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La Marina, la Beatríz, y la Rosa.

Siendo adolescente y mi carácter de chico extremadamente orgulloso y egocéntrico por demás, me sentía el centro mismo del universo y como que todo en el mundo, girase en torno de mi persona.



Era el estudio y el querer aprender siempre más, más y más una parte de esa manera de creerme lo mejor de lo que en el mundo existía, y embuído siempre en ese petulante carácter, a todo y sobre todo a las chicas, solía verlas como despreciable cosa indignas de alternar "con mi excelsa persona".



En la misma cuadra de mi casa, vivían tres chicas vecinas las cuales gustaban mío. Eran, la Marina, la Beatríz, y la Rosa.



La Marina y la Beatríz, un poquitín menores que yo; pero la Rosa, era mayor.



A las tres, yo las miraba con el más total desprecio, y era uno de mis deleites mayores, el verlas siempre atentas a todo lo que yo hiciera.



Un día, las tres se reunieron para tratar muy seriamente así "mi caso", y ese día...fue el comienzo de mi debacle. Ese mismo día, a la tardecita y ya habiendo ellas tres deliberado sobre lo que habían acordado, al coincidir conmigo en el almacén del barrio y mientras esperábamos nuestro turno de ser atendidos, las tres juntas, riéndose de manera por demás socarrona y mirándome ahí cerca de ellas donde me encontraba en ésa mi manera ufana y altiva de siempre, se me acerca una de ellas y en voz muy bajita y casi al oído, así me dice:



-"Andá preparándote, bichito...porque está muy próxima tu hora de comenzar a ser el esclavo y juguetito de nosotras tres".



-"¿Pero porqué no se van a la mierda!???!!!" Recuerdo, les dije en voz baja y repleto de la más abundante rabia y como a punto de llorar. ellas, reían con las más cochinas de sus burlonas risitas.



Sí: la declaración de erótica guerra...había quedado allí sellada.



-"¡Putas...putas de mierda..!" -Recuerdo, pronunciaba yo en voz muy bajita casi para mí solamente, mientras todo mi misógino ser machista y antisocial, destilaba odio e indignación por lo ahí de ellas escuchado, mientras mis labios temblaban en unas ganas de llorar horribles. Obviamente, mi adolescencia estaba debatiéndose en el más estúpido carácter donde una orientación rayana con lo homosexual y misógino, trataban de apoderarse de mi ser entero.



Debo decir para sólo a los efectos de aclararlo para que se tenga una estética idea de lo que era yo entonces, que era -en verdad y sin ánimo de ser petulante e inmodesto-, un muy hermoso ejemplar masculino de figura altamente apreciada por el femenino sexo al cual yo, odiaba con todas mis misóginas fuerzas.



De rostro y cuerpo como extraído de esos modelitos que aparecen para hacer suspirar a las chicas, así..exactamente así, era yo.



Las tres, como vecinas que eran y, además amigas de casa y muy afines a mamá ya que nuestras familias respectivas eran muy dadas, las tres, como decía, vivían viniendo a mi casa lo que era para mí, como una tortura insufrible.



Sin yo jamás atenderlas, vivían haciéndome bromas las que eran siempre disfrutadas por mamá, que además vivía diciéndome que dejara yo de ser así tan antipático como era, y cambiera esa manera tan desagradable de mi ser, y fuera amigo y afín a ellas; a lo que yo...¡peor hacía!



La Marina, la Beatríz y la Rosa, debo decir que eran...¡por demás hermosas!!! Dueñas, además, de una muy sutil y particular manera de manejar un sentido del humor exacerbadamente ácido las tres a su manera cada una; y  yo, por tal cosa: ¡más me enfurecía!!!



Lo que me habían dicho en el almacén había sido cosa que había como picado muy fuerte en mi ser interior, y todo yo había a partir de ese mismo momento, quedado como una permanente candela que incendiaba mis sentires más revulgitantes.



La guerra había pues así comenzado, y las tres desplegaban la más sutil y humorística manera de saber encenderme en rabias y un modo como prodigioso para saber excitarme en excitaciones de las que justamente...por nada del mundo deseaba yo conocer! Osea: Las muy astutas habían sabido encontrar las maneras de abrir los cerrojos que las hacían entrar a mis sentires eróticos de un deseo loco por sentirme sexualmente atraído por ellas. Si: mi masculinidad plena, aletargada detrás de falsos sentires que no eran verdaderamente los míos, ellas estaban sabiendo despertarlos de una manera que me aterrorizaba saberlo!



Una tarde -lo recuerdo como si fuera hoy-, las tres pasaron juntas por la vereda, en minifaldas y top. Una electricidad recorrió alocadamente mi aparato genital entero, y una erección vibrante quedó como queriendo romper mi boxer y pantalón de jean. Corrí recuerdo bien a encerrarme en el baño para ver cómo estaba, y casi dí un grito al constatar la dimensión exageradamente desproporcinada de mi inmensísima verga. No exagero: mediiría...más, pero mucho más, de 38 centímetros.



Mis padres, solían viajar al exterior en su calidad de contrabandistas que eran, por lo que solía quedar yo solo muchos días así en casa.



Y fue uno de esos días cuando mis padres viajaron, cuando las tres...la Marina la Beatríz y la Rosa, las tres entraron a las carcajadas y corriendo, a capturarme entre las tres, cosa que hicieron atarapándome y desnudándome completamente desnudo, para amarrarme en mi propia cama así de manos y pies atadito a los cuatro barrotes, y comenzar entre mis gritos e insultos de resistencia, a someterme a mi primera "sesión de tortura" la cual comenzó con las tres haciéndome un show de streep tease desnudándose lentamente y bailando, en alternadas sesiones de cosquillitas que manoseaban mi desnudéz entera mientras sus risitas y carcajadas, eran una constante al ver mi verga empinándose más y más ahí mientras me retorsía atado y desnudo.



Ahora sí, aquella "guerra" había pasado a ser ya para ellas, momento de conquista y ocupación. Yo, bramando y jadeando, suspirando y gimiendo, sentía ya dentro de todo mi ser, una especie de masoquista placer que ellas de inmediato captaron largando sus más triunfales carcajadas gozosas.



Mi verga...comenzó a entrar y salir de las bocas de cada una, en aquella contínua alternancia donde las tres me mamaban como energúmenas. yo, me retorsía desesperadamente caliente y como enloquecido en un placer que me hacía ver que ya...había caído completamente a los pies de las tres.



Se largaban las carcajadas viendo aquel escandaloso tamaño de mi despampanante verga, y la agarraban y la estiraban y la miraban y se reían como cochinas y se la daban en la cara así unas a otras y mi verga sonaba en sus cachetes, boca y narices. Y le zampaban sonoros besazos que me hacían brincar a los gritos por las cosquillas de sus sonoros labios en aquellos golpes de violentos besos, que las hacía soltar las carcajadas mientras los orgasmos...comenzaron a invadirme entero.



Un torrente de cremosa leche comenzó a saltarme como interminablemente, y las caras de las tres iban quedando blancas de semen entre sus gritos y carcajadas en aquéllo que era ya, una verdadera orgía de lujuriosidad indiscutida,loca, desesnfrenada...



Mamadas y folladas comenzaron la alternancia orgiástica de aquella joda, y yo era el juguete de las tres ahí compartiéndome sin escrúpulos ni pena ninguna.



Me hacían lamerles el culo, los pies, el coño y sus femeninas anatomías todas, y yo iba quedando enteramente envuelto en esa cosa de un deleite en sentirme así capturado por ellas y sus maneras de hacerme, hacerme y hacerme.



Horas enteritas en ese debút lujurioso donde comencé a ser esclavo de las tres, para luego desatarme y comenzar a hacerme llevarlas sobre mis hombros así acaballadas en una monta donde era yo, ahí en mi propia casa, el caballo de ellas tres montándome desnudo y caliente; y éso, sería cosa que en adelante, iría a ser una de nuestras más practicadas costumbres.



Ahora, un día sí y el otro también, era yo el juguete sexual de ellas. Cerca existía un tupido monte con un gran arroyo por el medio a donde íbamos para ser yo el objeto sexual de ellas , y ya algunas veces llevado por una sola a veces, como a veces por dos, o por las tres juntas,las otras. Así, era yo el objeto con el cual se divertían como diablas, las tres.



Así...¡ay..! ¡qué cosa! así, vine a caer bien a los pies, de la Marina, la Beatríz, y la Rosa.


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