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Categoría: Orgías

Tres parejas fueron a disfrutar en un yate, allí en medio de la nada.

Tres parejas se fueron a disfrutar en un yate, allí en medio de la nada. Estas seis personas deciden explorar las relaciones sexuales mas allá del matrimonio.



Un Paseo en Yate



1. Alex



La verdad es que no sé a quién de todos se nos ocurrió: !un paseo en yate por las islas del Caribe!  Seríamos dos parejas: nuestros amigos Bea y su esposo Bob, y nosotros.



Nos conocemos desde hace un par de años y sabemos que son parecidos a nosotros en sus gustos, por eso nos caemos tan bien mutuamente.



A ver, nosotros (Alícia y yo) tenemos 5 años de casados y siempre hemos sido muy liberales. Y cuando digo siempre es que ya éramos liberales antes de conocernos. Nos encontramos y nos enamoramos profundamente, pero entendemos que el amor y el sexo son dos cosas parecidas pero no iguales.



Siempre hemos hablado de otros hombres y mujeres, de sí son bonitas o feas, si son sexys o no, de cómo se comportarían en la cama. De cómo sería tener sexo con ellos, pero nunca ha pasado de las palabras, nunca nos habíamos decidido a hacerlo de verdad.



Luego nos casamos, pero siempre hemos mantenido nuestras ideas liberales.



Pero entonces nos hicimos hicimos amigos de Bob y Bea y nos dimos cuenta de que eran muy parecidos a nosotros y probablemente por eso nos gustaron tanto.



Sin discutir explícitamente ningún plan, ambos nos dimos cuenta de que si realmente íbamos a tener relaciones con otras personas, seguramente serían parecidos a ellos… o, ¿porque no ellos especialmente?



Y entonces surgió esta idea de las vacaciones juntos ¡y en un yate! Era una buenísima oportunidad de poner en práctica nuestras ideas. Sol, mar, poca ropa. Tendríamos muchas ocasiones de tener sexo con ellos.



El problema se complicó cuando una tercera pareja, Clarita y Carlos, quisieron sumarse al proyecto. No sólo sumarse, sino que ellos fueron los que consiguieron el yate, el trayecto, los precios. A ellos los conocíamos mucho menos y no estábamos seguros de que ellos participarían en nuestro plan, pero Alice optimista como siempre, pensó que en el peor de los casos, haríamos el intercambio entre nosotros cuatro y en el mejor, ¡seríamos seis!



Así pues que luego de innumerables reuniones entre los seis para organizar el viaje, cosa que de paso nos permitieron conocer mejor a Clarita y a Carlos, estuvimos listos. El optimismo de Alícia se enfrió un poco porque Carlos era mucho más conservador que nosotros, lo que podría ser un problema. Clarita tampoco parecía ser muy liberal, quizás más que Carlos, pero participar en un intercambio de parejas parecía más allá de sus posibilidades.



2. Alicia



Obviamente llevamos demasiado equipaje para sólo una semana, pero no iba a dejar ninguno de mis vestidos veraniegos y seguramente lo mismo pensaron las otras chicas. Cuando los chicos terminaron de bajar todas las maletas y acomodarlas en los camarotes, estaban agotados y un poco de mal humor. Pero entonces Maya, la esposa del capitán, marinero, mesonera y entertainment, intervino abriendo una botella de Prosecco para brindar y darnos la bienvenida.



Maya era una mujer de unos 45 años, pero muy bien conservada, bronceada y de buen cuerpo, aunque el sol le había envejecido un poco la cara. Manuel, el capitán se veía aún más viejo, quizás unos sesenta, pero delgado y fibroso. A ambos se le podía jugar su quintico. Claro, ninguno de los dos se podía comparar con nuestros cuerpos o los de nuestros maridos de finales de los veinte, pero tenían sex-appeal.



Luego de describirnos el trayecto del viaje, las islas que visitaríamos y preguntarnos por nuestras preferencias, todos preferimos más las playas solitarias que las visitas a otros puertos, pasó a hacernos una pregunta final, pero dejemos que él nos lo diga:



-Ahora una pregunta final. Por un cierto tiempo vamos a estar los ocho encerrados en este hermoso, pero estrecho barco y tenemos que establecer ciertas reglas- dijo Manuel.



-Tendremos que comportarnos con paciencia y compresión. Habrá ruidos molestos, quizás algún olor indiscreto. Alguien que ronca, alguien que hace ruidos haciendo el amor. Con un poco de paciencia y comprensión no debiera haber ningún problema.



-Otra cosa. Podemos hacer un viaje censura A. Me refiero a un viaje en el que cuidamos el lenguaje, la vestimenta y tenemos un comportamiento general muy tranquilo. Pero también podemos permitirnos algunas libertades, todos somos adultos. Bikinis más pequeños, alguna grosería, unos tragos demás y cualquier otra cosa se mantiene dentro de sus camarotes. Eso lo llamaríamos censura B.



-O podemos tratarnos con absoluta libertad. Si alguien decide prescindir totalmente del traje de baño, a nadie más le importa. O si alguien decide hacer el amor en la playa detrás de unas palmeras. Nadie voltea a verlos…



-¿Eso quiere decir que no podemos voltear a ver? Jajajaja- dije yo.



-Bueno eso es justamente lo que deciden Uds. y yo quiero que quede claro desde el principio-



-¡Yo quiero poder ver!- dije antes de que nadie se fuese a adelantar.



-Jajajaja- rieron todos, aunque sospecho que Carlos parecía un poco preocupado.



-Pero para que puedas ver, tú tienes que participar también- intervino Bob.



-¡Claro! Tu sabes que yo soy la más salida de todas- dije dándome una vuelta para que la falda que llevaba se levantase mostrando mis piernas y probablemente un poquito de las pantaletas.



-Muy bien, parece que tenemos un consenso. Estamos pues en un paseo libre. Cada quien puede hacer lo que quiera y nadie tiene que molestarse por eso. Por cierto, mi esposa Maya, se siente muy agradecido por eso, porque ella le encanta andar por ahí con sólo una cadenita de oro en el tobillo.



-Jajaja- reímos todos de nuevo, mientras Maya enseñaba la minúscula cadena en su tobillo derecho.



-Bueno- continuó Manuel -Ahora hay que decidir o rifar quiénes ocuparán los camarotes. Hay tres, uno con una cama matrimonial pequeña y las otras dos tienen literas-



-Noooo!!!- dijo Bea -¿Cómo vamos a dormir en literas?-



-¿Y quién dijo que íbamos a dormir? Jajaja- respondí



-Bueno, reformulo la pregunta ¿cómo vamos a tirar en literas?-



-Yo no sé tu- respondí -pero yo tiro en cualquier lado. jajaja. Además a nosotros nos va a tocar la cama matrimonial-



-No, a nosotros- ripostó Clarita.



-Tu eres la más pequeña- dijo Carlos -Tu puedes tirar en la litera y ni siquiera tocas la parte de arriba. Jajajaja-



Al final, rifamos los camarotes y, efectivamente a nosotros nos tocó la cama matrimonial, mientras que los otros se tuvieron que conformar con las literas.



Inmediatamente procedimos a mover los respectivos equipajes a los camarotes, mientras Manuel y Maya se encargaban de pilotear el yate a su primer destino, una pequeña isla a un par de horas de distancia.



Luego de arribar, procedieron a anclar y luego a preparar la primera cena en el yate. Maya era la cocinera, ayudada por nosotras a quienes nos daba pena andar por ahí haciendo nada, mientras Maya preparaba todo. Los chicos ayudaron un poco a Manuel con el ancla y asegurar el bote y pronto estuvimos listos.



Se colocó una mesa, bueno realmente tres mesas juntas, en el medio de la cubierta y pronto estábamos todos sentados disfrutando de unos sabrosísimos filetes de pescados fritos a la perfección por Maya y acompañados por un rico vino blanco.



La conversación se hizo larga y divertida, pero todos estábamos muy cansados, habíamos tenido que manejar por unas horas para llegar al puerto donde embarcamos y luego, con toda la emoción de la primera navegación, etc. estábamos agotados. Así pues, entre todos recogimos la mesa y mientras unos fregaban, otros limpiaban y pronto estuvo todo a punto para retirarnos.



Alex y yo entramos a nuestro camarote, mientras hacíamos turno para ir al baño. Había dos pequeños baños, tipo avión, para compartir entre las ocho personas. Obviamente no había donde bañarse, Maya nos comentó que el baño era arriba en la cubierta, a la vista de todo el mundo, principalmente con agua salada y un poco de agua dulce al final, para quitar la sal. Así pues, aunque me sentía un poco sudada no pude bañarme, por lo que me lavé lo mejor que pude en el micro-baño y me metí en la cama con Alex.



-¿Y entonces? ¿Cómo te pareció el primer día de las vacaciones?- le pregunté abrazándolo. El no tenía pijama puesta, sólo unos shorts, porque hacía un poco de calor. Por encima de la cama había una claraboya por la que entraba un poco de aire fresco, pero todavía el camarote se sentía un poco caliente. Yo estaba casi desnuda también, sólo llevaba puesta una camisola de encaje y mis pantaletas.



-Muy prometedor- respondió -Eso de que podremos desnudarnos y que a todos les haya parecido bien es una buena señal. Sobre todo el entusiasmo que mostraron Bob y Bea. A Carlos no lo vi muy convencido, pero espero que se acople a la mayoría-



-Estoy de acuerdo contigo- le dije -yo voy a comenzar mañana una campaña con las chicas para “aligerar” las cosas. No quiero ser demasiado “salida” y aparecerme desnuda para el desayuno y que se vayan a asustar-



-Jajaja. Tienes razón- dijo Alex -aunque me encantaría desayunarme desnudo contigo-



-Como si no nos hubiésemos desayunado ya muchas veces desnudos… es más, mas de una vez he comido salchicha de desayuno- dije agarrándole el güevo por encima del short, y que para mi placer ya estaba medio endurecido.



-¿Y qué le vas a decir a ellas?-



-Shhhh-



-¿Qué pasa?- preguntó.



-Shhhh, oye- le volví a decir y por unos instantes nos quedamos en silencio. Sólo se oía el ligero rumor del agua contra el casco del yate, cuando se oyó un ligero gemido.



-“Uhhmm”-



-¿Oíste?- le dije en voz muy baja al oído.



-Si. ¿Qué fue eso?-



-Yo creo que alguien la está pasando bien- respondí, mientras seguía acariciándole el güevo, que ya estaba más grande.



-“Uhhhhmmmm”- volvió a sonar. Más duro y más largo.



-Yo creo que es Bea- le dije -y sospecho que Bob tiene la boca entre sus piernas-



-Coño. Tú si inventas. Cómo vas a saber que Bob le está comiendo la concha a Bea?-



-Fíjate que ella es la única que suspira. El no puede hacerlo porque tiene la lengua ocupada-



-Jajaja. Puede ser, pero a lo mejor es que él no es de los que hace ruido…-



-“Uuuhhhhhmmmmm”-



Ya no había ninguna duda. Los gemidos eran cada vez más duros y más largos. Y si nosotros los oíamos, los otros miembros de la “tripulación” probablemente también. A menos que estuviesen dormidos.



Mientras, le saqué el güevo del short a Alex y doblándome un poco en la cama, bajé mi cabeza hasta que me lo pude meter en la boca. El me acarició la cabeza con los dedos, acomodándose en la cama.



-“Ayyy”-



-¡Hey!- dije sacándome el güevo de la boca -¡Esa no fue Bea!-



-Uuuuuuhhhhhhmmmmm”-



-“Aaayy”-



-Creo que tenemos una competencia aquí. Jajajaja- dijo Alex.



-Pues vamos a tener que apurarnos- le respondí mientras me bajaba las pantaletas y le pasaba una pierna por encima para acomodarme sobre su cuerpo. Luego le agarré el güevo y apuntándomelo a mi vagina, me bajé poco a poco, encajándomelo.



-“Mmm”- gemí. Un poco más de lo habitual, pero es que esas bichas no iban a ganarme.



-“Uuuuuuhhhhhmmmm”- gimió Bea.



-“Aaaayyyyy¨- respondió Clarita.



-“MMMMMmmmm”- gemí yo.



Y en unos minutos el barco se llenó de gemidos en tres tonos distintos. Obviamente las tres mujeres se habían dado cuenta de que las tres estaban tirando al mismo tiempo y ninguna quería terminar antes que las otras.



-Contribuye tu también- le dije a Alex, a quien cabalgaba con desesperación, metiéndome su hermoso y duro instrumento hasta el fondo y girando luego la cadera para sentir como la base se restregaba contra mi encendido clítoris.



-¿Que contribuya también?- preguntó Alex sorprendido.



-Si, coño gruñe o algo-



-Ok-



-Hmpf- o algo así dijo Alex



-“AAAyyyyyyy”-



-“Mmmmmmmmm”-



-Uuuuuuhhhh”-



-“Asiií miii amoooor…”- dijo Bea arrastrando las palabras.



-“¡Queee ricooo”-



-“Mmmmmmmmm…. estaaaaá tan graaandeee”-



-Aaaaaayyyy…. voooy a acabaaar…-



Finalmente no pude más y un explosivo orgasmo se apoderó de mi cuerpo. Los músculos de mi vagina aprisionaban rítmicamente el güevo de Alex, mientras mi mente se recreaba en la pasión que me consumía. Ya no me importaban los otros, sólo la pasión que me embargaba. Un chorro de eyaculación inundó mi cuerpo chorreando sobre Alex, mientras el orgasmo me hacía estremecerme una y otra vez.



Me dejé caer en la cama, tratando de recuperar la respiración. Alex me abrazó y pacientemente esperó que me recuperara.  Pero de pronto me di cuenta de que él no había acabado y que su güevo seguía tan duro como cuando empezábamos hace un rato.



Los otros seguían gimiendo:



-Aaayyy siiii-



-¡Queee ricooo miamorrr-



-Aaaahhhh-



-Ven, mi amor- le dije a Alex, mientras me acomodaba y abría las piernas para él.



Entonces él se acomodó entre mis piernas y apoyándose con sus manos a cada lado de mi cuerpo, cuidadosamente puso el güevo en la entrada de mi vientre. Una vez allí empujó hasta el fondo.



-AAAAAHHHHH- me tocó gemir a mi cuando me penetró profundamente. A pesar de estar perfectamente lubricada y haber acabado unos minutos antes el güevo me llegó más adentro que nunca!



Luego, siempre apoyado en los brazos y viéndome intensamente a los ojos, empezó a moverse. Adentro y afuera, adentro y afuera. Y mi cuerpo empezó a estremecerse de nuevo y no pude evitar comenzar a gemir otra vez.



-Aaaahhh-



-Aaaahhh-



-Aaaahhh- cada vez que me lo empujaba hasta el fondo de mi alma. Si no fuera porque conozco algo de anatomía, diría que me el güevo me llegaba al estómago.



-Aaaaaaaahhh- gemía más y más.



Y entonces Alex comenzó a gruñir también.



-Grrrñññ-



-Grrrrñññ-



Los otros parecían haber acabado ya porque ya no los oía o quizás sólo tenía oído para el placer que me embargaba…



-Aaaahhh-



-Grrrrñññ-



-AAAAAHHHH-



-GGRRRRÑÑÑ-



Y mi cuerpo empezó a prepararse para el orgasmo. Un profundo calor empezó a irradiar desde el fondo de mi vientre y a llenarme. Alex también parecía estar a punto de acabar y… de pronto lo metió más adentro que nunca y poniéndose rígido comenzó a acabar-



-GGGGGGRRRRRRÑÑÑÑÑÑÑÑ!!!!-



Cuando sentía como su primer chorro de semen se derramaba dentro de mí, exploté también y volví a acabar, mientras lo abrazaba contra mi pecho…



 



3. Clarita



Me desperté muy temprano. Todo estaba en silencio y en primer momento no sabía dónde estaba. Era una cama estrecha y estaba muy cerca del techo. Me estiré un poco y me sentí muy bien. Cuando me despierto así de bien es seguro porque anoche cogí rico. Poco a poco fui recordando todo.



Primero me acordé que, efectivamente Carlos y yo habíamos tirado como hacía tiempo no lo hacíamos. Luego recordé que había sido como una competencia de gemidos ¡qué bolas! Nosotros no somos así, jajaja! pensé riéndome entre dientes.



Todo el día de ayer fue tan extraño. Todo fue muy normal al principio, el viaje hasta el puerto para tomar el bote, arreglarnos, etc. Pero luego vino la conversación sobre las…”libertades” en el bote y cómo Alicia se había adelantado diciendo que no había ningún problema con andar desnudos justo antes de que yo dijera exactamente lo contrario.



A ver, yo nunca he estado desnuda delante de otro hombre que no fuese mi marido… bueno, por lo menos desde que nos habíamos empatado. Los novios que había tenido antes, sí… pero. Bueno, el caso es que se acordó que todos se podrían desnudar.



Yo no creo que pueda hacerlo y creo que a Carlos no le gustaría que yo andase desnuda delante de Alex y Bob…



Bueno, la verdad es que yo no tengo nada que ocultar y mi cuerpo está tan bien como la de esas dos locas de amigas mías, pero no sé…



Vaya. Tengo los pezones endurecidos. Parece que a Uds le parece muy bien que los ande mostrando.



Clarita se tocó los pezones y se le erizó todo el cuerpo. Estaban sensibles y se endurecieron más aún.



Luego vino la noche y cuando vinimos a acostarnos nos tocó uno de los camarotes con litera. Traté de acostarme con Carlos pero no cabíamos en la estrecha cama, así que lo dejé a él abajo y me fui a la parte de arriba. Pero luego empezaron los gemidos. Creo que fue Bea pues sonaban a través de la pared, justo donde tenía la cabeza. ¡Coño, Bea está tirando con el marido! pensé en ese momento. Traté de dormirme, pero nada, con esos gemidos me comencé a excitar yo también.



Como ahora, por cierto. Los pezones siguen alborotados y tengo una agradable sensación entre las piernas…



El caso es que me desnudé y me bajé de la litera. Carlos no se había dormido tampoco. Me arrodillé en el suelo, le bajé el pantalón de la pijama y le agarré el Bicho. Para mi muy agradable sorpresa, ya estaba un poco excitado también. A él le cuesta mucho llenar de energía ese aparato tan grande, pero se ve que también había estado oyendo los gemidos de Bea… ¡y ahora los de Alicia también! No perdí tiempo y me lo metí en la boca y comencé a acariciarlo con la lengua. Enseguida completó su tamaño ideal y sin perder tiempo me acosté sobre Carlos y conduje el Bicho a mi cueva. Lo metí sin contemplaciones y en segundos estaba gimiendo de placer yo también.



Clara siguió acariciándose los pezones con una mano pero ahora comenzó también a deslizar la otra entre las piernas.



Vaya, hacía años que no me masturbaba… y no voy a empezar ahora-



Con los pezones como piedra y la entrepierna empapada, Clarita comenzó a bajarse de la cama.



No voy a despertar al pobre Carlos ahora, pero esta noche vuelvo a cogérmelo-



Despacio cogió unas pantaletas y se las puso. Cuando iba a agarrar un brassier, lo pensó:



-Bueno. No voy a andar desnuda por ahí, pero puedo estar sin sostén y así voy practicando-



Se puso una franela blanca de algodón, muy delgada y salió al baño a asearse un poco. Se cepilló los dientes, se lavó un poco entre las piernas.



Coño, estaba completamente mojada… ¡qué rico! ajajaja-



Antes de salir se vio en el espejo y se dio cuenta que los pezones no sólo seguían erguidos sino que la camisa era tan delgada que se notaba claramente no sólo que no tenía sostén, sino que los pezones se trasparentaban un poco a través de la tela. Decidió a cambiarse la camisa por algo menos revelador, pero a última hora decidió ser “valiente” y salir así. Total, era temprano y nadie andaba por ahí. En lo que salieran los hombres entraba de nuevo al camarote y se ponía un bikini.



En la cocina no había nadie y pensó en tomarse un café, pero no era evidente cómo funcionaba la cocina y dónde estaban las cosas por lo que decidió no hacerlo y subir a cubierta.



El día estaba apenas empezando. El sol no se veía todavía –Coño, debe ser muy temprano todavía- pero los pájaros cantaban y a corta distancia se veía una playa divina con arena y árboles al fondo. Se oía el rumor de las olas pero obviamente no era ésta, pues donde estaba anclado el bote era muy tranquilo.



Hacia la popa del bote había un chinchorro colgado y alguien dormía profundamente dormido. Clarita se alejó un poco hacia la proa y se sentó en el suelo del yate a ver la salida del sol, sin embargo, a los pocos minutos, Maya, la esposa del capitán salió también del interior del bote con un café en la mano:



-¡Oh, buenos días!- dijo en voz baja.



-Buenos días- respondió Clarita.



-¿Quieres un café?-



-¡Oh! Eso sería buenísimo-



-¿Leche? ¿Azúcar?-



-Negro y edulcorante. ¿Se puede?-



-Claro, ya vengo-



A los pocos minutos regresó Maya con el café para Clarita, sentándose al lado de ella. Al hacerlo, su batola se le subió subió dejando sus piernas desnudas junto a las de Clara.



-No me imaginé que hubiese alguien despierto a esta hora- dijo sonriendo, entregándole el café a Clarita.



-Me encanta madrugar- dijo ésta.



-A mi también. Aunque anoche estuvo la cosa un poco… agitada. Me costó un poco dormirme, jejeje-



Clarita se ruborizó un poco, pero sus pezones se irguieron de nuevo y ella no supo cómo disimular. Sin embargo pudo ver claramente que los pezones de Maya también estaban erguidos y que también se veían claramente a través del vestido de ésta.



-Oh, está bien- le dijo Maya -nosotros estamos acostumbrados a que las parejas jóvenes como Uds. hagan el amor frecuentemente en el bote. Al fin y al cabo están de vacaciones y eso. Son jóvenes. Jajaja-



Clarita seguía sin saber qué contestar y simplemente se rió ruborizándose aún más, pero siguieron conversando por un rato y pronto se sintió muy cómoda con Maya. Esta le contó cómo había conocido al capitán, cómo habían empezado con los paseos. Algunas anécdotas sobre los muchos viajes que habían hecho. Clarita se sentía muy cómoda y se rió mucho.



El tiempo pasaba y finalmente Maya le dijo mirando hacia el chinchorro:



-Bueno. Ahora voy a despertar al capitán. Por cierto, mi método es un poco heterodoxo y espero que no te moleste-



-O no te preocupes. Si quieres me voy abajo-



-No, no- respondió Maya poniéndole un mano en el muslo desnudo -Quédate…-



La forma en que Maya dijo el “quédate” fue muy extraño, como una petición, y con un tono sexy. El corazón de Clarita se aceleró mucho y asintió con la cabeza. Entonces Maya deslizó la mano hacia arriba por el muslo de Clarita, mientras la veía intensamente a los ojos y luego se levantó, acercándose al chinchorro.



Una vez que estuvo allí, volteó la cabeza hacia Clarita y le sonrió de forma pícara. Luego, dándole la espalda de nuevo, se agarró en vestido y se lo sacó por la cabeza. Por supuesto, no llevaba nada debajo.



Luego se agachó para hablarle quedamente al capitán, despertándolo con un beso. Finalmente volvió a mirar a Clarita y se metió en el chinchorro. Por unos momentos ambos cuerpos se agitaron de aquí allá en el chinchorro, buscando cómo acomodarse, hasta que al fin encontraron una posición y se quedaron tranquilos. O por lo menos lo que Clarita podía ver.



Ella se los imaginó besándose y nuevamente sintió una punzada de deseo. Desde la mañana se sentía excitada y aunque la conversación con Maya había sido totalmente inocente, su mano en el muslo y la sensual mirada al final de la misma la habían vuelto a excitar.



Se tocó el muslo donde Maya había posado la mano y se estremeció. Luego se tocó las tetas y los pezones erguidos la saludaron agradecidos por la caricia.



Así, con la mano izquierda acariciando levemente su pecho volvió la mirada hacia el amanecer. El sol ya había salido y más y más aves revoloteaban alrededor del yate. Se sentía tan bien.



Al poco rato le pareció ver que había movimiento en el chinchorro y quitó la mano del pecho, no la fueran a ver. Entonces vio a Maya irguiéndose en el chinchorro. Por primera vez le vio las tetas, grandes y un poquito separadas, pero todavía deseables. Eran del mismo color que el resto del cuerpo, lo que le recordó que el Capitán había dicho que a ella le encantaba andar desnuda. Obviamente todo el cuerpo tendría el mismo bronceado.



Maya sacó las piernas del chinchorro, una hacia cada lado y luego se irguió, quedando como cabalgando sobre el mismo. Desde allí miró a Clarita y le sonrió. Luego metió una mano entre sus piernas. Clarita pensó que estaba buscando algo y efectivamente lo consiguió porque nuevamente bajó el cuerpo. Obviamente se iba a coger al capitán.



Clarita abrió mucho los ojos. Nunca había visto a otras personas hacer el amor en vivo. Obviamente en películas y anoche los había oído, pero así, en persona, nunca.



Maya cerró los ojos mientras se bajaba sobre el chinchorro, encajándose el miembro, hasta quedar sentada. Luego volvió a abrir los ojos y a mirar a Clarita sonriendo. Luego bajó los ojos hacia el Capitán, Clarita no podía verlo sólo a Maya y a ésta desde la cintura hacia arriba, y comenzó a mover las caderas adelante y atrás.



Clarita volvió a agarrarse las tetas, pero ahora quería más, así que sin pensarlo mucho levantó un poco el culo para que la franela se pudiera levantar lo suficiente para meter la mano por debajo y acariciarse los pezones directamente.



Maya seguía moviéndose sensualmente sobre el Capitán y Clarita podía ver cómo sus pechos comenzaban a agitarse poco a poco. De vez en cuando también se le oía un ligero gemido.



A Clarita le picaba la vulva. Estaba tan mojada.



Entonces decidió que desde el chinchorro no la podían ver si metía con cuidado una mano bajo las pantaletas. No sólo estaba muy mojada, sino que los labios estaban hinchados y el clítoris estaba allí, esperando.



Se metió dos dedos para mojarlos bien y luego empezó a acariciarse el clítoris haciendo círculos con los dedos alrededor de él. Con la otra mano se halaba los pezones y luego los acariciaba, para luego volver a jalarlos.



En el chinchorro la acción se iba acelerando y Maya cabalgaba al Capitán con fuerza. Ya no sólo giraba las caderas, sino que apoyando los pies en el suelo se levantaba y se dejaba caer de nuevo, gimiendo ahora con fuerza.



Mientras Clarita seguía masturbándose, metiendo los dedos profundamente en su vagina, pero principalmente acariciando el clítoris.



De pronto Maya se puso rígida sobre el chinchorro, arqueando la espalda y emitiendo y agudo gemido, apenas contenido. Cuando el orgasmo terminó, se dejó caer sobre el capitán de nuevo.



Clarita se acariciaba furiosamente, sintiendo como el orgasmo se iba preparando, y cerró los ojos para acabar, pero de pronto vió como Maya se levantaba del chinchorro y se no se atrevió a seguir tocándose. Rápidamente sacó la mano de las pantaletas y de se medio acomodó la franela.



-¿Qué te parece cómo desperté al Capitán?- preguntó Maya acercándose mucho a Clarita. Tanto que era evidente el olor a sexo que despedía su cuerpo. No se había puesto nada y todo su cuerpo brillaba por el sudor. Unas gotas de líquido, probablemente provenientes del Capitán, se deslizaban lentamente por la parte interior del muslo.



-Me encantaría tener un reloj despertador así- respondió Clarita sin darse cuenta de lo que decía.



-Oh, de pronto puedo despertarte un día- respondió Maya, agachándose y besando a Clarita en la boca. Esta se quedó aterrorizada dándose cuenta ahora de lo que había dicho. Entonces los labios de Maya se abrieron y su lengua buscó la boca de Clara. Ésta cerro los ojos y se dejó hacer. La lengua penetró en su boca y ella no pudo sino disfrutar de ese beso repentino.



Finalmente al cabo de unos segundos, que a Clarita le parecieron horas, Maya separó su boca y seductoramente le dijo:



-Mmmm. Me va a encantar despertarte… despertarte toda. Quizás un día de estos se nos presente la oportunidad-



Luego se dirigió a donde había un balde atado a un mecate. Lanzó el balde al agua y luego de sacarlo, se lo echó por encima.



-Uhhh. Qué rico- dijo mientras el agua le recorría sensualmente el cuerpo.



La mente de Clarita era un vendaval de confusion… y de placer y de sensualidad. Se tocó los labios recordando el beso y sintió como su vagina lanzaba chorros de jugos. Estaba tan excitada que podría acabar con el roce de… ¿el roce de su mano?



Miró nuevamente a Maya que estaba secándose luego del baño mañanero. Seguía desnuda, por supuesto. No estaba totalmente afeitada, como estaban las muchachas de ahora, sino que tenía su triángulo de velos bien acomodado entre las piernas. Tenía las caderas un poco anchas, la cintura también y las tetas grandes, pero para los 45 años estaba muy bien.



Clarita se dio cuenta de que la seguía viendo embobada. que se sentía extrañamente atraída hacia Maya y no sabía porqué. Nunca la habían gustado las mujeres y ahora miraba embelesada una mujer desnuda.



De pronto el capitán se puso al lado de Maya y él también se echó un balde de agua. Al igual  que había hecho Maya se restregó por la entre pierna (de espaldas a Clarita, pro lo que ésta no pudo ver nada) y luego se puso un short. Luego ambos sacaron de alguna parte los cepillos de dientes y procedieron a cepillarse. Finalmente un peine completó la limpieza matutina. Maya se volvió a poner la batola, sin nada debajo, y pasando por el lado de Clarita que seguía embobada, le dijo:



-Me ayudas a hacer el desayuno?-



4. Alicia



-Niñas, tengo una propuesta que hacerles-



Se habían quedado solas las tres esposas, mientras fregaban las cosas del desayuno. Maya y el Capitán, junto con los varones, preparaban todo lo que íbamos a llevar a la playa. Hoy pasaríamos el día en una isla desierta. Pero a diferencia de los náufragos, nosotros llevábamos de todo, sillas, sombrillas, bebidas, almuerzo. Era toda una proeza llevar todo eso a la playa en el bote auxiliar, pero haciendo varios viajes, se fue llevando todo.



-¿Qué será?- respondió Bea, siempre dispuesta a todo.



-Acérquense, porque no quiero que los chicos oigan-



-Mmmm, me sospecho que va a ser algo interesante- volvió a decir Bea mientras se acercaba con cara de conspiradora.



-A ver, creo que anoche todas lo pasamos de lo mas bien-



-O si, estoy segura- respondió Clarita-



-Bueno, se me ocurre una idea para que esta noche y todas las próximas sean igual… o mejor-



-¿A ver?- dijo Bea excitada. Sus pezones ya pujaban por romper la camiseta que llevaba puesta.



-Tenemos que mantener a los chicos alebrestados. Me refiero a que tenemos que estar editándolos todo el tiempo. Hablando con frases de doble sentido. Sonriéndoles seductoramente…-



-¡Muy buena idea!- dijo Bea.



-Si, pero tiene que haber algo más. Propongo que lo hagamos con todos, es decir, no sólo con nuestros respectivos maridos. Que le hablemos seductoramente a todos. Que les enseñemos las tetas, que se las restreguemos disimuladamente o más bien descaradamente por la espalda. Así, por ejemplo, si tengo que pasar al lado de tu marido Bea, le pasó así-



Y entonces Alicia pasó por detrás de Bea deslizando sus tetas pos su espalda,



-¡Oooohhh. Me muero por hacer eso!- dijo Bea inmediatamente -M voy a abrir el escote y le voy a enseñar todas mis tetas al bobo de tu marido, Clarita. Jajaja-



-Jajajaja- respondió ésta -estoy seguro que se le van a salir los ojos. Jajaja. Sin embargo tengo ciertas dudas. Yo puedo ser todo lo sensual que quiera con mi marido, pero él es un poco celoso y si soy muy liberal, digamos que con Alex, se puede poner fastidioso-



-Bueno. Te dejamos a ti decidir cuánto puedes hacer. Pero la idea es mantenerlos al borde del orgasmo. Que se pasen todo el día con esos bichos parados para que esta noche volvamos a tener una fiesta inolvidable.



-¡Aprobado!- dijeron las otras dos riendo y pensando ya en las maldades que iban a hacer.



5. Alex



Llegamos a la playa como a las 10 am, hubo que hacer dos viajes para llevarnos a todos junto al equipaje de sillas sombrillas, cavas con hielo, refrescos y cervezas… ¡todo un cargamento!



Menos mal que todos ayudaron y pronto tuvieron todo armado y dispuesto.



El Capitan y Maya regresaron al bote y nos dejaron por nuestra cuenta por unas horas. Un radio permitiría comunicarnos con ellos en caso de necesidad.



La isla era estrecha y en la costa norte había un oleaje interesante para los que quisieran caminar hasta allá. Esta playa, por el contrario, era mansa pero tenía algo de sombra y allí colocamos las sombrillas y las cavas.



Clarita propuso irnos a la playa de olas pues a ella le encantaba que el mar estuviese movido y hacer body-surfing. Bea rechazó la idea, le daban miedo las olas. Bob y Carlos aceptaron pero Alicia y yo decidimos quedarnos con Bea.



Tan pronto como Clarita, Bob y Carlos se alejaron, me acomodé en una silla de playa y anuncié que dormiría un rato. ¡Creo que no había terminado de hablar, cuando ya estaba dormido!



Luego de unos 30 minutos, abrí los ojos lentamente y contemplé el paisaje. Yo estaba bajo las palmeras y en la sombra, pero aún así, el resplandor del sol y el azul del cielo dominaba el ambiente. Hacía un poco de calor, pero una agradable brisa del norte mantenía la temperatura a raya. En la bahía, como a unos 100 metros, el bote apenas se mecía, pues el agua era muy tranquila. A lo lejos se podía ver al Capitán y a Maya ajetreados en la cubierta, haciendo sus labores. Enfrente de mi, en la playa, se bronceaban Alicia y Bea cada una en una toalla. Alicia, como era de esperar, estaba boca arriba topless. Bea estaba boca abajo y se había desabrochado el top del bikini, pero no se lo había quitado del todo.



Cerré los ojos de nuevo y traté de dormir de nuevo, pero no pude, así que decidí levantarme e ir en busca de una cerveza o un refresco. Abrí la cava y luego de dudar un poco, me decidí por el refresco. Lo abrí y tomé un largo trago.



El sonido de la apertura de la lata llamó la atención de Alicia.



-Hola, mi amor. ¿Me das un traguito?-



-Claro- respondí acercándome y dándole la lata.



-Y ya que estás aquí a mi lado ¿Me untas un poco de crema en la espalda?-



-No faltaba más-



Alicia se sentó en la toalla y luego buscó en la cesta el pote de crema y dándomelo se acostó en la toalla pero boca abajo.



Primero me eché abundante crema en las manos y me las restregué una contra la otra para calentarlas. Luego comencé a cubrirle los hombros y la espalda.



Aprovechando la oportunidad, le dio un masaje en los músculos del cuello, que estaban un poco tensos. Después bajé las manos hacia la espalda y aproveché para acariciarle los senos que aplastados contra el piso, sobresalían hacia los lados del cuerpo su cuerpo. Ésta se irguió un poco, lo suficiente como para permitirme meter las manos y acariciarle los pezones.



-Mmmm- gimió Alicia con las caricias. Sonido que no pasó desapercibido por Bea que aunque parecía dormitar y mantenía los ojos cerrados, oí lo que estaba pasando a menos de un metro a su lado.



Alicia se bajó de nuevo y yo seguí poniéndole crema, ahora en la parte baja de la espalda y la cintura. Cuando llegué al bikini pasé las manos por debajo de éste, poniéndole crema protectora debajo de la cinta.



Luego le subí el bikini lo más que pude, haciendo que la tira de abajo se encajara más entre sus nalgas. Volvió a ponerme crema en las manos y comencé a echársela en las nalgas, una parte importante de las cuales se mostraba más clara que el resto, demostrando que el bikini era más pequeño que los que usaba normalmente y había más piel sensible que había que proteger.



Por un largo rato continué acariciándole las nalgas a Alicia (poniéndole crema, jajaja), separándoselas y metiendo los dedos por entre ellas.



-Mmmmmm- volvió a gemir Alicia con mis caricias.



Todo ese tiempo había estado arrodillado al lado de Alicia, pero ahora me moví y me arrodilló entre sus piernas, luego de separárselas un poco, para poder ponerle crema desde los pies hacia arriba.



Poco a poco fui subiendo, acariciando ambas piernas, una a la vez, hasta llegar más o menos a la mitad del muslo. Luego, echándome más crema en las manos, puse una mano a cada lado de su muslo izquierdo, uno cubriendo la cara externa del mismo y la otra mano la cara interna y comencé a subir poco a poco por su entrepierna. Alicia, adivinando lo que iba a hacer, se irguió un poco, apoyándose en los codos y agachando la cabeza, concentrada en mis manos.



Finalmente mi mano izquierda subió por la cadera, pero la mano derecha se encontró la ingle de Alicia y con fuerza apreté contra su vulva, apenas cubierta con la tira del bikini.



-Mmmmm- gimió.



Y mientras la mano izquierda cubría de crema su cadera, la mano derecha y especialmente con el pulgar, presionaba su vulva y la zona del clítoris.



Allí seguí varios minutos, para luego volver a ponerme crema y pasar a su otra pierna. Al igual que antes, puse una mano en la cara externa del muslo y otra en la cara interna y empecé a subir aún más despacio que antes.



Alicia se estremecía de impaciencia, mientras mis manos subían lentamente. Finalmente alcancé su pubis y comencé a acariciarla por sobre el bikini que estaba completamente mojado con sus jugos.



Entonces traté de apartarle el bikini para penetrarla con los dedos ahí mismo, sin importarme la presencia de Bea, cuando entonces Alicia me interrumpió y volteándose boca arriba y moviendo las piernas para que yo ya no estuviese entre ellas me dijo:



-Gracias, mi amor, yo creo que ya es suficiente. ¿Porqué no le pones crema a Bea ahora? Seguramente a ella le va a gustar que le hagas lo mismo que me hiciste a mi-



-¡Oh! Claro- dije sorprendido.



Yo estaba muy excitado y el güevo lo tenía, obviamente, completamente parado. El traje de baño, un Speedo de esos que usan los nadadores (no me gustan los shorts para nadar), me impedían que el güevo se moviera mucho, pero estaba un poco incomodo. Así pues, antes de levantarme y aprovechando que Bea no podía verme porque estaba casi de espaldas a ella, me acomodé el güevo para que estuviese de lado. No podía disimularlo por completo, pero por lo menos así de lado estábamos más cómodos él y yo.



6. Bea



Estaba medio dormida, cuando oí a Alex conversando con Alicia y a ésta pidiéndole que le echase crema para el sol. Me pareció una buena idea y me hubiese gustado que Bob estuviese aquí para pedirle que me hiciese lo mismo. No quería quemarme la espalda y después estar sufriendo.



Pero entonces se me ocurrió que a lo mejor Alex podría ponerme crema a mi también. Sería una oportunidad excelente para flirtear con él, tal como habíamos acordado esta mañana. Flirtear con un hombre buenmozo ¡y con permiso de su esposa!



Me encantó la propuesta de Alicia. Yo habría flirteado con Alex aún sin el acuerdo, más disimuladamente claro, pero es que él me gustaba mucho y… bueno. Unas miradas pícaras no le hacen mal a nadie. Carlos no estaba mal tampoco, también podría buscarle guerra, pero Alex me parece más sexy. Ahora, con el acuerdo de esta mañana, tengo permiso de sus esposas para ser más atrevida. Por ejemplo, yo nunca he tomado el sol topless, pero hoy lo voy a hacer. Primero de espalda y luego volteándome cuando alguno de ellos me esté mirando y mostrarles mis nuevas tetas.



Pero luego comencé a oír gemir a Alicia ¿qué clase de “echar crema” era esa? Traté de mirar, pero desde mi posición, no podía hacerlo sin que me vieran y no quería que me agarraran curioseando.



Pasó un rato más y luego Alicia volvió a gemir. Más sensualmente. A la tercera vez, sin poder aguantar mas la curiosidad, levanté la cabeza y miré hacia donde estaban los dos, pero no pude ver nada extraño. Alex parecía estar de rodillas y Alicia acostada boca abajo. Traté de ver más y nada. ¡Oh! ¿Estaba Alex entre las piernas de Alicia? ¿A dónde le estaba poniendo crema?



Entonces oí que Alicia le pedía a Alex que le pusiera crema a ella. ¡Qué bueno! Justo lo que había estado pensando, la perfecta oportunidad para jugar con él. Inmediatamente me quité completamente el top del bikini y me incorporé un poco apoyándome en los codos, para que así Alex vería mis tetas de lado y se quedaría pasmado.



-Bea, querida, ¿qué te parece que Alex te ponga un poco de crema?- dijo Alicia.



-Oh, me parece muy bien. Digo, si a él no le molesta- respondí tratando de parecer indiferente.



-No tengo ningún inconveniente- dijo Alex.



Así pues éste se acercó y se arrodilló a mi lado, tal como yo quería, pero lo primero que vi cuando volteé la cabeza, fue un extraño bulto en su traje de baño deportivo. Siendo éste muy pegado y corto, se podía ver claramente un bulto que se extendía desde su ingle hacia la cadera, un bulto cilíndrico… ¡Oh dios, es su güevo!



Me quedé paralizada, ¡era enorme! Bueno, tengo que reconocer que el de mi marido es muy largo, pero definitivamente no tan grueso como éste. Sin poderlo evitar, inmediatamente pensé en cómo se sentiría ese bicho entrando lentamente en mi conchita y literalmente sentí como la muy puta se lubricaba.



-¿Empezamos?- preguntó Alex, pero lo que yo quería hacer ahora mismo era voltearme boca arriba, abrir las piernas y dejar que me cogiera allí mismo. Coño, ese güevo debe ser por lo menos el doble de grueso del de Bob… ¿Cómo se sentirá cuando me lo vaya metiendo…?



-Oh, por supuesto- respondí componiéndome un poco. Entonces recosté la cabeza en la toalla de nuevo, con los ojos fijos en su güevo y olvidándome de mis planes de enseñarle las tetas. Entonces él se echó crema en las manos y se las frotó, para comenzar a ponérmela en los hombros y la espalda.



Yo tenía los músculos muy tensos por todo lo que estaba pasando por mi cabeza, pero Alex comenzó a masajerarme y enseguida me fui aflojando. Alex tenía unas manos maravillosas (además del güevo) y la tensión se me fue pasando, aunque con el traje de baño a pocos centímetros de mi cara, ahora en lo único que podía pensar era en agarrárselo y meterme el monstruo en la boca.



Luego de unos minutos, Alex se mudó de puesto, colocándose a mi lado en vez  de estar frente a mi. En esa posición perdí de vista al monstruo y pude concentrarme mejor es sus manos. Tal como había hecho con mis hombros, Alex más que echarme crema, me masajeaba la espalda, lo que era no sólo muy agradable, sino menos sensual y así me relajé más.



¡Coño!, pensé. Yo que pensaba flirtear con Alex y que se pusiera todo nervioso tratando de verme las tetas o tocarme, y resulta que yo soy la que me quedé boba con él y trato de tocarlo o acercarme a él.



Finalmente terminó con mi espalda y cuando pensaba que la puesta de crema iba a terminar, sentí que agarraba la parte de abajo de la tanguita y me lo bajaba hasta mitad de las piernas diciéndome:



-Permiso, tengo que ponerte crema por aquí y esto está atravesado-



Inmediatamente comenzó a ponerme crema en la cintura, la parte baja de la espalda y… el culo. Mi tanga era sólo un poco más grande que el de Alicia (lo que lamentaba y pensaba comprar uno más chiquito para la próxima vez) y efectivamente me tapaba un poco más el culo por lo que Alex, al bajarlo, podía echarme crema mejor. Bueno eso era lo que yo pensaba. De ser otras las condiciones, hubiese dicho que no era necesario ponerme crema por debajo de donde la piel está cubierta, pero mmmm era tan agradable que yo también estaba a punto de gemir en voz alta y me contuve para que Alicia no me oyese.



Luego de echarme la crema es esa zona, Alex agarró mi traje de baño y lo subió de nuevo, para mi sorpresa y mayor placer, tomó con los dedos los bordes del mismo y se aseguró que lo más posible del mismo se metiese entre mis nalgas, dejando éstas completamente al descubierto. Inmediatamente se echó crema en las manos y comenzó a ponerme en las nalgas, asegurándose que, como antes, no quedase nada sin cubrir, inclusive aquellos sitios en los que no llega el sol. Con total desparpajo, me agarraba las nalgas cada una con una mano y las separaba, dejando que los pulgares llenasen de crema el interior de éstas. Por un momento pensé que iba a levantar la cinta del tanga para ponerme crema directamente en el ano. No lo hizo y yo lo lamenté, pues para ese momento, yo estaba dispuesto a dejar que me hiciese lo que él quisiera, ¡inclusive mentirme el monstruo por el culito!



Por un tiempo interminable Alex continuó acariciándome el culo, olvidada la excusa de ponerme crema contra el sol. Yo estaba tan mojada que no sólo mi tanguita estaba mojada, sino que estaba seguro de que la toalla debajo de mi tendría una enorme mancha de humedad.



Entonces Alex volvió a moverse y comenzó a ponerme crema en las piernas, sólo que empezó por los pies. Primero me levantó la pierna y el pie izquierdo y me puso crema, dejándolo un poco más cerca de él. Luego hizo lo mismo con la pierna derecha, la que reposicionó más alejada, con el resultado de que mis piernas estaban un poco más separadas.



Se colocó crema de nuevo en las manos y las colocó en la parte trasera de mi pierna izquierda, a la altura de la corva. Una mano cubría la cara externa del muslo y la otra la cara interna y comenzó a subirlas con un movimiento ondulado.



¡Esa mano se dirige a mi conchita! pensé alarmada y agradada a la vez y no pude suprimir un estremecimiento de placer.



Efectivamente, la mano que estaba recorriendo el muslo por su cara externa subió por la cadera, pero la otra llegó hasta mi ingle y al mismo tiempo que echaba crema en la parte interna del muslo, el borde de la mano se deslizaba arriba y abajo en mi conchita cubierta apenas con la tela del tanga. Tela que como dije antes, estaba empapada de mis jugos.



Instintivamente moví la ingle contra su mano, pero él la retiró rápidamente, jugando con mi cuerpo.



Entonces repitió el mismo proceso con el otro muslo, subiendo las manos despacio desde la corva. Otra vez, al llegar a la cadera, la mano exterior siguió su recorrido, pero la otra se quedó en mi ingle, sólo que esta vez se giró y todos los dedos comenzaron a apretar contra mi vulva.



¡Casi tuve un orgasmo en ese momento!



Por varios segundos, su mano continuó masterbándome. Sus dedos recorriendo mi raja de arriba a abajo y presionando, especialmente en donde se hallaba mi clítoris a punto de reventar.



Y entonces intentó meter los dedos debajo del tanga cuando la voz de Clarita nos llegó desde una corta distancia y Alex se vio interrumpido en sus agradabilísimos trabajos.



-Hola- dijo primero Clarita y luego Bob, mi marido.



-Hey- respondió Alex levantándose, mientras me susurraba: –Te debo una-



A lo que le respondí también en un susurro: -Lo espero con ganas-



Entonces levanté la mirada, todavía totalmente perdida en mi apasionada sesión de masaje, justo antes de tener un orgasmo. Para mi sorpresa, Clarita venía topless, con el top del bikini en la mano y con Carlos a un lado y Bob al otro, muy cerca ambos de ella, como si hubiesen venido caminando abrazados o por lo menos agarrados de manos.



Miren a la mosquita muerta, pensé. ¿Ella que no ique iba a flirtear con nadie? ¡Y allí estaba, casi desnuda junto a mi marido! ¡Y éste no disimulaba que estaba medio excitado, su culebra estaba medio levantada bajo el traje de baño!



Inmediatamente me sentí un poco ridícula, hacía menos de un minuto otro hombre me estaba masturbando y yo me ponía celosa porque mi esposo caminaba al lado de otra mujer.



7. Clarita



Estábamos recogiendo todo para volver al bote. Eran casi las 5 de la tarde y en este tiempo el sol se pone temprano. Había sido un día de playa espectacular. Apenas llegábamos cuando Alicia, fiel a su idea de mantener excitados a los hombres, se quitó el top del bikini. A Carlos casi se le salen los ojos de las órbitas y no podía dejar de mirarla. Eso me pareció excelente porque lo iba a poder usar como arma para que no se ponga ridículo cuando yo intente hacer alguna travesura. Bob también estaba embelesado por las tetas de Alicia, pero no tanto como mi marido o quizás lo disimulaba mejor.



Luego nos dijeron de la playa del otro lado de la isla en la que se podían correr olas y enseguida nos anotamos los tres: Bob, Carlos y yo y dejando a los otros tomando el sol (menos Alex, que parecía dormido en la sombra), nos fuimos caminando.



Como a los 20 minutos habíamos atravesado la isla y una playa con numerosas olas nos saludaba con el arrullar del rompiente. No eran muy grandes, pero servirían para el propósito. El Capitán nos había advertido que normalmente no había mucha resaca, pero que fuéramos cuidadosos. Adicionalmente nos dejó un radio para llamarlo en caso de emergencia, en la que ellos acudirían con el bote.



Pronto dejamos las pocas cosas que llevábamos, el radio, una toalla y los anteojos oscuros y nos metimos poco a poco. Efectivamente no parecía haber resaca, así que poco a poco fuimos cogiendo confianza y nos adentramos hasta donde podíamos agarrar las olas para correrlas, más o menos a donde el agua nos llegaba al pecho… y a mi al cuello, jajaja.



El primero en hacerlo fue Carlos y le fue muy bien, llegando casi a la orilla. Luego fuimos Bob y yo en la misma ola pero a mí me dejó y Bob sí pudo llegar a la orilla.



Luego acordamos que no correríamos las olas simultáneamente, sino por turnos, así siempre estarían dos vigilando al tercero.



Cuando me tocó a mi, me resultó una ola perfecta, ni muy grande ni muy pequeña y llegué hasta la arena sin problemas. Pero cuando me fui a parar, me di cuenta que casi se me habían salido los pezones del top del bikini y mientras me los arreglaba, se me ocurrió una idea perfecta.



Por un rato seguimos corriendo olas por turnos, como adolescentes, riéndonos y burlándonos cuando alguno fallaba o la ola lo dejaba en el camino.



Entonces, decidí poner en juego mi idea. En la siguiente ola, no sólo dejé que el agua me sacase los pezones del bikini, sino que disimuladamente me saqué todo el pecho derecho. Entonces me levanté y comencé a caminar hacia los muchachos.



Ambos abrieron mucho los ojos cuando me vieron, pero obviamente, Carlos me empezó a hacer señas para que me cubriera. Yo me hice la loca como que no lo oía y seguí caminando y saltando las olas que venían en mi contra. Sólo cuando estuve cerca, hice la pantomima de que lo oía y procedí a acomodarme el bikini sin mucha prisa.



-¿No te diste cuenta de que ibas medio desnuda?- me dijo Carlos con voz reprochadora.



-No, la verdad es que no- respondí acomodándome para la próxima ola.



Carlos no dijo más nada y Bob, que lo había visto todo, por supuesto que no dijo nada.



En la siguiente ola, volví a hacer lo mismo, pero sólo dejé que los bordes superiores salieran por sobre el bikini. No se veían los pezones, pero si la aureola.



Carlos no me dijo nada, pero me hizo un gesto para que me arreglara el bikini, lo que hice sin mucho espaviento.



Ya estábamos un poco cansados y pronto terminaríamos de correr olas, por lo que tendría que hacer el acto final ahora. Así pues, en la siguiente ola, mientras me acercaba a la playa, me bajé completamente el top del bikini hasta la cintura. Cuando terminó la ola, simplemente me paré y comencé a caminar hacia ellos sin el top puesto.



Carlos comenzó a hacerme gestos otra vez y yo volví a ignorarlo.



-¿Hey, no ves que se te salió el bikini?-



-Esta vez sí me di cuenta- le respondí- pero ya me cansé de estar agarrándomelo cada vez que corro una ola-



-Pero no pensarás andar por ahí medio desnuda- dijo airado.



-Eso no fue lo que pensaste cuando viste a Alicia se quitó el top esta mañana. ¿Crees que ella no deba andar medio desnuda tampoco? ¿O más bien te quedaste embobado viéndole las tetas?-



Carlos se quedó paralizado. Seguramente él no se había dado cuenta de cómo se había quedado bobo viendo a Alicia y de que yo me había dado cuenta.



-Ella… ella, puede hacer lo que quiera- dijo dudando.



-Y yo también- respondí. Pero después pensé que era mejor no enfrentarlo sino convencerlo   -Sólo estamos nosotros en esta isla. Todos somos amigos y no tenemos complejos. Alicia se ya se quitó el top y Bea seguramente también-



-A ver, Bob- continué -¿tu tienes algún problema en que Bea se quite el top del bikini?-



-Por supuesto que no- respondió éste -Ella se hizo hace poco las tetas y por supuesto que está chinga de enseñárselas a todo el mundo-



-¿Ya ves?- le dije a Carlos y éste no contestó.



-Es más- siguió Bob -recuerden lo que dijeron Maya y El Capitan el primer día, es un viaje libre y abierto y cada quien se viste o se desnuda, lo que quiera-



-Está bien- dijo Carlos un poco enfurruñado y yo me volteé para que no viese mi sonrisa de triunfo en la cara.



El caso es que al hacerlo, casi le restriego la tetas en la cara a Bob, que estaba por correr una ola casi me muero de pena. La verdad es que no estaba tampoco muy segura en estas lides.



Así pues, seguimos corriendo olas un rato más, yo ya sin el problema del top del bikini (que nunca tuve, en realidad) y ellos, sobre todo Bob, mirándome las tetas saltando alegremente con las olas.



Al regresar a la playita donde estaban los otros, encontramos a Bea efectivamente topless. Aparte de eso, parecía también muy agitada y tenía la cara roja. Primero pensé que era por el sol, pero después vi la toalla donde había estado acostada y una mancha de humedad en forma de triángulo estaba a la altura de su vientre. Mmmm… Traté de verle la tanga y estaba mojada sólo por abajo. Eso no parecía mojado de playa.



Alex también parecía agitado y una enorme erección se podía ver en su pequeño traje de baño. Parecía que estos dos habían estado en algo. Aunque Alice no parecía ni siquiera preocupada, así que me olvidé del asunto.



Después de un rato de descanso y de bañarnos un par de veces en la playa, que parecía una piscina, comparada con la otra, llegaron Maya y El Capitán, con el almuerzo. Se necesitaron varias idas y venidas del bote para prepararlo todo, pero al final teníamos una mesa perfecta para 8 personas, con mantel blanco, platos de loza y cubiertos de verdad.



Comimos una carne a la parrilla que estaba deliciosa. Con ensalada y papas de acompañantes. Todo bañado con un Valdepeñas, que con la ayuda del hielo, se mantenía a una temperatura agradablemente fresca. De postre hubo ensalada de frutas y quesos.



Después de la comida todos quedamos grogis y nos recostamos a descansar, pero media hora después volvieron el Capitán y Maya con una malla de voleibol y varias pelotas. Todos nos animamos a jugar y pronto armamos varias partidas de dos contra dos. Usualmente una mujer y un hombre contra otra pareja similar, sin embargo pronto nos dimos cuenta que Bea jugaba mucho mejor que todos los otros, por lo que llegamos a jugar varias veces ella y yo contra Alex y Carlos o Bob o cualquier otra combinación y siempre ganábamos. Por cierto que cada vez que lo hacíamos, nos abrazábamos y cada vez me hacía más consciente de las tetas de Bea. Obviamente nos habíamos puesto los bikinis para poder jugar, pero igual al abrazarnos, sentía sus pechos contra mi, cálidos, duros, realmente una sensación que nunca había tenido.



Finalmente, como a las cuatro, empezamos a recoger todo para regresar al bote. Cuando íbamos llegando, Maya nos instruyó de cómo bañarnos para quitarnos la arena sin gastar agua:



-Lo primero- dijo Maya -es quitarnos la arena con agua de mar- e inmediatamente se despojó de toda su ropa (igual no era mucha) y se lanzó un clavado en el agua. Luego salió y se paró en un borde que tiene el bote hacia el agua. Desde allí cogió un tarro con jabón que estaba escondido.



-Con esto se pueden enjabonar. No lo hagan mucho en la espalda o la cara para no perder demasiado protección. Se enjabonan todo lo que quieran y luego una rápida zambullida se lleva todo el jabón- mientras hablaba se iba enjabonando, exclusive entre las piernas, sin ni siquiera perder el hilo de la conversación. Como si enjabonarse la totona delante de seis extraños fuese lo más normal del mudo.



Luego se echó al agua de nuevo y volvió a salir enseguida.



-Con eso es suficiente. Si se secan inmediatamente, no quedará sal en la piel y estarán perfectamente cómodos después-



-Si prefieren, pueden tomar esta manguerita aquí, por la que sale agua dulce y con mucho cuidado se enjuagan rápidamente. No hay mucha agua dulce, así que, por favor no la desperdicien-



-¿Y ahora quien sigue?-



Yo seguía mirándola desnuda y las mariposas seguían revoloteándome en la barriga. O quizás debería reconocer que me revoloteaban más abajo. Definitivamente algo me pasaba, ¿desde cuando me gustaban las mujeres? ¡Y los hombres debo decir! La cabeza me daba vueltas.



Por supuesto, la siguiente fue Alicia, que se desnudó totalmente, como había hecho Maya, para mayor complacencia de Bob y Carlos, que si antes se habían comido con los ojos a Maya, ahora con Alicia desnuda parecía que se fueran a desmayar.



Alex comenzó a bañarse justo cuando Alicia se lanzó al agua por primera vez. Lamentablemente no se quitó el traje de baño, porque definitivamente me hubiese gustado echarle una mirada a eso que tiene debajo. No creo que sea más grande que el de Carlos, pero… igual me gustaría verlo… ¿y quizás metérmelo en la boca?



Coño, mira como estoy de excitada. Menos mal que por lo menos está vez estoy pensando en hombres y no en mujeres. En cualquier caso voy a tener que enjuagarme bien la totona. Estoy otra vez empapada !y no es de agua¡



Alex-



Después de cenar, Maya nos anunció que si queríamos podíamos jugar algunos juegos de mesa.



-¿Como monopolio?- preguntó Bob.



-Oh no, algo un poco más moderno y… más atrevido- respondió Maya riendo.



-Ya decía yo que seguro que tenías algo bajo la manga-



-Cual manga?- respondió ella levantando el brazo desnudo. Su blusa no solo no tenía mangas, sino que el hueco por donde salían los brazos eran tan amplios que a través de ellos se podía ver su torso y sus senos-



-jajajaja- reímos todos.



-Por supuesto que vamos a jugar- dijo Bea -y si involucra sexo y licor, mejor-



-Pues claro- dijo Maya -no iban a esperar menos de mi-



-Lo primero es preparar la mesa. Ayúdenme-



Inmediatamente empezamos a re acomodar la mesa y las sillas en la cubierta. Primero colocó algo debajo de las patas de la mesa, de forma que ésta quedó más alta de lo normal. Luego colocó solo 4 sillas alrededor, lo que resultó un poco extraño por que somos 6, y si contamos a Maya, 7.



Luego colocó una lámpara sobre la mesa, una botella de brandy y unos vasos pequeños. Entonces apagó todas las otras luces de la cubierta. Y como esa noche no había luna, solo lo que alumbraba la lámpara de la mesa.



-Ahora- dijo Maya -siéntense los hombres en las sillas y sus respectivas mujeres se sentarán en sus rodillas-



Riéndonos nos acomodamos en las sillas con las respectivas esposas cada uno, mientras Maya se sentó en la última silla disponible. Nosotros quedamos relativamente alejados de la mesa, que estaba tan alta, que a las mujeres le llegaba a la altura de las axilas. Podían poner los brazos sobre la mesa, pero parecían como niñas pequeñas que no llegan a la mesa.



-Es así que tenemos que estar?- preguntó Alicia.



-Están perfectas-



-El juego es básicamente de preguntas y respuestas- continuó Maya -Yo voy a hacer unas preguntas que cada una de las mujeres deberán contestar lo más acertadamente posible. Al terminar la rueda de respuestas, todos votaremos en relación con la veracidad y/o calidad de la respuesta. La persona que tenga menos votos, deberá tomar -fondo blanco- una copa de brandy.



-¿Y los hombres no van a contestar nada?-



-Las preguntas van a incluir cosas relativas a ellos, pero solo las mujeres podrán hablar. En esos casos, cada una podrá voltearse y hablar con ellos para saber la respuesta de éstos y trasmitirla al grupo.  Igualmente, al momento de votar, se puede decidir que alguno de ellos no cumple con la calidad esperada y por lo tanto, debe tomarse su trago-



-Me parece bien- dije.



-Una cosa más. Noten que la luz ilumina sólo la mesa y la cara de las mujeres. Todo lo que suceda debajo de la mesa no se verá y es irrelevante para el juego. Así pues, si alguien decide tomarse alguna libertad que, por ejemplo, impida que la mujer de un alguna respuesta, no es problema de la mesa y la mujer será igualmente castigada-



-Debo aclarar que luego de cada ronda, las mujeres rotarán un puesto (excepto yo), con lo cual las parejas no serán las actuales y la comunicación entre cada una será más divertida-



-Ahhhh- dijo Bea -ahora veo que poco a poco esto se va poner más interesante-



-Ya verás cuando oigas las preguntas- añadió Maya riendo.



-¿Quizás deberíamos empezar todos tomándonos un trago?- dijo Carlos incómodo. Seguramente preocupado por lo que le fuera a suceder a su esposita Clarita cuando se siente en mis piernas o las de Bob. Ella, en cambio, no parecía muy preocupada.



-Muy bien. Todos un trago- dijo Maya.



-¡Salud!- fuimos celebrando todos mientras el vaso de brandy iba dando la vuelta. Al cabo de ésta ya nos habíamos bebido a mitad de la botella.



-Vamos a ver- continuó Maya cuando todos nos tranquilizamos -la primera pregunta es para las mujeres y lo que quiero que me digan con la mayor sinceridad posible es ¿qué es lo les gusta más de la herramienta de su marido?-



-¡Oooohhh!, ¡Aaahhh!- gritaron todas las mujeres al mismo tiempo.



-Vamos a ver, ¿quién quiere empezar?-



-¡Yo!- dijo Bea sin dudar ni un segundo.



-Vamos a ver, mmmm. Lo que más me gusta del… de la herramienta de Bob…-



-No, no, no- interrumpió Maya -seguro que tu no le dices “herramienta” cuando la tienes dentro. Danos tu respuesta con el nombre correcto-



A Bea ya no le pareció tan fácil la cosa y se puso colorada.



-Esto se está poniendo interesante- le susurré en el oido a Alicia, mientras le apretaba las tetas desnudas por debajo de la blusa -hasta yo quiero saber qué es lo que más te gusta del mío-



-Jajaja. Ya te vas a enterar- respondió girando las caderas contra mi, lo que hizo que el güevo se me empezara a parar, mientras le hacía girar los pezones con los dedos.



¿Estará Bob jugueteando con Bea mientras ella habla? .



-Bueno, yo no tengo un nombre especial, pero a veces lo llamo la culebra y ya van a saber porqué- continuó Bea cuando se recompuso -El bicho, digo la culebra de Bob es muy larga. Yo no se las medidas normales de los hombres, pero comparada con las de mis parejas de antes de casarnos, él es mucho más largo. Más delgado, pero más largo-



-El promedio de los hombres es como de 12 cm- añadió Alicia -¿cuanto más larga es “la culebra”?-



-Yo diría que ¿quizás 20?- respondió Bea -la mejor descripción y por eso es que me gusta tanto, es que me la puede meter en las posiciones más inverosímiles. Por ejemplo, sentados así como estamos, él podría fácilmente tenerme metida la culebra profundamente-



-Mmmm- gimió Bea, moviéndose un poco, por lo que mi sospecha de que Bob la estaba jurungando por debajo de la mesa se confirmó.



-No saben cuántas veces hemos estado “tranquilitos” sentados así como ahora y sin embargo la culebra estaba en su cueva… jajaja-



-¿Y ahora está?- preguntó Clarita.



-Jajaja. Lamentablemente no estaba preparada para eso ahora, pero si me dejan unos minutos…-



-No. Está bien- Interrumpió Maya -sigamos con el juego. Aunque repito, lo que Uds. hagan debajo de la mesa no es nuestro problema. ¿Quién sigue? ¿Clarita?-



-Muy bien- comenzó ella más asentada -Yo lo llamo el cañón y es porque verdaderamente Carlos tiene un cañón entre las piernas. ¡Es grande y grueso! Tan grande y tan grueso que casi que cuando se le para, el resto del cuerpo se le queda sin sangre. Jajaja-



-¡Qué exagerada!- dijo Bea, pero quizás más por envidia que por incredulidad.



-Quizás no tenga los 20 cm de Bob, pero es que si además de grueso fuese más largo, no me cabría en ninguna parte. Jajaja-



-El caso- continuó Clara -es que como es tan grande, necesita un montón de estimulación hasta que está lleno. Lo cual es muy bueno, pues yo me beneficio de eso. La parte mala es que

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