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Categoría: Incestos

Patricia cuenta su historia IV

Continuando con mi historia que empezó con “Patricia cuenta su historia” les cuento que finalmente, después de estar en casa 30 días con ambas piernas enyesadas y 11 días después que se los quitaron, estando en rehabilitación, mi madre y yo tuvimos nuestra primera sesión de sexo, primera con una mujer tanto para ella como para mí.



¿Quién lo hubiese dicho?, mi madre que parecía una mujer imperturbable, a la que nunca había visto insinuarle nada a mi padre y mucho menos a otro, que siempre estaba cubriéndose de forma tal que ni siquiera utilizaba bikini, siempre sus mallas eran negras, de una sola pieza y tapándole todo, y nunca la había escuchado hacer el amor, aunque obvio que lo habían hecho, mínimo dos veces, una para engendrar a mi hermano y otra a mí, aunque mi madre me contó, entre una y otra llegada que tuvimos un día, que lo practicaban una o dos veces al mes, ya que las cosas no eran como antes, pues o ella o mi padre retornaban cansados del trabajo y solo querían dormir y que cuando mantenían sexo era generalmente el fin de semana que ni Mario ni yo estábamos en casa; resultó ser una hembra muy fogosa.



Después que le quitaron los yesos estuvo un mes más en casa haciendo rehabilitación y de ellos, en veinte, mantuvimos relaciones ya que una vez que empezamos las teníamos todos los días.



Cuando ella volvió a trabajar comenzamos a tener relaciones solo los sábados a la mañana, pues era el único momento en que estábamos solas, puesto que mi padre se iba a trabajar, como todos los días y mi hermano cursaba, o por lo menos eso decía, una materia en la universidad.



Un día, me coloqué el strapon que había comprado por internet, y después de estar dándole como veinte minutos empezó la siguiente plática entre nosotras:



—Está bien, ¡Pará! Ya que no me agrada y a vos te veo cansada.



—Sí, estoy cansada. ¿Qué te pasa? Siempre llegas rápido y hoy parece que no te alcanza nada.



—Siempre llego rápido, porque es tu boca, tus dedos o es el roce de nuestras conchas lo que me lleva a eso. Pero con el strapton no puedo llegar.



—¿No sentís nada?



—No es eso, es que sintiendo que otra persona me está metiendo algo no puedo dejar de pensar que preferiría que fuese una pija de verdad la que está incursionando mi vagina, que realmente es un hombre el que está detrás de esa tranca que horada mi vagina, pero cuando abro los ojos y veo que es un trozo, grande y duro por cierto, de látex y que eres tú quien lo porta se me van las ganas.



—¿Es culpa mía entonces?



—No tú no tienes nada que ver. Me pasa como cuando eres tú quien me clava el consolador.



—Sin lugar a dudas soy yo.



—No. Para nada. Es que el trozo de látex, lo tengas en tu mano o en tu cintura, no es lo que me estoy imaginando.



—¿Te imaginas la pija de papá?



—A veces sí, aunque te voy a serte sincera, cuando tengo mis ojos cerrados y siento el tamaño y la dureza de lo que me pones, o mi mente navega por los años en que éramos jóvenes o en las vergas de esos hombres que vemos en las películas que hay en internet.



—No todo lo que se ve en las películas porno es real.



—Lo sé, lo sé. Pero igual me caliento imaginando que un joven me está penetrando como lo hacia tu padre cuando éramos jóvenes.



—¿Ya no la tiene dura?



—Sí, aunque ya no es como antes.



—¿Por qué?



—Porque antes la tenía más larga y dura, ahora la tiene más corta y un poco menos dura, aunque más gorda.



—Bueno, una cosa compensa la otra.



—Sí la naturaleza es sabia. Yo por ejemplo ya no me mojo tanto.



—¡Menos mal!



—¿Por qué lo decís?



—Porque arrojas muchos fluidos cuando acabas.



—Jajaja, imagínate lo que era antes.



—Me lo imagino, debías ser una canilla.



—Sí como tú ahora.



—Jajaja



—Y ¿Por qué no llegas?



—Creo que es porque me reservo para la pija de tu padre.



—¿Solo la de papá?



—Hummm, Sí, solo la de tu padre.



—Dudaste un poco. ¿No te gustaría otra?



—No sé. Solo he sentido la de tu padre.



—¿Solo esa? ¿No te gustaría sentir otra?



—No.



—Pero, si me dijiste que cuando cerras los ojos te imaginas otra.



—Sí, pero si cojo con alguien voy a ver quién es.



—¿Y si yo te traigo a alguien lo cogerías?



—No porque lo vería.



—¿Y si no lo vieses?



—Así sí. Pero no sé cómo podría coger con alguien sin conocerlo.



—¿Vos confías en mí?



—¡Por supuesto!



—Entonces deja que yo lo arreglo.



Y dicho esto, caliente como una cuba, por lo que me estaba imaginando, me arrojé sobre su concha y le di una mamada que la hizo llegar en pocos minutos, aunque yo tocándome la mía llegue unos minutos antes.



Luego me fui a preparar el almuerzo para cuando llegasen los hombres y después de almorzar me fui a la habitación de mi hermano y le conté lo que había planeado y quedamos que el sábado siguiente lo llevaríamos a cabo.



Así fue como al siguiente sábado, mi padre y mi hermano se fueron, tras lo cual yo fui a la habitación de mi madre y le conté que, había organizado para ese día, viniese un pendejo para hacerlo con ella.



Me respondió que no sabía si lo podría hacer y yo le dije, al tiempo que le acariciaba los pechos que lo podría hacer pues yo le vendaría los ojos a lo cual me respondió que igual no podría pues estaría pensando que lo estaba haciendo en la cama que compartía con su esposo.



Pensando a mil me di cuento que no se animaba, por lo que, después de darle un beso muy caliente, le dije que lo haría en mi cama.



Muy convencida no estaba pero en eso sonó el timbre, como habíamos arreglado con Mario para que no sospechase, de allí que tampoco lo organizamos para algún día de la semana; le dije entonces: ¡Ahí llegó, Confía en mí y fui a atender, apenas cubriéndome con la bata de mi madre. Era Mario. Por lo que lo hice pasar y le dije que esperase en la cocina.



Fui a la pieza de mi madre y tomándola de la mano la llevé a mi habitación, allí le vendé los ojos y le dije que no se quitase la venda, que yo lo haría en el momento adecuado.



La deje desnuda tendida en mi cama y fui a buscar a Mario, quien ya estaba en bolas; cuando llegué a la cocina y lo vi así le dije: ”No querés perder el tiempo” y él me dijo: “No, mirá si da marcha atrás”.



Agarrándolo de la pija lo llevé a mi habitación; él dándose cuenta me preguntó el motivo por el que íbamos a mi habitación, y yo diciéndole que se callase, que no dijese nada continué hacia mi cuarto.



Cuando llegamos a él y abrí la puerta y vio a nuestra madre, con los ojos vendados tendida en la cama, su verga dio un salto en mi mano. Se la solté, me quité la bata y me tendí junto a mi madre; le dije: “Ahora disfruta” y me puse a chuparle las tetas al tiempo que le hacía señas a Mario para que viniese.



Él se acercó mientras se colocaba un preservativo, abrió sus piernas y se la metió. ¡Metió!, es una forma de decir porque cuando solo le había metido la mitad empezó a contraerse como cuando llega ¡Y eso ocurrió!, ¡Llegó no bien se la estaba metiendo!



Le dije a mi madre que había llegado y contrariamente a lo que pensaba me dijo que no había problema, que era mejor así, porque le recordaba a la primera vez que lo había hecho con mi padre. Ahí me tranquilicé y le dije que no se descubriese lo ojos, al tiempo que lo hacía salir a Mario de su concha y le acariciaba la verga.



Le saque el preservativo y se la mamé, mientras él le chupaba las tetas a mama y le acariciaba la concha.



Cuando tuvo la verga nuevamente erecta le coloqué un preservativo y le dije: “Métesela ahora”; él así lo hizo y esta vez, si se la metió toda y la bombeó como todo un macho.



Nuestra madre, a los pocos minutos de estar ensartada llegó emitiendo un grito, que creo se oyó hasta en la casa de al lado, pero Mario no le hizo caso y la continuó serruchando; ella enganchó ese orgasmo con otro y con un tercero momento en que Mario también llegó y quedo con su cara incrustada entre sus tetas.



Después de unos minutos, cuando la concha de nuestra madre expulsó su verga, le dije que se escondiese al costado de la cama. Cuando lo hizo, me acosté al lado de nuestra madre y le pregunté qué le había parecido; ella, aun con la venda en los ojos, me dijo que le había parecido que lo hizo con papá, cuando era joven, pues esa verga que la había hecho llegar tres veces era como la suya en ese momento.



Ahí le saque la venda y le dije: “Viste que no era tan difícil hacerlo”, ella me dio las gracias y me dijo: “Así es. Me gustaría saber quién fue, así si en algún momento me lo cruzo se quién me cogió”.



Yo levantándome de su lado, me paré junto a Mario que estaba acostado al costado de la cama, y agachándome lo hice levantar.



Mi madre casi se desmayó al ver que era su hijo quien se la había cogido; no le salían las palabras de la boca, se atragantaba con ellas, pero yo le dije: “Tranquile que si fue con Mario, fue para que no salga de esta casa, además que mejor que te coja el hijo del hombre a quien amas y al que nunca le has sido infiel”; ella iba a decir algo pero no la deje, cerrándole la boca con un beso.



Mario, viéndonos besándonos, se empezó a calentar porque…



Continuará.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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