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Categoría: Confesiones

Por herencia

Cuando la vi entrar por primera vez a la oficina, quede impresionado. Alta, delgada, blanca casi pálida, ojos grandes y negros, labios rojos y vestida totalmente de negro. Estrella, su nombre es perfecto. Ella brillaba, todos quedamos boquiabiertos.  Se instaló como secretaria del jefe. Maldito viejo verde. Y durante las primeras semanas, todos en la oficina intentaron acercarse. Miguel, que se siente un don Juan incluso le llevaba chocolates y flores. A todos los rechazo de manera monumental. 



Por lo tanto. Yo, el más tímido de la oficina, ni siquiera pensé en acercarme a ella. Fueron las circunstancias y el trabajo, lo que nos hizo estar cerca. Y aunque pasábamos más tiempo en silencio. Notaba como miraba mis manos, que sudaban sin parar cuando estaba cerca de ella. Algunas veces quedamos en alguna cafetería, incluso la invite a mi casa. Solo por trabajo, claro. No porque no quisiera, si no porque yo no me atrevía a ir más allá. Pero, me parecía extraño que nunca sonreía, y jamás la escuche hablar de su familia. Cuando la llevaba a su casa, me pedía que la dejara una calle antes. Y solo veía que entraba en una casa con un gran portón de madera. 



—Oye, ¿te puedo preguntar algo? —Le dije una tarde en medio de una junta de trabajo. —Crees que pueda esperar Fausto. ¿O es algo urgente? 



Podía esperar por supuesto, y cuando salíamos de la oficina me abordó. —¿qué es eso tan urgente que me tienes que preguntar? —No es urgente, es solo curiosidad. ¿Porque siempre vistes de negro? ¿Y porque no puedes llegar hasta tu casa? Siempre te dejo una calle antes. —Esas son dos preguntas. Y solo puedo responder una. Así que decide. Me dijo, de manera irónica. —La primera, creo. —Muy simple, soy viuda hace dos meses. —¿Viuda? Pero… tendrás apenas unos… —veinticinco años. Me interrumpió. —Creo que no hay una edad para que se te muera el esposo. —no, claro… perdón. —No te disculpes, estuve casada cuatro años y pasé tres cuidando a mi marido. Cuando murió no supe si sufrí o por fin descanse. Y pase tanto tiempo esperando, que mi guardarropa se lleno de luto. 



—¿Y porque no puedo...? —Solo una vaquero. Pero, si te molesta puedo regresar en autobús. —No no, para nada. —Bueno, además hoy vienen por mí. Nos vemos mañana. Se despidió con un beso en la mejilla y cruzó la calle para subir a un auto de lujo. 



A la mañana siguiente, el mismo automóvil la dejo frente a las oficinas. Upara mi sorpresa, del mismo auto bajo Don Agustín. Mi jefe, nuestro jefe. Ahora tenía más preguntas. En la comida como de costumbre, tomaba la mesa del fondo, además de no ser popular en la oficina. Como puntos en contra tenía que, la pinche secretaria mamona del jefe, se volvió mi amiga. Quien por cierto, con su charola repleta de vegetales se acercaba a mi. Su cabello caía sobre sus hombros de manera perfecta, y no sé el que la viera tan perfecta me hacía mirar sus ojos negros y olvidarme de ese par de tetas, que igual al cabello. Se balanceaban de lo lindo. A medida que avanzaba por el comedor, los chicos giraban la cabeza para verle el culo. Vestía de negro, con una falda arriba de la rodilla, y sus largas piernas hacían aún más espectacular su paso. 



—¿Otra vez todos mirándome el culo? —Sabes que si…



—Al paso une vamos, en unas semanas me acostumbro, hasta puedo sentir sus miradas. —¿Porque yo? —¿Porque tú que? —Si si, ¿porque desde el primer día decidiste comer conmigo. Ser mi…?



—Tu amiga…?  —Completo la frase al tiempo que fruncía el ceño. —Porque tú me veías a la cara ese día. Porque casi todos los hombres se acercaron a querer sacarme platica, menos tú. Y porque cuando entre al comedor, solo estabas en esta mesa. Pensé que te haría bien un poco de compañía. Pero, si ya te molesta yo puedo…



—No, solo que, como casi todos me toman por un idiota. De pronto la mujer más sexy de la oficina, viene y se sienta conmigo. Hasta que termine la frase, me di cuenta que mencione ”la mujer más sexy“ mierda. Ahora soy uno más de los misóginos de la oficina. —¿La más sexy? Digo, toma en cuenta que somos solo cinco mujeres aquí. No es como que sea ”sexy“ solo la más joven, creo. Además Elsa es muy guapa y Laura, dios ese culo esta fantástico a pesar de estar cerca de los cincuenta años. 



—Ahí está! —¿Qué cosa? ¿Estás más chiflado que antes?



—Es la primera vez que te veo sonreír. —¿De verdad? No lo había notado. Y no sabia que te fijabas tanto en todo. ¿Qué más tienes en la libreta detective?



—Hoy te vi bajar del auto de Don… —Si, es mi suegro. Dijo con desgano. —Digo, ya no lo es pero sigo viviendo en su casa. Si quieres, esta tarde en tu casa te platico un poco más de mi interesante vida. Ya que tanto te intriga. Se levanto y se fue, nuevamente veía como todos volteaban para verle el culo. 



Por la tarde me contó que en cuanto supo que su marido estaba en face terminal. Su suegro le pidió que se fueran a su casa a vivir. Incluso contrato una enfermera particular y no escatimó en gastos. A pesar de saber que la muerte llegaría de manera rápida inevitablemente. Cuando su esposo falleció Estrella no tenía a donde ir. Sus padres ya no vivían y no tenía parientes, al menos no tan cercanos como para darle asilo a una viuda. Así que tuvo que aceptar seguir viviendo con su suegro y además, trabajar para el. 



—Pues mira tu, el hijo le deja como herencia a este monumento. —Ya basta de decirme cosas. —Oye, la última pregunta. 



—Solo una y no respondo más. Me dijo mientras cerraba su laptop. —¿Hace cuanto que no tienes sexo? —¡Mira qué tú te vuelas la barda cada qué abres la boca!



—Ok, olvídalo. —No no no, te contesto. Pero primero dime tú. Hace cuanto, en lo que llevamos trabajando juntos nunca a sonado tu teléfono, no tienes redes sociales, no vas a fiestas. —Soy un perdedor. Lo sé. Le dije encogiendo los hombros y agachando la mirada. —¿Cuánto? —No se. —¿Como que no sabes cuando tuviste sexo? —Creo que con mi novia de preparatoria. —Y tienes treinta y…? —Treinta y cuatro. —¿Llevas casi la mitad de tu vida sin sexo? Bueno, cuando te conocí, hasta pensé que eras gay. Ok enséñame. —¿Qué te enseñe quiero? —Tu verga, enséñamela. —¡NO! —mírame, estoy sonriendo de nuevo. —Además tú no contestaste mi pregunta. —Ayer, con mi suegro. —¿Qué? —Si, creo así pago la renta y además lo hago como obra de caridad. Ahora enséñame tu verga. Se acercó hasta mí y froto mi verga por encima del pantalón. Yo estaba petrificado, pero ella seguía, hasta que obtuvo respuesta y un bulto sobresalía en mi entrepierna. —Dos de las muchas enfermeras que tuvo mi marido se enredaron con mi suegro. Pero siempre acaba solo y estafado. Y pues varias veces lo vi cogiendo en la sala. Mientras se suponía que yo estuviera durmiendo al lado de mi esposo. Les daba hasta cinco mil pesos por tener sexo. Me decía todo esto mientras su mano seguía sobando suave y pausadamente mi verga. —Así que un día lo interrumpí a medio acto, mande a volar a la enfermera. Mi suegro estaba a media sala enojado y avergonzado. Así que le dije. Me da los billetes y nos vamos acomodando. Que ya no soporto ver cómo lo roban estas hijas de puta. 



—Entonces, ¿no te obliga? —No seas tonto. El viejo solo tiene pinta de malo. En el fondo es un dulce. Y a veces basta con unas mamadas de verga de camino a la oficina. —Mira que yo decía de broma lo de la herencia, pero esto es el premio mayor. Estrella bajo el cierre de mi pantalón y lucho hasta conseguir que mi verga se asomara. —Pero mira tu, esto no está nada mal. Y lleva una eternidad encerrado. Para ese momento, yo estaba ya sin habla. Y comenzaba a sudar frío. —Vamos a ver qué tal sabe. Me tumbo en el sillón y se sentó a mi lado. Sentía su aliento sobre mi. Su cabeza fue bajando poco a poco y yo no sólo no me lo creí. Estaba aterrado. Cuando su boca se fue llenando mi ritmo cardiaco se aceleró más. Cerré los ojos mientras una carga de semen salía casi de manera inmediata. Pero estrella no se apartó. Por el contrario, trago todo mi semen e incluso siguió mamando un poco más. —Práctica es lo que necesitas. Me dijo mientras se dirigía al baño. Yo estaba ahí suspendido en el tiempo. Hipnótico ante todo lo sucedido. —Ya lo puedes guardar he! —¿perdon? —Que ya puedes guardarte la verga, y por favor quita esa cara. Tenemos que conseguirte una novia pronto. Yo seguía sin poder hablar, Estrella tomó su bolso y la laptop y abrió la puerta. —¿Entonces? ¿Me llevas o pido un taxi? —No no, vamos yo te llevo. —Pero guárdate ya la pinga. O tus vecinos te corren del edificio. 



—Mira, la cosa es así Fausto. No lo hago por dinero, el viejo me causa lastima y un poco lo quiero. Como un padre o algo así. Le debo mucho y tú. Eres el único que no me trata como la puta del jefe. Y por dios tantos años sin sexo! —Soy un perdedor… —Para con eso que la más sexy se acaba de tragar tu semen. Así que no sé qué fuiste. Pero hoy no eres un perdedor. Déjame aquí, camino las siguientes dos calles. 



Yo, quería gritárselo al mundo, contárselo a alguien. Pero no tenía a ningún amigo. Así que lo guarde para mí. Casi a la media noche mi teléfono vibro. Estrella me mando una selfie con la cara llena de semen. Seguida de un mensaje. ”No me canso de los lácteos“ y una cara sonriente. 



Cuando llegó al día siguiente, con la actitud seria que le caracteriza. Fue a mi escritorio y dijo. —Fausto, tenemos que acabar ese proyecto hoy. Ya le avise a don Agustín y podemos irnos desde la hora de la comida. Así que espero que esté listo a la hora. —Si, yo la acompaño. Fue lo único que se me ocurrió decir. Luego los compañeros me molestaron un poco. —Eres su chaperon. —Mientras que se jodan los demás a trabajar su turno completo. Se quejaban otros. —¿qué proyecto? Preguntaba Elsa. 



Llegada la hora salimos y Estrella subió a mi auto. —¿A dónde vamos? Le pregunté. —A tu casa por supuesto. ¿O no notas que el chofer de mi suegro nos sigue a todos lados? —¿De verdad? Me entró un poco de temor por mi trabajo, estaba pisando terrenos peligroso. Yo sabía que Don Agustín no era el dulce que Estrella decía. —Bueno llegamos. Le dije mientras volteaba para corroborar que el auto de lujo se estacionaba un poco atrás. —y tu suegro no sospecha. —El inviste en que busque alguien de mi edad. Que tengo que rehacer mi vida. En cuanto entramos empezó a quitarse la ropa. Tenía un sujetador a juego con sus bragas de color azul cielo. —Para que no me digas que siempre voy de negro. —¡GUAU! Fue lo único que pude decir. Me imaginaba cómo sería sus nalgas, su cuerpo desnudo. Pero esto es el mismísimo cielo. Aún sin tacones es más alta que yo. Sus piernas son más que espectaculares y sus nalgas son divinas, nunca en mida vi una cintura más definida. —¿Seguimos con esto de los nervios? Mira, tenemos dos horas, así que me dices si vas a poder o alcanzó al chofer, qué feliz de la vida me mete la verga. —¿El chofer también? —Mira nene, no tengo tiempo para esto. Así que mejor me voy… —No, espera… Estrella ya comenzaba a vestirse. 



Me acerqué y fui quitándome la ropa, hasta estar desnudo frente a ella. Mi cuerpo flaco y flácido contrastaba con el escultural cuerpo de Estrella. Mía manos temblorosas fueron tocando su piel. Y ella me miraba fijamente a los ojos. Me hundí en su pecho para percibir su aroma, ese perfume que mezclado con su piel me volvía loco. Se sentó y abrió las piernas. Sin dudarlo ni un segundo me hinque y mi boca buscó su sexo. Nunca antes había probado esto y Dios mío. De lo que me he perdido tantos años. Pude seguí horas, pero Estrella se incorporó y se colocó en cuatro. En verdad estaba a punto de coger con ella. Me coloqué detrás de ella y fui empujando hasta estar totalmente dentro. Me hervía la sangre. Y no quería que fuera hoy tan rápido como ayer. Pero no aguantaba más. Estaba a punto de venirme. —Espera. —



 —Haaa! —Aguanta un poco Fausto! —haaaaa! —Piensa en otra cosa! Me decía casi gritando. Pero como pensaría yo en nada más con ese culo frente a mi. —Haaaaa! ¡QUÉ PINCHE RICO! Me vine dentro de ella, y ella seguía diciendo ya en voz baja. Casi apagada. —Aguanta un poco más carajo Fausto! Me tumbe a un costado exhausto a pesar de lo poco que pude hacer. Estrella fue al baño y cuando salió. Ya tenía puesta lencería negra. Y traía el teléfono en la mano. —Si, un poco bruto. Pero creo que servirá. De confianza si. Claro, pero. ¿Mañana? Ok, lo veo en la casa suegro.



—¿Que fue todo eso? —Mañana cenas con nosotros en casa. —¿Quienes nosotros? ¿De que hablas? ¿Con quién hablabas? —No es nada de etiqueta, solo llega a las 8:00 por favor se puntual. —No te preocupes. Regresó con el chofer, ya me está esperando. —Pero… 



La puerta se cerró y al siguiente día no se presentó a trabajar. Pensé que todo se había acabado. Tampoco Don Agustín se presentó en la oficina. Sin embargo casi para salir, un mensaje hizo que brincara como un niño espantado. Mire la pantalla y decía. ”a las 8 en punto te esperamos“. Así que fui a cas a me di un baño me vestí un poco elegante. Cuando llegue, estuve a punto de dar vuelta y regresar a casa. Pero el portón automático se abrió y no tuve más opción que entrar. Cuando baje del auto Estrella me esperaba con una enorme sonrisa. —Pensé que te acobardarías. Pasa, ¿tienes mucha hambre? —No, no mucha. Estaba hipnotizado, Estrella vestía una vestido muy pequeño, y unos tenis. Nunca la había visto vestida tan casual. Don Agustín estaba sentado en un gran sillón frente a un televisor enorme que ocupaba casi la totalidad de la pared. —Buenas noches Fausto. —Buenas noches don… —Por favor quítame lo de don. Soy Agustín. Estrella dice que eres un buen chico. —Pues se hace lo que se puede don… perdón. Agustín. —El asunto es sencillo. Para poder complacer a esta niña. Necesito tomar viagra, pero a mi edad. Mi corazón no está para tanto. Así que solo puedo hacer muy poco y mírala. Envidiaba a mi hijo desde que comenzaron a ser novios y cuando vinieron a vivir conmigo. No paraba de espiarla. En fin. Creo que ya te contó un poco. —Si un poco, si. —Hay dos formas de que Agustín se ponga a pelo. Intervino Estrella que traía unas copas en la mano y una botella de vino tinto. —Con la pastilla azul o mirando. —Tenía un jardinero que venía los fines de semana, Estrella lo masturbaba y yo los miraba por la ventana. Luego ella venía a mí y podíamos hacerlo sin problemas —Hasta que el maldito nos quiso extorcionar. Dijo Estrella en tono molesto. —Pero, eso ya lo arreglamos. Dijo Don Agustín, quien se incorporó con pesadez para tomar a Estrella por el culo. —Antes el porno ayudaba, pero ahora solo tengo ojos para ella. —¿Entonces lo que usted quiere es que yo…? —Que me cojas, te mame la verga o lo que sea necesario para que Agustín pueda estimularse. —Mira, por dinero no te preocupes. Te voy a pagar bien. Incluso té puedo dar un aumento de sueldo.



Me parecía imposible que existiera alguien que no se pusiera duro, solo de ver a Estrella. Y por mí lo hacía gratis. Pero, lo del aumento suena bien. 



—Tu si puedes tomarte la pastilla flash!



—También te compramos un retardante. Por lo visto, tenían toda una bitácora de mi capacidad sexual. Que por cierto es muy pobre. 



Después de que me untará retardante en gel sobre el pene, comenzó a estimularme con la mano. No sé si los nervios me traicionaban en ese momento, pero por más que veía su mano delgada y suave frotándome la verga, no se levantaba. Estrella se desesperó y se arrodilló frente a mí. Su boca se fue llenando de mí y entonces, como por arte de magia me puse como roca. Don Agustín se empalmaba en su sillón. Los ojos parecía que le estallarían, se frotaba por encima como si fuese un adolescente. Y esto del retardante, bueno. Creo que de no ser por la embarrada ya hubiera acabado. 



—¡Cogeme!—Me dijo Estrella, mientras a gatas se acercaba a don Agustín y él se bajaba el pantalón. Me coloqué detrás y fui entrando en la tibies de esa panochita rosada que hasta hace unos días me parecía inalcanzable.el culo de estrella ya de por sí es bellísimo, pero a cuatro se ve exquisito. Sus nalgas ya rebotaban contra mi, y don Agustín bufaba cada vez con más intensidad y es que la boca de estrella es un milagro de la naturaleza. —MEME METESELA EN EL CULO! —Me dijo don Agustín, ya con la voz agitada y un sudor evidente en la frente. Y pues, como yo quede en obedecer. Apunte directo al culo. —Despacio, me duele. —Me dijo estrella interrumpiendo solo un momento breve la mamada que le estaba dando a su suegro. No les voy a mentir; jamás en mi vida me cogi a nadie por el culo. Y es delicioso. Estrella intentaba gritar, pero don Agustín sujetaba su cabeza evitando que pudiera sacarse su verga de la boca. —YA SE ESTÁ PONIENDO DURA! Ya va! YA VA! —Decía, mientras de manera casi animal jalaba la nuca de estrella. —VEN AQUÍ PUTITA! —Estrella se incorporó como resorte y se sentó sobre la verga de don Agustín, que ahora si lucia una pinche ereccion de chamaco. Y ella a puro senton sobre el. Mientras yo como pendejo solo los veía. Ahora entiendo al viejo, yo también estaba excitado de ver a Estrella en acción. 



Luego de un rato, el viejo la puso de lado y siguió con el mete-saca, yo aproveché y me acerqué a que me la mamara. Y a ella parecía no importarle ir y venir de una Vergara otra. Mamando y recibiendo. La colocamos en cuatro y se turnaba para que cada uno pudiera cogerla por donde quisiéramos. Ya su culo era mi lugar favorito en el mundo y don Agustín compartía esa afición. Por cierto, el viejo, parecía que se moría, los ojos se le ponían en blanco. Incluso me asuste un poco. Pero, para Estrella era solo señal de que estaba por acabar. De nuevo brinco como un resorte y se arrodilló frente a el para recibir su esperma en la boca. Lo trago y no dejo de mamar hasta que el pene viejo y ahora flácido, quédara totalmente limpio.  —Sigue, no te detengas.—Me dijo, todavía con rastros de semen en la comisura de los labios. Y de nuevo. Obedecí. 



Fui directo a su culo, pero su mano me detuvo.



—Ya no, ya me duele mucho. —Me dijo mientras con su mano dirigía mi verga a su panochita. Mientras yo seguiDamdole gracias al bendito retardante, don Agustín  omenzaba a dormir en su sillón. —¿Yo también puedo acabar en tu boca? —Solté sin más. —No…ya traigo el sabor rancio de mi suegro… mejor no. —No se puede todo, pensé. Y el viejo, roncaba ahora de lo agotado que quedó. Cuando por fin sentí que no aguantaba más la saque y se los aventé en la espalda. Digo, algo es algo. 



Estrella se levantó y se fue. —el chofer te lleva a tu casa, nos vemos en la oficina el lunes bye! 



—Si, está bien. —Fue lo único que se me ocurrió decir. Y me fui vistiendo en una sala en la que el único ruido eran los ronquidos de mi jefe. Salí desconcertado y confundido. Más que al principio. Estrella era mi fantasía sexual. Pero, no de esta manera. Ni un besito de despedida, nada.



El lunes, ella se presentó a trabajar por fin vestida de otro color que no fuera negro. Una minifalda azul y una camiseta blanca. Obvio todos babeaban al verla pasar. Cuando llegó la hora de la comida. Estrella se sentó a mi lado y me dijo así de sopetón. —Ahora si, ayúdame. Matar al viejo. —¡MATARLO! —Es broma, debiste ver tu cara. Tom, te mandan esto. Y nos vemos el sábado a las ocho. —No te quedas a trabajar. —No necesito trabajar. Ahora mírales la cara a estos pendejos, soñando con tener lo que tú tienes. Y aparte te pagan. —Se levantó y camino muy despacio, todos en general hombres y mujeres, dejaron de comer para ver el menear de esa cadera. Abrí el sobre y tenía un fajo de billetes y una nota que decía. “EN SERIO MATÉMOSLO“.


Datos del Relato
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