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Categoría: Incestos

Una escort familiar

¿Quién era el más sorprendido de los dos? No lo sé. Afortunadamente supe sobrellevar el impacto de verla ahí parada, frente a mí; tras abrir la puerta de esa habitación de hotel. En vez de asustarme y preguntarle algo como: “Y tú, ¿qué haces aquí?” o cerrarle la puerta instintivamente, le pedí que pasara.

Ella tampoco se dejó llevar por el pánico ni la sorpresa y con gran coraje avanzó al interior.

Llevaba un vestido azul muy entallado que, dado su estatura y complexión, la hacía ver muy delgada y deseable. Era el mismo que ya le había visto en su perfil de la página donde se promocionaba. Tal prenda delineaba muy bien su escueta cintura y sus pechos que a pesar de no ser demasiado turgentes se veían antojables. Además, acentuaba sus bonitas nalgas y marcadas caderas soberbiamente. Su maquillaje la hacían ver un tanto mayor de la edad que yo sabía que tenía. No hacía mucho había cumplido los dieciocho años.

Nos quedamos mirando fijamente el uno al otro por un momento que pareció más largo de lo que en realidad fue. Era evidente que con aquella expresión amenazante en su mirada me quería decir algo como: “Si les dices algo a mis papás yo les cuento que fuiste tú quien me buscó para esto”. Así que, sin reprocharle nada y actuando como si no la conociera, procedí como convencionalmente haría con cualquier otra sexoservidora.

—Allí está tu dinero —le dije señalándole los billetes que estaban sobre la mesita, debajo del cenicero.

Ella dudó unos segundos no sabiendo cómo responder pero al ver tal cantidad de dinero (le estaba pagando por tres horas) lo tomó sin chistar.

—Tres horas, ¿está bien? —le dije, en tono neutro.

Se quedó un tanto pasmada al ver que iba en serio. Asintió y comenzó a desnudarse, aunque con cierto nerviosismo. Noté que su cara se veía desencajada. Tal vez había pensado que la estaba poniendo a prueba.

El marcado silencio se hizo aún más palpable mientras ambos nos quitábamos la ropa dándonos la espalda, aunque sentados en la misma cama. Yo sabía que se dedicaba a esto por lo menos desde hace un año, pues desde ese tiempo la vi publicada en la página de escorts de donde tomé sus fotos y sus datos.

Desde que vi sus fotos me entraron ganas de contratarla, se veía bien jovencita, delgada y muy antojable.

La verdad siempre me ha gustado las chavitas y más siendo delgadas (pues dan la sensación de que las puedes partir en dos). Desde hacía años que no me podía dar ese gusto con una verdadera jovencita. Hace tiempo me pude coger a una cuya apariencia la hacía verse como de dieciséis, no obstante, era mayor de edad, o por lo menos eso indicaba la identificación que ella misma me mostró (no me gusta correr riesgos, así que siempre pido que me la muestren).

Pero de eso ya tiene un buen (una chavita que parecía de instituto, bien menudita aunque con unas tetas bien lindas y una piel muy tersa). Su cuerpo delicado no soportaba todas las posiciones que, a mí, normalmente, me gusta realizar, y tampoco resistía por mucho tiempo las duras penetradas. Se quejaba mucho, pero sus quejidos y gemidos compensaban e incluso me dejaron con ganas de más, lamentablemente ya no la volví a encontrar; supongo que algún güey la sacó de trabajar, jejeje.

Pero por supuesto que esta vez contraté sin tener idea de la sorpresa que me llevaría, mi propia sobrina era una escort y en tan sólo unos momentos me la almorzaría, lo que me estaba poniendo cachondo.

La chica ya me había hecho agua la boca tan sólo con sus fotos que no enseñaban su rostro, sólo su bien delineado cuerpo.

Además, me dejé llevar por los buenos comentarios que muchos clientes habían dejado en la página donde se anunciaba y que la recomendaban mucho. Según sus palabras, la chica lo entregaba todo en la cama; parecía que, además de hacer esto por dinero, lo hacía también por el gusto de coger en sí. Según decían, se veía que le encantaba fornicar.

Tardé en poder concretar la cita pues ella tenía un horario muy saturado, pero cuando lo hice le pedí que me hiciera espacio por lo menos por tres horas, en su apretada agenda (y en su apretada vagina).

Terminé de quitarme mis calcetines quedando sólo en calzón y me levanté de la cama para voltear y mirar a mi sobrina quien ya sólo vestía brassier, pantaletas y medias.

La mirada de la que llamaré “Tamara” (para proteger su identidad) no perdió su actitud amenazante (pese a que ahora se encontraba casi totalmente desnuda) como esperando que al verla así yo me rindiera y le pidiera que parara. Yo, sin embargo, no dije nada y esperé a que cayera la última de sus prendas.

Tamara se desabrochó el sostén y se deshizo de él tras de lo cual también se quitó las pantaletas quedando totalmente desnuda para mí. Por primera vez vi a mi sobrina (ya crecidita) en cueros; y estaba de no mamesss...

Y aprovecho a decir que el encanto de esta niña le viene de herencia pues su mamá, si bien no guarda su misma complexión ahora (es decir, es más bien del tipo gordibuena), sí que es bien sexosa la cabrona (no por nada mi hermano se la parchó dejándola embarazada antes de terminar la prepa, jejereje).

Desde hace días yo ya estaba ansioso pero no tenía lo suficiente para contratar tres horas como había planeado, así que decidí citarme con mi cuñada (ex-cuñada en realidad, ya hace años que se divorció de mi hermano, y la verdad qué bueno, el pendejo no le daba lo que ella necesitaba). Bueno pues le pedí que nos viéramos en el Vips habitual y confiaba en disfrutar de sus apasionadas carnes (que a decir verdad no sería la primera vez que me brindara, pues lo hace desde hace tiempo). Como siempre, nos vimos en un restaurante cercano a su trabajo.

Durante el almuerzo se desahogó conmigo; contándome sus penas y aflicciones. Y si bien yo quería que se desahogara, pero de otro modo, es decir sexualmente, tuve la atención de escucharla pues, dado la experiencia, ya sabía que eso me lo sabría bien recompensar en la cama. Ya me había imaginado que tendría que servirle de paño de lágrimas.

Me platicó de sus hijas que cada vez están más rebeldes. La menor no deja de faltar a la prepa para irse a conciertos con sus amigos, y la mayor ("Tamara") había abandonado (ya de plano) la universidad con la idea de que se convertiría en una famosa actriz o modelo, sólo por su bella figura.

Era lógico que salieran así al haber sido educadas por mi hermano, un total desobligado que aún ahora se la pasa tirándote todo el día, viendo televisión. Pero yo no podía decirle eso a Adriana, tenía que darle ánimos y eso hice. Le dije que no se preocupara, que era cosa de la edad y que pronto madurarían y saldrían adelante.

En fin, después del almuerzo nos fuimos a un hotel cercano (igualmente, era el habitual) y allí sí que desahogamos nuestros cuerpos. A ella, aunque se volvió a juntar con otro tipo, parece que no la satisfacen en casa y yo pues... bueno ya tenía ganas de saciar mis deseos y liberar la tensión, como ya he dicho, y la ex-cuñadita es buena para eso.

No bien entramos al cuarto, la agarré de sus rollizas nalgas a dos manos. Sobre aquel pants que vestía, masajeé y estrujé sus carnes que se desbordaban de mis palmas. Así, aún con la ropa puesta, nos besamos y acariciamos por largo rato. Dado que ella era jefa en su trabajo, podía llegar a la hora que quisiera, por lo que teníamos tiempo de sobra, así que me dispuse a disfrutar de aquella candente hembra.

Poco después, ella se dirigió a mi entrepierna y bajó el cierre de mi cremallera, hizo a un lado mi calzón y sacó mi tieso miembro para introducirlo en su cálida boca y darme una de sus expertas mamadas. Ella sí que sabía cómo hacerlo.

Mamó y mamó; succionó a diferentes ritmos y me lamió desde los testículos hasta el glande dejándome bien bañado de su saliva. Volteé hacia el espejo y fue inevitable preguntarme (como en otras ocasiones): ¿por qué el pelmazo de mi hermano dejó a una mujer como esa? Se tenía que ser muy pero que muy pendejo para hacer cosa así. Y es que, además, lo hizo por una señora sobrada en carnes y pasada en años que pronto lo dejó al darse cuenta de lo holgazán que era.

Bien pues, días más tarde de aquel encuentro con Adriana, también miraba hacia un espejo, pero esa vez el reflejo que me devolvía era el mío con una jovencita completamente desnuda sobre mí, pero que, además, era mi sobrina («ufff... si lo supiera su madre»).

No podía creerlo, en tan sólo unos instantes más le enterraría el mismo miembro que ha hecho gozar a su madre antes que a ella. Madre e hija ensartadas por el mismo miembro, aunque en distintas ocasiones. Esa perversión me excitaba mucho.

Tamara se desenvolvía como si las facultades de mi ex cuñada le hubiesen sido heredadas. En ese momento la tuve sentada a horcajadas sobre una de mis piernas al mismo tiempo que me brindaba un habilidoso servicio oral.

Sentirla totalmente desnuda sobre mí fue una sensación deliciosa, como nunca antes sentí. Pude percibir la frescura de sus labios vaginales encima de mi pierna, mientras que mi pene se bañaba dentro de su húmeda y cálida boquita.

Siendo succionado por una boca más joven pero igual de habilidosa que la de su madre, supe que aquella pericia no sólo provenía de tal legado. Sus habilidades, notablemente desenvueltas, seguro que han sido pulidas por varias sesiones practicando el sexo con clientes, pero también con amigos y novios pues, según me contó su mamá, ella se ha encontrado varios condones usados en la habitación de su adorable retoño; lo que la ha llevado a regañarla.

Bruñendo mi pene firme pero suavemente con una mano, no dejaba de mamar mientras que con la otra acariciaba mis testículos haciéndome leves cosquillas. Sus mejillas se hundían mientras sorbía y sorbía mis fluidos pre seminales, luego daba lengüetazos que rozaban mi miembro justo en la punta. La chica parecía una excelente sexoservidora.

Mientras me seguía dando aquel oral tan intenso pensé en su madre, a quien apenas unas semanas antes me había cogido en aquel otro cuarto de hotel, quizás más modesto, pero pagado con su propio dinero. Ella ya no es una chavita como cuando la conocí siendo novia de mi hermano, sin embargo, se sabe mover rico la condenada, y con mucha pasión y lujuria; además, a diferencia de una sexoservidora (como lo es su hija), con ella puedo venirme al natural sin látex de por medio (pues ya hay confianza), cosa que hice esa última vez.

Y es que tenerla en cuatro con ese par de suculentas nalgas chocándose por sí mismas en mi área púbica no tiene precio, ni siquiera se compara con su retoño (a quien por cierto coloqué en la misma posición para tener justamente un punto de comparación). La mamá las tiene más de señora, más frondosas (vamos, hay más carne de donde agarrar). Tamara, en cambio, las tiene más macizas, pero menos voluminosas, eso sí son preciosas a la vista, además la textura de su piel es muy suave al tacto y lo cierto es que la chiquilla aprieta bien chingón.

Mientras miraba hacia el espejo tomaba plena consciencia de lo que estaba haciendo, me estaba cogiendo a la hija de mi hermano y me encantó.

Aproveché la posición de perrito para darle unas buenas nalgadas a palma abierta, en honor a su madre, por sacarle canas verdes. Se las di con toda la fuerza que pude, ella me miró con cierta expresión de protesta en su mirada, pero no se atrevió a decir nada.

La sujeté tan firmemente como pude para que no se escapara ni de uno solo de mis duros empellones. Era justo que esta chica aprendiera que ganarse el dinero así también tiene su chiste.

Así estábamos cuando, de repente, aquella chiquilla me sorprendió al pedirme, mejor dicho, exigirme que me la cogiera aún más fuerte. Tras un breve momento de admiración, aquella petición suya no hizo menos que encenderme y fue así que la tomé de las axilas cargándola totalmente, cosa que logré gracias a que ella apoyó sus pies sobre mis muslos. Así ella no tocó siquiera el suelo, pues todo su peso descansaba en mí.

Así, cargándola, me la llevé hacia un espejo que daba del piso al techo. Allí ella misma se miraba cómo era penetrada por su tío, jijiji. Posteriormente, sin sacarle el miembro, ella puso los pies sobre el piso y se recargó sobre el espejo. Me la seguí cogiendo al mismo tiempo que nos mirábamos en el reflejo delante de nosotros. La expresión de su rostro era de total lujuria. Me veía como nunca antes lo había hecho.

Es cierto lo que decían en aquella página de escorts donde se anunciaba, a ella le encanta el sexo. «Esto no lo hace sólo por dinero», pensé.

Me salí de ella sólo para darle la vuelta y subirle una pierna a todo lo que daba y así poderla penetrar viéndola de frente. Ella se abrazó a mí. Parecía como si fuera la primera vez que la miraba. De verdad que es muy bella (es bueno que su rostro casi no tiene nada del papá pues, sino, me hubiera sentido muy mal y no hubiese podido besarla como lo hice). Es deliciosa, de verdad lo único bueno que ha hecho mi hermano en toda su vida.

Ella relamió sus labios como si disfrutara del sabor de nuestras salivas encontradas. No sé si fue puro “profesionalismo” de su oficio, o si en verdad lo estaba disfrutando, lo cierto es que me prendió verla así.

De vuelta en la cama, ella me cabalgó mientras la tomaba de su cintura. Pesaba menos que una pluma. Volví a ver hacia el espejo y no podía creerlo, me estaba cogiendo a una jovencita que, además, resultaba ser de la familia, jajaja. Nunca había soñado con tal perversión... bueno sí.

El verla así, tan menuda, me daban ganas de descargar en ella mi furia y justo eso intenté. Tomándola de sus nalgas, mientras ella dejaba descansar su cuerpo sobre el mío, intensifiqué mi bombeo a más no poder.

Le di unos duros embistes dejándosela ir hasta el profundo fondo de su sexo que, por cierto, estaba bien apretadito... hummm... cómo aprieta.

Cuando la miré a la cara me di cuenta de que lo estaba disfrutando. Tal parecía que nació para eso. Pequeña nenita, es todo un prodigio sexual.

Tomándola de patitas al hombro me la seguí cogiendo. «Felicidades, has hecho una mujercita fabulosa en la cama y disfrutable en el sexo, igual a ti», me dije mientras pensaba, totalmente agradecido, en mi cuñadita.

Revolcándonos en esa King Size, mi sobrina me dio una de las mejores cogidas que me han dado... ufff fue hermoso, y pude guardar muestra de ello ya que, gracias a que el espejo estaba delante, sólo bastó incorporarme y tomar mi celular de la mesita cercana para fotografiar esas preciosas nalgas suyas entre las que resbalaba mi pene por en medio.

Sé que es peligroso guardar una prueba de ello pero no podía dejar pasar la oportunidad de un recuerdo así.

Al contemplarla de tal forma no pude más y en unos minutos más reventé; deliciosamente por cierto. Mi sobrinita es sin duda una de las mejores sexoservidoras con las que tenido el gusto de estar.

Tras un breve descanso, nos bañamos para retozar un rato. En ese momento ya sentimos confianza entre nosotros para, por fin, hablar honestamente.

Ella me contó sobre sus actividades como escort y sus planes para el futuro. Yo la oí tratando de no juzgarla, después de todo me había brindado uno de los mejores y más dedicados servicios que he disfrutado. Además (a diferencia de su padre) se le nota ya su madurez. A su edad ya está pensando en iniciar un negocio bastante concreto con lo ganado como sexoservidora.

Posteriormente continuamos con lo nuestro. Nuestro ayuntamiento. Tras diversas posturas, ella me demostró su profesionalismo. Es una chica autosuficiente y muy capaz en la actividad productiva que ella profesionalmente realiza. Me dio gusto por ella (y por mí... jijiji) aunque no sé qué pasará si su mamá se entera algún día.

FIN

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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