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Categoría: Maduras

La abuela de la playa (primera vez)

Esto que voy a contar me ocurrió hace apenas unos días.



Este verano como la cosa no estaba todo lo bien como para irnos de vacaciones solos, decidimos que como mis suegros alquilaban un apartamento en la playa y yo cogía las vacaciones en julio y mi mujer en agosto, irnos con ellos, yo me iría el mes de julio con los niños, y ella el mes de agosto.



El trabajo de mi mujer apenas le permitió venirse, por lo que durante todo el mes de julio me vi a dos velas. Nada de follar.



Tengo 45 años, ella 40 y tenemos dos niños. 10 y 8 años. Lo bueno es que mis niños se lo pasan bien con los abuelos, y tanto mi mujer como yo nos quedamos tranquilos cuando están con ellos.



Mi suegra a pesar de ser una mujer ya de 65 años, se mantiene, no quiere decir que parezca una veinteañera ni siquiera una cuarentona, pero no tiene achaques, y hace una vida muy normal, bajita, rellenita, dos buenas tetas caídas, la edad no perdona, algo de barriga y no tiene lo que se pueda decir un culo apoteósico. Rubia de bote, lo único que delata la edad que tiene son las arrugas de su cara, su cuello y sus manos.



Hacíamos una vida normal, desayuno, playa, almuerzo, siesta, playa, cena, paseo y a dormir, así transcurrían todos los días.



Una siesta, los niños y mi suegro dormían, yo no podía pegar ojo, me había excitado pensando en mi mujer, me levanté y al mirar al cuarto de mis suegros, me encontré con mi suegra en el filo de la cama, llevaba puesto el bañador, vi como se sacaba las tirantas de los brazos, y decidí no moverme, se bajó el bañador dejando al aire sus generosas tetas, dejó al aire su barriga y siguió bajando el bañador, se sentó en la cama y terminó de sacarse el bañador de las piernas, al estar sentada al filo de la cama y frente a la puerta, podía ver perfectamente toda su entrepierna, podía ver la raja que partía su coño, era gordito, viejo, vellos canosos, castaños claros, pocos y largos, toda esa parte de un color mucho más oscura que el resto de su piel. Se coló un camisón y se echó en la cama. No fue más de un par de minutos, pero los suficientes para ponerme aún más verraco.



Al cuarto de baño y me hice una soberana paja pensando en ese cuerpo. La verdad es que me corrí con unas ganas locas, fue bestial. Una vez recuperado, me reí yo mismo pensando en lo necesitado que debía estar al pensar en follar siquiera con mi suegra. Esa paja me dejó tranquilo un par de días. Hasta ese momento jamás me había fijado en los vecinos que teníamos puerta con puerta, solo había dos pisos por planta. Ni siquiera los había visto, y si los había visto ni siquiera sabía que fueran ellos los vecinos.



Una mañana había bajado con los niños a la playa, no salía hacerlo, me quedaba en casa descansando o durmiendo mientras los niños y mis suegros bajaban a dar una vuelta o darse un baño. Había bajado y estaba sentado en una silla, mirando como ellos jugaban y reían. Fue cuando miré a una señora que estaba a mi lado, unos tres metros, tendida en una toalla, los pies hacía mí. Había dos toallas más, vacías. Miré sus piernas, ella no podía verme, ya que estaba mirando hacia el otro lado, muy morena de piel, un bronceado poco natural, se notaba que era de bote. Me llamó la atención ya que no llevaba nada en su espalda, y toda ella tenía el mismo color, o no usaba parte de arriba o como intuía el moreno no era natural. Eran unas piernas rellenitas, con varices, no era una jovencita, sin embargo llevaba un bikini que marcaba su culo. Partía sus nalgas, eran generosas. Tenía las piernas lo suficientemente abiertas para distinguir algo que me puso en tensión, uno de los lados de la prenda estaba metida en la raja de su coño dejando asomar parte de unos labios que parecían grandes y arrugados. La visión duró un buen rato, tanto que me puso la polla dura. Terminó llevando una de sus manos y colocándose bien la prenda. Se giró en la toalla y pude ver como aparecían dos globos que caían sin remedio por el peso de la gravedad. Por un momento quedó sentada frente a mí, colocándose la parte de arriba del bikini, me había dejado por un momento ver como aquellas dos moles eran grande, y como tenía unas aureolas inmensas y como sus pezones se marcaban duros. Hubiera llamado la atención de cualquiera que hubiera estado allí, pero por suerte para mí, porque seguro que si hubiera habido más gente en la playa no hubiera contemplado aquel espectáculo. No me había percatado que no le había quitado ojo, debía estar con la boca abierta mirándola, porque ella sonrió. Me puse hasta nervioso al verme descubierto. Al momento llegaron una mujer, más o menos de mi edad y una chiquilla que debía rondar la misma edad que mi hijo pequeño.



Todo el rato que estuvieron, no podía quitar ojo a la señora, debía rondar los 65 años. No estaba gorda, pero tampoco estaba canija, sus grandes tetas abultaban y la hacía parecer más rellenita, tenía caderas, marcaba algo de cintura, se le notaban las arrugas en la barriga y en las piernas, tenía dos buenas nalgas caídas, pero se movían con cada paso que daba, se notaba que tenía la edad que tenía, pero se notaba que era una familia de dinero, uñas largas y cuidadas, pelo corto, maquillada hasta para ir a la playa. Había notado como también me miraba. Supongo que debía hacerle gracia que alguien se fijara en ella de esa manera. Yo estaba embelesado con esas tetas. Y para colmo, notaba como sus pezones se marcaban debajo de aquel bikini de color canela.



Recogieron y se marcharon para arriba. La estuve siguiendo con la vista  hasta que cruzaron el paseo. En ese momento ella también giró la cabeza, quería cerciorarse que la seguía mirando. Me había empalmado la vieja, tuve que darme un baño para que mi polla bajara. Esa tarde volví a la playa pero no la vi, ni a ella, ni a la joven, ni a la niña. A la mañana siguiente me aventuré a bajar de nuevo. No estaba. Pensé que debían ser una familia que había venido a pasar el día y cuando estaba a punto de decirles a mis hijos y mis suegros que me subía, la señora y la chiquilla estaban a mi lado. Se colocaron unos metros delante. La abuela, así la llamaba la niña, llevaba un vestido de playa, de esos que se cuela por la cabeza, blanco, con dibujos. Debajo se adivinaba un bikini blanco también. La niña no tardó en echar a correr al agua. Y la abuela girando la cabeza y mirándome sonrió, o eso me pareció a mí. Volvió a darme la espalda, y tiró despacio del vestido hacía arriba, se lo sacó por la cabeza y me dejó con la visión de un culo más que apetitoso, se notaban unas nalgas respingonas, en su mejor edad, estas debían de haber estado duras y levantadas, ahora, caídas, pero seguían marcando el contorno perfectamente.  El bikini, para nada le pegaba a una mujer de esa edad, se metió las dos manos por los bordes de la prenda y por unos segundos me dejó con la visión de las dos nalgas al descubierto, ya que se había metido la tela por la raja, y desde luego al tirar había desaparecido por completo entre ellas, se lo volvió a colocar bien y se giró, aunque miraba hacia mí, hacía como la que miraba hacía el paseo, se llevó las manos a la parte de abajo del bikini, y sin mirarme, mirando hacía el horizonte se colocó bien la tela, por un momento me dejó con la visión de una pequeña mata de vellos muy claros. Después hizo lo mismo con sus generosas tetas, caían, se las acomodó dentro de la escasa tela, sus gordos pezones se marcaban demasiado, parecía excitada, no era frio desde luego. Miré su cara, no era fea, tenía cara agradable, me miró y sonrió, me volvió a dejar cortado, se giró y se fue al agua con la nieta, no se bañó, se quedó en la orilla mirando y jugando con la niña. Yo desde mi silla tenía una visión perfecta a veces de su trasero, otras de sus tetazas. De pronto mi suegra se acercó hasta donde estaba ella y comenzaron a hablar. Me sentía excitado, no llegaba a imaginar de qué podían estar hablando, mis hijos comenzaron a hablar con la niña y no tardaron en irse juntos al agua.



Al momento mi suegra y la señora se acercaron, me levanté de la silla. Mi suegra me la presentó, se llamaba Ana y era nuestra vecina. Le di un par de besos, su manera de mirarme me cortaba, era como si esa mujer supiera que había deseado comérmela a pesar de la edad que tenía. Desde luego olía bien. Olía a vieja con dinero. Me costaba no mirar como abultaban sus pezones debajo del bikini que llevaba puesto. Incluso mi suegra la miró de arriba abajo, pero en sus ojos se notaba envidia más que reproche. Apenas cruzamos unas palabras, se sentó a mi lado en su toalla y yo volví a la silla, intentando por todos los medios que no se me notara demasiado la carpa en el bañador, y sobre todo que no notara como miraba de reojo sus generosas tetas que sin disimulo dejaba a mi total visión. Mis suegros no tardaron en decir que subían para arriba y mis hijos y la niña, nos imploraron quedarse un ratito más. Ana y yo nos miramos y asentimos dándole ella un cuarto de hora tope.



A los diez minutos comenzó a recoger. Se colocó el vestido, me preguntó si subía con ellas y llamé a mis hijos como un autómata. Caminé detrás de ella, iba contemplando ese culazo moverse y seguía intentando que mi polla no abultara demasiado, no hablamos durante el trayecto, los niños seguían jugando corriendo y saltando delante y detrás nuestro, pero la abuela y yo no hablamos en todo el camino. Llegamos a la puerta del bloque y los niños abrieron, delante de mí pasó la abuela. Fui el último en entrar. Abrieron la puerta del ascensor y la abuela esperó a que yo llegara, pasé primero y me coloqué pegado al fondo, después entró la abuela y los niños detrás de ella, la niña miró a la abuela y esta tocó todos los números de los pisos, los niños rieron, yo pensé que íbamos a tardar una eternidad en llegar al noveno. Nada más comenzar a moverse el ascensor, sentí el trasero de la abuela pegarse a mí, por mucho que intenté pegarme al cristal del fondo, no había más sitio, era un poco más alto que ella y su culo pegaba en mi muslo. Pero debía sentir el bulto de mi polla en el comienzo de sus nalgas.



Parada en el primer piso. Los niños reían, sentí como la abuela intentaba ponerse de puntillas y refregaba su blando culo por mi muslo izquierdo, estratégicamente el bolso grande que llevaba tapaba el resto de mi cuerpo. De nuevo el ascensor en movimiento y la mano que tenía libre llevada hacia atrás palpó sin ningún disimulo el bulto de mi polla, podía ver su mano entre nuestros cuerpos.



Parada en el segundo piso, retirada de la mano y en cuanto se abrieron las puertas sentí  su mano tirando del vestido suavemente hacia arriba dejando al descubierto su trasero, volvió a intentar aupar su cuerpo, esta vez con la ayuda de bajar el mío un poco, mi polla quedó tocando sus nalgas. Rió con los niños, su mano  no tardó en volver a tocar mi polla, la sentía dura como una piedra, y la abuela me la estaba poniendo aún más dura, las puertas se cerraron y seguimos subiendo. Palpaba con fuerza mi polla, la apretaba con su mano a la vez que refregaba sus nalgas por mis muslos.



Parada en el tercer piso, separó su trasero de mi cuerpo, y soltó mi polla, pero su mano seguía entre nuestros cuerpos, sentí como movía sus dedos esperando algo, esperaba que me sacara la polla, miré a los niños, no nos podían ver, las puertas se abrieron e incluso abrieron las puertas jugando, la abuela seguía moviendo los dedos, me agaché un poco y tiré del elástico del bañador, tuve la suerte de llevar uno que no me apretaba, con un gesto rápido tiré hacía abajo y mi polla saltó como un resorte, no tardé en sentir los dedos de la abuela asiendo con fuerza el tronco de mi falo, las puertas se cerraron y antes de comenzar a subir, no pude aguantar y llevé mi mano a su blando culazo, cogiendo con fuerza su nalga, lo mismo que ella cogía mi polla. En el trayecto al cuarto ya había conseguido sacar de la tela del bikini su nalga izquierda y la amasaba con ansía, sin atreverme a avanzar con mi mano entre sus muslos.



Parada en el cuarto. Antes de que se abrieran las puertas, se había movido un poco, lo justo para tirar de mi polla hacía abajo, y en cuanto los niños asomaron la cabeza fuera, pegarse a mi colocándose la polla entre las nalgas, ese movimiento hizo que tuviera que bajar mi cuerpo para poder acoplarme, mi cara quedaba pegada a la suya, giró la cabeza mirándome, tenía una sonrisa de satisfacción. Cuando la puerta se cerró pegó con fuerza su cuerpo, apretando las piernas y las nalgas. Solté con disimulo la silla que llevaba aun en la mano derecha y con las dos manos libres, tiré con mi mano derecha del bikini hacía un lado mientras con la izquierda intentaba meter más adentro entre sus muslos mi polla, estaba tocando su coño, sentía como se mojaba la parte de arriba de mi polla.



Parada en el quinto. El pequeño traqueteo que acompañaba a la parada del ascensor propició el momento para conseguir que mi capullo quedara justo en la entrada de su cueva, y con el abrir de las puertas y un pequeño movimiento de ella, conseguí que casi la mitad de mi polla se colara en su encharcado agujero. Un pequeño gemido que rápidamente disimuló con una leve tos, fue suficiente para que los niños ni le prestaran atención, volvió a toser un par de veces más antes de que se cerraran las puertas consiguiendo con ello que mi polla se colara hasta los huevos, yo ya no podía ver a los niños, estaba detrás de la abuela con mi polla metida hasta los huevos en su coño, sin saber como había llegado a esa situación, pero deseando que el trayecto no llegara a su final. El comienzo a moverse fue pretexto para dejarse caer más sobre mi polla, lo tenía controlado, el bolso por un lado y la silla de la playa por el otro impedía a los niños que mirasen hacia atrás, además estaban tan entretenido que ni siquiera se acordaban que yo andaba con ellos en el ascensor.



A pesar de lo fácil que había entrado sentía como algo ahí abajo succionaba mi polla, la postura no era cómoda, pero me daba igual, no iba a quejarme por ello, sentía la fuerza que ejercía sus labios en la base de mi polla. La vieja cabrona me estaba llevando al límite sin siquiera moverse.



Parada en el sexto. Dejó de moverse, echó su cuerpo un poco  para un lado para dejarme al descubierto, tuve que controlarme, no podía moverme. Las puerta se abrieron, y los niños asomaron la cabeza, se giraron para mirarnos, era como si ella supiera cuales iban a ser las reacciones de los niños, todo fue normal, nos miraron y no sospecharon nada, a pesar que yo estaba algo agachado detrás de la abuela. Con el movimiento de las puertas al cerrarse, la abuela volvió a colocarse en su postura, arqueando un poco la espalda, mi polla volvió a colarse por completo en su encharcado coñazo, volví a sentir como succionaba mi polla y en cuanto comenzó a subir apretó los muslos y empujó para meterse bien la totalidad de mi polla. Hablaba como si tal cosa con los niños a la vez que se movía empalándose por completo, sentía mis huevos en la entrada de su coño, si hubiera empujado con fuerza, estaba seguro que casi se los hubiera metido también. Antes de llegar al séptimo llevó su mano izquierda a su espalda, intentó cogerme la polla, pensé que iba a sacársela y empujé con más fuerza, eso la dejó por un segundo sin habla.



Parada en el séptimo. Su mano cogió el tronco de mi polla se la sacó y sin separar su cuerpo del mío sentí como guiaba mi capullo al agujero de su culo, apretó mi polla con su mano para que me quedara quieto. Habíamos parado. Carraspeó y dijo.



.-chicos vamos a jugar a un juego. Abrid la puerta y salid!! Ustedes tienen que subir por la escalera y nosotros en el ascensor!! A ver quien llega antes al noveno!!



Los chicos rieron y antes de que los tres hubieran salido siquiera del ascensor sentí como la abuela se arqueaba para que mi capullo se abriera paso en aquel agujero caliente. La puerta se cerró y con un empujón de su cuerpo había metido mi capullo en su culo.



.- tienes menos de 20 segundos para regarme las entrañas con tu leche!!



La abuela arqueó más su cuerpo colocando las manos en la puerta del ascensor, llevé mis manos a ese culo y abrí con fuerzas sus flácidas nalgas, con un nuevo empujón había metido toda mi polla en su culazo. Me había dolido hasta a mí, y ella solo había soltado un pequeño gemido, comencé a sacarla y meterla como si me fuera la vida en ello, nunca me había follado de esa manera a mi mujer, nunca me había dejado que se la metiera de esa manera, con tanta fuerza, y una vieja verde me estaba dejando hacer realidad una de mis más oscuras fantasías, follarme un culo a lo bestia.



Parada en el octavo y seguía empujando con todas mis fuerzas, era una verdadera pasada. A mitad del camino del noveno sentí como me venían unas ganas locas de correrme, se la hundí hasta los huevos, solté su culo y agarré con fuerza sus blandas tetas. Cuando sintió mi corrida en su intestino echó para atrás la cabeza y dejó escapar un gemido gutural. Tenía un culazo. Sentía sus gordas nalgas apretarse en mi bajo vientre y como ahora era ese agujero el que exprimía mi polla con fuerza. Antes de parar en el noveno ya me había guardado la polla y ella se había recompuesto el bikini y alisado el vestido.



Parada en el noveno, los niños abrieron la puerta y la abuela soltó una risa. Notaba que estaba acelerada, me miró con cara extasiada y antes de abrir la puerta de su casa. Me guiño un ojo. Y me preguntó si al día siguiente íbamos a repetir. No pude más que asentir con la cabeza, niña y abuela entraron en su casa, mi suegra abrió la puerta del apartamento. Y entré como flotando. Me dolía la polla, pero ya estaba deseando que llegara el día siguiente para bajar a la playa. 


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 6.75
  • Votos: 4
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