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Nunca me imaginé que ocurriría, pero así fue.

Nunca me imaginé que ocurriría, pero así fue. Me convertí en la esclava sexual de un hombre que conocí por Internet, fue lo mejor que me paso en la vida.






Llevábamos mucho tiempo ya hablando por internet, jugando, haciendo planes. Y cada día que pasaba, mi deseo por volverlo real era más y más grande. Así que al fin se dieron las cosas, y estaba yo aterrizando en el aeropuerto de la capital de su país, con una falda y una blusa, sin ropa interior, preparándome para vivir en real lo que tanto me rondaba la cabeza.



Salí del área de inmigración y lo vi, esperándome con una sonrisota. Yo estaba muerta de los nervios, pero me vio, me abrazó, me dio la bienvenida, agarró mi maleta y nos fuimos por un café. Me preguntó cómo había ido el viaje, y al fin me preguntó si estaba dispuesta a continuar, entendiendo las condiciones, que yo sería su puta esclava y él decidiría de ahora en adelante. Yo, sin dudarlo, dije que sí.



Nos dirigimos a su auto, y una vez dentro comprobó que yo no llevara ropa interior. Al ponerlo en marcha me ordenó que me abriera la blusa y dejara mis tetas al aire. Yo dudé unos segundos y me dijo que, o le obedecía desde el principio o no seguiríamos. Así que no lo pensé y desapunté los botones de mi blusa. Para él no fue suficiente y la abrió de par en par, y nos dirigimos hacia donde pasaríamos estos días.



Durante el camino tuve que aguantar que varios me vieran las tetas, y si decían algo, él sólo se reía y me manoseaba. Llegamos a su finca, me hizo bajar del carro y me pidió que me desnudara. A lo lejos se veían las siluetas de algunos trabajadores, así que me corté un poco, pero él me repitió que ahora era distinto, que no me comportaría como una mujer, y que sólo entraría a su casa como una perra, una puta esclava. Así que me quité la ropa y sólo tenía mi bolso en la mano. Me pidió las llaves de mi maleta, la abrió y metió la ropa que le pasé, y me dijo que él se quedaría con la llave, porque ya no tenía permitido ponerme algo que él no decidiera.



Del baúl del auto sacó un maletín y me hizo agacharme hacia adelante. Sentí el lubricante frío en vagina y ano, donde metió unas bolas y un plug, respectivamente. Pinzas con cadena en los pezones, un collar de cuero a mi medida, tobilleras y muñequeras, y con un marcador escribió algo en mis nalgas, tetas y frente. En mis tetas se leía “bestia de culeo”, en mi frente me dijo que había escrito “puta”, y en mis nalgas “propiedad de A.”.



– Ahora si estás lista para entrar – dijo, agarrando una cadena, y poniéndola en el collar para halarme de ella.



Entramos a la casa y empezamos a recorrerla, me mostró la cocina, la sala, el comedor, y el segundo piso, donde estaban las habitaciones. Me hablaba con mucha naturalidad de perra y puta, y la situación, tener mis huecos llenos, y estar siendo tratada así pronto hizo su efecto y estaba jadeando mientras él me paseaba por la casa, con mi vagina completamente empapada. Así que cuando bajamos de nuevo al primer piso yo estaba completamente deseosa y dócil, bastó que me agachara un poco hacia adelante, me sacara las bolas de la vagina y metiera su verga para que yo empezara a gemir como una loca, viniéndome casi desde el principio. De repente sonó la puerta. Él sacó su verga y la guardó en el pantalón, pero agarró un dildo y siguió clavándome con eso.



– ¡Adelante! – dijo, y se abrió la puerta, entrando uno de los trabajadores de la finca.



– Patrón es que… – y no pudo seguir, viéndome ahí desnuda con mi Amo metiendo y sacando el dildo. – Perdón, patrón…



– No te preocupes – respondió mi Amo – me traje una puta para la finca y la voy a tener aquí unos días, pero no le des importancia, dime lo que necesites, y ahora se las presento, jajajajaja.



El trabajador entonces empezó a contarle algo que no entendí, porque mi Amo no dejaba de mover el dildo, y sentía el dolor de las pinzas, y me calentó aún más que me tratara así, como algo sin importancia. No sé qué respondió mi Amo y el muchacho se retiró.



– Te gustó que te vieran así, ¿No, perra? Creo que será una buena idea que te conozcan y te presentes – dijo, sacándome el dildo y volviendo a meter las bolas chinas en mi vagina, y agarrando la cadena y halando de ella, echándose al hombro su maletín a la salida.



Yo estaba demasiado caliente para protestar, y casi que ni me daba cuenta de lo que sucedía, así que sólo lo seguí deseando más orgasmos de ese hombre. Cuando me di cuenta, estaba en un cobertizo frente a tres hombres, uno de los cuales era el que me había visto en la casa. En ese momento intenté taparme, pero mi Amo rápidamente puso mis manos a la espalda y las sostuvo con las muñequeras.



– Muchachos, esta es mi puta. La voy a tener unos días en la finca, así que la verán con frecuencia. Aunque es muy puta y muy arrecha, es de mi propiedad, así que NADIE la toca o le hace nada sin mi permiso, ¿Entendido? Ni para bien ni para mal.



Los tres asintieron sin quitarme los ojos de encima, de frente a ellos se notaba perfectamente la palabra “puta” en mi frente, y mis muslos les mostraban lo caliente que estaba.



– A ver, putona, preséntate tú misma, diles lo que eres y para qué estás aquí. – dijo mi Amo, empujándome un poco hacia adelante.



Yo no fui capaz de hablar. No estaba preparada para esto. Había tres desconocidos frente a mí y yo no era capaz de decir una sola palabra. La vergüenza era demasiada.



– Parece que la perra no sabe hablar. Vengan, muchachos, les mostraré cómo se enseña a hablar a una puta. – Y sin decir más se volteó y yo sólo sentí el jalonazo de la cadena, y tuve que seguirlo.



Me puso frente a un árbol, soltó mis manos y me dijo que me apoyara, que empezaría mi primer castigo por haberlo desobedecido. Yo estaba muy asustada, pidiendo perdón en susurros. Mi Amo sacó las bolas de mi concha y las metió en mi boca, sacó el plug de mi ano y quitó las pinzas de mis pezones. Todo lo reemplazó por vibradores, un vibrador en la concha, uno en el culo, y pinzas con vibración. Me hizo agacharme hacia adelante y separar las piernas. Los encendió todos y empezó a azotarme con una regla de madera. Dos en cada nalga y uno sobre la concha, lento pero fuerte, lo suficiente para mantenerme caliente, pero que me doliera. Con cada azote soltaba una frase:



– ¡Tú aquí estás para obedecer!



– ¡Tú aquí vales y eres menos que los animales!



– ¡Tú aquí no tienes derechos!



– ¡Tú aquí haces lo que yo te diga!



Entre el dolor y la vibración de todo, me daba vueltas la cabeza, y no me di cuenta que los controles de los aparatos los tenían cada uno de los trabajadores, jugando con ellos, mientras mi Amo se concentraba en azotarme. Fueron 25 azotes en total. No había logrado venirme, pero mi excitación no bajaba. No me importaba lo que me hicieran, estaba demasiado caliente para pensar, sólo me dejaba llevar. No sé en qué momento pararon los azotes y los aparatos fueron cambiados por las manos de los tres jornaleros: uno jugaba con sus manos en mi clit y concha, otro metía uno o dos dedos en mi culo, y el otro sobaba, acariciaba, apretaba y pellizcaba mis tetas, mientras el click de la cámara del celular de mi Amo no paraba de sonar.



– Eres más puta de lo que pensaba. No llevas ni dos horas conmigo y ya estás caliente y feliz con tres tipos que ni te conocen manoseándote y dándote dedo. Y no los tengo dándote verga porque les prometí a unos amigos la primicia, jajajajaja.



A mí sólo me salían gemidos sordos de la boca, llena como la tenía con las bolas que antes habían estado en mi vagina. Las nalgas y la concha me ardían de los azotes, y ahora de la brusquedad con que los tres muchachos me tocaban.



– ¿Será que ahora sí puede presentarse la puta o necesita más convencimiento? – me preguntó mi Amo, mostrándome la regla de madera con la que me había hecho sufrir.



Yo sólo asentía, no quería más azotes, y no quería oponerme a nada, mi concha pensaba por mí, haría lo que él deseara. Mi Amo les dijo que se detuvieran y de nuevo puso los vibradores encendidos en concha y culo, y me ordenó arrodillarme, y luego me sacó las bolas de la boca, la saliva me escurría por el mentón, y empecé a hablar.



– Soy la puta de mi Amo A., estoy aquí para que me use y me humille a su antojo, mi único pensamiento es obedecerle y servirle y ser cada vez más puta para él.



Las palabras salían sin pensar, los vibradores hacían su efecto, y cuando empecé a venirme de nuevo, sentí que empezaban a bañarme con semen en la cara, cuello y tetas los tres jornaleros. Sin decir nada, mi Amo me agarró la cabeza y me clavó la verga en la boca, follándome fuerte, me daban arcadas pero no paraba, y yo pensaba en cómo me vería ahí, arrodillada, huecos llenos, bañada en semen y siendo follada por la boca. Luego de unos minutos sentí la leche de mi Amo en el fondo de la garganta, y tragué enseguida para no ahogarme. Mi Amo sacó la verga y la guardó, diciéndole a los muchachos que luego se divertirían más conmigo. Apagó los aparatos pero no los sacó de mis agujeros, jalando la cadena y haciéndome poner de pie, caminando tras él hacia la casa.



Él tenía razón, apenas llevaba un par de horas con él, y ya una parte de mi cerebro sentía que era “normal” y “correcto” ser tratada así… después de unos días, ¿sería capaz de volver a mi vida anterior?





Datos del Relato
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