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Categoría: Confesiones

La profesora de mi caserío (2)

En la primera parte de esta experiencia les conté como había tenido una gran noche con Alcina, profesora de la escuela de mi caserío.

Llegado el día viernes, asistí como de costumbre al colegio; en mi mente de adolescente estaba presente lo que había vivido con Alcina la noche que durmió conmigo y no veía las horas que llegara las 5 de la tarde para salir e irme al caserío a quedarme con élla.

Cuando salimos del colegio empezó a llover, eso hizo que me retrazara bastante, a eso de las 8 de la noche recién pude salir, llegué al caserío a las 8 y media, dejé la motocicleta en el corredor de Don Joaquín y subí a la casa de Alcina, ya había escampado, el cielo empezó a despejarse, una paz y quietud reinaban en el ambiente, todas la luces de las casas estaban apagadas, con mi linterna de mano alumbré el camino para llegar a mi amada, subí la cuesta resbaladiza rogando estuviera sola; vivía en la misma casa con otra profesora de nombre Doris, ésta los días viernes viajaba a su casa de Coina, su pueblo y regresaba los lunes muy temprano.

A travez de la ventana vi un pequeño destello de luz en la casa, me acerqué a la puerta y traté de escuchar si había conversación en el interior, no se escuchaba nada, entonces di 3 toques suaves a la puerta, se levantó una esquina de la cortina de la ventana y apareció el rostro dulce de Alcina, me sonrió y se apresuró a abrirme la puerta; ya dentro nos confundimos en un beso y abrazo prolongados que nos quito la respiración, sus labios estaban húmedos y dulces, en su cuerpo bien proporcionado destacaban sus tetas y culo bien formados.

Me invitó Leche con café caliente, la noche era fría y tranquila pero era necesario acostarnos lo más rápido para calentarnos mutuamente; cuando pasamos al único dormitorio que tenía la casa, había una sola cama en la que dormían Alcina y Doris juntas. Me dijo que la cama era de Doris y la compartían porque no había otra, que no fuera mal pensado que entre éllas no había ninguna relación lésbica.

Se desvistió quedando solo con sus calzones que tapaban solo una pequeña franja de su pubis y en la parte del culo se convertía en un hilo que dejaba al descubierto sus nalgas hermosas, pronunciadas y morenas que incitaban al sexo, al amor, al placer; me desvestí y nos acostamos cubriendonos con las frazadas, juntamos nuestros cuerpos frios y empezamos a calentarnos, mis manos cogieron sus nalgas y las suyas las mías, fuimos masajeando nuestros cuerpos hasta sentirnos calientes; mi pinga fue erectandose lentamente cuando élla la sintió en su plenitud, me dijo:

-tengo que terminar lo que dejé pendiente,

se hizo hacia los pies, cogió mi pinga erecta y se lo llevó a la boca, la chupaba delicadamente, al principio solo el glande, luego un poco más hasta donde se lo cabía su boca, deslizaba su lengua por todo el pene hasta llegar a los testículos, los metía a la boca y jalaba suavemente; yo, acariciaba su cabeza y rostro y tocaba su mentón, después de unos minutos sentí un estremecimiento y un placer se apoderó de mi, desde mi interior salió un chorro de leche espesa que Alcina almacenó en su boca a la vez que seguía chupando, cuando hubo terminado, se incorporó buscó papel y escupió una bocanada de semen.

- no me lo tragué porque me hace vomitar, me dijo.

Se acostó nuevamente y me preguntó:

-¿Te gustó la chupada que te hice?

-Mucho, lo haces maravillosamente, la contesté.

Me sentía tan bien con esa deliciosa mujer y pensé que élla también quería que la chupara la concha, nunca había hecho eso a ninguna novia asi que empecé por el cuello, chupé su cuello con mis labios y lengua, seguí a los pezones
de sus grandes tetas, los hice hincharse hasta que parecían darme leche, tenían un sabor dulce como nectar y parecían reventar,

-bájate a mi vagina amor, me pidió,

me deslice un poco más y ahí estaba su pubis abultado con pequeños bellos deliciosos, luego una hendidura húmeda con sabor salado, introduje mi lengua hasta donde me fue posible, su concha estaba muy caliente, empecé a lamer como un perro al tiempo que élla suspiraba y se retorcía de placer, descubrí con mi lengua un pequeño boton carnoso que sobresalía en la parte superior de su concha, lo di toques seguidos con la punta de mi lengua; se estremció y empezó a decir:

- ahí, ahí, ahí amorcito me haces muy feliz.

encongía y estiraba las rodillas y me acariciaba la cabeza con sus manos, después de un rato de gemir y retorcerse yo tenía mi lengua cansada, dejé de chuparla y me hice al lado suyo, me abrazó, me besó y me dijo:

-quiero ser tu mujer para toda la vida,

eso era lo que yo quería pedirle, pero cómo si yo apenas estaba terminando secundaria, y era muy joven, faltaba La Universidad y tener un trabajo y eso demoraría muchos años.
Nos dormimos abrazados unas horas, cuando desperté tenía la pinga erecta, la sobé un rato en el culo, élla se dio vuelta y me dijo:

-métemela amorcito,

introduje mi verga en su concha caliente y empezamos un movimiento rítmico, después de un rato de vaiven placentero le pregunté si me podía venir en su concha,

- no amor estoy en días peligrosos, métemela por atras pero muy despacito, como lo hiciste la primera vez, me contestó,

se dio vuelta quedando de costado, toqué su ano mojado e introduje mi dedo gordo, después de unos instantes lo remplacé por mi pinga, muy despacio la iba introduciendo a la vez que élla la iba deteniendo con su mano, cuando entró toda empecé a darle con fuerza, élla giraba su cabeza para besarme, disfrutaba que la cache por el culo, al fin se me vino el chorro y la di con más fuerza cogiendola por los hombros con mis manos, el placer se apoderó de mi y la mordí la nuca suavemente.

Nos dormimos otra vez y para cuando despertamos, ya el sol calentaba el caserío, me vestí rapidamente así como también hizo élla, salió a atisbar que no haya nadie que esté mirando cuando yo salíera, abrió la puerta y al frente un tío mío con su esposa estaban sentados abrigandose,tenían para rato en esa posición, si se enteraban que había dormido en casa de la profesora lo iba a conocer todo el caserío y con un poco de detalles inventados. Acá hay un dicho que reza: "Pueblo chico infierno grande", ya como las 9 de la mañana se retiraron a desayunar parece y solo entonces pude salir de mi escondite.

En el próximo relato les contaré cómo es que me pillaron y cómo es que me acosté con la otra profesora de nombre Doris.
Datos del Relato
  • Autor: Hebab
  • Código: 22432
  • Fecha: 03-03-2010
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 4.32
  • Votos: 38
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2288
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