Fue otro sábado a la noche de placer con Ana María. Y como estaba fresco, daba para ponerse cuero. Y como ella otra vez me invitó al hotel de casa, ni lo dudé y me puse ropa de cuero negra, tacos bien altos, guantes, sombrero, cartera y toda la pintura que pude, aparte de una finísima lencería. Ana me pasó a buscar como el sábado anterior, espectacular con blazer y pollera chocolate y muy maquillada. Cenamos, disfrutamos a los besos y mimos y nos dijimos cosas dulces antes de tener sexo. Nos sacamos todo y Ana, ahora gordita, se me revolcó con furia y ganas dándome por todos lados como vagina y cola, manoseándome y apretándome bien todo mi cuerpo. Yo gritaba excitada de placer y pensaba, si podía, en si ella tendría otra sorpresa como la de las mujeres amigas suyas del sábado pasado.

Y tenía nomás otra sorpresa. A la habitación entraron dos amigas suyas bien gordas acompañadas de dos mujeres más, todas bien elegantes y maquilladas, con exquisitos perfumes. Pero cuando se sacaron todo, comprobé que eran dos amigas y DOS HOMBRES VESTIDOS DE MUJER, para que yo creyera que eran mujeres. Los cuatro y Ana María se me tiraron encima con furia, me aplastaron en sandwich y me violaron por todos lados. Y cuando yo estaba disfrutando como loca, entraron dos hombres más y me penetraron uno por adelante y otro por atrás con unos salchichones impresionantes, eyaculando una cantidad impresionante de semen. Después tuve sexo oral, vaginal y anal con todos y cada uno; las mujeres deliciosas, gordas, comilonas, los hombres unas fieras salvajes, grandotes, potentes, fortachones. Quedé a la miseria, pero la pasé bomba. Pero ahora con lo que cualquiera desearía: hombres y mujeres, mujeres y hombres.