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Virginia seducida y entregada al vecino hasta el e

VIRGINIA SEDUCIDA Y ENTREGADA AL VECINO HASTA EL EXTREMO DE SER SU ESCLAVA.- I



 En esta ocasión no voy a contarles ninguna experiencia mia , sino la de una amiga y conocida , esta es la historia de Virginia:



Me llamo Virginia, soy una mujer casada, de 44 años, bien parecida y un buen tipo, de grandes tetas y un culo que no debe de estar mal, pues aún a mi edad  cuando voy por la calle veo como los hombres me miran e incluso alguno que otro me dice algún piropo o alguna barbaridad elogiando mi cuerpo y mis dos partes de él que destacan por su belleza y espectacularidad (mis pechos y mi trasero). Mido 1,65 m de estatura  aunque con tacones, puedo aparentar 1,70. Mi marido, es un ejecutivo de una gran empresa, con un sueldo de cerca de 1,5 millones de euros al año, aparte de beneficios que hay años que duplican el sueldo, (por consiguiente no tenemos problemas económicos) con lo que tengo todos los caprichos y todo lo que materialmente quiero y deseo. Al ser ejecutivo  viaja bastante, por temas de negocios, ausentándose bastante tiempo de casa. Si digo que me tiene abandonada sexualmente, mentiría, pues tenemos una relación sexual muy placentera y buena. Fruto de esta relación es nuestra hija, Rocio, de 21 años y recién casada con un chico de 24 años, son muy felices juntos. Ella tiene un cuerpo (salvando la edad) muy parecido al mío, de tetas grandes y de un culo respingón y muy llamativo.



En el barrio tenemos fama de ser una familia muy respetada, decente y educada, cristiana y muy asiduos a los temas de la iglesia, lo que se dice por fuera de nuestro entrono es que tanto Rocio como yo somos unas beatas, que estamos muy metidas en la iglesia. Y según ha podido llegar a mis oídos por alguna amiga, que tengo fama de mujer muy estrecha y recatada (al igual que mi hija). La verdad es que tienen razón nunca he estado con otro hombre que no sea mi marido y que yo sepa mi hija tampoco que no sea el suyo.



Como buenas cristianas y practicantes, cuando tenemos relaciones sexuales con nuestros maridos no usamos medios preventivos como protección, dado que eso es pecado y como digo nosotras somos muy cristianas y practicantes. Para evitar el embarazo, utilizamos el método de marcha atrás , como se suele decir por aquí en España, es decir cuando mi marido o el suyo notan que se van a correr , se salen rápidamente de nuestras vaginas echándonos todo su semen sobre nuestro monte de Venus o barriguitas, y procuramos no hacer el amor en los días fértiles claves. Yo con este método he conseguido no quedar embaraza, pues a mi hija la tuvimos porque lo deseábamos y lo buscamos.



Vivimos en una urbanización de 4 bloques de pisos, de lujo. Son pisos cada uno de 300 metros cuadrado y de mucho lujo. Posee la urbanización una piscina de verano y otra climatizada, como un gimnasio, con sauna y spas, donde podemos disfrutar.



Hace como un mes y medio o dos meses vive en el bloque nuestro, en el piso de arriba, un hombre muy bien parecido de unos 28 años, nos hemos cruzado varias veces en el ascensor y escaleras y en otros lugares de la urbanización y ni siquiera nos hemos cruzado palabra. Lo que si he podido observar es que cuando pasa a mi lado se queda mirándome, algunas veces hasta descaradamente. El otro día coincidimos en el ascensor y fue la primera vez que me dijo algo y yo le conteste:



“Hola, soy José Enrique su vecino, vivo en el piso de encima del suyo. Nos hemos cruzado algunas veces pero nunca he tenido ocasión de poder saludarla. ¿Cómo se llama? Si no la molesta”



Yo le conteste:



“Soy Virginia, y vivo en el 2ºA , si dice que es mi vecino del piso encima del mío , vivirá en el 3º, pero que letra. Si  ahora que lo dice, me estoy dando cuenta que nos hemos cruzado en la urbanización alguna vez que otra”



Él me contesta:



“Si vivo en el 3º A también”



No tardamos mucho en llegar a mi piso, se abrió el ascensor y yo me despedí de él muy educadamente.



A partir de ese día, no sé si porque se me había presentado o porque, pero parecía como que me le cruzaba y nos juntábamos más veces. De esta forma fuimos cogiendo cada vez más confianza y comenzamos a entablar un poco de amistad.



Me comentó, que vivía solo, aunque de vez en cuando se traía alguna amiga a su piso, etc. Yo le dije que era un poco sinvergüenza, que eso de traerse mujeres al piso y aprovecharse de ellas y después si te he visto no me acuerdo no estaba bien. Le dije que estaba casada y que mi marido viaja mucho por negocios, que tenía 44 años y que tenía una hija, que estaba casada de 21 años.



Yo comencé a acostumbrarme a encontrarme con él, de tal forma que el día que no coincidíamos, le echaba de menos e incluso miraba a ver si le veía. Esto fue sucediendo durante un tiempo como de dos meses, al final era yo la que trataba o deseaba encontrarme con él, incluso había veces que le buscaba. La confianza mutua aumentaba, siempre como amigo, pero no sé que me pasó que llegado un día yo comencé a mirarle de alguna forma que no estaba bien, le empecé a mirar como algo más. No sé que me pasaba pero necesitaba verle y pasar un rato charlando con él, en realidad me estaba empezando a gustar y pasadas unas semanas comencé a imaginar cosas que no debía con él. Por eso me fui a confesar y se lo dije a mi confesor, el cual me tranquilizo, diciendo que eso era o sería esporádico, quizás porque por esa época mi marido llevaba en un viaje de negocio más de 15 días y aún le quedaba estar fuera tres semanas más o un mes a lo mejor necesitaba  o sentía la necesidad de tener algún hombre a mi lado.



Salgo de la iglesia y me dirijo a casa, por el camino, pienso que el señor cura tiene razón, que es solo la necesidad de tener a mi marido a mi lado, pero también me viene a mi mente la imagen de mi vecino José Enrique y deseo verle, pero tengo que luchar para evitar encontrármelo. Llego a mi urbanización, deseando por un lado no encontrarme con él pero por otro lucho por el deseo que tengo  y la necesidad de verle. Por fin llego al ascensor entro y no me le he encontrado, doy al número de mi piso, llego me bajo y entro en casa. Me cambio de ropa y me pongo cómoda. Pero al hacerlo me pasa algo que nunca antes me había pasado, he llevado mi mano a mi sexo y me le he acariciado y la otra mano libre a mis pechos y me los sobo, pero me los sobos pensando en mi vecino y deseando que mis manos fueran las suyas. Por Dios, que hago, estoy pecando de pensamiento, estoy deseando y pensando en mi vecino. Hago un esfuerzo y dejo de tocarme y acabo de vestirme. Me voy al salón y prendo la TV y veo una serie que están echando en esos momentos y me pongo a verla, pero al cabo de un rato me doy cuenta que aunque estoy mirando la pantalla no veo lo que en ella se reproduce, en mi mente de nuevo tengo la imagen de José enrique y de nuevo me estoy  acariciando. No puedo más, estoy volviéndome loca, no puedo luchar contra las ganas de volver a verle, de modo que me levanto apago la TV y volviendo a mi cuarto, me visto de nuevo con ropa de calle y salgo a  la urbanización a ver si me cruzo con él. Llevo dando vueltas casi una hora y no he conseguido verle, entonces decido ir a su casa, pero tengo que disimular, para ello antes de subir a la suya, paso por la mía, cojo una taza vacía y me dirijo a su casa. Llamo al timbre y a los pocos segundos se abre la puerta y ante mi aparece la imagen de mi deseado vecino. A mí se me debió iluminar mi rostro, pues él al notarlo dibuja una sonrisa en su rostro y me pregunta:



“Hola Virginia, que deseas”



Yo quedándome un rato callada y después medio tartamudeando, le digo:



“Ve, venía a ver si tienes un poco de azúcar que necesito, para un bizcocho que voy hacer”



Él entonces me dice:



“Pasa, voy a ver, pero no te quedes en la puerta”



Yo aún, haciendo un esfuerzo le digo:



“No, no entro, te espero aquí…no estaría bien que me vieran entrar en tu casa sola”



Él me dice:



Mira Virginia, se que la tengo, pero no sé donde, la busco y te la bajo, por si te quieres bajar a tu casa en vez de esperar, si tienes tanto miedo a que algún vecino te vea en mi casa.



Yo toda colorada, me doy la vuelta y sin decir nada salgo corriendo y cojo las escaleras y me bajo a mi casa.



Llego a mi piso, entro y me dirijo derecho a mi cuarto, y tras haberme cambiado (me he puesto a propósito, una batita semitransparente que enseña pero a la vez tapa, tampoco quiero que él piense que soy una fresca, pues no quiero que pase nada, solo quiero que me vea y si fuera posible que él comience a desear estar también conmigo, aunque al estar yo casada nunca lo esté. No han pasado ni diez minutos cuando oigo el timbre de la puerta, voy a la misma miro a través de la mirilla y veo que es mi vecino, abro y me dice:



“Virginia, tome su tacita con la azúcar que me ha pedido, espero que con esto tenga suficiente”



Yo se la cojo y mirándole un rato a los ojos, no sé qué me pasa y le digo:



“Pasa José Enrique, pase por favor, no se quede en la puerta”



Me retiro a un lado y él pasa ante mi hacía el interior de mi vivienda. Yo cierro la puerta y él a mi lado espera. Entonces yo comienzo andar hacía la cocina donde dejo la taza de azúcar y vuelvo a salir. Entonces le digo:



“Ven, vamos  al salón , ¿quieres tomar algo?. “



Nos dirigimos al salón y nos sentamos, él me dice:



“Bueno si me trae una cerveza me la bebería”



Yo de nuevo salgo hacía la cocina y regreso con un vaso muy frio y una cerveza, se la doy y me siento frente a él. Al hacerlo procuro dejar parte de mi muslo (unos 10 centímetros por encima de mi rodilla) al aire para que él lo vea. Me estoy comportando como una descarada y le digo.



“José Enrique, no pienses que soy una descarada por dejarte entrar en casa sin mi marido en ella y estando yo sola. Es que no sé qué me pasa, me siento tan sola, pues mi marido hace ya más de quince días que esta fuera de viaje y lo echo de menos y me siento sola. Pues mi hija aunque viene de vez en cuando, pero no se queda pues como es lógico debe de estar con su marido.



El entonces, mirándome y dudando un poco lo que va a decir me dice:



“No tome lo que la voy a decir a mal, pero si quiere  y para que se distraiga un poco, puedo esta noche invitarla a salir y cenar en un restaurante, no pasará nada, será una cena de dos amigos. No creo que su marido diga nada por ello, es más le puede decir la verdad, que me encontró y me contó que se sentía sola y que yo también estaba solo y que para pasar ambos un rato en compañía la he invitado.”



Yo veo como al decir esto me mira mi cuerpo que se encuentra cubierto, pero insinuante bajo mi bata semitransparente y eso me comienza a calentar un poco, haciéndome sentir un escalofrió por todo mi cuerpo. Y le digo:



“No sé, no sé José Enrique, no sé si estará bien es que……”



Él no me deja acabar y me dice:



“No quiero forzarla, ni apurarla, piénselo y luego a eso de las siete y medía bajo, toco a la puerta y si se decide, nos vamos a cenar y si no, no pasa nada, yo vuelvo a mi piso y tan amigos.



Tras marcharse mi vecino, yo me siento y me quedo pensando un rato en él. Pienso en su planta,  en el cuerpo que tiene, lo amable que es conmigo, etc., todo esto me hace sentir algo que nunca antes había sentido y que hace y me empuja a tocarme mi sexo y mis pechos,  y me hace sentir un cosquilleo cuando estoy ante él por todo mi cuerpo. Solo venirme su imagen a mi cabeza hace que mi sexo se moje y me sienta caliente, hasta el extremo de en muchas ocasiones acariciarme y meterme uno de mis deditos en mi sexo. Pero a la vez que pienso en esto se me vienen pensamientos de culpa por todo esto y sobre todo por mis pensamientos hacía él y por mi comportamiento. Todo lo que estoy pensando y haciendo va contra mi forma de ser, de actuar, contra mi educación católica, me siento como que estoy cometiendo un pecado muy grande, no sé qué me pasa, pero desde un tiempo deseo verle y encontrarme con él, hablar y pasar un rato juntos. Pero por eso no es menor el amor y deseo hacía mi marido, tengo tal lio en la cabeza que no se qué hacer.  Me salgo de estos pensamientos y comienzo a pensar si aceptar o no la oferta de salir a cenar con mi vecino, comienzo a sopesar lo que él me ha comentado sobre lo que pueda decir o no mi marido, tiene razón que va a decir, seguro que nada pues pensará que hago bien en salir y expandirme para no sentirme tan sola cuando el no está. Él sabe que José Enrique es un buen vecino, que es amable y correcto y que no pasaría nunca nada con él.  Pienso también que lo mejor por otra parte sería no decirle nada, de mi amistad con José Enrique, pues a lo mejor no le gusta que otro hombre más joven que él se haya fijado en mí  (aún siendo yo ya una mujer madura y un poquito gordita por los años) y que incluso me invita en su ausencia a cenar con él.



Pienso también que aún le quedan  tres semanas o un mes  por regresar a mi marido de su viaje de negocios y que son muchos días para estar sola en casa sin salir a distraerme un poco. Esto hace que la idea de salir con mi vecino a cenar y el deseo de estar junto a él, cada vez me agrade más, entonces tomo una decisión: saldré a cenar esta noche con mi vecino José Enrique, y no diré nada a mi esposo, será mi secreto. Esta decisión hace que sienta como mis pezones se ponen duros y me aumentan de tamaño y mi coñito se me moje del todo y el clítoris se me endurezca y se me ponga tieso y salido, no puedo por menos que llevar mi mano por debajo de mis bragas a esa zona y comenzar a acariciarme mi sexo entreteniéndome en tocarme una y otra vez mi clítoris, hasta que consigo correrme en mi mano. Es la primera vez que me masturbo, pues siempre me han enseñado que es pecado y no debía hacerlo, por Dios he pecado, me siento sucia y en pecado, pero a la vez ha sido tal el placer que he sentido que me ha gustado, tenían razón las monjas y los curas el pecado es de tal placer que por eso hay que ser fuerte y procurar y evitar la tentación de caer en él.



Estoy muy nerviosa, me voy a mi habitación, me desnudo del todo y me miro al espejo de cuerpo entero de mi armario. Me refleja mi figura desnuda, me observo y la verdad es que no me veo mal para mi edad, un poquito de tripa, (la verdad no mucha) y un pelín gruesa tampoco mucho, creo que mi cuerpo sería aún apetecible a cualquier hombre que pudiera tenerme entre sus brazos y poseerme. Quedan apenas dos horas para que llegue José Enrique a buscarme, debo apresurarme a prepararme. Me dirijo al cuarto de baño y me meto en la ducha, dándome una buena y reconstituyente ducha caliente, que lava y limpia todo mi cuerpo, quitándome los restos de los jugos que he echado con mi masturbación. Aunque se  y pienso que no va a ocurrir nada extraordinario ni fuera de lo normal (solo cenaremos y conversaremos amigablemente) me lavo bien mi sexo y culo, el bello en él no me lo toco, me gusta tenerlo poblado y es así como le encanta a mi marido. Igual que tampoco me depilo mis axilas, pues me gusta llevar pelitos en ellas, sé que esto excita a muchos hombres y me gustaría tanto que mi vecino fuera uno de ellos, para poder mostrárselo como por descuido cuando estemos juntos y de esa forma excitarlo. Luego tras ducharme y secarme comienzo a maquíllame, muy poquito, no me gusta ir muy pintada ni maquillada, me encanta parecer natural, me  pongo un poquito de perfume, sin exceso y voy a mi armario y elijo la ropa que me voy a poner.



Abro el armario , miro varios vestidos que tengo colgados en él y al final me decido por uno negro, que me queda muy entallado, quiero marcar un poco, para excitar ( pero sin pasarme )a mi acompañante, es un poco corto  pues me queda como a unos 22 ó 25 centímetros por encima de mis rodillas. Le cojo y le tiro encima de la cama, luego me dirijo a la cómoda y abro el cajón donde guardo mi ropa interior, saco unas braguitas también negras transparentes y de encaje (yo no uso tangas pues no me gustan, prefiero las braguitas no muy grandes, más bien pequeñas, pero sexis, pues pienso que cuando me desnudo delante de mi marido este tipo de prenda le excita  y es más erótica que una tanga). Cojo un sujetador que hace juego con las braguitas y le tiro también encima de la cama. Luego busco un liguero también negro y con bordados rojos  y a este le acompaño con unas medias tipos cristal también negras con blondas negras y rojas en su extremo haciendo de ligas.



Comienzo a vestirme, primero me pongo mis braguitas, me quedan muy ajustadas y con la cantidad de pelos que tengo en mi coño y entrepierna, sale gran cantidad de ellos por los laterales de la prenda intima. Luego cojo el sujetador y me le coloco, me queda un poco pequeño apretando mis grandes y duros pechos, me miro al espejo y parece como si quisieran salirse mis tetonas de ellos. Vuelvo a mirarme, me veo bien. Después cojo y me pongo el liguero atado a mi cintura, me veo muy excitante y sexi con él puesto haciendo contraste el conjunto interior y este con lo blanco de mi carne. Me siento en la cama y me coloco las medias que ato a los cordeles y trabillas del liguero que llevo puesto. Luego me pongo de pie y de nuevo me miro al espejo. Cojo el vestido y me lo pongo me lo coloco y me miro otra vez al espejo. Me queda muy entallado y algo corto, no sé si ir con él o quitármelo, pues enseño bastante mis piernas y seguro que al sentarme todavía enseñaré más y no me gustaría parecer una desvergonzada ante los ojos de José Enrique. Vuelvo a mirarme y pasarme mis manos por encima del vestido, se me marca mucho el sujetador, pero el vestido me queda muy bien y es fino y elegante, sino fuera como acabo de decir por lo corto, pero pienso. No enseño nada, si de acuerdo es un poco corto, pero cuantas mujeres de mi edad visten así de corto e incluso más y se las ve tan normal, ¿Por qué voy a ser yo diferente a ellas), pero lo que no me gusta es que me marque el sujetador y encima me molesta y me hace daños en mis pechos, mejor me lo quito. Vuelvo a sacarme el vestido, me quito el sujetador y me le vuelvo a poner. Me miro ahora otra vez al espejo y ya no se nota el sujetador, pero ahora lo que se notan son mis pezones, de nuevo dudo en ponérmelo o quitármelo, cuando estoy en esto suena el timbre de la puerta, no sé qué hacer ir, quitarme el vestido y después abrir, no sé. Al final decido no hacer esperar al que este llamando y voy a la puerta y abro.



Al hacerlo me sorprendo, es José Enrique que ya viene a buscarme, se me han pasado las dos horas y no me he dado cuenta, viene muy elegante vestido con traje y corbata italiana, esta impecable, él me dice:



“Buenas noches,  mi linda vecina, ¿Qué ha decidido?”



Yo al verlo me pongo colorada y siento un poco de vergüenza, noto como se me empieza a mojar mi sexo y como mis pezones se endurecen y se marcan más aún en mi vestido ( ahora me arrepiento de no habérmelo quitado antes de abrir la puerta), yo entonces le contesto:



“José Enrique, he decidido hacerte caso y aceptar tu invitación. Pero no te quedes ahí pasa un momento”



Él entra y al hacerlo cierro la puerta y continúo diciéndole:



“Espera un momento, voy a cambiarme de vestido, este me marca mucho y no me parece muy adecuado”



Entonces él me dice:



“No te lo quites, te queda muy bien y a mí me gusta, estas estupenda y muy bella”



Yo me sonrojo y le digo:



“Entonces no te parece atrevido, crees que voy bien, que no es descarado, ya sabes que yo soy muy recatada y no me gusta que hablen y hagan comentarios sobre mí en el vecindario”



El continúa diciéndome:



“No, no seas tonta, no es nada descarado y es perfecto para una señora tan decente y educada como tú. Vamos a ir a cenar al restaurante de un paisano mío, a un restaurante cubano que tiene una buena música de salsa ¿sabes bailar salsa Virginia?”



Yo nerviosa le contesto:



“No sé si sabré bien, José Enrique, no he bailado nunca música cubana. Y no sabía que fueras cubano, que sorpresa  y que país tan bonito”



Él me dice:



“Sí, soy cubano, pero llevo tiempo en España, y aún hay más cosas que no conoces de mí, que si continuamos con nuestra amistad te iré diciendo (incluso de mi vida privada). Y por lo del baile, no te apures yo te enseñare. Me alegro mucho que hayas aceptado acompañarme, verá como lo pasamos bien y nos divertimos”



Yo cojo, voy a mi cuarto y le hago caso: no me cambio de vestido, me pongo unos zapatos de tacón no muy alto de unos 5 centímetros, cojo mi bolso, salgo de la habitación y le digo:



“Lista ¿marchamos?”



Salimos de mi casa, la cierro y entramos en el ascensor. Yo estoy nerviosa y al sentir el olor a macho de él cerca de mi aún me pongo más nerviosa. Él me mira de arriba abajo y nota mi nerviosismo, yo para disimular algo le digo:



“José Enrique ¿Por qué me miras así?, estoy un poco nerviosa”



Él me contesta:



“Es que estás muy linda, muy guapa, Sra. Virginia y tiene un cuerpo que cualquier jovencita la envidiaría y más con ese vestido que la queda como un guante y la hace preciosa y resalta aún más su figura y belleza”



Yo un poquito ruborizada y avergonzada le contesto:



“No diga eso, si yo ya soy una mujer madura y seguro que has visto y tienes a mujeres más jóvenes que yo siempre que quieras”



Él me contesta:



“Sí tienes razón, puedo tener y de echo tengo, mujeres más jóvenes que usted cuando quiera, pero usted es muy hermosa y es el tipo de mujer que me gusta y perdone que sea tan sincero, pero es la verdad, espero no haberla molestado con mi comentario”



Yo le digo:



“Por Dios José Enrique, soy una mujer casada y educada y criada bajo las normas de la iglesia católica, y esto me hace sentir en pecado. Tengo que confesar todo esto y más ahora con todo lo que en estos días me está pasando con usted”



Esto último se me ha escapado y lo he dicho sin darme cuenta en voz alta y él me ha oído y enterado. Entonces para arreglarlo y evitar que mi vecino se dé por aludido o pueda pensar lo que en realidad me está pasando, yo al decir lo anterior he bajado mi cabeza al darme cuenta de lo que ha salido por mi boca, y me he puesto muy colorada de vergüenza, y entonces   le digo:



“Perdona, no tiene nada que ver con usted. Solo que me gusta siempre permanecer limpia de pecados y usted sabe que la mente a veces se va y tenemos malos pensamientos que debemos confesar”



Él me mira y me sonríe y me dice:



“Virginia, no me llame de usted, yo creo que con la confianza que hemos cogido en estos días es mejor que los dos nos tratemos, al menos mientras estemos solos de tú, es más cordial y cercano ¿no la parece?”



Yo con una sonrisa en mis labios le contesto:



“Está bien, tienes razón, nos tutearemos”



Al acabar de decir esto se abre el ascensor y ya estamos en el garaje. Muy educadamente me deja salir a mí primero, luego sale él y yo siguiéndole, nos dirigimos hacia donde él tiene aparcado su vehículo. Llegamos a él me abre la puerta del mismo, entro en él y me siento. Al hacerlo el final de mi vestido se sube algo más de la cuenta, dejando (al entrar él y sentarse en el asiento del conductor) a la vista de mi vecino gran parte de mis muslos, cosa que a él no se le pasa desapercibido, pues me los mira con insistencia, haciendo que yo me sienta incomoda y avergonzada, pero a la vez al ver su interés por ellos siento como eso me excita y me gusta que me mire mis muslos.



Arranca su vehículo y abandonamos el parking de la urbanización y nos dirigimos hacía el restaurante del que me ha hablado, está en una zona no muy recomendable de la ciudad, justo enfrente de una especie de Casa –Club en el que acuden gran cantidad de hombre y hay un luminoso con la figura de una mujer semidesnuda. Yo me quedo un momento mirando la fachada del Club, como extrañada y entonces José Enrique agarrándome de mi brazo me dice:



“No temas, por la zona, esta todo controlado, no pasará nada, el restaurante es aquí, eso de enfrente es un Club, o si quieres podemos llamarlo una discoteca algo especial, pero no te preocupes que hoy no vamos a entrar en ella”



Le sigo y miro la fachada del restaurante. Es una fachada normal de restaurante, tirando un poco a medio, no es de alta categoría, en el que hay un anuncio que pone: “Restaurante Cubano  La Habana”. Al llegar a la puerta él empleado que nos recibe en la puerta nos dice:



“Buenas noches, bienvenido  Sr. José Enrique, siempre es un placer recibirlo. Pase usted que ya su mesa está preparada como ordenó usted. El encargado ya ha advertido al servicio que es una noche muy especial para usted y su acompañante”



Al decir esto me mira a mí y me dice:



“Espero que tenga una maravillosa noche señora y que todo sea de su agrado”



Yo le contesto, educadamente:



“Gracias”



Nos sentamos y me doy cuenta que el interior del restaurante no tiene nada que ver con el aspecto exterior y la zona donde está, pues en el interior se respira un lujo y un ambiente exquisito. La noche nos acompaña, es una noche clara y sin frio, excepcional si queremos permanecer o tomar algo en la terraza del local. Yo una vez que estamos sentados le digo a mi vecino:



“Qué bonito y hermoso es este local, José Enrique, no lo conocía aunque ahora al volver a leer el nombre recuerdo que alguna vez he oído hablar de él, gracias por traerme aquí, pero no debías de haber elegido un restaurante como este, pues debe de ser muy caro y yo me hubiera dado igual haber ido a otro más modesto. Pues de lo que se trataba es de estar juntos, distraernos y pasar la noche dándonos compañía al estar los dos solos, nada más y sin necesidad de estos excesos”



 Yo al decir esto no dejo de mirarle y observarle, no sé qué me pasa pero me gusta mirarle y verle, observarle, al hacerlo me siento a gusto. No sé qué me pasa al estar con él que nunca antes me ha pasado y sentido al estar con otra persona fuera de mi marido. A la vez que estoy a gusto y se me pasa el tiempo volando y sin darme cuenta al estar con él, siento también una cosa extraña dentro de mí y al estar a su lado, o al rozarle  o tocarle noto en mis partes sexuales más sensibles (sexo y pechos) un cosquilleo que me  hace ponerme caliente y siento como se me moja mi sexo y endurecen mis pezones.



Él entonces me dice:



“Tú te mereces esto y mucho más, a demás me apetecía venir aquí contigo y que lo conocieras, el dinero o lo que cueste no tiene importancia, lo que me importa es que tú hoy disfrutes y te sientas a gusto a mi lado. Si quieres  podemos tomar una copa en la terraza en los altos y después bajar a cenar aquí a la mesa y si te animas tras la cena, Virginia a bailar un poco de salsa…. Esta terraza es un lugar especial al que no todas las personas que están en el restaurante pueden acceder a ella”



Yo sorprendida le digo:



¡Oh …..”



Me quedo un poco dudando y entonces José Enrique con voz imperativa, como si fuera una orden que diera a una sirvienta me dice:



“! Venga ¡”



Yo no sé porque incluso percibiendo como si me lo ordenara, me siento como que me domina y sin decir nada acepto siguiéndole sus pasos. Nos encaminamos hacía un ascensor, entramos en él y cuando se para y se abre la puerta del mismo, aparece ante mis ojos una hermosa terraza muy bien y tenue iluminada desde la que podemos observar todo Madrid, es un verdadero y bello espectáculo. Examinando un poco la terraza, puedo ver que solo estamos nosotros, no hay nadie más ni nada más, solamente una mesa con una jarra llena de Martini y un camarero esperando nuestras órdenes. Entonces José Enrique me dice:



“Espero que te gusten los Martini, Virginia”



Vuelvo a mirar de nuevo mi entorno, y descubro en un rincón, un cuarteto de cuerda, que comienza a tocar una melodía suave, entonces mi varonil vecino,  acercándose a mi cara y oído con una sonrisa en su rostro me dice bajito:



“Pensé que la primera canción podríamos bailarla aquí”



Yo no le contesto. Entonces se nos acerca el camarero con dos vasos helados llenos con Martini en el que va una aceituna. Cada uno cogemos uno y José Enrique le dice:



“Gracias Manuel, ya se puede retirar”



El camarero le contesta:



“Gracias a usted D. José Enrique, es un gran honor servirle y me alegra mucho cuando nos visita usted, que tenga buenas noches”



Yo me llevo el vaso a mis labios y lo pruebo y me gusta, entonces con una sonrisa y un poco nerviosa,  le digo a mí acompañante:



“José Enrique, está muy rico, aunque un poco fuerte y no sé cómo me sentará, pues no estoy acostumbrada a beber, espero que no me haga daño. Las monjitas en el colegio me decían que una mujer decente, nunca debería tomar bebidas alcohólicas con hombres que no conocen y no son familia al no ser que estén con su esposo, pues tú sabes……. “



Dejo la frase sin acabar, pero bien definido y claro lo que quiero decir. Los músicos comienzan a tocar una nueva canción, esta vez caribeña suave y romántica, yo aun nerviosa, para calmar estos nervios, me tomo todo el Martini y siento el calor que da el alcohol al llegar a mi estomago y noto como me va subiendo algo a mi cabeza.



Acaba de sonar la canción que tocaban  y comienzan de nuevo a tocar otra, cuando llevan unos compases la reconozco es “Somos novios” de Manzanero, es una canción que siempre me ha gustado. José Enrique me mira a los ojos  y yo de nuevo me sonrojo, no solo de vergüenza sino que noto que el Martini comienza hacerme efecto.  Mi vecino se acerca a mí y con su voz imperativa me dice:



“Esta es suave para bailar, Virginia, ven”



Yo como si no tuviera voluntad, me acerco a él, obedeciéndole, mientras que José Enrique me coge por mi cintura y me lleva a una parte de la terraza que se encuentra en penumbra. Me coge entre sus brazos y comienza a moverse al ritmo de la música. Él se pega a mi cuerpo y yo siento inmediatamente un bulto en sus pantalones que se frota descaradamente contra mi vagina, protegida por mis bragas y la fina tela de mi vestido. Al ser tan fina la tela del vestido sé que el debe notar el calor que mi sexo al contacto con el bulto de él, debe de despedir, pues en verdad tengo mi coñito en esos momentos que parece un volcán. Él al notar el calor y mi excitación pega aún más su bulto a mí y noto que su miembro esta duro como el hierro y que es bastante grande. Estoy excitándome muchísimo y recuesto mi cabeza en su hombro. Entonces él me coge fuerte por mi cintura y me pega mucho más a él, lo que hace que siento su gran pollón contra mi chochito mientras bailamos, el ritmo de la música es suave y sensual, yo me dejo llevar por él que no hace más que apretar mi cuerpo cada vez más al suyo. En esos momentos me dice bajito a mi oído:



“Me gustas mucho, Virginia y también cuando estoy contigo me encuentro muy a gusto y por lo que estoy viendo a ti te ocurre lo mismo también”



Yo me arrimo y pego, si esto es posible más a su cuerpo y le contesto:



“José Enrique, no digas eso, soy una mujer madura y seguro que tú tienes todas las mujeres jóvenes y bonitas que quieras y seguro que mucho más bellas que yo. Además soy una mujer casada y madre de familia, por favor no me digas esas cosas, no está bien ni es decente”



Al decir esto, me doy cuenta de mi excitación y del estado en que me encuentro y yo sola me pego aún más a su cuerpo buscando que este toque su miembro duro. Siento y noto como él con seguridad y dominando la situación me tiene sujeta a él de tal forma que no puedo moverme, entonces él  acerca su boca a mi cuello y comienza a besármelo  con pequeños besos. Siento sus calientes labios besando mi cuello y su lengua pasándomela a lo largo del mismo acercándose hacía la zona de mi oreja  a la cual llega y me la chupa, la da mordisquitos pequeños y cariñosos. No sé qué me pasa, no sé porque no paro todo esto, pues está llegando bastante lejos, en mi interior no quiero hacerlo pero a la vez lo deseo, estoy pecando y no debo hacerlo, pero es tan agradable y me da tanto placer que no puedo evitarlo. Estoy sintiendo mucho placer, casi me desmayo de gusto del placer que su lengua y labios me están dando. Noto mi sexo todo mojado y expulsando jugos, los jugos que me producen el placer que estoy sintiendo, noto que parte de ellos empiezan a correrme por mis muslos hacía abajo a mi pierna, pero  no me importa el nota mi excitación y comienza a moverse  más sensual para que sienta más en mi cuerpo su miembro, su pingón que si no fuera por la educación que me han dado se le cogería ahora mismo con mis manos, pero es pecado y no debo hacerlo. Mi marido no se merece esto, debo de pararlo, no debo de continuar, pero es más fuerte el deseo que siento que lo que mi cordura y educación me dice que debo de hacer. Muevo mi cara, le miro a su cara y como hipnotizada, abro mis labios y él viéndolo aprovecha abandona mi oreja y acerca sus labios despacio poco a poco a los míos. Yo abro aún más mi boca como pidiéndole que lo haga le enseño sin querer mi lengua ardiente, entonces él acerca por fin su boca (también abierta) a la mía y nos fundimos en un dulce e intenso beso  con nuestras lenguas incluido jugando cada una en el interior de la boca del otro. De pronto se me viene a mi mente el pensamiento de que estoy dando mi primer beso, no de amigo, sino de pasión a un hombre que no es mi marido.



Noto como José Enrique va bajando su mano a lo largo de toda mi espalda hasta llegar a mi duro y gordo culo maduro, el cual se recrea en tocármele y sobármele a place, lo que hace que aún me suba más mi calentura y apriete más mi cuerpo hacía él buscando que su pene toque por encima de mi vestido mi coño que en esos momentos arde como una hoguera. Yo le beso con pasión, lo necesito, necesito tener alguien a mi lado, hecho tanto de menos a mi marido, quisiera que fuera él el que me tiene entre sus brazos y no estar cometiendo este pecado tan grande, le quiero y amo tanto, pero está de viaje, no está ahora aquí, ahora que necesito tenerlo, entonces como para justificarme y como último esfuerzo para rechazar  esta infidelidad le digo:



“José Enrique, que me haces, es muy malo con esta pobre madura, tocándome así, me esta haciendo pecar y no quiero por favor, no siga, por favor….aaaahhhh, no sea malo…..”



Él apretándome más a él y refregándome descaradamente y ya sin disimulo su paquete por encima de mi coño me dice:



“Entrégate, Virginia, yo sé que te gusta, ¿a que es así, te gusta Virginia, te gusta?



Yo no dejo de mover también mi cuerpo para rozarle con el suyo, y sé que esto me está delatando lo que realmente estoy sintiendo en mi cuerpo en esos momentos, por eso estoy segura que él me a preguntado esto.



No le contesto y doy ya la batalla por perdía, me relajo y me dejo llevar por el momento poco a poco. Siento mi cuerpo tan caliente y con tantas ganas de hacer y cometer esa locura. Hasta el momento mi vecino se ha comportado como un señor, quitando esta parte en la que se ha atrevido a besarme y con ello me ha hecho perder mi compostura. Yo noto que él también debe de estar muy excitado y que si me ha dado el beso es porque tampoco se ha podido reprimir, pues siento su polla durísima como se roza con mi chochito , que con este vestido y mis braguitas tan finas (ambas prendas) lo siento como si rozara directamente con los labios de mi coño. Yo le vuelvo a decir:



“José Enrique, esto es una locura, si, si me gusta y si te digo la verdad lo deseo, pero es una verdadera locura. Este beso, Dios mío, que pecado. Yo nunca en mi vida había besado así a ningún hombre que no haya sido mi marido. Que Dios me perdona, por haber y estar sintiendo esto que siento en estos momentos y que me ha hecho pecar, pero….”



Él se queda un momento callado, pero sin dejar que me separe de él,  continúa acariciando mis nalgas y se pega aún más a mí para sentir el contacto de mis pechos  en su cuerpo, sabe de sobra como estoy de caliente y entonces me dice:



“Virginia, déjate llevar de mi mano, disfruta, si tú no quieres tú marido no se enterará de nada de lo que está pasando y pueda pasar esta noche aquí entre los dos, el aún estará fuera varias semanas más, piensa lo sola que estarás….”



Sus palabras son sabías, para minar aún más mi poca resistencia a entregarme a él, yo  le contesto:



“Dios porque, porque José Enrique me dices esto en vez apartarte de mí, no ves que no puedo más que estoy luchando para evitarlo con todas mis fuerzas, por favor…..”



Pero no soy capaz de acabar la frase y abriendo mi  boca me lanzo a por la suya y le beso introduciendo mi lengua hambrienta dentro de su deseada boca. Entonces, el sabiendo en el estado de calentura en que me encuentro, me hace una pregunta directa y que no esperaba:



“Quieres tocarme, Virginia, quieres tocar mi miembro, se que lo deseas aunque tu educación hace que no lo digas y que no lo hayas hecho ya, pero tus palabras y hechos te delatan, querida vecina”



Es verdad que lo deseo, que deseo tocarle su miembro, lo siento contra mi coñito y me pregunto cómo será en realidad. Le miro a los ojos y él entonces coge mi mano y me la lleva sobre el bulto que forma bajo el pantalón su miembro, mi mano tiembla al tocar el bulto, pero él me la sujeta con fuerza, entonces le digo:



“Ahí Dios mío, José Enrique, como la tienes de dura. Me da tanta vergüenza estar haciendo esto, que pensarás de mí”



Él entonces me calma diciéndome:



“Tranquila, estamos solos, además nadie nos molestará y si alguien entra rápidamente vendrán a sacarle de aquí, pues el local tiene por todo el y su recinto  (en cada rincón, estancia, sala, apartados, reservados) un sistema cerrado de televisión grabando todo. Si eso ocurre le verán y le invitarán a salir. He dado órdenes para que nadie pueda entrar. Te diré algo que antes no he querido decirte, yo soy socio  mayorista (90%) propietario  de este local y de otros más de esta zona y otras de Madrid y de otras poblaciones de España, es mi negocio, por eso tranquila que nadie nos molestará ni dirá nada de lo que aquí pase”



Yo entonces más tranquila, sigo palpándole su miembro sobre el pantalón y entonces él llevando su mano a la zona donde está la mía, se baja la cremallera de su pantalón y se saca fuera de él su miembro, lo miro y lo veo es inmenso y no puedo por menos que decirle (sorprendiéndome yo misma de mis propias palabras):



“José Enrique, tienes un monstruo, muy hermoso, entre sus piernas. Dios mío, pensaba que mi marido la tenía grande, pero tú aún la tienes más larga y gruesa que él y eso que la suya mide 22 centímetros de larga por 5 de diámetro de grosor, pues un día haciendo el amor, le pregunte cuanto medía y me dijo que no sabía, entonces cogimos un metro y la medimos y fueron esas medidas que le he dicho. ¡Oh Dios mío! No debía de haberle dicho esto, estoy tan caliente que ya incluso le digo cosas tan intimas mías y de mi matrimonio como estas, por favor  que vergüenza, que pensará usted de mí”



Él me dice entonces:



“Intimidad, por intimidad, te diré que el mío mide 26 centímetros de largo por 6 de diámetro de gruesa, ¿contenta, sabiendo mis medidas?”



Yo entonces le sonrió pícaramente. Él me acaricia mi mano y me la lleva a que toque  su miembro libre ya totalmente de ropas que le cubran. Yo entonces le digo:



“No, por favor, no debo de hacer esto. Por favor José Enrique no me fuerce….”



El nota que esto se lo digo sin ninguna convicción, solo para justificar mis actos. Yo al tenerlo entre mis manos al tocar lo siento caliente, su tacto me es agradable, noto como a medida que se le acaricio cada vez se le pone más duro. Yo que al entrar en esa terraza era una mujer pura, que nunca había besado a otro hombre que no fuera mi marido, ahora mismo estoy muy mojada. Seguimos bailando el me tiene pegada todo lo que puede a él, quiere sentir mis pezones duros contra su pecho. Yo no suelto su miembro, le agarro con fuerza como si se me fuera a escapar y eso no quiero, deseo  tenerle entre mis manos, sentir su calor, sus venas y su dureza. Él de nuevo comienza a besar mi cuello y a pasar su lengua por él, esto hace que me relaje.



Él deja de bailar y agarrándome por mi cintura y pegándome todo lo que puede a él y yo sin soltar su miembro, y dirigiéndonos hacía la mesa donde está el camarero, me dice:



“Vamos a continuar disfrutando, querida, de los Martini, la noche es joven, no tenemos prisa, tras tomar estos, si quieres iremos a un reservado para cenar y de esta forma estar más íntimamente sin necesidad de estar a los ojos de los demás”.



Yo para poder coger la copa, suelto el gordo miembro de él, que apenas podía abarcar con mi mano. Tomo el Martini y me pego a la barandilla de la terraza y siento como él se pega a mí y noto su miembro desnudo contra mis nalgas. Yo me giro y me hecho hacía delante con la intención se pegue más a mis nalgas y si es posible se coloque con cualquier movimiento que haga entre mis dos muslos, en esos momentos me siento deseada y muy caliente. Lo noto y al final consigo colocarlo entre mis piernas, siento su pene tocando mis braguitas y prácticamente tocando mis labios vaginales, solo con ese contacto siento algo extraño en mi entrepierna, noto que estoy a punto de correrme y de tener un orgasmo, voy a gritar de gusto y placer, es la primera vez que me viene un orgasmo sin que me toque mi marido mi clítoris y acaricie mi  sexo y sin tener  su miembro dentro de mi vagina. Para evitar el grito me agarro a su cuello y callo mi grito de placer con un beso en su boca.



Cuando acabo de venirme, voy deshaciendo poco a poco el beso y tengo que sujetarme a su cuello, pues del placer tan intenso que he sentido las piernas me flojean y necesito apoyarme en él.



Él me sostiene y se sonríe, sabe que ha ganado esta primera batalla, entonces me dice:



“¿Has disfrutado, Virginia? ¿Quieres que vayamos ya a cenar?



Yo no digo nada, solo asiento con mi cabeza, la cual apoyo en su hombro.



Él entonces, dirigiéndose al camarero, el cual no ha quitado la vista de la escena y puede observar el pene desnudo de su Jefe aún metió entre mis piernas les dice:



“Juan, por favor, dile a Javier que no cenaremos en el comedor del restaurante, que disponga de la mesa que tenía reservada y que prepare otra en el reservado principal, pues quiero cenar en privado y sin que nadie me moleste con Virginia”



José Enrique entonces saca su miembro de entre mis muslos, y se le guarda de nuevo dentro de su pantalón. Yo voy a limpiarme los jugos de mi orgasmo que me escurren por mis muslos y piernas y entonces él me dice:



“Por favor no lo hagas, quiero que permanezcas toda la noche sin limpiarte tu sexo, ya lo harás cuando llegues a tu casa”



Me lo pide por favor, pero con una voz tan imperativa que es como si me lo ordenara. Yo no sé porque, pero me siento empujada  (deseando realmente en limpiarme y lavarme) no sé por qué fuerza a hacerle caso y no me limpio. Esperamos unos dos o tres minutos más en la terraza contemplando Madrid de noche y luego me da la mano, yo se la agarro y al salir de la terraza y entonces me dice:



“Ahora vamos al reservado que he elegido, para estar tranquilos cenando nosotros, es de los que tiene el restaurante el mejor, espero que te guste y te sientes a gusto, estaremos solos tú y yo y el camarero que nos servirá. No te preocupes por él, es el más eficaz y el más reservado, nunca hablará ni dirá nada de lo que oiga y vea en él, es sordomudo, por eso lo he elegido”



Vamos hacía la zona de ascensores y le cogemos y bajamos solo un piso, al abrirse el ascensor aparece ante mis ojos un pasillo con unas  10 puertas, 5 a cada lado, al ir pasando por algunas puedo oír murmullos de conversaciones y golpes de cubiertos sobre platos, pero en uno oigo como jadeos de placer, jadeos  cada vez más fuertes, son de mujer y alguno más ronco de hombre. Por fin llegamos a una de las puertas, casi al final del pasillo, yo voy agarrada a él como si fuera un zombi, pues no dejo de pensar en el placer y gusto que me ha dado sentir ese pedazo de pingón que tiene, rozando hace un momento en la terraza mi sexo y encima delante del camarero que nos servía.



Entramos en el reservado, y me quedo parada, es una habitación amplia con una mesa (no excesivamente grande) en el centro preparado para comer con dos sillas, una frente a la otra, está todo preparado con un gusto exquisito, el camarero de pie junto a otra mesa donde está preparada la comida y bebida que nos va a servir. En una de las paredes observo que hay una puerta que da a otra estancia. Él ve como la miro con sorpresa y le miro a él como preguntándole, entonces él me dice:



“Tranquila querida, estamos y estaremos solo, y protegidos por las cámaras de seguridad, para que no nos pase nada ni tengamos sorpresa alguna. Veo que miras hacía esta puerta, quieres saber que hay tras ella, ven dame la mano, vamos quiero que lo descubras y calmes de esta forma tú curiosidad y miedos de que pueda ser y de si pueda haber alguien tras ella”



Me ofrece su mano, yo la cojo y nos dirigimos hacia la puerta, la abre y enciende la luz, es una habitación con una cama grande de matrimonio (150 cms. de ancho por 1,90 de largo) y en la estancia hay otra puerta que da a un cuarto de baño, con todos los elementos necesarios en un cuarto de baño (lavabo, bidel, WC, etc.) y una bañera grande para dos o más personas que es un yacusi. Yo al ver esto no puedo por menos que pensar que esta todo preparado para caer en sus manos, lo tiene todo pensado, entonces le digo:



“José Enrique, de verdad estamos solos, no nos verá nadie ni nos molestará nadie”



Él entonces asentando con su cabeza me dice:



“Si, ya te lo he dicho ahí fuera, solo estamos tú y yo y el camarero, que es como si no estuviera, tú no tienes que pensar que él este, considéralo como si fuera otro mueble más de la habitación. Además por seguridad se estará grabando todo para impedir que cualquier intruso pueda entrar y molestarnos, tranquilízate, estate tranquila y disfruta, no pasará nada más de lo que tú quieras y consientas”



Yo entonces dirigiéndome de nuevo a él y con voz mimosa y como si estuviera sintiéndome culpable de lo que estaba haciendo y como con pesar le digo:



“Esto es una locura, una mujer casada como yo, con un hombre joven, guapo que apenas conozco aquí en un reservado en el que hay una cama de matrimonio, además que no tomo anticonceptivos pues es pecado y encima estoy en mis días fértiles, imagínate querido vecino si por mi debilidad usted me seduce e insiste y pasa algo, ¡Ho por Dios! no quiero ni pensarlo…..”



Cuando acabo de hablar, me doy cuenta lo que acabo decir, de verdad no me he dado cuenta, me ha salido de dentro sin pensarlo ¿será porque en mi interior estoy deseando realmente que ocurra lo que acabo de decir?, ¡oh Dios mío soy una pecadora, ya no solo de pensamiento sino también de hecho, Dios mío perdóname, perdóname y dame fuerza para no caer en esta tentación tan grande de la carne, ayúdame Señor líbrame de este deseo tan fuerte que me sale de mi interior y me empuja a caer entre las manos de mi joven vecino. Entonces dirigiéndome de nuevo a él le digo:



“Por favor, José Enrique, no quiero que en la urbanización se entere nadie de esto, por Dios, no quiero, date cuenta que sería de mi reputación si se enteran de lo que está pasando en estos momentos aquí entre tú y yo, sería un desastre. Se enteraría mi marido, mi hija y mi matrimonio se iría a la deriva, por Dios José Enrique no cuentes nada a nadie, por favor….”



Él me mira y se sonríe, vuelve a cogerme de mi mano y acercando su boca a la mía me da un suave beso en mis labios y me dice:



“Ven querida vamos a la mesa, tomate otro Martini, eso hará que te relajes y estés más tranquila…..”



Yo estoy a punto de aceptar el Martini , no sé que tiene este hombre que me maneja y subyuga a hacer todo lo que quiere , es como si me anulara mi voluntad, pero cuando estoy a punto de sucumbir saliéndome fuerza de no sé donde de  mi interior , le digo:



“No José Enrique, bébele tú, no quiero seguir bebiendo más alcohol, si acaso un poco de vino en la cena aunque mejor tampoco, prefiero agua o gaseosa. Quiero estar serena y no cometer locuras por estar bebida, si las llego a cometer quiero que sea dándome cuenta de todo y no poder luego justificarme diciendo que es que ha pasado por qué no era consciente de lo que hacía al estar bebida”



Él se sirve otro Martini y alzando la mano da orden al camarero para que comience a servir la cena. Mientras la sirve el apura su copa y después, pide al camarero que retire el vino y siguiendo mi consejo, pide que nos sirvan agua y gaseosa. El camarero sordomudo así lo hace y nos sirve el primer plato. Mientras comemos este plato hablamos de cosas banales, pero de pronto siento su pie descalzo que recorre y me acaricia todas mis piernas hacía arriba y al llegar a mis rodilla hace un poco de fuerza con él en ellas para que yo separe un poco más mis piernas. Yo  como una autómata lo hago y él sigue avanzando con su pie a lo largo de todo mi muslo izquierdo por su parte interior, yo pienso que va a llegar a mi sexo y que allí se quedará acariciándomelo, pero no, cambia de muslo y va haciendo el recorrido inverso, para cuando llega a las rodillas volver de nuevo hacia el lugar donde acaban mis muslos y esta vez si que se detiene con la planta de su pie en mi sexo por encima de mis braguitas y comienza a jugar con él. Busca el elástico lateral de mi prenda intima e introduce por el su dedo pulgar haciéndolo llegar y tocar mis labios vaginales externos y comienza a intentar entrarme su dedo dentro de mi coñito, cuando estoy a punto de sucumbí y del nerviosismo se me cae  encima de mi vestido sobre mis pechos la comida que hay en mi cuchara, suena el teléfono, me he salvado por esta llamada, miro la pantalla del móvil y veo que es de mi hija. Descuelgo y la digo:



“Hola hija, que quieres, estas bien?



Ella me contesta:



“Si, si mamá, solo quería saber cómo estabas tú, como Papá está de viaje, era por si estabas sola y querías venir a cenar a casa, pues Ramón ha insistido y la cocinera ha preparado uno de tus platos favoritos y no ha dado la noche libre al servicio para que nos atienda”



Yo entonces la digo:



“Gracias hija, pero estoy cenando con el vecino nuestro que vive en el piso de encima de nosotros, si tú también le conoces, al menos de vista y de oírme hablar de él. Fui a pedirle una cosa para hacer la cena a su casa que no tenía y al enterarse que estaba sola, me ha invitado a cenar y me ha traído a un restaurante cubano que él conocía, ya estamos a punto de tomar el segundo plato y después me llevará a casa, pues estoy un poco cansada y echo de menos a tu padre y aunque José Enrique es muy amable, no es lo mismo. Gracias hija y da las gracias también a mi yerno y dile que perdone, pero es que ya estamos cenando. Mañana hablamos hija, hasta mañana”.



Cuando cuelgo, me dice José Enrique:



“Virginia, no será verdad de que acabamos de cenar y nos marchamos. La noche es joven, tras cenar tomamos una copa y damos una vuelta, si quieres ni bailamos si tienes miedo a que pase algo entre nosotros. Aunque ya te he dicho que si no quieres que pase nada,  no pasará, tras cenar tomamos una copa como amigos y nada más y luego te acompaño a casa, tranquilízate y come tranquila”.



Yo dejo el teléfono encima de la mesa, pero sigo notando y así ha sido todo el rato que he estado hablando con mi hija, su dedo pulgar de su pie ya dentro de mi chocho, jugando con él, lo que ha hecho que me moje de nuevo y él ha notado el calor de mis jugos en él. Para cortar esta situación retiró un poco la silla, me limpio mi boca y levantándome le digo:



“Perdona, voy al servicio un momento, de tanto beber me estoy haciendo pis”



Entro en la habitación donde está la cama y me dirijo al cuarto de baño, me bajo las bragas y me siento en el WC, y comienzo a orinar, oigo caer mi orín y sé que él desde fuera también lo está oyendo, esto me excita, no sé como en unas horas me he podido volver tan promiscua, caliente  y descarada. Cuando acabo, cojo un trocito de papel higiénico y me limpio con él mi coñito, me pongo de pie y me subo de nuevo las bragas y me las pongo. Al tocar la prenda mi coño las noto mojadas, llevo mi mano a ellas y las toco están completamente empapadas de mis jugos. Entonces pienso, será mejor que me las quite, pues si me las dejo puesta puede escocérseme e irritárseme mi coñito, al estar las bragas mojadas. Cojo de nuevo y me las quito y las pongo tendidas encima de la tapa del WC, pensando que cuando acabemos de cenar se habrán secado algo y podré volver a ponérmelas. Salgo del cuarto de baño y me dirijo de nuevo a la mesa donde está José Enrique esperándome, al entrar me ha parecido verle hacer un movimiento rápido y como guardarse algo en su bolsillo, no lo doy importancia será cualquier cosa personal y no quiere que yo la vea . Me siento y él entonces me pregunta:



“Has terminado ese plato, ¿quieres que le retiren y que nos sirvan ya el segundo?”



Yo asiento con mi cabeza, él da la orden y nos cambian los platos y después vienen con una bandeja con el segundo plato y comienza sirviéndome a mi cuando ha acabado se dirige hacia dónde está mi vecino y comienza a servirle a él. Al hacerlo el camarero, sin querer le vierte parte de la salsa del mismo sobre la misa de mi acompañante. El hombre se disculpa y José Enrique le dice:



“No te preocupes, no ha sido nada, no tiene importancia”



El camarero, vuelve a disculparse y le da las gracias. Se dirige de nuevo hacía donde habitualmente esta y espera las ordenes de José Enrique. Comenzamos a comer y yo sin querer con mi mano he dado a la copa del agua y se ha vertido toda cayéndome sobre la mesa y a la vez mojando todo mi vestido. Entonces José Enrique, se levanta se acerca a mí y me dice:



“Se te ha mojado todo, estas empapada, será mejor que te quites el vestido y lo pongamos a secar mientras cenamos, para cuando acabemos te lo puedas poner de nuevo, quítatelo y quédate con la ropa interior, aquí no nos ve nadie, no te de vergüenza. Mira para que no estés tan cortada yo me quitaré mi camisa, que también cómo has visto se me ha manchado. Se quita su camisa va al cuarto de baño y oigo el grifo del lavabo, al poco rato se presenta con la camisa en la mano mojada y con todo su torso desnudo. Se acerca a mí y me mira esperando que yo me quite mi vestido, entonces le digo:



“No puedo quitármelo, no llevo las bragas puestas, las abras visto ahora cuando has ido al cuarto de baño encima de la tapa del WC, me las he quitado porque las tenía empapadas y para que no me escociera mi sexo me las he quitado y las he puesto a secar para después cuando acabe de cenar volver a ponérmelas, pues espero que para entonces ya estén secas.”



Él entonces se pone a mi lado y me dice:



“Ven ponte de pie, es más importante que no te resfrié con el vestido mojado y pegado a tu cuerpo, que yo y el camarero veamos tu sexo desnudo. Además seguro que es precioso y al camarero al igual que a mí nos encantará ver esa joya que debes tener entre tus piernas”.



Yo de nuevo no sé porque, es como si hubiera perdido la conciencia de lo que hacía, le hago caso y me pongo de pie. Entonces él se agacha y cogiendo mi fino vestido por el final del mismo, me lo va subiendo despacio hacía arriba para sacármelo sin yo oponer resistencia por mi cabeza y despojarme de él. Entonces cogiendo la prenda que acaba de quitar y su camisa, le dice al camarero:



“Lleva esta ropa y las bragas que hay en el WC para que las sequen, quiero que cuando acabemos de cenar y marchemos estén secas para poder volvérnosla a poner”.



Luego mirándome a mí de arriba abajo, solo con mi sujetador, mis medias negras transparentes  de cristal sujetas al liguero que rodea mi cintura y mis zapatos de tacón , me levanta mi brazo y ve también mi axila poblada de pelos, y entonces me dice:



“Virginia, eres una belleza que cuerpo tan bello tienes, y ese monte de Venus y esas axilas tan pobladas de vello, te hacen aún más bella el contraste de tus pelos negros con lo claro de tu piel, eres una mujer de bandera y me alegro que se te haya caído el agua para haber tenido la oportunidad de verte de esta forma. No es que me guste mucho las mujeres con tanto vello en su sexo y axilas como llevas tú, pero debo reconocer que verlo en tu cuerpo me ha excitado muchísimo”



Yo avergonzada y con mi otra mano tapándome mi sexo le digo:



”Lo llevo tan poblado porque a mi marido es como le gusta, no quiere que me depile ni me corte mucho el bello de mi monte de Venus ni de mis axilas, quiere que ambas zonas estén bien pobladas. Es más algunas veces que me lo recorto por comodidad me ha reñido y se ha enfadado”



 Yo a todo esto me he soltado de su mano y me he sentado de nuevo para continuar comiendo, evitando así estar desnuda de cuerpo para abajo ante él y el camarero, que no ha quitado ojo de mí desde que José Enrique me sacara mi vestido. De esta forma solo puede ver mis pechos, pero estos están guardados bajo el sujetador negro transparente de encaje que como es pequeño los resalta y hace como si se fueran a salir de él, pero que algo me tapa.



Yo estoy muy nerviosa, estoy sintiendo la silla tocando mi culo desnudo, cuando estoy en estos pensamientos y comiendo a trompicones, pues deseo acabar pronto para terminar con esa situación de exhibir mi cuerpo ante dos hombres que no son mi marido. Noto de nuevo el pie de José enrique, esta vez completamente desnudo, ya desprovisto de sus calcetines, volver a jugar con mi sexo, ahora completamente desnudo y expuesto y por tanto  más fácil para que él acceda  con sus dedos y pies a él. Me noto con un gran peso encima de mi conciencia, estoy cometiendo un gran pecado al estar así exhibida ante esos dos hombres y más dejándome masturbar y acariciar mi sexo por los dedos de mi joven vecino.



Mi nerviosismo y vergüenza me impiden seguir bebiendo, por el apuro que siento solo hago beber agua y gaseosa, mi acompañante se da cuenta. Deja también de comer se levanta y se acerca donde yo estoy me toma de la mano hace que me levante y agarrado de mi mano me lleva hacía la puerta de la alcoba del reservado. Yo aunque muy nerviosa, estoy cada vez más mojada, noto correr mis jugos a lo largo de todos mis muslos hasta que llegan a la blonda de mis medias y continúan empapando estas piernas abajo. Yo sé lo que vendrá ahora y lucho  en mi interior por qué no se produzca, pero es más fuerza las ganas que tengo que ocurra que lo que mi conciencia me dicta, sé que es pecado, pero en el estado que estoy no puedo detenerme y sé que  voy a caer en la tentación y pecaré mucho y que es un pecado muy grave y grande, voy a ser infiel por primera vez a mi marido a mi querido marido. José enrique ya dentro de la habitación deja mi mano y lleva las suyas colocándose tras de mí a mis muslos y culo y comienza a tocármelo y sobármelo ya sin ningún disimulo. Me agarra mi culo, mis caderas, mis muslos, con una fuerza y una decisión como si fuera suya, c

Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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2 comentarios. Página 1 de 1
nancy
nancy 30-07-2017 01:51:10

Muy exitantes pero quisiera saber dnd eztan completas

invitado
invitado-invitado 07-07-2016 07:50:06

Estan buenisimas las historias pero no e podido terminarla de leer en dond las encuentro completas

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