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Categoría: Confesiones

Pecaminoso

Desde siempre mi familia es muy religiosa y han asistido toda la vida a la Parroquia de Santo Domingo. Ahí, mi madre y yo formamos parte del comité, nos encargamos de las festividades, colectas, etc. Las dos acudimos a la parroquia todo el tiempo y tenemos acceso a todas las instalaciones.



El Padre Manuel era el encargado y el que celebraba las misas desde hacía 55 años, ahora él tenía casi 80; estaba muy viejo y apenas se entendía lo que decía en el sermón de los domingos. El padre decidió retirarse no sin antes encontrar un nuevo encargado para la parroquia. Por los años de servicio y la confianza, nos designó a mi madre y a mí la tarea.



Durante unas dos semanas estuvimos entrevistando a un montón de aspirantes, todos muy calificados pero ninguno convencía al Padre Manuel. Un día llegó un padre muy joven, de 25 años, recién había salido del seminario y buscaba su primera oportunidad para ejercer su vocación. Este chico de inmediato agradó al Padre, ya que a esa misma edad él había llegado a Santo Domingo.



Las primeras semanas el Padre estuvo a su lado para orientarlo, pero luego de dos meses decidió retirarse definitivamente debido al cansancio.



A causa de mis estudios no había tenido tiempo de conocer al nuevo padre de la parroquia, pero me hacía una idea de cómo era por lo que mi madre me contaba. Un día ella enfermó del estómago por lo que tuve que ir en su lugar para llevar unas cosas a la iglesia.



Llegué alrededor de las 5 p.m ya cuando todo el comité se había ido. Entré directamente a la sacristía ya que tenía las llaves, cuando estaba por salir el padre me llamó y me giré a verlo.



Dios mío… era guapísimo, alto, en muy buena forma, sonrisa espectacular, cabello negro que peinaba hacia atrás y unos grandes ojos verdes. Yo le sonreí y se acercó a mí:



-Tú debes ser la hija de María



-Sí, soy yo. Me llamo Ruth



-Yo soy el padre Julián. ¿Qué es lo que has traído?



-Víveres para el comedor comunitario



-Oh! Muchísimas gracias Ruth- tomó mis manos y las puso entre las suyas



Yo estaba tan atraída por él y estaba hipnotizada por sus ojos verdes. Quería ser suya con desesperación. Pero ¿cómo seducir a una padre?



Charlamos un rato hasta que llegamos a los temas personales, me dijo que nunca había salido con chicas pues solo pensaba en dios y esas cosas… esa fue mi señal para seducirlo.



-¿Nunca has deseado saber… qué se siente un beso o… tocar a alguien…?



-¡Jamás! - noté que se sonrojó un poco, se levantó de la silla y se recargó sobre el escritorio. Yo me levanté tras él.



Coloqué mi mano sobre su espalda y le susurré al oído:



-Nunca es tarde para saberlo…



-¡Pero Ruth! ¡¿Qué crees que haces?!



Yo besé tiernamente su mejilla y él se sonrojó y se puso nervioso.



- Es que no puedo Ruth, no debo…



- ¿Acaso no te gusto?... Nadie lo sabrá...nunca



- Pero. Yo…



Lo besé suavemente para que callara. Al principio no hubo respuesta pero luego me besó también. Colocó sus manos grandes y varoniles sobre mis caderas y me atrajo a él, cada vez nos besábamos con más intensidad.



Desabotonó mi blusa, pero dudó en continuar; besé su cuello y me quite la blusa yo misma, luego me quité el sujetador y llevé sus manos a mis senos. Parece que eso lo despertó y lo trajo de nuevo a mí.



Me lamió los pezones, se puso de rodillas y me quitó la falda y las pantis; subió mi pierna a su hombro y succionó mis labios interiores. Yo tiraba gentilmente de su cabello y gemía de placer. Con su húmeda y caliente lengua jugaba con mi clítoris y metía sus dedos en mi vagina.



Se levantó y me besó, le ayudé a deshacerse de su sotana, quedó completamente desnudo. Me acerqué a él y lamí su pecho, luego tomó mi cabeza y fue empujándola hasta que quede frente a su pene. Lo tomé con una mano y con la otra tomé sus bolas, primero metí todo su sexo a mi boca y luego levanté un poco su pene para poder comerse enteras sus bolas, el daba gritos ahogados, me miraba con pasión; estiraba su mano para alcanzar mis senos y los apretaba. Yo estaba muy excitada y le dije:  Por favor Julián hazme tuya, te lo ruego fóllame ya…



Él se mordió los labios y asintió, me cargó y me tumbo sobre el escritorio. Separó mis piernas y las llevó a sus hombros, introdujo su pene y comenzó con embestidas suaves, yo le dije: Eso es Julián, hazme tuya. Dame más duro...más! - Luego me embistió brutalmente, yo gritaba y él gemía al mismo tiempo.



Ve al piso y ponte en cuatro!



-¿Qué?- le dije confundida



- Ya me oíste, te quiero en cuatro



Yo estaba extasiada por sus órdenes y me permití sentir orgullo por liberar a la bestia que él llevaba dentro.



Hice lo que me dijo y me puse en cuatro, él elevó un poco mis caderas y lamió mi ano, luego paso su lengua por mi vagina una y otra vez. Luego me penetró intensamente, sus bolas chocaban contra mí y producían un sonido muy divertido y excitante.



Sacó su pene y metió la punta en mi ano, yo grité. Lo metía cada vez más hasta que de un empujón lo metió todo. Comenzó a moverse rápidamente:



-Espera Julián, me duele. Detente, por favor- le suplique entre lágrimas



-Tú empezaste esto, así que resiste y terminalo



-Te odio!!- le grité, lo miré y parece que le gustaba verme así pues sonreía.



Me golpeó en las nalgas y la perversión en su mirada me excitó y lo que fue dolor se convirtió en inmenso placer…



-Dame màs Julián



-¿Ahora si te gusta eh?- me golpeó de nuevo y me dió más fuerte y rápido



Yo me masturbaba el clítoris y mis orgasmos eran intensos, mis brazos se debilitaban así que me tumbé en el piso y me quedé con las caderas hacia arriba. Julián me tomó del cabello para sostenerse y tener más impulso y embestir más duro.



Salió de mi ano y se escabulló en mi vagina, yo seguía frotando mi clítoris por lo que tuve el mejor orgasmo de mi vida. Fue intenso y estallé en gritos, esto excitó tanto a Julián que tomó fuerza y me cogió más duro que antes por lo que tuve otro orgasmo casi enseguida. Él recorría mi espalda con su lengua lo que me hacía sentir escalifríos que aumentaban mi orgasmo.



Ambos sudabamos y gemiamos, de pronto él gritó:



Me vengo!



-Espera- lo detuve- córrete en mi boca. Quiero saboreárte.



-Eres una pequeña zorra ¿eh?- sonrió y sacó su pene de mí.



-Si, pero soy tu zorra. Solo tuya Julián



Me tomó la cara y metió su pene en ella. Yo chupaba hasta que, gimiendo, se corrió dentro de mí. Me tragué todo su sémen y luego me levanté y lo besé. Él me sujetaba con sus brazos fuertes. Yo no me quería separar de él nunca. Esa noche no llegué a casa y dormí con él.



Ahora yo era suya y él era mío. Compartíamos un secreto que nos unía por siempre.



Desde ese día iba por mi cuenta a la parroquía todo el tiempo y pasaba casi todas las noches fuera de casa.


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