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Carcel

Como todos los días, esa noche salí del gimnasio en mi automóvil. Mi esposo nunca quiso que saliera tan tarde de ahí sola pero ya estaba resignado sabiendo que yo era muy necia y siempre me salía con la mía.

Me críe en una familia de clase media y desde mi adolescencia fui la mas bonita de todas, así que me acostumbre a realizar lo que me da la gana sin aceptar un no como respuesta.

A veces me doy cuenta de que sigo igual, me paso cuando me burlo de mis amigos o me aprovecho de algún empleado del negocio de mi marido pero nada me haría cambiar esa actitud, bueno, casi nada.

Al terminar la clase, salí corriendo para no llegar tarde a casa, cien miradas me tenían en la mira haciéndome caer en cuenta del porqué lo hacían y con tanto morbo.

Era mi ligera ropa de gimnasia, una delgada calza blanca de ciclista que permitía apreciar mis voluminosas curvas, ya que con el sudor se transparentaba descaradamente mi diminuta tanga color beige, principalmente el triangulo del frente.

Y lo mas interesante de todo es que a la luz flourecente del lobby del gimnasio se veía incluso la forma de mi monte de venus.

Pienso que cualquier otra mujer hubiera deseado no compartir de esa manera su intimidad, pero bajo pretexto de la risa me permití darles el gusto de admirarme.

Es verdad, todos me dicen que soy preciosa, con mi cabello corto color uva y mis ojos negros que contrastan con el dorado de mi piel.

La verdad es que no me dicen preciosa por eso, los hombres no se fijan en si soy bonita o no, Solo distinguen mi 1.80 de estatura, y sin exagerar la copa C de mi brassier, tengo 29 años y soy el sueño de cualquier hombre al entrar a un bar.

Al fin y al cabo solo venia de una sesión de ejercicio, ¿qué podría pasar camino a casa?

Era ya casi medianoche cuando abandone el estacionamiento del gimnasio y fui detenida por la maestra de aeróbicos, discutía con unos estúpidos de un Camaro que la invitaban a subir con ellos.

Eran tres hombres de asqueroso aspecto, uno viejo y los otros dos mas jóvenes así que la invite a subir a mi auto y voltee hacia otro lado cuando ella les gritó de todo.

Me convertí en la mala de la historia porque cuando nos fuimos de ahí, los tres me miraban con verdadero odio.

Intente entablar platica con mi copiloto, pero no le escuche decir mas que la dirección a la que la llevaría, Hidalgo No. 331, Centro.

Pasado un rato me olvide de ir acompañada y acelere el automóvil para llegar lo antes posible a su casa y así, regresar a la mía con mi marido para dormir calientita en pijama.

Estaba en una colonia de mala muerte cuando se detuvo mi carro por falta de gasolina, era algo típico de una película pero no en el relato de alguien que sale de su clase de aeróbicos, estamos ahí sin poder arrancarlo de nuevo.

Ya eran casi las doce y no pasaba nadie por ese callejón, mi compañera de travesía dormía recargada en el respaldo del asiento, me estaba asustando por no saber que hacer.

Al perder toda esperanza de salir de ahí, aparecieron en la oscuridad los faros de un vehículo, era una patrulla que llenaba de colores azules y rojos toda la noche, me desviví haciéndoles señas a los policías, pidiéndoles su ayuda.

Al detenerse, mi felicidad desapareció cuando se bajaron del auto dos uniformados mal encarados decididos a arrestarnos.

Gritando me ordenaron poner mis manos en el cofre de la patrulla, mismos gritos con los que despertaron a mi compañera y de una orden la levantaron y la colocaron en la misma posición que yo mantenía.

Era un hecho de que no tenían motivos para arrestarnos, parecíamos estar en el lugar equivocado a la hora equivocada, sobretodo yo.

En ese momento a nadie se le ocurrió que el problema del auto seria la gasolina, ellos eran policías no mecánicos y nosotras, mujeres que salían de un Gym, ofrecieron llevarnos hasta un teléfono, no me atrevía mientras la maestra ya ocupaba el asiento trasero de la patrulla.

Habian pasado solo unos kilómetros cuando uno de los oficiales hurgando en la maleta de la maestra, encontró 16 periquitos de papel rellenos de cocaína.

Abandonaron la calle principal y sorprendidos por el hallazgo nos bajaron de nuevo del auto para esposarnos. No escuchaban ninguna de mis explicaciones para luego de unos minutos se detuvieron frente a la jefatura de Policía de esa colonia.

Cuando intente de preguntarle a los policías que sucedería con nosotros, este me callo de un grito y a jalones nos bajo del carro arrastrándonos hasta la ventanilla del juzgado, trate de defenderme pero el se marcho de ahí diciéndome que no me hiciera pendeja.

Desde luego no encajábamos para nada en ese lugar y la maestra para colmo iba vestida nada acorde a las circunstancias ya que llevaba un vestido blanco de una pieza, corto y sin tirantes, en vez de haberse puesto unos pants al salir del Gimnasio.

Con todo mi corazón les grite que esto no se quedaría así y les dije que iban a lamentarse y que pagarían por esta injusticia. La respuesta fue un solo golpe en mi estomago, sin palabras, entonces entendí por primera vez que no era un juego, sentí que me moría del miedo.

Nos quitaron los amarres y nos llevaron caminando hasta las celdas, solo había mierda y un sucio olor a hombres que seguramente venia de los asquerosos presos que detenían en el interior.

Al sentirme ablandadita el maldito policía que nos acompañaba iba restregando su monda en mi sudorosas nalguitas cada vez que pensaba ahí me encerarían. El miedo a otro golpe me detenía a contestarle al malparido del oficial, por lo que, con confianza comenzó a acariciarnos el culo a ambas con descaro.

No soporte mas y pedí a gritos mi llamada telefónica, abofeteé al infeliz y trate de salir corriendo de ahí tropezando con el pie de uno de los presos.

La rebeldía no trae nada bueno golfa, me dijo el infeliz mugroso que no permitió mi huida asegurándome que con ello en ese lugar yo tendría un castigo.

La maestra no había dicho una palabra en casi toda la noche, pero al llegar hasta la ultima celda de la cárcel donde nos encontrábamos el susto la hice gritar de desesperación.

¡NOOOOOOOO!

Pidió a los policías que nos dejaran salir de ahí, ofreció pagar lo que sea, pero el policía solo se limito a dejarnos admirar ese rincón que asemejaba el mismo infierno.

Eran tres paredes de cemento formando un cuadro de 8x8 metros, equivalente a un salón de clases, en el habian unos cuarenta hombres que se confundían entre el olor a miados, alcohol y sudor que emitían desde ese asqueroso lugar.

Todos se pusieron como locos al vernos, parecían tener días ahí, gritaban y peleaban por un lugar en los barrotes de la celda.

La mirada de satisfacción al sentir nuestro miedo parecía ser su triunfo, pero solo era el preámbulo de lo que seria mi peor pesadilla.

---¿Recuerdas el madrazo que me diste para escapar ramera? Pues ahora veras como tu amiga paga por tu culpa.---

Tomo a la maestra del cabello y sin abrir las rejas, la entrego a esa muchedumbre que pedía sexo.

No recuerdo a bien cuantas fueron las manos que la acariciaban, solo recuerdo perfectamente el rostro desesperado de la maestra Janet, sus gritos habian desparecido entre los pujidos de los cuarenta imbeciles que querían tocar un poco de esa mujer.

Lo primero fue levantar su faldita blanca, una mano la tiraba hacia arriba mientras otra la trataba de arrancar hacia un lado, mientras ella no sabia si debía jalar la tela hacia abajo cubrir sus panties para no permitirles desnudarla del todo.

Llevaron el vestido aun completo hasta su cuello, ahora solo el algodón del jueguito de panties y corpiño tapaban la intimidad de la maestra.

Ella trataba de separase de aquella reja, sus tetas que ganarían fácilmente un concurso de camisetas mojadas, estaban moldeadas por el mejor escultor de la época de Botero, perfectamente redondeadas y apuntando hacia el cielo. Yo estaba horrorizada, veía como los presos tomaban ambas en sus manos estrujándolas y jalándolas hacia atrás, retorciendo sus morenos pezones.

El calor ya había contagiado al maldito policía quien poco a poco embarraba su miembro en mis nalgas, el imbecil gozaba de ver casi desnuda a la maestra, digo casi, ya que si le arrancaban las panties ella tal vez hubiera podido separse de la reja, así que el grupo de pervertidos había decidido dejárselas y sostenerlas a tirones, las hicieron a un lado solamente y de un jalón pegaron su hermoso culo descubierto a un barrote de la reja.

Exhausta Janet, se limito a solo gemir mientras sentía el fierro enemdio de sus nalgas. Se deslizaban tantas manos por encima de ella que no supe cual fue el primero que llego a dedear su culo desde el otro lado de la reja.

Siendo esa la gota que derramo el baso de la calentura de mi policía. Tomo con sus dos manos mis nalgas, estrujándolas con saña y tal vez esperando que lo correspondiera con dicho espectáculo, pero el solo me daba asco.

Me separe bruscamente y de nuevo quise correr, siendo esta vez su compañero menos benévolo y de una patada me regresó ante el.

--- Con que esas tenemos putita, pues si no es conmigo, será con ellos ---

Me acercó hacia la puerta y gritándoles a los presos que se alejaran de ella, la abrió y de un empujón me aventó hacia dentro de la celda.

Fueron dos segundos donde vi pasar mi vida, si eso le habian hecho a la maestra

¿qué podría esperar yo adentro con cuarenta locos deseándome meter su miembro en cualquiera de mis hoyos?

Me rodearon y llevaron cargando al fondo de la celda, eran muchísimos pero el mas grande de ellos decidió ponerlos en orden.

--- Tenemos tiempo para darle a esta puta lo que quiere, hagámosla cumplir nuestros deseos a la golfa---

Fue como una orden para el resto, me tenían sentada en el suelo, con poca ropa encima y a su merced.

--- ¿Que tal un Strip Tease? ---

Nada de eso, hagamos algo mas divertido, proponía mientras tomo mi bicletero de su resorte de atrás y me levanto con una sola mano, el ligero short se me fue escondiendo entre mis nalgas, el tirón lo hacia perderse dejando al descubierto mi enorme y firme culo ante la muchedumbre.

Me puso de pie y yo movía mis manos para cubrirme desesperadamente, trataba de acomodar la calza pero era inútil, el tipo la había adherido a lo mas profundo de mi ser.

Me volteó de un jalón y estando yo de espaldas, tomó con sus dos manos el short y lo jalo hacia abajo, dejándolo en mis tobillos. Rápidamente me agache a subirlo de nuevo, yo solo llevaba una tanguita color beige que les permitía a mis opresores admirar cada centímetro de mi ser.

Fue inútil, otro preso tomo mi short jalándolo hacia el, y con ello tirandome al piso y sacando por mis pies el pedazo de tela, eso le dio de nuevo la oportunidad al grandote de cargarme jalando esta vez la tanga, creo haber estado a treinta centímetros por arriba del piso y sintiendo entre mis nalgas rozar por un hilito de tela satinada.

La tanga se rompió por fin, no resistió mi peso ni los tirones del imbecil ese, jale mi top hacia abajo intentando taparme, pero fui rodeada por mas de siete hombres que mandándome al piso también jalaron el tubo de tela que me cubría hacia abajo, solo que, su intención fue sacarlo por mis pies.

El control había desaparecido, estaba desnuda y en tenis, mas de cien manos se introducían en cada hueco de mi ser, provocando el mas intenso sudor en cada uno de los personajes.

Mi intimidad fue violentada vilmente cuando vi que estando boca arriba en el suelo, uno de los hombres abrió mis piernas encuclillándolas, era el Policía que encuerado buscaba la manera de enterrar su miembro en mi culo, la posición lo favorecía.

El marrano se detuvo justo antes de introducir su enorme verga en mi dulce culito de niña bien. Parecía como si el tiempo se hubiera detenido cuando de una atravesó el estrecho y apretado agujero de mi hoyo aun virgen, sentía como poco a poco se fue contrayendo y amoldadse al miembro de mi violador.

Bamboleo su monda por mas de diez minutos en mi interior. Aspire lo mas profundo que pude al sentir un chorro de semen hasta mi estomago. Se separo de mi sacudiendo su sucio miembro lleno de mi mierda.

No me dio tiempo de llorar, fui sometida de inmediato por tres de los presos, el primero, pálido y flacucho abrió de nuevo mi culito con lo que parecía un lápiz, mi boca fue sellada por la verga de un maldito negro, mientras que por debajo de mi se puso boca arriba un tipo con olor a jabón, el metió su porquería en mi puchita abriéndola mas y mas con cada bombeo que realizaba.

El flaco me metió las bolas y el ritmo de los tres me hizo sentir algo que no imagine, un orgasmo.

Parecía que se habian puesto de acuerdo, me bañaron los tres de semen y de nuevo, antes de poderme siquiera limpiar los ojos me había levantado de los cabellos un gordo asqueroso, me hizo poner la manos en la pared y con mi cosita a la vista, comenzó a introducir despacio su miembro.

Una y otra vez , una y otra vez.

Parecía que la tortura no terminaría, a mi izquierda de nuevo como cuando nos hicieron poner las manos en el cofre de la patrulla, la maestra Janet me hacia compañía.

Fueron mas de seis horas ya que hoy solo recuerdo haber salido de ahí casi a las siete de la mañana, no podía caminar si quiera, tome las llaves del auto, el vestido blanco de la maestra y me fui a un hotel.

No llame nunca a mi casa, ni conté nunca lo sucedido, no volví al gimnasio, ni siquiera supe que paso con la maestra traficante, solo recuerdo que en el momento cuando me dejaron salir, uno de los presos la jalo del brazo diciéndole:

--- Tu te quedas para el mañanero chiquita---

Tal vez se lo merecía.
Datos del Relato
  • Categoría: No Consentido
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1 comentarios. Página 1 de 1
carla
invitado-carla 04-05-2007 00:00:00

siento mucho lo que te sucedio a ti y a la maestra esa,la verdad que hoy en dia ya no puedes confiar ni en la policia,porque son peores que delincuentes. debiste hacer una denuncia,porqure este tipo de cosas no deben de ocurrir,mucha suerte.

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