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Categoría: Incestos

Patricia , entre padre y hermano

Después de haberme estrenado el culo Mario decidió preparar la merienda mientras yo me bañaba. Necesitaba bañarme no porque me sintiese sucia sino para que se me calmase el dolor que me había quedado por entregar mi virgen culo.



Apenas podía caminar sin que me doliese.



Me coloque debajo de la ducha y tuve que recostarme contra una de las paredes porque me era muy difícil mantenerme parada.



La cogida por el orto me dolió un poco pero la sensación que tuve desde que comencé a caminar hasta ese momento era muy dolorosa.



Cuando me recuperé fui a la cocina y mi hermano ya tenía la merienda servida por lo que comenzamos a merendar.



Estábamos en eso, desnudos y yo contándole como me sentía, cuando se abrió la puerta y detrás de un ramo de flores apareció mi papá.



Cuando lo vio a Mario se quedó como petrificado pero inmediatamente viendo como estábamos y como le sonreímos se acercó a nosotros y dándome las flores lo saludó a Mario preguntándole como había sido su viaje y como habían quedado Verónica y Marcela.



Mario le empezó a contar, pero papá sin sacar los ojos de mis tetas, le pregunto algo que llevo a un dialogo más o menos como el siguiente:



—A que bueno que mamá consiguió alguien para que la ayudara a cuidar a Marcela.



—Sí, realmente parece una enfermera muy calificada, además es una mujer grande y fuerte y va a poder ayudar a la tía.



—¿Grande y fuerte?, ¿Te la cepillaste?



—No, pero me hubiese gustado.



—¿Y por qué no lo hiciste?



—Porque estaba mamá.



—Me imagino. Ella te quería solo para ella.



—¿Ya sabes que la cojo?



—Sí, ya tu hermana me contó como la desvirgaste a ella, como se encamó ella con vuestra madre, como hizo para que cogiese contigo y como cogieron los tres.



—Y a mí me contó como hizo para que vos la cogieses.



—Sí, la primera vez me emborracho, la segunda se aprovechó que yo llegué borracho porque tomé para olvidarme lo que había hecho, pero a la mañana siguiente viendo que lo había vuelto a hacer y habiéndome contado ella lo que hacían ustedes tres la cogí sin que ningún tabú se interpusiera.



—Sí, me lo contó y también me dijo que tenés una verga muy gruesa.



—Sí es bien gruesa, bah comparada con las que veo en el club cuando nos bañamos. Pero contéstame con la verdad.



—Dale. Preguntá.



—Vos volviste porque ya había alguien para ayudar a mamá, porque te cansaste de cogerla, porque tenés que dar exámenes o porque querías volver a coger con tu hermana.



—Por casi todo eso.



—¿Casi todo?



—Sí, porque ya había alguien que ayudase a mamá con la tía, porque tengo que dar finales y porque quería volver a coger con Patricia. Pero de coger con mamá no me cansé y menos después de lo que pasó.



—¿Qué paso?



—Me dejo que se la meta por el culo.



—Sí, a ella le gusta sentir cuando le acabo en el culo.



No pude contenerme y le pregunté:



—¿Le metes tu morcilla por el culo?



Y antes que me conteste lo hizo Mario



—Sí, se la ensarta toda. Ahí me enteré que la tiene mucho más gorda que a mía. Mamá me lo dijo.



—¿Qué te dijo?



—Que le gustaba tener mi pija en su culo y que se lo llenase de leche, pero que anhelaba tu verga pues si bien ya no la tenés tan dura como antes, que la tenías como yo, la tenés mucho más gruesa y le gusta más porque siente como que la partís en dos.



—Jajaja. Es una exagerada. Nunca la podría partir en dos porque se lo traga bien.



—Y claro después de tantos años de hacerle el culo -Dije.



—Jajaja. Si querés algún día te lo estreno a vos.



—¡Perdiste! Hace un rato se lo estrene.



—Recién venís y ya se lo estrenaste.



—Sí, desde que se lo clave por el orto a mamá y me dijo que era el único agujero por el que me faltaba metérsela y que el único que lo había utilizado eras vos, como todos los demás hasta que me los fue dando a mi o a Patricia, no pude dejar de pensar en hacérselo a Pato.



—Y viniste y se lo hiciste.



—Sí.



—¿Te gusto? – Me preguntó.



—Sí – Le dije- pero me dolió.



—Es un bruto.



—No, lo hizo con mucha delicadeza, tanta que me dolió poco, pero después me empezó a doler por lo que me tuve que ir a bañar para que el agua caliente me calmase.



—Bueno a que lo tenés estrenado te lo voy a poder poner yo también.



—¿Qué? ¿Aguantar tu verga?, ni loca. Si la de Mario me dejo dolorida la tuya me dejará de cama.



—Por eso lo haremos una noche, así te vas a dormir y al otro día ya no te dolerá tanto.



—Ni en pedo.



—Pero si se la banca mamá – Dice Mario-, ¿Cómo no ter la vas a aguantar vos?



—Claro – Intervine mi padre – ya vas a ver cómo te la bancas.



—¿Te parece?



—Por supuesto.



—Pero ahora no.



—No ahora terminen ustedes de merendar que yo voy a hacer lo propio.



Se levantó y se fue a preparar la merienda. Cuando lo hizo se le veía la carpa que se le había hecho en el pantalón, por lo que Mario, guiñándome un oso, me dijo:



—Mirá como está el viejo. Se recalentó imaginándose que te la metía por el orto.



—Me lo va a romper con la poronga que tiene.



—Si se lo aguanta mamá, vos también te lo vas a bancar.



—¿Te parece?



—Seguro.



Me quedé pensando y cuando vuelve trayéndose el té que se había preparado, viéndole la carpa que tenía me dije, a mi misma, que mer sacrificaría y me la bancaría.



Terminamos de merendar y papá se fue a dormir un rato.



Con Mario, lavamos las tazas, arreglamos la mesa y empezamos a preparar la cena.



En más de una oportunidad en lugar de pasarme lo que le pedía me daba su verga, la cual a veces estaba dormida aunque casi siempre se despertaba no bien la tocaba.



En más de una oportunidad me lleve esa hermosa verga hasta el fondo de mi garganta y la sacaba chorreando saliva, la que quedaba uniendo mi boca con su pija hasta que por la separación o el peso se cortaba. En esos momentos nos reíamos como dos niños y continuábamos preparando la cena.



Estábamos desnudos, pero no nos preocupaba, porque nadie nos veía, el único que lo podía hacer era nuestro padre y no nos molestaba pues yo ya había yacido con él y mi hermano era hombre como él y si bien nunca habían coincidido en algún vestuario, no se escandalizarían por verse desnudos.



En un determinado momento se me cayó una servilleta y me agaché para levantarla. No me baje sobre mis rodillas sino que me doble por la cintura, supongo que lo hice para ver como reaccionaba Mario, y él… reaccionó como yo esperaba. Se acopló detrás de mí apoyando su verga contra mis nalgas. Fue como un bálsamo sentir su verga dura y caliente, apoyada en mis glúteos y no sé si por la calentura que tuve durante todo el tiempo en que, desnudos y tocándonos, preparamos la comida o por el deseo de que nuestro padre nos encontrase copulando que comencé a mover mi culo apoyado contra ese duro pedazo de carne.



Él, creo que también caliente se sentó y una silla y me hizo sentar sobre su poronga. La misma, conocedora del camino se fue introduciendo poco a poco en mi vagina.



Cuando la sentí totalmente dentro de mí, empecé a sacármela y metérmela y cuando la tenía bien adentro me movía circularmente sobre ella.



A Mario eso lo excita mucho y esa vez no fue la excepción. Pues agarrándome de las tetas, y jugando con mis pezones, empezó a descargar chorros y chorros, calientes, fuertes y grandes de esperma en el interior de mi vagina, haciendo que yo comenzase a aullar y si digo aullar es porque es lo que hacía, aullaba en lugar de gritar. Parecía una perra en celo, que quería verga y más verga aún más verga.



Parece que mi deseo fue tanto, que sin darme cuenta sentí como una verga rodaba por mi cara.



Abrí los ojos y vi a mi padre, con el calzoncillo y el pantalón en los tobillos restregando su verga sobre mi cara.



No me extraño, lo que me habría extrañado era que no se despertase ante mis gritos o que no se excitase viéndonos coger.



No pude, como tantas otras veces meterme más que la cabeza de semejante poronga, pero rodeé toda su superficie y lengüeteé sus huevos.



Me imagino que Mario se dio cuenta, porque abrió los ojos, y viendo el pedazote de mi padre dijo:



—Ahora entiendo porque te lo alaban tanto, es grueso como mi puño.



—Y ahora veras como se lo traga la concha de tu hermana



Y uniendo lo dicho al hecho me levanto, de mi hermoso asiento sobre el choto de mi hermano y me colocó sobre la mesa.



Inmediatamente ensartó su porongo en mi concha, que lo recibió sin problemas pues ya estaba bien dilatada por la verga de mi hermano, la cual si bien no es chica no puede compararse a la de nuestro padre, y estaba bien humedecida por la acabada que hacía pocos instantes me había regalado.



Tan caliente estaba mi padre que al poco tiempo de estar bombeándome, y sintiendo mis gritos de “dame tu leche” comenzó a acabar, dándome una cantidad inmensa de semen, como si hiciese meses que no garchaba, y yo sabía que eso era falso pues la noche anterior se descargó en mi interior dos veces y esa misma mañana igualmente me llenó la concha de leche, antes de irse a trabajar.



Habiendo acabado se dejó caer sobre mí y así estuvo hasta que recuperando fuerzas me la sacó, haciendo que pase mi lengua por su ojo ciego a fin de tragarme hasta la última delas gotas de esa acabada.



Diez días me cogieron entre los dos, dejándome llena de leche todos mis agujeros.



Papá intento un par de veces metérmela por el orto, pero era tanto el miedo que le tenía a ese monstruo, que lo contraía tanto que no me la pudo meter.



A pesar de sus intentos y de los pedidos de mi hermano su verga continuó sin perforar mi culo, como siguió sin entrar en mi boca.



Finalmente a los diez días…



Continuará


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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