria, le levantó el culito a su sobrina, con las dos manos. Volvió a lamer entre los dedos hasta que Venancia los abrió y dejó el ojete al descubierto. Se lo folló con la punta de la lengua. Venancia quitó la mano. Nuria, le preguntó:



-¿Quieres correrte?



Venancia le cogió la cabeza con las dos manos, y le dijo, susurrando:



-Sí, tía.



Nuria, de una lametada, le limpió el coño de jugo. Después de tragarlo, exclamó:



-¡Qué rico!



Nuria le trabajó el clítoris... la respiración de su sobrina era cada vez más acelerada, supo que a nada que apurase las lamidas se correría. Las apuró, y Venancia, exclamó:



-¡Me corro, tía!



Venancia, desbordó. De su coño, latiendo, salió cantidad de jugo que Nuria se tragó como si fuese su bebida favorita.



Al acabar de correrse, le preguntó Nuria a su sobrina:



-¿Os arreglo una cita a José Luis y a ti?



-No.



-Eso es porque ahora estás satisfecha.



-Eso es lo que se cree usted.



-¿No quedaste satisfecha? ¿Te vas a hacer una paja cuando me marche?



-Váyase tía, váyase y no diga tonterías.



Nuria, cogió la bandeja y se fue, pero se quedó escuchando con la oreja pegada a la puerta para saber si se hacía una paja. Sintió el roce de los dedos de Venancia contra su coño. El chapoteo al entrar en su coño mojado, y el inconfundible "¡Aaaaah!" de un orgasmo.



Nuria se guardó todo el día las ganas de hacerse una paja, aunque tentada estuvo una docena de veces a rascar el coño. Por la noche, cenando, le dijo a su hijastro:



-Venancia está loquita por ti.



José Luis, de la alegría, casi toca las palmas con las orejas.



-¡¿De verdad?!



Nuria iba a seguir mintiendo a su hijastro.



-Sí. ¿Sabes comerle el higo a una mujer, hijo?



-No, madre.



-Te voy a enseñar a hacer gozar a una hembra. Levántate.



De pie, al lado de la mesa, Nuria le tocó la polla a José Luis, por encima del pantalón.



-Buena verga. La vas a hacer feliz.



Le abrió la cremallera del pantalón, le sacó la polla, 19 centímetros y gorda. Se puso en cuclillas y se la mamó hasta que se corrió en su boca. Nuria se tragó la leche. Después se levantó, se desnudó, José Luis la aupó, Nuria se echó sobre la mesa de la cocina, y le dijo:



-Lámeme el coño como si fuese un helado.



José Luis pasó la lengua por aquel coño seco, hasta que empezó a lubricar.



-La pepitilla -tocó el clítoris con un dedo- lame hacía arriba, hacia abajo, alrededor y hacia los lados.



José Luis aprendió rápido... Minutos más tarde...



-Mete y saca tu lengua en mi coño.



José Luis metió y sacó la lengua en aquella vagina llena de jugo.



Poco más tarde...



-Ahora lame mi culo y folla mi ojete con tu lengua.



Hizo lo que le dijo.



-Ahora las tetas, hijo, magréalas y mámalas como si quisieras quitar leche de ellas.



José Luis magreó y mamó las tetas de su madrastra con ganas atrasadas.



El coño de Nuria ya comenzó a gotear y a mojar el ojete. Le dijo:



-Métemela en el culo.



Se la metió en el culo a presión.



Unos minutos más tarde...



-Quítala y métemela en el coño.



Le dio canela fina en el coño.



Al rato...



-Otra vez en el culo, hijo, y dame con fuerza.



José Luis hizo lo que le dijo su madre. Nuria metió dos dedos en el coño, se masturbó, y poco después, soltando un chorro de flujo que salió como sale de una botella la gaseosa que ha sido antes agitada, le dijo:



-¡¡¡Me corro!!!



La corrida fue grandiosa. José Luis, al ver aquel río de jugo salir del coño de su madre, le llenó el culo de leche.



Al terminar, bajándose de la mesa, le dijo la madre:



-Con esto te bastará para empezar.



-¿Es qué hay más?



-Mucho más, pero mañana es otro día.



Era miércoles, a Venancia le tocaba limpiar la iglesia. Nunca la obligaran a limpiarla, se ofrecía ella, y aunque después de lo que había hecho con su tía ya no le apetecía, tenía que guardar las apariencias.



Mientras Venancia estaba limpiando la iglesia, en el caserón, Nuria, sentada en la cama, desnuda, tenía al Seco, también en bolas, sobre sus rodillas. Con una zapatilla gris de felpa, con piso de goma negro, le estaba dando en las nalgas, a romper. Le preguntó al viejo:



-¡¿Por qué me dabas con el cinto cuando era más joven, hijo puta?!



-Por qué te gustaba, zorra.



-¡¿Zorra, maricón?!



Nuria le dio otra vez en las cachas, a romper.



-¡¡¡Zaaaas!!!



El viejo tenía el culo al rojo vivo, pero el muy cabronazo estaba empalmado.



-¡¿No sabes dar más fuerte, putona?!



Nuria le cogió la polla y se la ordeñó, al tiempo que le volvía a dar.



-¡Ahora verás, viejo cabrón!



-¡¡¡Zaaas!!!



Nuria, que tenía el coño empapado, le preguntó a Anselmo:



-¿Me das lo mío?



Anselmo se levantó, empalmado, y con el culo al rojo vivo. Cogió por la hebilla el cinto de cuero de su pantalón. Lo dobló. Nuria se levantó y le dio la espalda. El viejo le azotó las nalgas desnudas.



-¡Plis, plas, plas!!



Nuria, caliente como una perra en celo, le preguntó:



-¿Nos corremos, cabronazo?



-¿Paja?



-Tienes miedo a que se te baje, hijo puta. Pues que sea una paja.



Sentados en la cama, frente a frente, el Seco y la Cachonda se comenzaron a masturbar.



Poco después, viendo como Nuria metía y sacaba dos dedos de su coño, le dijo Anselmo:



-¿Estás?



-Aún no.



-Pues apura o me corro antes que tú, cerda.



Nuria se acarició muy lentamente. Cerró los ojos y pensó en Venancia. No tardó en decir:



-¡¡Córrete viejo que yo ya me voy!!



Nuria, con los ojos cerrados y temblando, se corrió. Anselmo vio salir el jugo de su coño y después de dos años, se volvió a correr.



Al acabar, Anselmo, sacó mil pesetas del bolsillo del pantalón y se las dio a Nuria.



-¿Está bien así?



-Está.



Al día siguiente, otra vez en la cama, desayunando, le preguntó Venancia a su tía:



-¿Cómo está José Luis?



-Mal, le dije la verdad, que nunca serás suya.



-No se lo debió decir.



-De sueños imposibles no se vive.



-En el amor nada es imposible.



-Eso me dice Carmiña. Está enamorada de José Luis y le pasa lo mismo que a José Luis contigo.



-¿Y él sabe que ella está enamorada de él?



-No, pero un día de estos se lo voy a decir.



-Es muy guapa.



-Sí, y virgen.



Nuria dejó que Venancia fuese madurando...



A la semana siguiente, a Venancia ya le dolían los dedos de tanta paja que se había hecho. Comiendo a la mesa de la cocina, le dijo Nuria:



-Esta tarde se va Anselmo a la capital a arreglar unos papeles. ¿Te dijo que me quedo aquí a dormir?



-No, no me dijo nada.



-Es el momento ideal. No vais a tener otra oportunidad como esta.



-No me tiente, tía, no me tiente.



-Los dos solos... Desnudos... Le coges la verga... Se la chupas... Luego él te come el coño...



-Calle que estamos comiendo.



-¿Le digo que venga?



-Me lo pensaré.



-¿Eso es un sí?



-Sí, vale.



-Ya iba siendo hora. Te estabas consumiendo a pajas, nena.



-¿Es bruja, tía?



-No, soy mujer, y también te cambio la cama a ti.



Eran las diez de la noche. Nuria había peinado a Venancia en la cama. La muchacha estaba sentada y desnuda de medio cuerpo hacia arriba, la otra mitad la tapaba la sábana. Nuria salió de la habitación y entró José Luis. Estaba vestido. Al ver las pequeñas tetas de Venancia con sus pequeñas y rosadas areolas y sus erectos pezones, se desnudó. Al estar en pelotas y ver Venancia su verga, acostumbrada a ver lo que veía, le pareció descomunal. José Luis se acercó a la cama, se sentó en el borde, y le dijo:



-Eres más hermosa que una diosa.



-¿Habla el enamorado?



-Habla el hombre que te va a hacer feliz, aunque sólo sea por una noche.



Se besaron, sin lengua al principio y con lengua después. José Luis, destapó a Venancia y se echó a su lado. Venancia iba a hacer todo lo que le hacía en sus pajas. Le cogió la verga y se la meneó muy despacito mientras le pasaba la lengua por el frenillo, por la corona y por el meato. Después se dio la vuelta, le puso el coño en la boca y se la mamó. José Luis se la comió y le metió un dedo en el ojete. Lo del dedo en el culo no lo esperaba. A Venancia se ve que le gustó ya que se incorporó y le puso el ojete en la boca para que se lo follase con la lengua. José Luis se lo folló bien follado. Después hizo algo que tampoco le pasara por la imaginación en sus pajas. Se dio la vuelta. Le cogió la verga a su primo. La puso en la entrada del ojete y empujando con el culo metió el glande. Besó a José Luis y después acercó su cara a la de él. Venancia tenía la cara ardiendo. Siguió metiendo la verga entre gemidos de placer. Al tenerla metida a tope, volvió a besar a su primo. José Luis, se corrió. Venancia sintió como la leche calentita de su primo le llenaba el culo. Su coño, chorreando, echaba por fuera. Sacó la polla y la metió en el coño, donde entró casi tan apretada como en el culo. Folló a José Luis a lo bestia. Su culo se movía a cien por hora hacia delante y hacia atrás. De repente se detuvo. El coño de Venancia apretó la verga de José Luis, lo soltó, y entre gemidos y bañándolo de jugo, le dijo:



-Te quiero, Pepe Luis



José Luis, la besó y corriéndose dentro de su prima, le respondió:



-Y yo a ti, vida mía.



¿Quedaría preñada? ¿Acabarían juntos? ¿Se haría rica Nuria? Eso lo decidís vosotros que yo sólo escribí el relato para que alguna o alguno, se hiciera una buena paja.



Se agradecen los comentarios buenos y malos.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 8
  • Votos: 1
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1896
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