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Categoría: Incestos

Y Patricia continúa contando

Continuando con mi relato, el que comenzó con “Patricia cuenta su historia” les recuerdo que mi nombre es Patricia y tengo 19 años, que comencé mis lides sexuales a los 17 años, edad en que mis medidas ya eran 100 – 59 – 82, es decir tenía mucho busto pero nada de culo (sigo igual, el orto no me crece aunque lo uso mucho), tengo 1,54 metros de estatura, soy morochita, de pelo negro y ojos marrones. Soy muy parecida a mi madre, aunque ella, tal vez por la edad o por la maternidad, tiene medidas superiores a las mías, siendo ellas 115 - 63 – 100, me encanta el culo que tiene, y a Mario ¡También!



El día que logré que mi madre lo hiciese con un pendejo, sin verlo, satisfice el deseo de dos personas. El de ella porque había sentido una pija distinta a la de mi padre, y el de mí hermano, porque se había garchado a nuestra madre, a la que tanto deseo le tenía.



Recuerdo la cara que nuestra madre puso cuando yo, levantándome de su lado, me paré al costado de la cama, y agachándome levanté al pendejo que se la había cogido, haciéndola llegar tres veces. Ella casi se desmayó al ver que era su hijo quien se la había cogido; no le salían las palabras de la boca, se atragantaba con ellas, pero yo le dije: “Tranquila que si fue con Mario, fue para que no salga de esta casa, además que mejor que te coja el hijo del hombre a quien amas y al que nunca le has sido infiel”; ella iba a decir algo pero no la dejé, cerrándole la boca con un beso.



Recuerdo que Mario, viendo como nos besábamos, se empezó a calentar porque comenzó a besar mi cuello; coincidiendo el momento en que dejó de besarlo y comenzó a besar mi espalda, con el que mi madre separó su boca de la mía y nos intercambiamos el siguiente dialogo:



Ahora entiendo porque me recordaba tanto esa pija a la de tu padre y por qué, al igual que él, la primera vez no bien comenzó a metérmela acabó.



Riéndome le dije - Viste de tal padre tal hijo.



Ella, coreando mi risa, me dijo - Sí, y aunque aún no le he dicho nada sé que me escucha y quiero que sepa que le agradezco el que me brindase tres orgasmos fantásticos.



Ahí, dejando de besar mi espalda, intervino él, en nuestro dialogo, siendo más o menos lo siguiente lo que aconteció.



—No tienes nada que agradecer, al contrario soy yo quien debe agradecerte el que me hayas permitido disfrutar de tu cuerpo.



—Yo no te lo he permitido, si lo has hecho fue porque Patricia nos engañó.



—A ti te habrá engañado vendándote los ojos, pero a mí no ya que yo disfrute viendo cada centímetro de tu cuerpo antes de cogerte.



—Tanto te calenté que no bien me la metiste, llegaste.



—Sí, me traías muy caliente.



—Desde hace mucho?



—Sí desde hace mucho.



—Pero si tienes novia.



—Tengo novia porque sé que debo formar mi familia, pero tú me calientas mucho.



—¿En serio?



—¿Sabes cuantas pajas me he hecho en tu memoria?



—Y yo lavándote las sabanas pensando en que habías tenido una polución nocturna.



—Alguna pudo haber sido, pero muchas acabadas fueron estando bien despierto. Desde pequeño me has gustado y me he masturbado pensando en ti y cuando oía que papá te cogía me imaginaba que era yo el que te la estaba metiendo y más me masturbaba.



—Mi chiquito



Ahí intervine yo diciendo: “De chiquito no tiene nada, aunque si continúan hablando se le ablandará y ahí sí que se hará chiquito, bueh, le quedará chiquita”, y después de lanzar una risotada, ante mi ocurrencia, le dije que continuase besándome y yo volví a unir mi boca con la de nuestra madre.



Ninguno de los dos protesto en lo más mínimo y mientras mi hermano besó toda mi espalda mi madre se prendió a mi boca haciendo que su lengua hurgase todos sus rincones.



Mientras ella eso hacía, Mario, llegó a mi culo y me lo comenzó a besar. Fue un placer nunca antes sentido, mi boca unida a la de mi madre, mi concha apretada contra da suya, y la lengua de mi hermano hurgando mi ano.



Creo que él no se dio cuenta que yo tuve un orgasmo pues mi boca estaba unida a la de mi madre, pero esta si pues mi concha mojó totalmente la suya.



Mario dejó de pasar su lengua por mi culo y lo llevó a mi concha ¿O a la de nuestra madre? No lo sé porque estaban pegadas una a la otra, lo cierto es que su lengua, acariciaba la parte del perineo de ambas que unían nuestras conchas con nuestros anos. La mejor parte la llevaba yo pues su lengua recorría no solo esta parte sino que se hundía en mi ano. Cuando noté como nuestra madre queriendo que la lengua de Mario tallase también su ano me di vuelta, haciendo que ella quedase sobre mí.



Aun sin palabras creo que ambos me lo agradecieron, porque al poco tiempo dejé de sentir la lengua de Mario, la que estaba enfrascada en darle satisfacción al culo de mi madre, quien enseguida mojó totalmente mi concha. De su orgasmo si se dio cuenta Mario, pues nuestra madre exhaló, soltando mi boca, un profundo grito.



Sintiéndola acabar se separó de nosotras y colocándose un preservativo, levantó por su cintura a nuera madre y se la ensartó de una, sin ningún miramiento, y empezó a serrucharla, haciéndola llegar casi instantáneamente.



Mi madre, mirándome a los ojos, y saliéndole espuma por los labios me dijo, al tiempo que se sacaba la pija de mi hermano de su concha: “Sentilo vos también”.



No nos hicimos repetir lo dicho y mientras Mario se daba vuelta hacia la izquierda, quedando de espaldas a la cama, ella salió de la pequeña cama por la derecha y se quedó parada viendo que hacíamos.



Yo no perdí mucho tiempo pues viendo la verga enhiesta de mi hermano me senté sobre ella y lo cabalgue, como creo que solo una amazona puede hacerlo.



Mi madre viendo nuestra cara de felicidad, se acercó a nuestros pies y comenzó a lamer mi concha y su verga, haciendo que rápidamente llegásemos ambos a un profundo y sentido orgasmo.



Cuando me recobré, saqué su verga de mi concha y parándome al lado de mi madre y sacándole el preservativo a Mario, comencé a tragar la leche que en él había.



Al acabar de tragarla y ver que nuestra madre le estaba chupando la verga a Mario, sacándole hasta la última gotita de leche, me di cuenta porqué me gustaba tanto tragar la leche que salía de esa hermosa verga.



Cuando Mario abrió sus ojos nos vio a ambas besándole la verga y agarrándonos las cabezas nos dijo gracias.



Ahí se dio cuenta que ya era el mediodía y nuestro padre estaba por llegar por lo cual nos dio avisó y nos fuimos a bañar, terminado lo cual nos encontramos en el comedor y mientras mi madre y yo preparábamos la comida, Mario se puso a mirar la televisión.



Menos mal que Mario se dio cuenta sino nos hubiese encontrado, a los tres teniendo sexo.



Desde ese día, y por casi un mes más, los sábados teníamos sexo los tres juntos, el resto de los días solo la disfrutaba yo.



Cuando nuestra madre se reintegró al trabajo y durante unos dos meses, como su horario era distinto al nuestro, solo cogíamos los sábados aunque durante la semana Mario y yo nos matábamos en la cama.



Más de una vez, cuando ella llego del trabajo nos encontró cogiendo y aunque muchas veces nos confesó que le gustaría unirse a la fiesta no lo hacía porque nuestro padre estaba por llegar, por lo cual dejábamos de hacerlo y nos poníamos a ayudarla a preparar la cena.



Esto se cortó cuando su hermana, que vive en Salta, se enfermó y como ella es soltera y no tiene hijos, mi madre tuvo que ir a cuidarla. Mi padre no pudo ir con ella porque no podía descuidar la librería que atendía y yo como estaba con mis exámenes no pude acompañarla, pero si lo hizo Mario, a instancias de nuestro padre, para que ella no fuese sola.



Mario trato de oponerse diciendo que tenía que dar finales, pero mi padre lo convenció de que solo sería por pocos días, hasta que encontrase a alguien que la ayudase.



Creí que sería un embole quedarme y protesté contra los exámenes, máxime sabiendo que mi madre y mi hermano no desaprovecharían la oportunidad de coger durante todo el día, pero…



Continuará…


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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