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Categoría: Lésbicos

En el paraiso

No tenía ni idea de lo que me había pasado, pero cuando abrí los ojos lo primero que vi fue una hermosa cara sonriente. Me sorprendió no saber exactamente a qué raza pertenecía, aunque parecía hawaiana. Me incorporé de una especie de hamaca improvisada entre dos árboles y entonces descubrí que estaba rodeada de mujeres exóticas que tan solo llevaban encima un collar de flores colgando del cuello, otro de la cadera y otro en un tobillo, dejando sus bellos cuerpos expuestos.

Todas me sonreían. Me observé a mí misma y me di cuenta de que yo llevaba una corona de flores en la cabeza, y en mis abultados pechos tenía una especie de sujetador con justo una pequeñísima florecilla tapando tan solo cada uno de mis pezones. A modo de tanga tenía una especie rara de hojas cubriendo mi pubis sujetas con finos tallos que dejaban mi trasero expuesto.

El poblado estaba rodeado de palmeras y las cabañas estaban, como podéis imaginar, adornadas con flores de todos los colores de la naturaleza. Y alrededor se veía una hermosísima playa con un mar de un azul tan resplandeciente que no parecía real.

Aquello era un pequeño paraíso situado en una preciosa y diminuta isla protegida por aceitunadas hadas en medio de algún océano. Intenté hacer memoria, pero no conseguí recordar lo que me había ocurrido, ni como había llegado allí. Me sentía deliciosamente desorientada.

Dos de aquellas mujeres se acercaron a mí y me cogieron cada una de una mano. Me guiaron, siempre sonrientes, hasta un pequeñísimo estanque de aguas cristalinas cubierto de orquídeas blancas y moradas y amarillas que flotaban dulcemente con la suave brisa.

Me quitaron mi escaso atuendo y me hicieron entrar en el agua. Una vez dentro descubrí que me cubría tan solo hasta la cintura, y antes de que me diese cuenta tenía sus suaves manos cubiertas de algún producto jabonoso sobre mi. Una de ellas se dedicó a masajear mi espalda y la otra mis pechos con una naturalidad pasmosa, mientras me miraban encantadas con aquellos bonitos ojos oscuros semirasgados. La delicadeza y la frescura de aquellos masajes entre aquellas deliciosas mujeres de escasos pechos y oscuros pezones me estaba excitando de una forma que nunca antes había experimentado. Mi espalda vibraba y la exquisita sensación placentera en mis abultadas tetas me estaba llevando al orgasmo. Procuré contenerlo, pero llegó un momento en que no pude evitarlo y tuve esa maravillosa experiencia que hizo que temblase todo mi cuerpo.

Me sentí avergonzada, pero ellas soltaron unas graciosas carcajadas y felices siguieron con su tarea, pero esta vez la que tenía detrás bajó sus manos hasta mis glúteos y la otra mujer siguió su dulce tortura por mi vientre y mi pubis, para lo cual tuvieron que introducirse ambas en el estanque conmigo.

El modo en que mi nueva amiga trasera masajeaba mi culo hizo que sintiese esta parte de mi cuerpo excitada, cosa que nunca me había ocurrido. Es más, nunca me hubiese podido imaginar que podría tener esta sensación en el saliente y redondo trasero.

Cuando más acalorada estaba, dejaron estas partes y sentándome en el borde del estanque se dedicaron a mis muslos, pantorrillas y pies, siendo también delicioso.

Cogieron unos aceites aromáticos y empezaron a masajear de nuevo todo mi cuerpo, esta vez fuera del agua, mientras yo estaba tumbada boca abajo, una del cuello al trasero y la otra de los pies al culo también, zona que me dejaron bien servida, ya que hasta me aromatizaron el ano y su interior con una destreza que me llenó de gusto.

Tras esto, me pusieron boca arriba y nuevamente comenzaron cada una por un lado a untarme el cuello y los pies, avanzando la una hasta mis preciosas y redondas tetas y la otra hasta mi sexo, que no dejaron de masajear y tocar deliciosamente hasta que me llevaron inexorablemente al orgasmo más largo y placentero que recordaba.

Ellas, por lo visto, habían conseguido su objetivo y riéndose felices se incorporaron y se fueron corriendo. Yo me quedé allí tumbada un buen rato disfrutando aún de los resquicios orgasmales hasta que otras dos mujeres diferentes vinieron a buscarme y me llevaron desnuda como estaba hasta una mesa llena de manjares. Hasta entonces no me había dado cuenta del hambre que tenía y ataqué sin remilgos a todo lo que me pareció que tenía que estar rico, que era casi todo.

Hice la digestión a la sombra en una cabaña rodeada de mujeres que hacían lo mismo que yo. Su visión no dejaba a mi estómago hacer su trabajo en condiciones, ya que todas me parecían que estaban buenas con aquellos cuerpos redondos, sus tetitas coronadas con oscuros pezones y sus oscuros coños tapizados con hermosos y negros vellos púbicos.

Poco a poco todas fueron desperezándose tranquila y silenciosamente mientras yo las observaba fascinada. Mientras iban saliendo de la choza me miraban y se reían. Aquellas criaturas me encantaban. Cuando me quedé sola decidí salir yo también. Y cual fue mi sorpresa cuando me las encontré esperándome en semicírculo. Me indicaron para que me colocase en el centro y cerraron la circunferencia. Entonces empezaron a cantar una maravillosa y dulce canción con aquellas delicadas voces, mientras me miraban con aquellos ojos oscuros llenos de deseo, acercándose a mí lentamente al compás que ellas mismas marcaban con su exótica música. Estaba segura de que me iban a follar entre todas y el solo hecho de pensarlo mientras las tenía cada vez más cerca me estaba poniendo los labios vaginales totalmente hinchados y mi interior hormigueaba de placer.
Datos del Relato
  • Categoría: Lésbicos
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