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Categoría: Incestos

Regalo de Navidad para mi abuelo

El frio era insoportable; hacía que los miembros dolieran y se quedaran inmóviles, cada palabra era acompañada de una nube de vapor como las máquinas de aquellos viejos trenes. Pero se respiraba felicidad en el ambiente, las luces multicolores adornaban las calles, los escaparates de las tiendas eran una explosión de luz y color y aunque los más mayores no se cansan de pregonar que se ha perdido el espíritu navideño, yo le encontraba a cada paso que daba, cierto es que ahora los valores navideños en la mayoría de la gente han dado paso a un consumismo casi insultante pero la niña que aun llevo dentro no quiere aceptarlo.



Es Nochebuena así que me niego, hoy cenábamos en casa de mis abuelos paternos, nos reuníamos casi toda la familia y era una locura porque pasamos de treinta personas entre todos, este año también vendría mi abuelo por parte de madre, ya que mi abuela nos había dejado a lo largo del año y por supuesto que no le íbamos a dejar solo, pero prefiero no hablar de ese tema que me pongo melancólica.



Antes de cenar es costumbre en la familia juntarnos todos los primos e irnos de sidras… bueno lo de sidras es un decir porque empezamos con la bebida de la manzana pero al final acabamos dándole al ron o whisky cosa mala y así nos pasa que vamos a la cena borrachísimos a continuar la fiesta. Estos días para mí son especiales y me vuelvo loca comprando regalos, colocando adornos navideños por toda la casa, árbol de navidad, nacimiento, farolillos, luces… Mi madre dice que si de por si soy una cabrita loca, en Navidades ya me vuelvo insoportable.



Me había puesto monísima de la muerte llevaba un jersey-vestido de color gris que me llegaba justo por encima del culito, con un cinturón de cuerdas indias abrochado a un lado, y debajo unas medias superfinas pero muy calentitas de motivos navideños, por supuesto los que me conocéis sabéis que mi calzado eran taconazos, y llevaba un gorrito de lana a juego con mi vestidito acabado en una bola súper adorable vamos estaba para comerme, y no es porque lo dijera yo si no por la cantidad de tíos que llevaban entrándome toda la tarde, que si Cris que guapa estas, que si quieres que nos vayamos a algún sitio, si quieres te acompaño a casa… vamos que no me daban tregua. Ya sé que es culpa mía y sí, siempre que salgo me apetece irme a casa con los deberes bien hechos, vamos bien follada y eso en una ciudad pequeña como la mía se sabe, pero estaba con mi familia y además últimamente he decidido que le voy a ser fiel a mi chico, aunque el muy capullo se había ido a pasar las fiestas con su familia a Barcelona y llevaba seis días sin sexo y eso para mí es una eternidad y aunque ya me había encargado de estrenar las bolas chinas que me había regalado mi amiga Ana, una polla es una polla y yo ya la echaba de menos.



Ya nos fuimos a cenar y cuando llegamos a casa las charlas de costumbre pero como se os ocurre venir así, no os da vergüenza etc. etc… yo era de las más serenas, ya que había sacado el coche, y aunque había tomado unas sidrillas me había controlado bastante bien.



Pasamos al comedor después de saludar a todos los mayores y la mesa ya preparada era una auténtica delicia para la vista, la gente que me conoce se debe de pensar que soy medio anoréxica o algo por el estilo debido al cuerpazo que tengo, pero están equivocados para tener buen cuerpo la alimentación es tan fundamental como hacer deporte y cuidarse, pero vamos no seré yo quien os de mis secretos de belleza que luego me hacéis la competencia. La cena transcurría entre risas, voces e incluso típicos enfados familiares que se pasaban al contar un chiste o cantar un villancico, todos estaban alegres y contentos menos mi abuelo.



Mi abuelo se llama Vicente tiene ya ochenta y dos años, y toda su vida se ha basado en el trabajo, trabajo para sacar adelante una familia numerosa, trabajo para dar una posición social privilegiada a sus hijos, los cuales ahora gozaban de una placida y cómoda vida y ahora sin mi abuela se sentía completamente solo, además la familia de mi madre no es como la de mi padre, son todos unos desapegados y si no hubiera sido por mi madre hubiera estado cenando el solo en su casa, ya que el resto de mis tíos habían preferido disfrutar la noche sin lo que ellos denominaban una carga. Viendo que estaba u poco triste y fuera de lugar ya que aunque conocía a mis otros abuelos y tíos y le querían él sabía que no siendo nosotros, allí no estaba su verdadera familia, así que una vez cenamos y sacaron los típicos dulces y demás me fui a sentar a su lado y darle un poco de conversación.



―Lelo a pesar de tu edad sigues siendo el hombre más guapo de toda la casa.



―Ay Cris y tú sigues siendo tan pelota como siempre.



―Que va, lo que te digo es cierto cuantas mujeres darían lo que fuera por tener un hombretón como tu…



Es una cosa que se me escapa de las manos aunque sea mi abuelo, mi primo, o el dependiente de la frutería de al lado de casa, cuando hablo con un hombre siempre me sale esa vena seductora que no controlo, y claro pasa lo que pasa. Seguimos un rato hablando que se me hizo súper agradable, me pregunto por mis dudas entre prepararme la oposición de mi carrera o estudiar una nueva, de novios, de futuro, de lo solo que se sentía desde que había pasado lo de la abuela, vamos no nos dimos cuenta pero el tiempo nos había atrapado y ya eran más de dos horas las que llevábamos hablando,



―Vamos Cris deja tranquilo a tu abuelo, que le vas a volver loco como le cuentes tus ligues.



En eso tenían razón si mi pobre abuelo supiera lo putón que era su nieta se volvería loco.



La noche seguía transcurriendo entre risas y alegrías y el alcohol así como la efusividad familiar iba en aumento y las conversaciones iban subiendo de tono, te das cuenta de que te haces mayor cuando tus padres hablan de sexo delante de ti sin reparos, era gracioso como todos mis tíos y primos utilizaban cualquier excusa para estar cerca de mí y con la excusa de bailar, o unas cosquillas me metían mano de forma descarada, aunque siendo sincera a mí no me importaba más bien todo lo contrario era halagador que cualquiera de los hombres que estaba en la casa daría cualquier cosa por acostarse conmigo, el más descarado de todos era mi tío Ramón que no se cortaba lo más mínimo en cuanto no había miradas inquisidoras, con frases tales como cuanto ha crecido la niña, o mira mi sobrinita que grande esta me sobaba las tetas y culo de tal manera que junto al morbo que me daba la situación se me mojaba el tanguita. Pensareis que vaya una loba pero el cuerpo es el cuerpo y una tiene sus necesidades y ser el centro de atención junto a tantas manos dispuestas a hacerme estremecer alimentaban mi ego y mi libido.



La noche estaba resultando perfecta y me lo estaba pasando genial aunque había algo que me preocupaba y era mi abuelo seguía allí sentado junto a mis otros dos abuelos aguantando con dignidad la felicidad de todos nosotros mientras el lloraba por dentro la ausencia de su ser más querido, en esos momentos pensé en lo grande que es el amor y me sentí orgullosa por él, haría cualquier cosa por él, lo que hiciera falta por hacerle reír, y desde luego estaba claro que era lo que mejor se me daba en el mundo para hacer feliz a un hombre. En cuanto tuviera la más mínima oportunidad haría todo lo posible, me emplearía lo mejor que sabía para hacerle pasar un gran rato.



Mi mente comenzó a trabajar de forma maquiavélica para encontrar el mejor momento y llegue a la conclusión que lo mejor sería ofrecerme voluntaria para llevarle a su casa cuando acabara la fiesta y ya me apañaría yo para decir a mi madre que me quedaba a dormir en su casa con la excusa de no dejarle solo, que al fin de cuentas por la mañana volveríamos ya que la comida de Navidad se celebraría en nuestra casa.



La decisión que había tomado me tenía nerviosa y estaba deseando que se acabara la fiesta y entrara el sueño a la gente, cosa que no tardaría mucho ya que ya habían pasado casi cuatro horas de la medianoche.



Y como todo en este mundo llegó mis abuelos anfitriones dijeron que se retiraban a dormir que nosotros nos quedáramos hasta que quisiéramos pero que ellos ya habían cumplido, momento en que mi abuelo Vicente comento que si a él le llevaban a su casa que se encontraba cansado. A punto estuvo mi madre de desbaratarme el plan ya que dijo que por que no se quedaba a dormir en nuestra casa, que no entendía por qué se tenía que ir el solo a enfrentarse a los demonios del pasado y recuerdos que solo eran eso recuerdos.



―Mama es normal, no te pongas así con él, si es necesario yo me voy a dormir a su casa, y cuando se despierte vamos a casa.



―Hija no es necesario yo me puedo quedar solo…



―No Lelo a mí me da igual y a ti te vendrá bien un poco de compañía.



―Ey tenemos intención de ir a tomar unas copas los más jóvenes nos va abandonar nuestra princesa.



―Tranquilos podréis salir sin mí.



―Bueno hija me parece genial tu decisión luego dicen que eres la más loca de toda la familia.



Dijo mi padre con voz solemne, si él supiera, me iba a salir con la mía.



Montamos en el coche y me dio las gracias una vez más mi abuelo, le dije que no tenía por qué hacerlo. Llegamos a la casa el calor que se respiraba era súper reconfortarle, siempre había adorado ir a casa de mis abuelos, la antigua calefacción de carbón hacía de maravilla su trabajo y dos minutos después estaba sudando, mi abuelo se quitó la ropa y se colocó un pijama de cuadros que le daban un aire muy interesante, he de decir que mi abuelo no era el típico viejo, descuidado siempre estaba perfectamente afeitado y olía genial a esa mezcla de colonia suya y de tabaco de pipa.



―Hija tienes algún camisón de la abuela en la habitación desde luego que no son los pijamas que usas tú en tu casa pero bueno…



Los días que se queda a dormir en mi casa el pobrecito lo tiene que pasar de pena porque siempre uso mini pijamitas, de culotes y camisetas que apenas cubren mis tetas.



―Tranqui abuelito no es necesario, creo que me valdrá con esto.



Le dije mientras me desnudaba quedándome solo en un conjunto negro de encaje a juego de tanga y sujetador, note sus ojos se clavaron en mi cuerpo de forma descarada, si era mi abuelo pero no dejaba de ser un hombre, y tenía delante de si desnuda a una preciosidad de veintidós añitos.



―¿A que estoy estupenda Lelo?



―Hija eres espectacular yo pensé que cuerpos como tú solamente se veían en la televisión.



―Lelo esos son de mentira mira esto es carne de verdad.



Le dije acercándome a él, de forma sugerente con movimientos felinos y cara de perra en celo, le cogí de la mano y la apoye en mi pecho.



―¿Ves? es de verdad.



Y desabroche mi sujetador disimuladamente dejándole caer al suelo…



―Uy me vas a ver las tetitas. Sonreí maliciosamente mientras recorría mis labios con la lengua.



―¿Hija que estás haciendo, que pretendes?



―Soy tu regalo de Navidad, te lo mereces, ahora eres un hombre libre y no quiero ver tristeza en esos ojos



Fue a decir algo pero le puse un dedo en la boca a modo de silencio, y mandándole callar me arrodillé ante él.



―Hija no…



―No hay vuelta atrás, me he convertido en tu regalo.



Desabroché el cordón de su pijama y baje los pantalones a la vez que sus calzones y me encontré una polla morcillona, estaba claro que la ración de vista que se había dado de mi cuerpo había surgido efecto, era grande y gorda, no era distinta a las que había visto antes, si bien es cierto que no era el primer viejo que me iba a follar, ya tenía experiencia con mi vecino, lo digo para la gente que no conozca todos mis relatos.



Me la metí en la boca, ese trozo de carne sabía rico, estaba limpia, su liquido preseminal no tenía un sabor fuerte, y la comí como me gusta metiéndola y sacándola de mi boca como si fuera una piruleta y yo una niña, era mía, era la polla que tanto ansiaba, lo que llevaba días echando en falta, subía y bajaba por su tronco, de forma glotona, a la vez que movía mi lengua por todo su capullo, centrándome en especial en el frenillo, suaves mordiscos y lametazos acompañaban el movimiento ascendente y descendente de mi mano.



―Hija tu abuela nunca me había hecho esto.



―Claro abuelito esto solamente lo hacemos las chicas que son tan golfas como yo.



―Me encanta es una sensación de calor muy placentera.



Ahora fueron sus huevos los que entraron en mi boca mientras le agarraba el culo y le atraía hacía mi con la mano izquierda y con la derecha le pajeaba suavemente.



―Disfruta es tu regalo de Navidad, quiero que te corras, quiero tragarme tu leche.



Estas palabras surtieron efecto y mientras volvía los ojos y se agarraba a una silla, descargo todo su semen, semen que intenté tragar si bien todo no entró en mi boca recorriendo la garganta, blancos y espesos chorretones adornaban la comisura de mis labios y el pelo. Le mire con cara de niña buena y con voz inocente dije:



―Abuelito ¿qué ha pasado?, me ha escupido, ¿es que me he portado mal?, en el cole nos decían que escupir era una cosa muy fea.



La risa de mi abuelo trono en la habitación.



―Eres una golfilla, sabes cómo volver loco a un hombre.



―Uy yo no quiero que te vuelvas loco, solo quiero hacerte reír.



Dije mientras me levantaba del suelo, y besaba su arrugado cuello, le acariciaba el poco y blanco pelo. Sus ojos delataban gran excitación, y en la habitación olía a sexo, y la estampa no dejaba de ser curiosa una niña preciosa de veintidós añitos en tanga besando y tocando a un viejo de ochenta años y encima su abuelo.



―Vámonos a la cama lelo.



―Hija no tienes por qué hacer esto.



―Es lo que más deseo en estos momentos.



Entramos en la habitación y antes de meternos en la cama le desnudé, disfruto mucho desnudando a mi amante, es como una señal de sumisión de entrega hacía la otra persona.



Nos tumbamos uno al lado del otro, noté sus nervios no sabía muy bien cómo actuar, y decidí una vez más tomar la iniciativa, así que puse mi depilado coñito a la altura de su cara y jugué a subir y bajar para que lo rozara con su boca, lo miraba extrañada seguro que no había visto antes ninguno así, sin pelitos.



―¿Te gusta? Cómetelo



Abrió su boca y se metió cuanto pudo sus dientes aprisionaban mis labios vaginales, pero el dolor era menor que el placer, desde luego que no se había comido muchos coños antes y cualquier chico del instituto lo haría mejor que él, pero la excitación de verle en esa situación y las ganas que tenía por el premio que le había tocado eran superiores y me estaba haciendo una épica comida de coño. Mis jadeos empezaron a multiplicarse a la par que mis movimientos me había convertido en una amazona cabalgando la boca de mi abuelo, el orgasmo no iba a tardar en llegar, y dejando caer mi cuerpo hacía atrás apoye mis manos en las piernas de él, y cerrando los ojos chille como una perra.



La polla de mi abuelo tenía de nuevo un tamaño considerable, y su punta brillaba, estaba mojando y dude en metérmela de nuevo en la boca pero me daba miedo que fuera mucho para él y temiendo que se corriera de nuevo no sea que no me fuera a follar, le susurre al oído:



―Ahora me vas a follar.



Y me tumbe abierta de piernas, decidida a ser penetrada, mi abuelo me sorprendió por su nueva agilidad y decidido me la metió de un fuerte y decidido empujón, note un fuerte calor a la vez que se rozaban mis paredes vaginales, no recordaba cuando la tenía dentro de la boca que fuera tan gorda, o quizás las vistas y la excitación, le habían dado un tamaño nuevo a su rabo, rabo que estaba dentro de mí, y estaba haciendo su función a la maravilla, me llenaba de carne gorda y dura por dentro. Estaba caliente como una perra, nunca dudo en darlo todo en cada polvo, pero este era distinto a otros, apenas podía abrir los ojos de la excitación y mis dedos recorrían sus cuerpo de forma ansiosa, le besaba la boca de la manera más puta que podía era mío, era mi hombre, y le necesitaba de forma egoísta quería que estuviera solo en mí.



Los gritos eran ahogados con gemidos de placer y el sudor que corría por mi espalda se fundía en su piel, por el ritmo de sus embestidas presentía que se iba a correr pronto, así que decidí que debíamos prolongar un poquito más el polvo ya que mi corrida aún se iba a retrasar un poquito, así que ahora fui yo la que se colocó arriba para poder llevar el ritmo, aunque claro el pobrecito debía de llevar sin follar una larga temporada y verme cabalgándole fue demasiado para el…



―Hija para que voy a terminar, no sea que te quedes embarazada.



―Tranquilo me tomo la píldora. Dije con mi voz de polvo total…



―¿Que te tomas qué?



Jajaja no pude parar de reírme, no sabía lo que era, así que seguí cabalgándole despacito mientras le explique en qué consistía. Cosa que me hizo ganar un tiempo para que no se corriera tan pronto.



―Te voy hacer un regalo.



Ala vez que me quite de encima de él y me puse a cuatro patas, si quieres me la puedes meter por el culo.



No dudo lo más mínimo el brillo de sus ojos me decían que estaba cumpliendo un montón de cosas que solamente se le habrían ocurrido en sueños porque no me imaginaba yo a mi abuela comiéndole la polla, cabalgándole, o dejándose dar por culo, el grueso de su tamaño no dejaba que se acoplara a mi culo, porque no era la primera vez que me petaban pero tampoco lo hacía a menudo, lo reservaba para gente con la que tengo mucha confianza, una cosa es dejarme follar por cualquiera otra que me abran la parte de atrás… así que a falta de lubricante pensé en vaselina, siempre llevo vaselina de fresa para que no se me agrieten los labios por el frio, así que me levante fui al bolso y cogí el botecito, unte un poco en mi dedo y lo extendí por su polla.



―Prueba ahora.



Todavía costo un poco y temí que los nervios le hicieran perder la excitación, pero al final note como se introducía por mi orto y que todas las terminaciones nerviosas de mi culo se estremecían, apoye todo el peso en mi brazo derecho, hundí la cabeza en el colchón y con la mano izquierda acariciaba mi clítoris y metía los dedos dentro de mí a la par que me penetraba el culo, me movía como poseída y sentí tanto placer que parecía como si mil descargas eléctricas recorrieran mi cuerpo desde la cabeza a la punta de los pies, él se dejó caer sobre mi cuerpo y un líquido viscoso y caliente caía por mi culo.



―Nunca olvidare esto Cris.



―No es la primera vez que me dicen eso, pero tranquilo tú lo volverás a tener.



Nos quedamos dormidos abrazados, y le desperté como nunca hubiera imaginado despertarse con una mamadita, antes de irnos a comer a casa de mis padres estuvimos jugando un buen rato más y la verdad llegue con el coño dolorido de tanto mambo, esto nunca se me hubiera pasado por la cabeza pero le vi tan solo desde que perdimos a mi abuela que decidí regalarle unos últimos años de vida placenteros y que cojones un polvo es un polvo y no me puedo quejar de cómo me folla, así que de vez en cuando me voy a ver a mi abuelito y pasamos un buen rato, ratos que está disfrutando de lo descarada y putita que es su nieta.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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