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Categoría: Incestos

Primita bien cogida. El polvo que nos debíamos

Desde pequeños nos conocemos con Helena, primos en el vínculo, hermanos en el afecto.

Desde siempre nos gustamos, y hemos sido contestes en reconocer esa corriente de afinidades y afecto que perdura entre nosotros.

Desde niños siempre sentimos esa ligazón tan especial que había entre nosotros, que excedía la relación parental. Desde las travesuras infantiles siempre hubo esa intimidad, como por ejemplo jugar “al doctor”, nuestros primeros escarceos inocentes en el despertar sexual de niños, que ya adultos nos provocaba una sonrisa pícara al recordar esa escondida complicidad.

Como adolescentes y adultos seguimos cultivando el tratamiento muy cercano. Ambos casados, primero ella, yo al tiempo; ella separada, yo sigo con ciertos altibajos en. Seguimos en contacto y viéndonos con frecuencia, casi siempre en el seno familiar.

En cierta ocasión me pidió un presupuesto por un trabajo gráfico, para el taller de calzado donde hace las veces de secretaria del dueño. Lo aceptaron y de ahí en más su patrón fue mi cliente. 

Al tiempo de tener relaciones comerciales, surgen los problemas financieros en la fábrica de calzados, y se dilatan los pagos.

Hablé con mi prima para ver de agilizar los pagos pendientes.  Ella fue quien puso más énfasis en justificar las demoras, hasta poniendo más pasión que el propio dueño de la fábrica, tanto que en cierto momento dijo: - “debemos aceptar lo que nos dan” ..., ofuscado le dije:

-¡Ja!, y un día te va a pedir que le chupes la pija y... vas a aceptar y hasta dejarte… 

Ni bien dije esa frase, me di real cuenta de que había metido la pata, dicho una inconveniencia, más por ofuscación al escuchar la frase de resignación brotada para defenderlo, que perdí el control, por lo cual me disculpé con el mismo énfasis que había puesto para la desafortunada frase. Dijo aceptar mis disculpas, pero se le nota que está bien seriota.  Seguimos tomando café aparentando que nada había sucedido entre nosotros, aunque la expresión primaria no se le borró del todo, para suavizar la situación, ofrecí acercarla a la casa, con la esperanza de reparar la molestia causada.

Durante el trayecto fue ella quien se disculpó por mostrarse con enojo, el dardo dio en el centro, las lágrimas asomaron en los preciosos ojos grises.  La situación ameritaba hacer una pausa, para ponerle el hombro a lo que tendría por decir.

Estacioné a la vea de una plaza, tomé sus manos en las mías, ese gesto siempre rinde frutos por mostrar la contención masculina, sentía la molestia por ser el causante de ese incipiente llanto, por reparar el llanto hablé: 

-Qué puedo hacer para remediarlo, me siento tan culpable por toda esta situación.

-Sácame de acá, pueden vernos, más así como estamos, las mujeres son tan...

Ni había pensado en tener algo con ella, solo era salirnos de ese lugar, pero el subconsciente siempre está alerta, en la cercanía hay un hotel… 

Para mis adentros pensé con mucha rapidez y con poco tino, en llevarla para remediar ese momento de pena y de paso cañazo, si se da la ocasión hasta echarnos un buen polvo. El sexo siempre puede ser un remedio muy efectivo para calmar ansiedades y cerrar algunas heridas del amor.

Helena también conoce la zona, no tengo la menor duda que habrá pasado algunos buenos momentos en este lugar al que estamos aproximándonos, se le nota en la mirada que adivina donde la estoy llevando. Una última mirada, entre furtiva y cómplice para la aprobación, no dice nada, pero lo afirma todo. Se deja llevar, se está dejando amar por su primo del alma.  

Seleccionamos en el tablero la categoría y el indicador luminoso nos marca el número de la habitación, subimos en el ascensor tomados de la mano. La tiene levemente húmeda y temblorosa, silenciosos, nos miramos a través del espejo del ascensor, su mano tiembla en la mía, mi sexo comienza a tomar vida útil pensando en su temblor, en su indefensión que necesita contención, su corazón consuelo y su sexo debe estar urgido de un rico polvo como el que mi lujuria está pergeñando echarme en esa mañana.

Mientras ella pasa por la toilette, tomo unas botellitas del frigobar y un poco de hielo para prepararnos unos wiskies para que nos den tiempo para acomodar las ideas y buscar la mejor forma de cogerme a la primita.

Los tragos ayudan a la confidencia, se disculpa diciendo que acerté, ella se vio exigida a aceptar los avances del patrón para no perder el laburo (trabajo), ahora se sentía arrepentida, humillada y sin saber cómo salirse de la situación, mis palabras acerca del tema, algo bruscas, no hicieron otra cosa que poner un poco de racionalidad y realidad en la situación. Vuelve a disculparse por que también ella estaba ofuscada con ella misma, por haberse dejado llevar a esta situación y… mi abrazo calló sus lamentaciones, ahogó en mi pecho la angustia.

La retuve un momento hasta que la protección de su primo se le anida en el alma.  Se deja contener, se deja llevar en el seductor abrazo masculino, se deja explorar en la superficie de la ropa, y examinar debajo de la ropa, se deja acariciar la piel, se deja amar, se deja llevar por el fragor del deseo, se deja…

Estas situaciones de sexo imprevistas suelen resultar las más disfrutadas, porque todo se produce como nacido de la nada misma, al calor de la súbita propuesta todo se produce casi sin pensarlo, solo instinto y voluptuosidad expuesta al momento, a satisfacer el deseo a como dé lugar.

El ambiente calmo, luz suave y música tenue completan la tarea de poner a Helena en clima, se cobija en mí como una indefensa paloma, necesita ser amada, ser gozada y hacerla sentirse deseada. Su boca es una delicia cuando recibe la mía, nos respiramos uno dentro del otro, las lenguas salen para amarse, para sentirse en la fricción del deseo, en el fragor de la calentura que nos invade y anula los sentidos. 

Todo es premura y urgencias, deseo y jadeos, torpeza y desatino son el lugar común donde se escriben las mejores páginas del sexo prohibido. Esto es prohibido, por eso mismo tiene el sabor de la transgresión, la tentación del pecado sazona el desatino y la cómplice voluntad de amarnos se hace carne y espíritu rebelde.

La tiendo boca abajo, sobre la cama, los brazos a los costados, laxa, se deja llevar en el masaje contenedor de su mejor primo. Los músculos se van relajando, la piel adquiere la tersura cremosa de la mujer que se va entregando al deseo masculino, murmullos de agradecimiento. Me esmero y prodigo en lo mejor de mi repertorio de caricias, suelto el broche del soutién, mis manos suben y descienden por la espalda, recorriendo cada rincón, tocando cada poro, entrando en cada hueco, frotando y acariciando. Ronronea como gata en celo.

Con mis labios recorro la espalda de Helena, gustosa recibe la caricia húmeda, los besos en el cuello la transportan, la estremecen, agitan sus zonas más erógenas en manos del hombre sabio que recorre esos lugares que la ponen en clima para ser amada. Cuando mis manos se roban la contención de sus pechos, retenidos y estrujados, encerrados los pezones en la frotación del pulgar y el índice, se estremece y arquea toda, tensada como la cuerda de un arco.

Es tiempo de voltearla, enfrentarnos en su desnuda indefensión, nuevamente las cúpulas sacras de sus pechos son cubiertas por mis manos y arrobadas por mi boca, me abraza como para ahogarme entre sus pechos. Arrecian besos y caricias sobre los pezones, quiere más, momento propicio para recuperar el tiempo perdido y aprobar la asignatura pendiente, es volver al colegio del amor infantil para volver a jugar “al doctor”, ahora hacerlo de veras, pecar como adultos y adúlteros porque así sabe mejor.

Vuela el jean, sacarle la tanga con los dientes, es la excusa para meter la mano y la cara entre las piernas y entrar en la íntima humedad, sentir el fragor y el aroma pegados en los labios.  El deseo reprimido emerge en el contacto vaginal, los dedos encuentran el secreto botón del placer que enciende la pasión.

Los gemidos cortos y contenidos anticipan un orgasmo muy sentido, estremecida, digito la intensidad y duración, demoro y alargo para darle más entidad al ansiado desahogo. Encimados, hasta el momento de girar, nos besamos profundo y prolongado, Helena urge, exige una reparación para mí erección.

De espaldas, por suerte ambos gustamos de esa postura, ella para tener mayor libertad de moverse, yo para poder ejercer el poder del macho, el animal que llevamos dentro manifestarse en fuerza y vigor para dominar y someter a la hembra. Poder aflorar el instinto primitivo del deseo salvaje, transmitir esas sensaciones en la penetración impiadosa y hasta violenta cuando el fragor de la calentura nos domina.

Disfruta de contener y apretar, de someter y halagar, es la dominación total, forzarla a dejarse hacer, a perder el control de las acciones a manos del hombre que la posee. Tomada de la ingles la elevo un poco para lanzarme como una saeta con fuerza dentro de la vaina, sentir como la verga recibe el beso de sus labios ardientes, como maneja los músculos de la vagina para apretar en la intrusión de la pija.  Sometida por el peso de mi cuerpo, apretada entre mis rodillas, nos dejamos envolver por la vorágine de pasión contenida que nos acelera el pulso y agita la respiración. Ella primero, se incrusta en mí elevando sus nalgas, respondo con movimientos urgentes y profundos hasta dejarla llegar.  Ahora es mi tiempo, estoy en el umbral de la acabada…

Entiende y comprende, conoce al hombre, me salgo de ella, se voltea, quedado entre mis piernas, quiere ser ella quien termine, sus manos y sus tetas son la contención para esos momentos tan ardientes, el momento de acabar, sigue frotando hasta el final, hasta el primer chorro de semen que vuelca entre sus pechos sabe cómo sacarme el resto, despacio, con ternura, se llena los ojos de placer y sus manos de latidos cuando termina de vaciarme toda la leche sobre sobre ella. En la agitación de la pija algo de semen le salpica los labios, su lengua lo recoge con toda la sensualidad de una mujer ardiente. 

Sus manos frotan la savia vital sobre sus tetas, para hacerme delirar de placer.

Agradece la delicadeza de no terminarle adentro, hubiera gustado sentirme morir dentro de su cuevita, lástima no haber sabido que está protegida. El próximo lo quiere en vivo y directo, adentro. Fue complacida, previa mamada, se la mandé adentro de la conchita, gozó el contacto directo con el semen. Nos abrazamos, como amantes reprimidos y contenidos por años, es el momento del desquite, recuperar el tiempo de amor perdido. Nos debemos muchos más momentos de amor y sexo. Helena, quiso que les contara este primer encuentro, porque nunca es tarde cuando la cama es buena.

Qué bueno sería saber qué sentía esa Helena, que llevas dentro, me gustaría saberlo.

Lobo Feroz

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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