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Categoría: Aberraciones

Ultima Vez

Era una noche de las cuales parece un chiste o más bien, una ironía que calaba en ese preciso lugar. Durante el día había estado tranqilo, pero parecía que ese hecho lo había desencadenado todo.

Por la puerta de ingreso, llegaron como siempre, cada vez era más pesado el trabajo, pero para unas chicas como ellas, qe dedicaban tanto tiempo a su profesión, que parecía ya una rutina, además, siempre era la misma cosa, muerte por impacto de bala, lo único que tenía que cambiarse era a los órganos a los que habían perforado y encontrar a la bala "x", como ellas la llamaban, la bala que de una forma o de otra, era la causante real de la muerte, antes de que sus compañeras lo hicieran en otra parte de los cuerpos.

Recien empleadas como médicos forenses y bastante jóvenes. Por un lado Sonia, una chica siempre quitada de la pena, con su sonrisa siempre presente, de cabello moreno, lacio, y largo hasta las nalgas redondas, grandes, paradas, bien formadas. Cara angelical y definida, con una inocencia natural en su mirada y con una ternura que la hacía parece una tierna cachorrita, no muy adecuada para un trabajo como ese, pero cada quien. Su cuerpo esbelto cargaba con unos pechos bastante grandes, una talla que rozaba la copa f. Su piel blanca como la nieve parecía lo más parecido a una cosa a su favor para aquella labor, pues parecía transparentar todas sus venas y arterias que debbajo de su dermis parecían irrigar una sangre caliente y deliciosa. En tanto que sus piernas largas y torneadas la complementaban una figura que más parecía adecuada para modelo que para lo que desempeñaba.

En contraposición, se encontraba Mireya, quien a pesar de ser un momumento de mujer, era lo opuesto a su excompañera de universidad, amiga de toda la vida y colega de trabajo, siempre habían sido cercanas, se conocían desde qe las presentaron sus padres los pocos meses de nacidas, pues ellos eran amigos, las dos familias muy parecidas entre sí podríamos decir que se complementaban, por lo que sus confidencías los hacían parecer una sola familia.

Mireya tenía un cuerpo bastante tentador, delgada, piernas largas, de piel blanca, aunque un poco quemada por sus largas sesiones de trote por las tardes libres que tenía, no eran muchas, pero si le permitían relajarse. Su cabello era ondulado y pelirrojo natural, sus pechos grandes, aunque no tan exajerados como los de sonia, una copa d le bastaban, pero algo con lo que no podía vivir tan tranqulia consigo misma era que sus anchas caderas y descomunales gluteos le atrajeran la mirada de todos a su paso, ella creía que la hacía una deforme, pero al contrario, no es que estuviera desproporcionada, sólo que su cuerpo naturalmente le daba una estética de bailarina de samba natural y su bamboleo refinado al caminar, la hacía una mujer que sabías era la mujer perfecta para concebir.

De la misma forma, si Sonia era la epítome de la sinceridad y de la expresión verbal y el desenfado, Mireya era su parte contraria, tímida y algo miedosa, aún cuando eligió esa profesión, lo hizo porque así no tendría que tratar con mucha gente, al menos no viva.

Esa nooche lluviosa, llena de truenos y rayos, ingresaban varios cuerpos chamuscados, algunos más, algunos menos, se trataba de unos sicarios que habían ingresado a la casa de una familia, una pareja mayor y sus hijos que eran adultos que no podían pagarse un llugar propio por la misma situación económica del país. Se desató la balacera dentro del domicilio, al que habían entrado a través del muro que su vecino había hecho y quien fue quien había contratado a los asesinos, para quedarse con la casa de ellos y quien había hecho circular el rumor que eran sus vecinos los abogados los que querían matarlo a él, a su mujer y a su niña, para que según él le tuvieran lástima y lo respaldaran. Pero no fue así completamente, la mayoría no quiso meterse, pero no le importó, lo que necesitaba era un motivo y él ya lo tenía al menos para auto justificarse a sí mismo y ante dios.

Una fichita el animal, siempre presumía de haber matado a un policía ante sus amigos, pero nunca pudo encarar a un hombre sólo, siempre en bola o poniéndose a gritarles y amenzara a las mujeres hasta que llegaban los maridos o novios y salía corriendo. Según decían, estaba huído el animal, pero que más da. A la muerte ya le habían hablado y estaba junto de él.

Los cuerpos de los sicarios entraron deshaciéndose por las quemaduras tan severas, la pareja y su hijos atrás de ellos, él último fue el hijo primogénito, un hombre de alrededor de unos treinta años, delgado, atlético, pero con una mano incompleta, de buen ver, no era feo, pero lo suficientemente guapo como para no poder competir con otros.

Al llegar el turno de este eran las tres de la mañana, presentaba algunas quemaduras y dos impactos de bala, parecía que había sido el que más había peleado porque presentaba más daño pero era el menos quemado. Al ponerlo sobre la plancha, Sonia se agachó a verlo de cerca, parecía como si algo sobre natural la atrajera a él, su rostro la hipnotizó paulatinamente, arrastrando su humanidad más y más cerca, de pronto un grito la asustó, había sido Mireya, quien le indicaba que al cadáver se le habían abierto los ojos, sintió un poco de fastidio, no era la primera vez que pasaba eso, pero al fín y al cabo era Mireya. Listo el instrumental, Sonia comenzó algo que nunca había hecho con ningún cuerpo, acercó su dedos al rostro del hombre y con sus uñas separó un poco los labios de aquél sujeto, parecía exhalar el aire del más allá. Mireya se le quedó viendo a su amiga, esperaba lo de siempre, por acuerdo entre ellas, Sonia se encargaba de cortar algunas partes del pene de los cuerpos a los que por última vez podían erigirse ante una dama, aunque en su caso eran dos.

Pero Sonia no lo hacía, por alguna razón parecía jugar con el muerto, lo mimaba con sus dedos, acariciaba sus labios, sus mejillas, su cabello, bajó a su pechó y pudo sentir una dureza muscular diferente al rigor mortis normal, era un hombre fibrado, no muy musculoso, pero si fuerte. Bajo al bajo vientre y al pubis, en su mano derecha cargaba el escalpelo, pero no se atrevía a acercarlo a él, como si fuera algo que no debía, sin pensarlo, lo dejó caeer al suelo, pretextando una torpez, sabía que era el último perfectamente limpio, con la asepxia requerida, por lo que debía mandar a Mireya a limpiarlo a la maquina.

Por una parte Mireya se sentía aliviada, ella también se sentía rara, pero no sabía como explicarlo, presentía una fuerza extraña, una presencia con ellas, y de alguna forma no sentía miedo como sería su naturaleza, al contrario, sentía una extraña pesades mental y un calor que se iba apoderando de ella, no importando la frescura del lugar aunado a la que creaba la lluvia.

Sonia en cuanto esuchó la puerta cerrarse tras su amiga, no lo pudo evitar, se abalanzó sobre el rostro y lo besó apasionadamente, sus ganas apenas contenibles de juntar sus cálidos labios con los fríos de él ya eran insoportables. Parecía querer rescatar todavía algo de vida del inherte cuerpo sin vida, pero por más tiempo que pasaba pegada a su boca no extrajo nada, sin embargo, cada vez ardía más por dentro, sus víceras le quemaban de adrento hacia afuera, su piel parecía contener un nucleo radioactivo a punto de fusión, sin recato alguno, subió a la plancha de auscultación y a orcajadas de su amante, bajó sus manos a su pubis, la introdujo bajo su falda y ladeo sus bragas encharcadas en sus caldos amatorios, y sin pensarlo, se introdujo lentamente el miembro del pobre hasta la mitad, lo sacó lentamente sin que la punta abandonara el toque con sus pliegues, frotó el glande con su clitoris que ya asomaba por el capuchón un destello electrico la invadió desde sus genitales hasta la cabeza simultaneamente en que se oía el retumbar de un trueno.

Se sentía sin fuerzas casi, lo que impidió que sus caderas piernas no pudieran sostenerla más debido al tremendo orgasmo que todavía podía sentir atravesando la totalidad de su cuerpo. El pene quedó atrapado en el fondo de la vagina de Sonia, el glande a pesar de no ser tan largo, pudo llegar a tocar por momentos el cervix, tal como si le diera besos de un instante, indicándole que estaba llegando su turno.

Sonia lo cubrió por completo, se encontraba sobre él a todo lo largo, su rostro se encontraba oculto entre la plancha y el cuello de él. No podía negarlo, no quería abstenerse de nada, como si estuviera vivo, jugó con su barbilla, con los dedos de su mano izquierda, mietras que acomodaba su cabeza sobre el hombro de su hombre. Sin siquiera saber en que momento inició, se sorprendió así misma preguntándole sobre como quería que llamaran a su hijo, no se podía explicar tal cosa, su cuerpo, sus labios, su voz, su mente se desconectaban de su consciente, para entablar una relación profana y excesivamente erotica con alguien a quien no conocía y que por cierto motivo, no quería despegarse de él, no quería dejarlo ir, algo dentro de ella entendió que ese sería el último momento en que podría estar a su lado, y sintió un inexorable deseo de volverse uno, de rescatar de alguna forma algo de lo que ya era inevitable.

Sus paredes vaginales iniciaron un paulatino movimiento, masajeando a ese pene que iniciaba conociendo ese lugar del paraiso y que infortunadamente sería la última vez que visitaría. El pene completamente duro, comenzó a incharse inexplicablemente, no sólo parecía palpitar, sino que lo hacía, dándole pequeños pero muy sentidos latigazos de placer, llegando a tocar la entrada de su cervix con el meato del glande, simulaba al interior de su vientre un buque fantasma navegando por un mar interior de aguas lujuriosas y olorosas de vida. A pesar de que todavía podía sentir pequeñas sensasiones de su anterior orgasmo, sus caderas iniciaron el mete saca, apoyados de los brazos y piernas, rotándolas en círculos y ochos a discresión. Fueron  varios minutos, pero el placer la arrojaba al abismo de la lascivia, al inframundo del amor verdadero, distrayéndola del lugar y del tiempo, sus movimientos cada vez se aceleraban más, a pesar del cansancio que la invadía ya, no podía parar, no quería hacerlo, no hasta que un grito desgarrador la congelo de un sentón, el glande atravesó unos milimetros la entrada al utero y descargó su simiente todavía viva, lo último de aquél organismo sin futuro escapó hacia un nuevo universo de esperanza y avanzó sin miedo.

Mireya se quedó de piedra al ver a Sonia completamente empalada sobre ese sujeto, no podía moverse, la sorpresa la tenía estupefacta y volvió a dejar caer el instrumental que ya se encontraba esterilizado.

 

Datos del Relato
  • Autor: sombra55
  • Código: 54785
  • Fecha: 19-05-2019
  • Categoría: Aberraciones
  • Media: 2
  • Votos: 1
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2809
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Ricardito
invitado-Ricardito 17-07-2019 19:12:43

Yo no creo que sea la ultima vez, jejeje

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