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Me volví loco

~~El año
 pasado para el mes de junio, de momento mi mujer me comenzó
 a decir, de manera continua, que necesitaba su tiempo y espacio. Cosa
 que me sonó algo rara tras casi veinte años de casados,
 y siendo padres de una hija de dieciocho años. Al
 principio no le puse mucha atención a sus palabras, pero cada
 vez que deseaba tener una relación con ella, se ponía
 un poco más difícil. Es decir, ya no era como antes,
 que cuando yo llegaba del trabajo, o ella me hacía una seña
 a mí, o yo a ella. Sin que nuestra hija se diera cuenta, desde
 luego. Al terminar de cenar, me daba un buen baño y la esperaba
 desnudo en nuestra cama. En ocasiones aun con toda su ropa puesta
 yo le saltaba encima, y comenzaba a besarla de manera ardiente, mientras
 que Sofía que es como se llama ella, en juego me decía
 que no.
 Pero la realidad era que a medida que yo estando todo desnudo la perseguía
 por toda nuestro dormitorio, ella me excitaba escabulléndose
 de mis manos, hasta que lograba darle alcance. En ese momento comenzaba
 a subir la falda de su vestido, mientras ella forcejeaba, lentamente
 iba ganando terreno sobre el cuerpo de Sofía, hasta que cuando
 lograba tenderla en la cama la sujetaba y continuaba besándola
 y acariciando sus bellas piernas. En ocasiones tras prácticamente
 arrancarle las pantis, me ponía a mamarle su coño, con
 todo el resto de su ropa puesta, y ella evidentemente lo disfrutaba.
 Hasta
 que llegaba el punto en que me pedía casi a gritos que la penetrase,
 lo que yo hacía gustosamente. La cogía por la cintura
 y la pegaba contra mi cuerpo desnudo, mientras que ella movía
 salvajemente su cuerpo bajo el mío. Pero de la noche a la mañana,
 como quien dice, dejó de gustarle eso. Se tornó más
 fría y displicente, se alejaba de mí cuando llegaba
 del trabajo, ignoraba mis señas y hasta los comentarios que
 le hacía al respecto. Nuestras relaciones se fueron reduciendo
 a un mecánico acto sexual, y no por mí sino por ella.
 En
 cierta ocasión casi una de las últimas, por cierto el
 día de cobró, por no dejar le insinué que fuéramos
 a nuestra habitación, al terminar de cenar cuando después
 de yo recoger la mesa como era nuestra costumbre ella se desapareció,
 o por lo menos eso me pareció a mí. Al salir del baño
 tras darme una ducha, la encontré, del todo desnuda acostada
 sobre la cama con sus piernas abiertas y los brazos extendidos. Pensé
 erróneamente que ella quería que le diera una buena
 mamada de coño, y cuando me disponía hacerlo, me dijo
 que no, que avanzara a metérselo y ya. Eso
 me dejó tan impresionado, que de verdad se me fueron las ganas.
 Le propuse ir a un consejero matrimonial, aceptó a regañadientes.
 La señora nos entrevistó primero juntos, y luego por
 separado, Sofía fue la primera, pero cuando me tocó
 a mí, en medio de un montón de tontas preguntas me vino
 con la monserga esa que dice, si crees que alguien te pertenece, déjala
 libre, si no regresa a ti, nunca fue tuya, pero si decide regresar
 lo es. Como para buen entendedor pocas palabras bastan, sin decir
 ni escuchar más nada me levanté y la dejé con
 la palabra en la boca. Esa
 noche me dio una depresión que hasta me quería morir,
 creí que me había vuelto loco, la misma Sofía
 me llevó a una clínica de pacientes mentales, y aunque
 el psiquiatra que me vio en principio dijo que no hacía falta
 que me ingresaran, por insistencia de ella me hospitalizaron, yo acepté
 por no llevarle la contraria, a mi mujer. La primera noche la pasé
 de perros, los gritos de uno que otro paciente, no me dejaban dormir,
 a pesar de la fuerte medicación que me habían dado.
 Al siguiente día tan solo vestido con una bata y más
 nada de bajo, me entrevistó una psicóloga, guapa, joven,
 muy simpática, aparte de que se trataba de toda una hembra.
 Pero en mi estado poca o ninguna atención le puse, hasta que
 pidió que me asignasen a ella. Me llamó la atención,
 que una bella y hermosa profesional como ella se preocupase por mí.
 Cuando
 en las sesiones siguientes me siguió viendo, sencillamente
 le dije lo que había ocurrido entre mi mujer y yo, sin encontrarle
 ninguna explicación lógica de mi parte. Cuando la Doctora
 me comenzó hacer algunas preguntas, como si yo había
 notado algún cambio en ella antes de que sucediese, si se arreglaba
 más, si salía y luego regresaba sin decirme nada, o
 si recibía largas llamadas telefónicas y luego cuando
 le preguntaba quien era me despacha diciendo sencillamente, con que
 era una amiga. A medida que fui respondiendo con toda la verdad, me
 fui dando cuenta de que Sofía se encontraba enamorada de otro
 hombre. En
 esos momentos lloré amargamente, y hasta me apoye en el hombro
 de mi psicóloga, y sin que yo lo quisiera, al abrir mis ojos
 en cierto momento veo gran parte de sus hermosos senos, por lo que
 volví a tomar la compostura. Durante el resto de la terapia,
 en ocasiones ella cruzaba sus piernas de manera tal, que yo sin querer
 me le quedaba viendo embelezado, sus bellas y hermosas piernas, y
 hasta creo que ese día no estaba usando ropa intima o si la
 usaba debía ser muy chica. Los
 siguientes días, mi Doctora me seguía entrevistando,
 y aparte de que me sentía como rejuvenecido cuando salía
 de la terapia, me quedaba con el bello recuerdo de sus piernas en
 mi mente. Al punto que una noche nada más del solo recuerdo
 me masturbé a su nombre. Lo que realmente me sorprendió
 que al día siguiente, apenas me senté frente a ella,
 preguntó si me había masturbado en la noche, como si
 fuera la cosa más normal del mundo. Aunque algo cortado acepté
 que lo había hecho, pero más vergüenza me dio cuando
 me pidió que le dijera, en quien era que pensaba en ese momento.
 Cuando tartamudeando apenas pude decirle que en ella, una gran sonrisa
 de satisfacción se reflejó en su rostro. Realmente
 me encontraba confundido, pensaba que se molestaría conmigo
 por eso, pero fue todo lo contrario, como que se alegró muchísimo,
 y hasta me comenzó a felicitar dándome un fuerte abrazo.
 Cuando sentí sus firmes senos, contra mi pecho. Me excité
 bárbaramente, al punto que me vino una erección como
 pocas hacía tiempo que no sentía. Ella algo sorprendida
 separó ligeramente mi cuerpo del suyo, y observó el
 efecto de su abrazo. De verdad pensé que en ese momento, si
 me mandaría a dar un baño de agua fría. Pero
 no fue así, todo lo contrario, continuó abrazándome,
 y nuestros labios se unieron. Aunque la deseaba enormemente, temí
 faltarle el respeto, por lo que m quedé sin saber que hacer.
 Fue
 ella la que metiendo una de sus manos debajo de la bata que yo usaba,
 me agarró el miembro, y de manera suave pero con firmeza, comenzó
 a manosearlo. Tras lo cual me sorprendió ver que se fue agachando
 hasta que su boca la colocó sobre mi glande, cuando sentí
 sus labios contra mi carne, creí que me estaba volviendo loco,
 de la manera más sutil que pudo haberlo hecho comenzó
 a besarme el glande, su lengua la pasaba por la cabeza de mi verga
 dando vueltas sobre ella, hasta me tuve que sujetar de una de las
 sillas para no perder el equilibrio, vi con asombro como mi verga
 se perdía dentro de su pequeña boquita, y como volvía
 a resurgir toda húmeda con su saliva. La
 verdad que yo estaba a punto de venirme cuando con sus dedos, agarró
 mis testículos, y de un suave golpe los templo, al tiempo que
 sacaba mi verga de su boca. Yo en ese momento, sí alguien hubiera
 tratado de detenerme les juro que lo mato, pero gracias a Dios que
 no fue así, la sujeté por los brazos y la ayudé
 a incorporarse, dándole un ardiente beso la apoye contra el
 escritorio del cuarto de terapia, mi Doctora abrió sus piernas
 y me di cuenta que realmente no usaba ropa intima, su coño
 lo sentía que me llamaba y me invitaba a que la penetrase.
 Mi
 verga encontró sin necesidad de mis manos el camino directo
 al centro de su coño, húmedo, caliente, y excitante.
 A medida que se lo metía mi Doctora me decía lo sabrosa
 que se sentía mi verga, mientras que yo a mi vez le decía
 lo divino que era su coño. Mis manos le desabrocharon tanto
 la corta bata que usaba sobre su ropa, como su blusa, sus hermosos
 y bellos senos quedaron del todo al aire, sin nada que los ocultase
 de mi vista ni de mi boca. Por un largo rato ambos nos entregamos
 del todo, hasta que tanto ella como yo alcanzamos el más soberbio
 clímax, como hacía tiempo que realmente no disfrutaba.
 Cuando me vine dentro de ella, la apreté con fuerza entre mis
 brazos, hasta que por un buen rato los dos nos quedamos sin movernos.
 Al
 día siguiente fui dado de alta, pero con el correspondiente
 referido para continuar viéndome con mi Doctora. En lugar de
 llegar a mi casa, me ubiqué en uno de mis apartamentos, y desde
 ahí tramité mi divorcio. Por el consabido mutuo acuerdo
 y consentimiento, mi ex deseaba tanto divorciarse de mí, que
 no reparó en nada, ni siquiera se inmutó cuando le dijeron
 que debía abandonar nuestra o mejor dicho mi casa, ya que era
 de mi propiedad antes de casarme con ella. El día que me mudé
 nuevamente, encontré a Sofía echa un mar de lágrimas,
 resulta que el que era su novio, ella se lo llevó para la casa,
 el día que me internó en la clínica. Pero cuando
 el tipo se dio cuenta que tras el divorcio a mi mujer nada más
 le quedaba lo que tenía puesto por decirlo de alguna manera,
 adivinen. Se fugó con nuestra hija. Hoy en día mi Doctora
 sigue dándome terapia, realmente estamos contemplando casarnos,
 pero como ella me ha advertido que no soy su único paciente,
 creo que lo voy a pensar un poco más, al fin y al cabo a ella
 eso parece no importarle mucho, digo el casarse.

Datos del Relato
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1 comentarios. Página 1 de 1
Pablo Emilio Escobar
invitado-Pablo Emilio Escobar 20-02-2018 05:35:13

horrible este relato y la verdad parcia real al principio pero cuando empezo con lo del manicomio ya la cago

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