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Renace el harem (Cap. 6)

Una vez que se retiraron las clientas arrodilladas, su Alteza dedicó unos minutos a las nuevas posibles clientas y con voz de mando le preguntó ¿Qué se les ofrece? Las mujeres después de ver como las clientas que se habían retirado se habían tenido que arrodillar, estas se pusieron algo nerviosas de que se les venía encima.



Su Alteza dirigió su mirada a las mujeres presentes y les dijo “no acostumbro decir las cosas más de una vez y creo recordar que les pregunte que desean”, las mujeres que todavía estaban sorprendidas de como las demás llegaron de rodillas ante su Majestad solo fueron capaces de decir “disculpe usted, es que no entendimos porque nuestras amigas se arrodillaron”, el Ama respondió, es muy sencillo, toda la gente que viene es considerada como inferior y solo pueden estar ante mí de rodillas, de manera que si ustedes desean hablar conmigo deberán inclinarse también. ¿Algún problema con eso?, las mujeres dijeron no señora, ahora entendemos porqué lo hicieron, el Ama preguntó entonces ¿y que esperan? Las mujeres se dieron cuenta que para hablar con su Alteza debían arrodillarse, así que no les quedó más remedio que obedecer.



Las mujeres ya arrodilladas dijeron a su Alteza que habían dicho maravillas de ella en su capacidad de convertir a gente rebelde y malcriada en personas totalmente sumisas en muy poco tiempo, su Alteza respondió que efectivamente ella contaba con esa cualidad. Fue entonces que su Alteza preguntó ¿acaso ustedes tienen algún familiar o amigo que las acosa constantemente? Las mujeres respondieron diciendo que sí, que sus hijas eran muy groseras y rebeldes, y que cuando se les decía que cumplieran con obligaciones domésticas ellas solo se carcajeaban para después irse. Su Alteza respondió “ese no es problema para mí, solo que ustedes me deberán pagar una cantidad por adelantado”,



Las mujeres desesperadas contestaron a su Alteza que el dinero no era problema; las mujeres agacharon la cabeza y agradecieron que las ayudaran; su Majestad dio un par de palmadas y enseguida una de las integrantes de su sequito apareció para después adoptar la postura de adoración y así esperar órdenes. Su ateza volteó la mirada a sus nuevas candidatas de renta para preguntar cuántas rebeldes tenían cada una en sus casas, las mujeres tímidamente respondieron que dos, el Ama chasqueó los dedos y su esclava que permanecía en el suelo se acercó a los pies de su dueña y se los beso e inmediatamente pregunto ¿Qué se le ofrece a su Majestad?, su Ama ordenó trajera a 15 de las perritas, la perrita de rodillas se retiró al instante para cumplir la orden recibida.



Una vez que las perras se presentaron ante su dueña, ella les ordeno que formaran 4 grupos y que cada uno se irían con las mujeres presentes para después regresar con sus hijas adolescentes, las perras respondieron “entendido su Majestad, enseguida”, las perras al instante se dividieron entre las mujeres solicitantes.



El Ama se dirigió a las mujeres para decirles, mis chicas irán para someter a sus hijas y traérmelas para empezar su entrenamiento, así que apunten sus domicilios para que mis perras se pongan en camino, y ustedes firmarán un contrato donde me ceden todo derecho de poder actuar sobre sus hijas según se vaya requiriendo. Este contrato incluye una cláusula donde ustedes me deberán pagar una renta mensual que deberá ser pagada entre los primeros cinco días de cada mes o de lo contrario mandaré por sus hijas para pasar a ser de mi propiedad. ¿Está claro?



Las mujeres aceptaron las condiciones firmando así el contrato. Una vez firmado el contrato su Majestad dijo a sus ahora clientas las haré venir en una semana para que vayan viendo el avance y que si se les ofrece que ellas aprendan algo más solo me lo hagan saber, las mujeres dijeron “de acuerdo Majestad, como usted mande”.



Pocos minutos después estaban ya de regreso el sequito que había sido dispuesto para traer a las chicas rebeldes. Las perras dijeron a su Majestad “aquí las tiene Ama, dieron un poco de pelea, pero al superarlas en cantidad fue sencillo someterlas” y enseguida arrodillaron a las chicas que ya venían un tanto golpeadas por la resistencia que habían tenido aunque finalmente terminaron abatidas por las perras.



Las rebeldes se percataron que estaban ahí sus madres y enojadas exclamaron ¡qué demonios hacemos aquí, y que hacen con nuestras mamás! Su Majestad ordeno que se callaran, entonces las chicas escupieron a la cara de su majestad, actitud que a sus perras no les agradó y sin decir nada les dejaron a las chicas impresa su espalda un latigazo que hasta sangre les hizo brotar, y después retorcerse de dolor, las perras les exigieron se disculparan con su Ama por haberla escupido, las rebeldes se iban a negar, cuando una de las esclavas estiró el látigo dejando que las rebeldes lo vieran, acción que a las rebeldes las hizo recapacitar y suplicar las disculparan con tal de no recibir más golpes de los que ya habían recibido en el trayecto hacia el reino.



Las chicas voltearon a ver a sus madres con lágrimas de dolor y sus espaldas bañadas en sangre y preguntaron porque no las defendieron. Sus madres respondieron su Majestad va a enderezarlas si es necesario a golpes la rebeldía y pésima educación que tienen, y nosotras hemos firmado un contrato autorizando cualquier método que su Alteza considere necesario.



Las chicas rebeldes no creían lo que sus propias madres les habían hecho, una vez que sus madres fueron testigos de cómo mediante un simple latigazo sus hijas respondieron ante la autoridad de su Alteza, supieron que hacían lo correcto con sus hijas y se marcharon contentas de que por fin habían encontrado a una persona capaz de domesticar a sus hijas que buena falta les hacía.



Su Alteza ordenó a sus perritas que se llevaran a las nuevas reclutas para enjaularlas sin agua ni comida por 24 horas, las reclutas como ya no querían ser golpeadas no dijeron ni pío y así evitar seguir siendo maltratadas. Horas más tarde su Alteza visitó el jaular para verificar la actitud de sus nuevas reclutas. Al entrar y encender la luz la escena que vio le agradó, ya que de las malcriadas fieras que conoció horas antes, ahora se veían como unas simples gatitas totalmente abatidas y sin tener escapatoria alguna.



Las reclutas todas golpeadas la miraron pero no se atrevieron a decir nada, su Majestad se dio la vuelta sin decir nada y antes de salir del jaular apagó de nuevo la luz para dejar a esas fieras domadas en absoluta oscuridad, lo que les dejaba una incertidumbre total de lo que les iba a pasar en ese infierno en el que sus madres las habían depositado.


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