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Categoría: Confesiones

Perdidos en el Amazonas

Era noche de sábado y con el acostumbrado frío Bogotano, uno de los mejores planes para mi gusto es tomar unas copas en un lugar acogedor y con una buena compañía. En esta ocasión me acompañaban dos amigos de infancia, guapos, robustos y bronceados, soldados de profesión acababan de llegar de las profundas selvas del Amazonas, cargados de historias fascinantes donde el ingrediente predominante es el sexo.

Después de meses de estar lejos de la "civilización" llegaron con muchas ganas de hablar y de contarme todas sus aventuras.

Comenzó Miguel relatando su historia:

Estaba yo en un pueblo escondido del Amazonas, donde lo único que hay es machos jóvenes, ebrios, y ganosos de culiar, donde se le tira a la primera escoba con faldas que se aparezca, y si está comprometida pues se le tira a ver si se le puede hacer el cajón al pendejo que esté en esos  momentos con ella, donde el honor del macho y el comentario del día siguiente de trabajo es que hizo usted el fin de semana, con quien se emborrachó y a quien se culió y como lo hizo y si es un buen catre,... bueno sentado allí las primeras semanas me encontraba más perdido que el hijo de Linberg, mas aburrido que mono recién cogido, y también más arrecho que un putas, con ganas de tomarme unos tragos y echarme unos buenos polvos con una viejita que se apareciera.

Llegué, me senté y pedí una botella de ron, escuchando buena musiquita baladas, vallenatos, y salsa, y como de costumbre sobraban los machos y eran pocas las hembritas que había y todas estaban con sus marinovios encarretadas, solamente había que esperar a ver si se presentaba un chance.

Al poco rato llegó mi amigo Pedro José, un  compañero del alma, un amigazo, y seguimos bebiendo. De pronto se armó tremenda pelea y comenzaron a llover botellas, sillas y mesas; ni idea quienes peleaban, porque el sitio era demasiado oscuro, para poder uno cogerle el culo a las viejas y que no se notara tanto. De pronto una manos me cogieron y me dijeron camine, camine rápido que esta pelea está muy brava; yo recién llegado, sin casi conocer a nadie, me levanté y salí en compañía de esta persona de la discoteca. Afuera descubrí que a mi amigo le paso lo mismo y estas dos mujeres nos dicen que si queremos seguir la rumba vayamos a su casa a continuarla.

Nos dirigimos a una de las casas y allí vimos las hembras con detenimiento; una era morena, joven, delgada, con unos senos grandes, y un buen trasero, la otra una mujer madura, blanca, con unos ojos bonitos y una cara de arrecha que no podía con ella.

Nos tomamos unos tragos y se hicieron los acercamientos; yo le tiré a la morena, pero surgió un inconveniente, la casa era de la mujer blanca, y ella pidió que yo fuera su pareja. Le dije a la morena que se fuera con mi compañero, pues era un tipo que aunque un poco bajito de estatura, se mandaba tremenda tranca.

Estábamos en este cuento, cuando se fue la luz, y quedó todo oscuro. En ese momento yo sentí que una mano me cogió la verga, y comenzó a acariciármela por encima del pantalón. Luego la dueña de esa mano me acercó el trasero y me lo restregó fuertemente. Yo ni corto ni perezoso le mandé la mano y me encontré con unas tanguitas diminutas, una cuca mojada y un rico olor a sexo y fragancia.

Yo enseguida le acaricié el clítoris, le pasé una mano y lo sentí duro, tiesito, ganoso, tanto que me puso la verga tiesa como un palo. Luego me abrió la cremallera, me sacó la verga de los interiores y se la metió toda en la boca. Sentía que me chupaba la verga hasta la raíz y me pasaba la lengua por esa cabeza a punto de estallar; ese movimiento de arriba hacia abajo me provocaba corrientazos en la espalda, sentía la verga más grande todavía.

Se dio cachetadas con la verga en la mejilla y luego se la metió en la boca y llegaba hasta la raíz; después me cogió las bolas y se las metió en la boca y me las apretaba durito. Se sentía tan rico que aun recuerdo esa tremenda mamada; luego esa mujer se electrizó, se puso más arrecha aún, y me metió la verga entre su cabello, y luego se la pasó por la frente, la nariz, las orejas, la nuca, el cuello, etc.,

Tenía el cabello largo, pero aun no me podía dar cuenta que si era la morena o era la mujer blanca. De todos modos para que quería saber, si igual la estaba pasando rico y era afortunado que me estuvieran mamando la verga así de rico; se bajó un poco la blusita escotada que tenia y sacó tremendas tetas, duras, con un pezón gordito, grandes, parecían unos globos.

Se metió mi verga entre sus pechos y comenzó a moverlos en una forma muy erótica y de vez en cuento me le pegaba tremendo chupón a la punta, …tremenda cubana me hizo…, yo sentía que no podía aguantar mas y que pronto me vendría,… la mujer alcanzaba a escuchar mi respiración y mis quejidos y lo hacia mas rápido. Luego cuando yo sentí que me venia, la acerque con mi mano para que me chupara mas fuerte y le estalle ese polvo en la boca. Se ofusco, pero finalmente me dejó venir encima de sus tetas y le refregué la verga por el cuello y la cara. La unte de leche por todos lados.

Entre tanto mi amigo estaba en iguales circunstancias disfrutando de lo lindo.

La mujer entonces me cogió y me llevo a su cuarto, se desvistió y pude ver que era la mujer blanca. Culiamos toda la noche, le encantaba estar encima, se sentaba sobre mi verga y comenzaba a moverse cual puta era y cual arrecha era. En fin… nos echamos nuestros buenos polvos y luego salimos de la casa en compañía de mi amigo aún sorprendidos.

Luego nos vimos con ellas en un par de ocasiones, pero no pasó nada, eran unas viejitas que le gustaba culiarse a los tipos recién llegados y luego buscaban nuevos y así se la pasaban este par de arrechas.

Luego le correspondió el turno a Antonio:

Está historia ocurrió, sobre el majestuoso río Amazonas, me encontraba allí destinado en compañía de 40 infantes de marina, un teniente y otros 3 suboficiales.

Tenía un compañero de curso apellido Carmona, bastante mayor que yo, y con un apetito sexual insaciable, a toda hora era hablando de sexo, lo cual no me incomodaba, pero tampoco me moría de ganas por escucharlo, a veces pensaba que exageraba un poco.

Cuando me transladé al Puesto de la Chorrera (Amazonas), llegué en un viejo y destartalado Hércules de la fuerza Aérea Colombiana, con la remesa de víveres frescos para dos meses, y debía reemplazar a un suboficial que había desertado.

Era mi primer translado, me presenté ante el teniente que era como evangélico y me encontré con tres suboficiales, tomadores de trago,  fumadores y pervertidos sexuales.

Me pareció que congenié con el teniente y los suboficiales, me presentaron ante la tropa y luego ante las autoridades del pueblo, un corregidor, un cura y la secretaria del cura. Recuerdo perfectamente que cogimos un motor fuera de borda y cruzamos un brazo del río en dirección del pueblo y comenzó a llover, por lo que llegué muy mojado ante los ilustres representantes del pueblo.

Bueno, como había dicho, el teniente era medio evangélico y lo primero que hizo fue llevarme donde el cura, me lo presento y luego de charlar un poco, me presento a la secretaria, me pareció una indígena completa, aunque un poco maquillada, pero era una indio wuitoto. Me pareció que yo le había gustado, porque no paraba de tratar de reírse conmigo, me preguntaba cosas, etc., luego volvimos al puesto y allí seguí mis labores diarias de trabajo.

De pronto como a la semana siguiente, los suboficiales me invitaron a salir al pueblo en horas de la noche, lo cual era muy raro porque de noche a qué salimos, si apenas había como 10 ranchos, la parroquia y el puesto de salud.  Me convencieron que los acompañara y yo aprovecharía para comprar unos cigarrillos y de pronto con suerte tomarme una coca cola bien helada, y comer algo diferente del acostumbrado ACPM.

Salimos y a la primera parte que llegamos fue al puesto de salud. Allí nos atendió la enfermera jefe de nombre Emerita, igual de indígena, negrita, chiquita, pómulos anchos, labios delgados, piel cobriza, tetas pequeñas; me la presentaron y ahí supe por labios de ella, que era novia del Cabo Pájaro, un compañero nuestro que precisamente ese día se encontraba de guardia, me pareció curioso, que la única y primer noche que salíamos, era precisamente cuando Pájaro se encontraba de guardia.

Nos divertimos hablando un poco, y luego ellos entraron a un consultorio, y cerraron la puerta, no me pareció nada extraño y me puse a leer unas revistas en la sala de espera, escuchaba que se reían y se reían, y prendían y apagaban luces, y gritaban durísimo.

Yo comencé a sospechar algo, cuando puse cuidado y me  pareció escuchar unos gemidos de excitación que provenían del cuarto. Al cuarto habían entrado el sargento Blanco y el cabo Carmona.

Cuando di la vuelta alrededor del consultorio para tratar de hallar un lugar para poder mirar, o poder escuchar mejor, divisé una ventana ubicada en la parte superior del consultorio. Con gran dificultad alcancé unos escritorios y sillas, me subí y comencé a mirar una de las escenas que más recuerdo y que me impactaron a pesar de mi juventud.

Como en la vida militar hay unos rangos y antigüedades, pues obviamente me imagino yo que el que primero tenía derecho de estar con Emerita era el sargento. El sargento Blanco, era una hombre costeño, de físico atlético admirable, a pesar que era mayor que nosotros jamás lo igualamos en una de las tantas pruebas físicas que nos inventábamos, una contextura casi de goma y contorsionista, además que era muy mujeriego y muy culión,… definitivamente nos aventajaba.

Cuando yo miré a Blanco, le estaba metiendo toda la polla dentro de la boca a la indígena. La tenia clavada por la boca, y la llevaba hacia adelante con fuerza y con sus manos sujetaba fuertemente a la india por las orejas. Ella estaba sofocada y con los ojos en blanco. Yo creí que estaba a punto de morirse o vomitarse con semejante verga adentro. Mientras tanto Carmona le había quitado el uniforme de enfermera blanco y se le divisaban unas tangas blanquitas, en realidad la india tenia buen cuerpo; el la golpeaba con la mano abierta por ese culo, como calentándola y le decía muy claramente, chupe… chupe verga… perra. La india por supuesto no sabía como reaccionar, si chuparle la verga a Blanco o moverle el culo a Carmona para que no la golpeara más. Yo mientras tanto en un estado de expectación total…

Amparado en la oscuridad de la noche observaba como el sargento Blanco, el cabo Carmona y Emerita hacían el amor. El Sargento Blanco tenía clavada por detrás a Emerita y esto  le superencantaba a la perra, ya que realizaba movimientos de cadera tremendos hacia un lado, hacia el otro y hacia atrás, de manera fuerte y trataba de cogerle las bolas al sargento.   El sargento mientras tanto se le veía que hacia  un gran esfuerzo por mantener el equilibrio y mantener clavada  a la enfermera, pues veía como se le tensaban los músculos de las manos y de las piernas, sacaba casi toda su verga y se la mandaba hasta el fondo a la enfermera. Esta a su vez casi no le prestaba atención al cabo Carmona, pues solamente le tenia cogida la verga con la  mano, y de vez en cuando trataba de hacerle la paja; a su vez Carmona le cogía los pezones y se los pellizcaba fuertemente, ya que ella le llevaba la mano hasta allá y hacia presión fuerte contra sus pechos.

De pronto todo fue como una explosión, el sargento gimió y lanzó casi que un sollozo. La enfermera tomando su verga con la mano se la llevo a la boca y en unos movimientos muy rápidos se metía la verga una y otra vez hasta que el sargento le soltó el chorro de semen en su boca.

Ella trató de sacarse la verga de la boca, pero el sargento la atrajo fuertemente y la obligo a beberse  la leche, mientras tanto el cabo Carmona, cogió  saliva en su mano y se la paso por el hoyuelo del culo a la enfermera y luego otra vez más saliva, y le fue introduciendo el dedo corazón en ese huequito, ella trataba de quejarse un poco, pero el cabo tenia su maña y poco a poco le fue metiendo todo su dedo hasta que prácticamente se lo introdujo todo.

Mientras tanto la enfermera trataba de hacerle parar la verga de nuevo al sargento  a punta de lengüetazos por las bolas y por la cabeza del huevo. De pronto el cabo Carmona le puso la cabeza de la verga en el ojito del culo  y se lo fue introduciendo poco a poco. Ya cuando la tenia medio clavada, le pego un empujón  y se lo mando todo; la enfermera trato de irse hacia adelante, pero la contuvo el sargento que se encontraba en frente de ella.

Esa quizás era su posición preferida, que le dieran por ese culo, pues después del primer sollozo, comenzó a moverse  de lado a lado, y luego se tiraba hacia adelante un poco y luego metía tremendo empujón hacia atrás. Ella cerró los ojos y comenzó a moverse pausadamente,  y luego decía entre los labios muy suavemente más, más, más, más, déme duro, déme duro, déme duro hasta que ella estalló en una corrida fenomenal. Luego como cansada se separó del cabo y fue donde el sargento que ya tenia la verga parada y comenzó a chuparle la polla para luego restregársela por toda la cara y metiéndosela en su boca, el sargento comenzó a clavarla por la boca, con fuerza y con más fuerza, hasta que se derramo en ella de nuevo.

El cabo Carmona, tomo algo de sus prendas intimas y se las metió en el bolsillo del pantalón.  Salieron de consultorio y me llamaron, al contestarle me preguntaron por qué no había entrado, yo dije que había salido a tomar aire fresco, pero que estaba bien, que no pasaba nada.

Ya eran lo menos como las 11 de la noche; teníamos que cruzar el río Amazonas, para llegar al puesto, esto nos daba mucha pereza, y decidimos tomarnos unos rones en la esquina del gordo, un comerciante súper usurero que tenia la única venta de trago del pueblo, y que nos lo vendía muy caro. Compramos una botella de ron brasilero, hablamos carreta un poco y nos quedamos durmiendo en el pueblo en el puesto de policía militar.

Al día siguiente salimos como a las 4 a.m. para el puesto, cruzamos el río y llegamos. Allí se encontraba el cabo Pájaro que era el novio de la enfermera; como todavía se estaba vistiendo en el camarote, el sargento Blanco y el cabo Carmona, entraron al camarote y le dijeron, "Oye Pájaro, anoche nos culiamos a tu mujer, y si no crees, estas son las tanguitas que tu le compraste y Emerita dijo que te dijéramos, porque usted la tiene aburrida, que a ella le encanta es el amor en tríos, y con nosotros está muy bien".

Ante este insulto pájaro se abalanzó sobre Carmona y lo cogió por el cuello, y le dijo "negro desgraciado esta me las vas a pagar,  pues no te creo una sola palabra, lo que pasa es que siente envidia porque Emerita me prefirió a mi, pero eso si con esta no me quedo, y ya voy inmediatamente a ponerlo  en conocimiento de mi teniente y además te voy a poner una denuncia por calumnia e injuria con el corregidor el pueblo".

Después me di cuenta, que la única vez que este par salían al pueblo, era cuando estaba de guardia el cabo Pájaro, pues si no estaba de guardia, el permanecía atento en el puesto de salud, y por allí no se podía arrimar nadie, porque lo levantaba a plomo.

 

Después me volví amigo de la enfermera, y culiamos de vez en cuando, pero nunca participe en un trío con alguno de ellos. Al tiempo, llego el personal de relevo y como tenían que dejar a alguien que conociera la región, me dejaron a mí que era el que menos tiempo tenia, y mi diversión con la indígena ninfomanía continuó…

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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