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Colocando crema en sus senos

~~El encuentro furtivo con Silvana me había dejado desconcertada. Eran ya algunos días que había sucedido todo aquello y no había recibido ninguna llamada; su teléfono estaba continuamente fuera de cobertura; no la encontraba en el transporte, a pesar de mirar con más atención que nunca. Su ausencia comenzaba a hacer estragos en mí. Me excitaba sólo pensando en su apabullante iniciativa la otra noche en mi casa. Estaba pensando en ella cuando sentí que alguien tocaba la puerta del departamento. Soñé que fuera ella. Era Roberto. Sin pensarlo dos veces, lo tomé por la camisa y rasgué los botones de un tirón. En un par de segundos estábamos tumbados sobre mi cama, yo con mi pijama a la cadera y él ya desnudo rozando con su pene mis genitales desolados por la ausencia de Silvana.
 Roberto tenía un pene no excesivamente grande, pero sí muy ancho y con una cabeza muy amplia. Él no lograba penetrarme con tanta profundidad como una quisiera, pero lo inusualmente ancho de su verga hacía una presión exquisita sobre las paredes vaginales. Cuando me penetraba podía sentir cada rugosisdad de su miembro que se me incrustaba.
 Roberto había venido a mi casa decidido a violarme si fuera necesario, aunque nunca lo es. Yo le pedía a gritos suaves que me penetrara y me partiera si era necesario. Clávame, encúlame, tuérceme la decía yo fuera de mi, soy la perra más deseosa que has visto. Eso lo puso como un animal y sin pensarlo más tiempo levantó mis piernas y las colocó sobre sus hombros. Preparó su verga frente a mi vagina y comenzó su bombeo impresionante. Mis gritos y gemidos podrían haber sido escuchados por todos los vecinos, pero era parte de mi rito, lanzarlos era mi derecho frente a tanto goce. Roberto comenzó con un ejercicio de caderas impresionantemente excitante, seguro que lo había aprendido de Nadia, nuestra novia. Ella más de alguna vez me había penetrado así con nuestros arneses. Esto era definitivamente diverso. Un pene es siempre más flexible que un pedazo de látex, aunque sea científicamente diseñado (me ofrezco para las pruebas. ). En pocos segundos Roberto derramaba todo su semen dentro de mi y como siempre yo limpiaba con mi lengua incansable todo rastro y de paso, saboreaba mis propios líquidos. Esta acción la agradecía mi amante con un par de lengüetazos sobre mi clítoris extasiado.
 Luego de un tiempo nos levantamos y cenamos alguna cosa sencilla. El hambre siempre arrecia en el sexo fulminante. Comimos unas frutillas con una crema blanca espumosa y el mismo juego del comer nos trajo a la mente otro juego. Yo me colocaba un poco de crema en mis labios y él la recogía con la lengua hasta poder besar mis labios. El juego obviamente evolucionó y colocábamos crema en mis senos, en su pene, en sus testículos, en sus pechos fuertes y en mi vagina. En esas recogidas Roberto comenzó a lamer el contorno de mi vulva y de mi ano. Era una sensación de calambres en mis piernas. Debe ser el estímulo más extraño; por un lado es una delicia, por otro lado sabes lo que viene y sabes que junto con tanto placer, vendrá algo de dolor. Me asusta, pero me encanta ser enculada por Roberto. Sus besos abrieron paso a sus dedos y sus dedos a otros dedos más viriles y pronto me sentía cabalgada por este macho tremendo. Yo estaba afirmada a la cama y él tiraba de mi pelo para mezclar el dolor con el placer anal. Cada tanto yo estiraba mis manos hacia sus nalgas para potenciar sus embestidas. A momentos deteníamos nuestro vaivén y nos mirábamos; yo torcía mi cuello hacia atrás y él se estiraba hacía mi para amasar mis pechos colgantes. Era una sensación extraña, porque me sentía totalmente cubierta por él y sin embargo totalmente penetrada, atravesada. Comenzamos el bombeo, esta vez el dolor ya no estaba y yo sentía los latidos de su pene dentro de la estrechez de mi canal. Era un ritmo suave al inicio, pero comenzaba a subir de ritmo. Luego se detenía. Una tortura de placer que pedía mis gritos y sus propios bramidos. Cuando nos deteníamos yo alargaba mi mano hasta mi clítoris y la paseaba sobre él, introduciendo mis dedos dentro de mi otro canal. Toda la zona estaba tan dilatada que podía introducir la punta de tres dedos, era impresionante. De pronto, Roberto comienza con los balanceos finales, creo que quería derramarse dentro de mi. Ciertamente yo estaba más que preparada y el bombeo se hacía estrepitoso como nuestros quejidos. Roberto bramaba, yo estremecía mi dormitorio con mis gemidos guturales. Al cabo de unos segundos sentí como una crema espesa y delirante se introducía en mi. Era el semen de Roberto que intentaba hacer el camino inverso y mi recto lo sentía. Era un calor inexplicablemente tierno y morboso a la vez. Caímos los dos de lado, él aún con su pene en mi ano, cada vez más flácido.
 Yo estaba con los ojos cerrados y fue el grito de espanto de Roberto que me consternó. Abrí los ojos y allí estaba. Silvana, no sé de cuanto tiempo, pero allí estaba, no sé cómo entró, tal vez la puerta entreabierta. Estaba ella, vestida como una adolescente, con sandalias, una minifalda escocesa y una polerita roja. Estaba con un dedo en la boca, un dedo empapado en sus jugos vaginales, porque estaba sin bragas y con las piernas abiertas y con los muslos humedecidos. Sin duda alguna Silvana llevaba mucho tiempo mirándonos y la escena anal la habría calentado demasiado para resistir a la tentación de una dedada.

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