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Y... Con Él Se La Llevó

Mensaje de: Aracne111 Fecha: 15/02/2004





Llevaban tiempo jugando al juego de la amistad
Esa amistad que lanza miradas fugaces, que hablan el idioma prohibido para los labios
Miradas que se amontonan en el corazón
Miradas que se guardan en el pecho
Miradas que se cuelan en la entrepierna, sin moverse, morando ahí
Miradas que se tornan en sueños
Sueños que se tornan en deseos
Deseos que abren las puertas de la fantasía
Fantasía que no se atreve a tornarse en nada más

Cuerpos, que cuando se cruzan, y apenas se rozan, ruborizan las mejillas, erizan el vello
Turbación que les asalta, cómo a dos adolescentes que no saben por donde empezar

Mirada que dice “Me gustaría…”
Mirada que contesta “¿A que esperas?”
Mirada que replica “No me atrevo”
Mirada que suplica “¡Atrévete!”

Y siguieron jugando al juego de la amistad
Ya casi ni tomaban café, incómodos de tanto sentir y no poder decir, por desear sus labios hablar ese idioma prohibido entre ellos dos

Ella recordaba que ese sentir tan especial que tenía la arrolló el primer día que él apareció en la oficina para trabajar.
Supo que era su hombre sin dudar, nunca deseó a nadie más
Él la sintió en el acto, hechizado por su propio sentir
Siempre les sorprendía esa telepatía que les hacía muchas veces decir las mismas palabras a la vez
Ella se acostumbró a sentirle acomodarse ahí en su piel y formar parte indisoluble de su sentir
Pero todavía hoy, seguían jugando al juego de la amistad

Una tarde de verano, ella no acudió a la oficina a trabajar
Al día siguiente empezaban sus vacaciones que ninguno de los dos deseaban, por separarles un largo mes.
Temiendo la despedida… Ella no quise ir

Sonó su móvil, estaba bajo la sombra de un arbol en un parque cercano, echada sobre la hierba, pensando en él
Estaba preocupado
Le tranquilizó
Formales cómo siempre, iban a colgar
Entonces él preguntó:
¿Dónde estás?
Ella contestó sin dudar:
“En el parque, cerca del lago, bajo el único árbol centenario, que dicen… aporta paz al corazón” y río
“Necesito esa paz en mi corazón, ¿Compartes tu árbol conmigo?, preguntó, brotando las palabras sin más
“Ven”, oyó
“Espérame, un beso” y colgó apresurado por miedo a dejarla pensar
En ese instante, supieron ambos que se acababa el juego de la amistad, y que el árbol centenario aportaría esa paz en el corazón
Ajustó los auriculares en los oídos
Cerró los ojos, escuchando a Mozart, para acallar inútilmente los descompuestos latidos de su corazón, y le esperó…

Como siempre notó que se acercaba, pero no se movió ni abrió los ojos para comprobar su sentir
Sintió un roce en su brazo
Abrió los ojos y ahí estaba, sentado con las piernas cruzadas, ante ella
Por primera vez sus miradas no fueron fugaces, no se esquivaron
Ella dejó que la suya entrara en la de él… y que se hablasen al fin libremente con ese idioma tan ansiado, que les vetó hasta ahora su amistad
Una sonrisa suave se dibujó en la boca de ese enamorado… y dijo:
“Estás muy guapa”
Ella se ruborizó, pero su mirada aguantó ahí, clavada en esos ojos sin pestañear
Iba a sentarse y contestar y le dijo a la par
“Noooooo, no te muevas, sigue así”
Y vio su deseo encontrarse por fin libremente con el suyo
Alargando la mano muy despacito hasta el pelo de esa mujer que siempre sintió tan suya, ofreciéndole una caricia suave que a ella le encendió su pecho, bajó por su vientre… no pudiendo parar.
Ella suspiró cerrando los ojos de emoción
Él siguió el mapa de su cara, vistiéndola con la yema de sus dedos cálidos, a la par que decía lánguidamente:
¿Sabes?, He soñado tanto con este instante…
Abrió los ojos y asintió:
“Lo sé, yo también”, alargando a su vez la mano para rodear la cabeza del que siempre sintió como su hombre, acercándolo lentamente mirándole los labios, le volvió a decir:
“Yo también”
Sus labios se rozaron, se separaron varias veces para volverse a unir
Él con su lengua rozó esos labios tan soñados, se adentró suavemente en su boca, buscando la suya, encontrándola envuelta en esa sensualidad que siempre intuyó y tanto deseó sentir
Un beso hecho para sus bocas, que sintieron tan suyo, llenándolo de te quieros envueltos de pasión
Medio cuerpo sobre la que sentía ya como su mujer, ella recibiendo en sus pechos el loco latir de su corazón, recorriéndole la espalda, él rodeándola en un abrazo tan ansiado por los dos
Se miraron de nuevo y ya confesaron con los labios, lo que sus miradas se dijeron durante tanto tiempo
Al fin, él le preguntó:
¿Dónde vas a pasar las vacaciones?
“Ni lo sé”, contestó, y él rió al afirmar
“Yo tampoco lo sé”

Era inevitable, supieron en ese instante que ya no se separarían más, invadidos por el mismo anhelo, de subirse en la moto sin saber donde ir. Deseando ambos recorrer juntos, pueblecitos con mar.
Se llenaron la boca de planes, el corazón de ilusiones.
Les invadió la locura… de partir ya, llenándoseles las pieles de deseo. Se besaron de nuevo apasionadamente.
Él mirándola de nuevo, con un dedo siguió el trazo de sus labios, diciendole a la par
"¿A que esperamos?, Vamonos ahora mismo. Te dejo en casa, coges un par de cosas mientras yo hago lo mismo y en una hora te recojo de nuevo, y simplemente, vamonos… Dime"
Ella que siempre planificaba hasta una tarde libre, no se sorprendió al contestar
“Vamonos, si vamonos ya”, enderezándose al mismo tiempo y ya de pie se besaron con los cuerpos muy unidos, sintiendo piel con piel, augurando profundos momentos de amor llenos de sensualidad, deseo y mucha pasión. Sus manos descubriendo las espaldas, sintiendo ella el sexo erecto de él con tan solo ese primer abrazo, el suyo lleno de una humedad que desde hacia tiempo acudía solo cuando pensaba en él y ahora más implícito al tenerle por fin.
Querían irse ya, pero sin deshacer esos besos, ese abrazo que sellaban un infinito empezar.

La llevó a su casa, rugiendo la moto cómo henchida de placer, volando para dos enamorados que ya no cabían en sí.
En el portal se besaron de nuevo, maravillados por lo que iban a vivir, el apartándola con cariño, le aseguró:
“Una hora, cariño, y ya no nos separamos nunca más”
Algo fugaz pasó por la mente de la mujer… una luz, un sentir, un deseo… de no subir. En un segundo, así cómo vino ese fulgor… desapareció.

Volaba subiendo las escaleras llena de felicidad, entrando y saliendo de una habitación a otra, no acordándose de qué buscaba allí… Fue reuniendo lo básico.

De repente, se paró en seco, tembló, oyó el rugido de la moto en su alma, le invadió el miedo… Gimió sintiendo que en ese instante acababa de rompérseles las almas a los dos.
Vio a su hombre alejarse en un túnel, con la mirada atónita, con gritos en forma de ruegos:
“Nooooo, por favor, ahora nooooo”
Y ella, ahí, atónita como él, repitió con el mismo tono
“Nooooo, por favor, noooooo”, sintiendo que él la oyó… pero le perdió.

Se sentó en el suelo, se abrazó, llamando con su alma a la Dama Duda, para oírla decir que se equivocaba esta vez en su sentir…
No acudió. En su lugar apareció la visión de esa Dama Blanca, implacable que acababa de llevarse a su amante al reino de la nada, a su reino, coronada su cabeza con una hoz, desdibujando ya en su mente la cara de él.

La mirada perdida no pudo ni llorar, acompañando a su hombre en ese camino que la Dama acababa de trazar para él, sellándolo a su paso con miles de te quieros, las huellas dejadas trás él.
Y ya, con un grito desgarrador dijo su nombre.
Jamás volvió a hablar.
Y sintió el peso de la tumba en su corazón, clamando a la Dama
“Llévame con él”

Un aterrador silencio le contestó, y a lo lejos llegaba en su alma, el rumor del mar que le llenó todo su interior.
Horas pasaron hasta que decidió dejarse guiar por la mar.
Salió de su casa directa a la estación. Eligió su destino, lo apuntó en un papel y compró el billete rumbo a un pueblo con mar.
Por la ventanilla del tren, no dejo de mirar a su compañera de viaje, allá arriba resplandeciente, la cara de su amante, usurpando la de la luna, que se dejó.

No supo como llegó pero andaba de pronto, descalza en la arena, la playa desierta. La Dama Blanca en el agua mirándola, tendiéndole los brazos.
Hechizada por la mar y la mirada de la bella Dama, siguió andando, hundiendo los pies en la arena.
El camino le pareció largo, como si el destino la alejase de su meta para hacerla dudad.
Sintió el agua acariciar sus pies y pensó
"Por fín, he llegado".
La mar era una balsa de aceite porque no quería participar en aquella muerte.
Siguió andando y ni siquiera notó el agua ya a la altura de su vientre que pudo dar tanta vida.
Siguió la dama Blanca llamándola con una sonrisa de bienvenida. Los brazos extendidos, la mirada hechicera...... ella seguía adentrándose, sus ojos en los de ella.
La luna recuperando su rostro de nuevo, se retiró, por pudor. Y ella siguió hacia delante haciendo camino. Estiró los brazos y con sus manos, rozó las yemas extendidas de su Dama.
Fue posando sus manos en esas palmas frías, el agua le llegaba a la altura de la boca y antes de ser absorbida dijo
"Soy toda tuya, mi amor”
Iluminándosele la cara, brillando la mirada..... Insultante sonrisa en los labios, volviendo a ser bella..... Agradecida de haber encontrado el camino para reunirse con su hombre que la esperaba allá.
Unos círculos se formaron en la mar, la luna salió de nuevo, tímida acongojada.
Un intenso silencio sobrecogío a la mar y a la luna, testigos de este acto de infinito amor...

Y del agua emergieron dos aves blancas, radiantes, iluminandólo todo a su paso.....volando sobre la mar con las alas extendidas perdiéndose en ese horizonte lejano que los unió ahora ya para toda la eternidad.

ARACNE
14 de febrero del 2004
Datos del Relato
  • Autor: Aracne
  • Código: 7379
  • Fecha: 26-02-2004
  • Categoría: Hetero
  • Media: 4.63
  • Votos: 35
  • Envios: 4
  • Lecturas: 5833
  • Valoración:
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