Miriam Caballero engaño a su esposo con 4 hombres al mismo tiempo por dinero
Miriam Caballero estaba sentada en su cocina, con la cabeza entre las manos, preocupada. Había recibido una carta del dueño de la casa, diciendo que si no pagaba la renta ese mes, tendrían que mudarse. Su esposo, Juan, había perdido su trabajo hace tres meses y no había encontrado nada aún. Miriam Caballero miraba alrededor de la pequeña casa que habían alquilado, llena de recuerdos felices. No sabía qué hacer. De repente, sonó el timbre. Miriam Caballero abrió la puerta y se sorprendió al ver a su vecina, la señora Elena, con una gran sonrisa en la cara y una bolsa en la mano. «Miriam Caballero» dijo Elena, «Escuche que estás buscando trabajo. He hablado con mi esposo y tiene una oferta para ti».
«Mi familia está dando una gran fiesta este sábado y necesitamos meseras adicionales», continuó Elena. «Pagamos bien y es sólo por una noche. ¿Estás interesada?» Miriam Caballero se sorprendió por la oferta. No había esperado algo así. Aunque Miriam Caballero no estaba segura de querer el trabajo de mesera, su esposo la convenció de aceptarlo. «Necesitamos el dinero, amor» dijo suavemente.» Aparte los niños necesitan ropa nueva para el invierno que se acerca.» Miriam Caballero suspiró, sabiendo que él tenía razón. «Está bien» dijo finalmente. «Lo haré.»
Elena le entrego una bolsa negra de plástico, Miriam Caballero aceptó agradecida. «Gracias, Elena» dijo. «De verdad, muchas gracias.» Elena sonrió y le dijo. «Esto es para ti. Un uniforme y algunos extras. La fiesta comienza a las 7 pm. No llegues tarde.» Con eso, Elena se fue, dejando a Miriam Caballero con una mezcla de emociones. Estaba agradecida por la oportunidad, pero también nerviosa. No había trabajado como mesera antes. Sin embargo, sabía que tenía que hacerlo por su familia.
Esa noche, Miriam Caballero se preparó cuidadosamente para la fiesta. Se puso la blusa blanca de botones y la falda negra ajustada que Elena le había dado. Cuando se miró en el espejo, se dio cuenta de que la falda era un poco pequeña. Se ajustaba a sus curvas de manera ceñida, haciendo que su trasero se viera más pronunciado. «¿Por qué Elena me dio un uniforme tan pequeño?» se preguntó Miriam Caballero, sintiéndose un poco incómoda. Pero no había tiempo para cambiarlo. Su esposo la miró de arriba abajo y silbó. «Te ves muy bien, amor» dijo con una sonrisa. «Estoy seguro de que causarás una buena impresión.» Miriam Caballero sonrió débilmente, todavía sintiéndose nerviosa. Se puso los zapatos negros que Elena había incluido y peino su cabello negro.
Miriam Caballero, con su uniforme de mesera
Cuando Miriam Caballero llegó a la fiesta, todavía se sentía nerviosa. Entró en el gran salón de eventos de Elena y fue recibida por el ruido de las conversaciones y la música de fondo. Un hombre mayor, probablemente el padre de Elena, se acercó a ella y le explicó sus tareas. «Serás mesera esta noche» dijo. «Toma bebidas y comida de las mesas y asegúrate de que todos los invitados estén bien atendidos.» Miriam Caballero asintió, tratando de recordar todo. Miró a su alrededor y vio que había varias mesas llenas de alcohol, bebidas y comida. El salón estaba lleno de gente, y podía sentir los ojos de algunos hombres mirándola fijamente. Se acomodo la falda, sintiéndose aún más incómoda en su uniforme ajustado. «Puedes hacerlo» se dijo a sí misma, respirando hondo antes de comenzar su turno como mesera.
A medida que avanzaba la noche, Miriam Caballero se encontró sirviendo a un grupo de hombres, incluido el esposo de Elena, que se sentaban alrededor de una mesa. Cada vez que pasaba por allí, la llamaban para que les sirviera más bebidas, y no dejaban de mirarla de arriba abajo. Miriam Caballero se sentía cada vez más incómoda con sus ojos clavados en ella, especialmente en su uniforme ajustado que dejaba poco a la imaginación. Intentó mantener la compostura y seguir con su trabajo, pero podía sentir cómo su corazón latía más rápido con cada mirada lasciva y cada comentario susurrado. «Solo son miradas» se dijo a sí misma, tratando de ignorar la sensación de malestar que crecía en su interior.
Una de esas veces el esposo de Elena la llamo y le dijo «Miriam Caballero ven aquí!» «quiero que conozcas a mis amigos».
Miriam Caballero se acercó a la mesa, con una sonrisa forzada en su rostro. El esposo de Elena la agarró del brazo y la acercó a los hombres, presentándola como la mesera. «Muchachos, esta es Miriam Caballero. Es amiga de nosotros, así que asegúrense de tratarla bien», dijo con una risita. Los amigos del esposo de Elena la miraban con ojos hambrientos, sus miradas recorriendo su cuerpo de arriba abajo. Miriam Caballero sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero intentó mantener la compostura. «Hola, un placer conocerlos a todos», dijo en voz baja, evitando el contacto visual. Uno de los hombres, un tipo grande y corpulento, extendió la mano y le tocó el brazo. «El placer es nuestro, hermosa», dijo con una sonrisa lasciva. Miriam Caballero retiró su brazo rápidamente, sintiendo náuseas ante su toque.
El esposo de Elena, visiblemente borracho, se inclinó hacia sus amigos y susurró lo suficientemente alto para que Miriam Caballero pudiera escuchar. «Oigan, muchachos, ¿saben qué? Esta señora necesita dinero. Si alguien quiere darle una propina Miriam Caballero, estoy seguro de que estaría muy agradecida». Los amigos rieron entre dientes, sus ojos brillando con malicia. Miriam Caballero sintió que su rostro enrojecía de vergüenza y rabia. Quería correr y esconderse, pero sabía que no podía dejar su trabajo. En cambio, forzó una sonrisa y dijo: «¿Qué puedo servirles, caballeros?» con voz temblorosa Miriam Caballero.
Uno de los amigos del esposo de Elena, un hombre corpulento con una sonrisa lasciva, se inclinó hacia Miriam Caballero. Sacó un billete de 50 dólares y lo colocó sobre la mesa. «Oye, Miriam Caballero», dijo, su aliento apestando a alcohol, «¿Qué te parece si me das un beso y te quedas con esto?» Miriam Caballero retrocedió, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. «Lo siento, señor, pero no puedo hacer eso», respondió, tratando de mantener la compostura. «Sólo estoy aquí para servir bebidas». El hombre frunció el ceño, claramente disgustado, pero el esposo de Elena intervino. «Vamos, Miriam Caballero, no seas así. Es sólo un beso».
Miriam Caballero siente mucha repulsión y asco
El esposo de Elena, con una expresión de fingida preocupación, se acercó a Miriam Caballero. «Mira, Miriam Caballero, sé que necesitas el dinero. No quieres quedarte en la calle, ¿verdad?». Su voz era suave, pero había una amenaza subyacente. «Un beso a cambio de 50 dólares no es mucho pedir. Además, ¿Quién se enteraría?» Miriam Caballero sintió que su estómago se revolvía. Sabía que no podía aceptar, pero también sabía que necesitaba el dinero. Estaba atrapada entre su moral y su necesidad de sobrevivir. «Lo siento», dijo finalmente, con voz temblorasa Miriam Caballero, «pero no puedo hacerlo. Por favor, no me pida eso».
El esposo de Elena suspiró dramáticamente, sacudiendo la cabeza. «Bien, si eso es lo que quieres. Pero recuerda, Miriam Caballero, si no pagas la renta, tendrás que salir a la calle». Sus palabras eran como una puñalada en el corazón de Miriam Caballero. Sabía que estaba entre la espada y la pared. Sin embargo, en un momento de valentía, Miriam Caballero se acercó a aquel hombre, cerró los ojos y le dio un beso rápido en la mejilla. En ese momento el hombre aprovechó la oportunidad para agarrar el trasero de Miriam Caballero con fuerza. Miriam Caballero se congeló momentáneamente, sorprendida y horrorizada por la inesperada agresión. Luego, con manos temblorosa Miriam Caballeros, tomó el billete de 50 dólares y se alejó rápidamente, luchando por contener las lágrimas. La sensación de sus manos en su piel la hizo sentir sucia y utilizada. Pero al menos tenía el dinero que necesitaba para sobrevivir un poco más.
Mientras Miriam Caballero se alejaba, el esposo de Elena la llamó. «Miriam Caballero, espera. No te vayas aún». Ella se detuvo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Él se acercó a ella, con una sonrisa lasciva en su rostro. «Mira, te daré otro billete de 50 dólares si me enseñas tu rico calzoncito. Solo una pequeña muestra, ¿Qué te parece?». Miriam Caballero sintió náuseas ante la propuesta, pero la desesperación la hizo considerar la oferta. Necesitaba ese dinero, pero ¿hasta dónde estaba dispuesta a llegar?.
Miriam Caballero vaciló, su mente corriendo. La vergüenza y el asco luchaban contra la necesidad desesperada de dinero. El esposo de Elena observaba con expectación, sus ojos brillando con lujuria. Finalmente, con las manos , Miriam Caballero se siento en la mesa y levanto su falda un poco, revelando un calzoncito blanco de algodón. El hombre asintió con aprobación y le entregó el billete de 50 dólares.
Miriam Caballero decide enseñarles su ropa interior
Miriam Caballero tomó el billete de manos del esposo de Elena y se alejó rápidamente. Con el corazón acelerado, se dirigió a la bodega donde se guardaban las bebidas. Una vez allí, se escondió detrás de las estanterías y dejó que las lágrimas fluyeran libremente. Aunque había ganado algo de dinero, aún no era suficiente para cubrir la totalidad de la renta. Se sentía frustrada y desesperada. ¿Qué más tendría que hacer para obtener el resto del dinero?
Los hombres, al ver el pequeño calzón blanco de Miriam Caballero, se sintieron intrigados y excitados. Sin pensarlo dos veces, el esposo de Elena y 3 hombres mas siguieron a la señora hacia la bodega en la parte trasera del salón de eventos.
Cuando Miriam Caballero se dio cuenta de que los hombres la habían seguido, su corazón comenzó a latir con fuerza. Antes de que pudiera reaccionar, uno de ellos cerro la puerta y le dijo «Miriam Caballero, tenemos una propuesta para ti. Cada uno de nosotros te dará 50 dólares si te desnudas frente a nosotros aquí mismo». Los otros hombres asintieron con la cabeza, sus ojos recorriendo el cuerpo de Miriam Caballero de arriba abajo. Miriam Caballero se sintió horrorizada y ultrajada por la propuesta. Quería gritar, correr, hacer algo, pero se quedó paralizada por el miedo. El hombre dio un paso más cerca, su aliento alcohólico en la cara de Miriam Caballero. «No tienes que hacer nada más, solo mostrarnos ese hermoso cuerpo tuyo. Será nuestro pequeño secreto». Los hombres sonrieron, esperando su respuesta, mientras Miriam Caballero luchaba por encontrar las palabras para negarse.
Miriam Caballero no sabia que hacer
Miriam Caballero tragó saliva, su mente corriendo a mil por hora. Primero pensó en su esposo, en cómo la miraba con amor y confianza. Pero entonces recordó la factura de la renta, la cara preocupada de su esposo cuando hablaron sobre el dinero. Se armó de valor, dejando a un lado la vergüenza y el miedo. Necesitaban ese dinero desesperadamente. «Está bien», dijo en voz baja, su voz temblando ligeramente. «Lo haré». Los hombres sonrieron, sacando sus billetes. Miriam Caballero comenzó a desabotonar lentamente su blusa, sus manos temblando. Se dijo a sí misma que era solo por dinero, que pronto todo esto sería un mal recuerdo. Pero mientras se quitaba la ropa, no podía evitar sentir que estaba traicionando a su esposo, a sí misma. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, pero continuó, porque sabía que no había otra opción.
Los hombres miraron a Miriam Caballero con deseo mientras ella se quitaba la última prenda, quedando completamente desnuda ante ellos. Sus ojos recorrieron su cuerpo vulnerable, deteniéndose en sus pequeños pechos y su coño delicioso. Sin pudor alguno, cada uno de ellos comenzó a bajarse los pantalones, sacando sus vergas erectas. Miriam Caballero sintió náuseas al ver esos penes tan duros que parecían de piedra, pero se obligó a mantenerse en pie, recordándose el motivo por el que estaba allí. Los hombres comenzaron a masturbarse lentamente, sus miradas lascivas fijas en ella. «¿Te gusta lo que ves, puta?» preguntó uno de ellos con una sonrisa perversa. Miriam Caballero negó con la cabeza, sintiendo más lágrimas caer por sus mejillas. Pero sabía que no tenía opción, así que se quedó allí, desnuda y vulnerable, mientras aquellos extraños se daban placer mirándola.
Miriam Caballero se denudo completamente
Los hombres se acercaron a Miriam Caballero, con sus erecciones rebotando con cada paso. «Te queremos coger, Miriam Caballero» dijeron en coro, sus voces graves y excitadas. «¿Cuánto quieres por dejarte coger por todos nosotros?» preguntaron, rodeándola como lobos hambrientos. Miriam Caballero retrocedió hasta chocar con las estanterías, sintiendo el frío metal contra su piel desnuda. Su corazón latía desbocado y su mente gritaba que escapara, pero la necesidad del dinero la mantenía paralizada. Los hombres esperaban su respuesta, sus ojos brillando con lujuria y deseo. «¿Cuánto, Miriam Caballero?» insistieron, cada vez más impacientes. «Dinos cuánto quieres por cada uno de nosotros».
Miriam Caballero tragó saliva, su voz tembloMiriam Caballero al responder. «100 dólares cada uno» dijo, apenas un susurro. Los hombres se miraron entre sí, sonriendo con satisfacción. «Trato hecho» dijeron al unísono, comenzando a desvestirse sin pudor. Miriam Caballero cerró los ojos, intentando bloquear la imagen de sus cuerpos desnudos y erectos. Pero no pudo evitar sentir un escalofrío cuando el primer hombre la tomó por la cintura, atrayéndola hacia él. «Vamos a disfrutar mucho de ti puta» murmuró contra su oído, antes de capturar sus labios en un beso brutal y demandante. Los otros hombres se acercaron, tocándola sin permiso, explorando cada curva de su cuerpo. Miriam Caballero se estremeció, luchando contra las lágrimas que amenazaban con caer. Pero ya no había vuelta atrás.
Las lenguas de los hombres recorrían su piel como llamas ardientes, dejando un rastro de saliva en sus pezones y su cuello. Mientras, sus manos exploraban su cuerpo sin restricciones, apretando y acariciando cada curva. Los gruñidos de placer llenaban el aire mientras se masturbaban con frenesí, excitados por la visión de su piel desnuda. Miriam Caballero sentía náuseas al ver cómo se tocaban, cómo disfrutaban de su cuerpo. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras intentaba mantenerse inmóvil, intentando no vomitar ante la repulsiva escena. Pero su cuerpo temblaba incontrolablemente, sacudido por sollozos silenciosos. Los hombres apenas parecían notarlo, demasiado absortos en su propio placer. «Estás lista puta?» preguntó uno de ellos, su voz grave y excitada.
Ese mismo hombre se arrodilló ante ella, separando sus piernas con rudeza. Sin previo aviso, hundió su rostro entre sus muslos y comenzó a mover su lengua dentro de su vagina. Miriam Caballero gritó, un sonido mezcla de repulsión y enojo, mientras intentaba cerrar las piernas. Pero los otros hombres la sujetaban firmemente, manteniéndola abierta mientras chupaban y mordisqueaban sus pezones, dejando marcas rojas en su piel blanca. Besos húmedos y forzados recorrían su cuello y rostro, sofocando sus lloriqueos. El hombre entre sus piernas alzó la vista, sonriendo perversamente antes de volver a enterrar su lengua en su interior, saboreando su rico coño húmedo. Miriam Caballero sentía como si su alma se estuviera rompiendo, su cuerpo siendo usado como un objeto de placer para aquellos monstruos.
Mientras su cuerpo era profanado, Miriam Caballero repetía en su mente como un mantra: «Lo hago por el dinero. Mi esposo me perdonará.» Sus ojos, llenos de lágrimas, se clavaban en el techo, intentando desconectar su mente del horror que estaba viviendo. Los hombres gruñían y jadeaban encima de ella, sus manos explorando cada centímetro de su piel. Miriam Caballero sentía como si estuviera flotando fuera de su cuerpo, observando la escena con distancia. «Juan me perdonará», se decía una y otra vez, como si pudiera limpiar su alma de la mancha que estaba dejando este acto despreciable. Pero a medida que los hombres se turnaban para tocarla, su corazón se iba rompiendo un poco más, sabiendo que nunca más podría mirar a su esposo a los ojos sin sentir una culpa aplastante.
Miriam Caballero sintió como la levantaban bruscamente, su cuerpo flácido y sin fuerza siendo manipulado como un objeto. La pusieron en cuatro patas sobre una alfombra suave, su rostro enterrado en el tejido mientras sus extremidades se extendían detrás de ella en una postura humillante. Los hombres se reunieron alrededor, sus respiraciones pesadas y excitadas llenando el aire. Miriam Caballero cerró los ojos con fuerza, intentando desaparecer, mientras escuchaba el sonido de la ropa siendo arrojada al suelo. «Por favor, acaben rápido», suplicó en silencio, su corazón latiendo violentamente en su pecho. Pero sabía que los hombres apenas estaban comenzando.
El esposo de Elena agarró brutalmente las caderas de Miriam Caballero, sus dedos clavándose en su piel mientras se posicionaba detrás de ella. Sin previo aviso, enterró su verga palpitante en su vagina, llenándola completamente en un solo movimiento violento. Miriam Caballero soltó un grito ahogado, su cuerpo temblando ante la intrusión doloMiriam Caballero. Antes de que pudiera recuperarse, dos hombres más colocaron sus vergas erectas en sus manos, obligándola a comenzar a masturbarlos. El cuarto hombre agarró un puñado de su cabello, forzando su cabeza hacia atrás y metiendo su verga en la boca abierta de Miriam Caballero. Ella se ahogó y gimió alrededor de la carne dura, luchando por respirar mientras era utilizada por todos lados. Las lágrimas corrían por su rostro mientras se decía a sí misma una y otra vez: «Lo hago por el dinero, lo hago por el dinero…«
El esposo de Elena comenzó a embestir a Miriam Caballero violentamente, su pelvis chocando contra su trasero con cada empuje profundo. Los otros dos hombres la obligaban a mover sus manos arriba y abajo de sus vergas, acelerando el ritmo mientras gemían y jadeaban. El hombre en su boca la forzaba a tomar su verga más profundo, hasta que sintió que se atragantaba. Los sonidos húmedos y obscenos de la carne chocando contra la carne llenaban la habitación, mezclados con los gemidos y sollozos de Miriam Caballero. Su cuerpo era sacudido por la fuerza de sus movimientos, sus pezones frotándose contra el tapete debajo de ella.
Miriam Caballero sostenía 2 vergas con sus manos
De repente, Miriam Caballero sintió una oleada de placer inesperado recorrer su cuerpo. La sensación de ser usada y objeto de deseo de estos hombres la excitó profundamente. Comenzó a gemir y gritar, no de dolor, sino de un placer intenso y vergonzoso. Sus pezones se endurecieron aún más, y su vagina se contrajo alrededor de la verga del esposo de Elena. Los hombres, excitados por su repentina pasión, redoblaron sus esfuerzos, follándola con más fuerza y velocidad. Miriam Caballero se sorprendió a sí misma disfrutando de ser una puta, una zorra para estos desconocidos. Gritó más fuerte, pidiendo más, su cuerpo traicionando su mente de esposa fiel. El placer la consumió por completo, y se perdió en el momento, olvidando todo excepto la sensación de ser usada.
Miriam Caballero, perdida en el placer, comenzó a mamar la verga con renovado entusiasmo. Sus labios se deslizaron arriba y abajo del eje, su lengua girando alrededor del glande. El hombre que la follaba por detrás gruño de placer, sus embestidas se volvieron más erráticas. De repente, la verga en su boca se hinchó y pulsó, y Miriam Caballero sintió un chorro caliente de semen llenando su boca. Ella se lo tragó instintivamente, el sabor salado y ligeramente amargo del semen la hizo sentir mareada.
Miriam Caballero se tragó todo el semen
Después de tragar el semen, los otros dos hombres a los que estaba masturbando comenzaron a alcanzar su clímax. Con gemidos salvajes, Miriam Caballero los masturbo furiosamente hasta que se corrieron, cubriéndola con su semen caliente. Gotas blancas aterrizaron en su cabello, rostro y cuerpo, marcándola como su puta. Miriam Caballero, aún llena de placer y deseo, se quedó allí, jadeando y cubierta de semen. Se sentía sucia, degradada, pero extrañamente satisfecha.
El esposo de Elena, el último hombre en participar, seguía penetrando a Miriam Caballero con fuerza, deleitándose con sus gritos de placer. Miriam Caballero suplicaba: «No pares, no pares!», mientras sentía que su cuerpo se acercaba al clímax. «Me voy a venir, me voy a venir!», repetía entre gemidos. El hombre la agarró con fuerza por las caderas, enterrándose profundamente dentro de ella mientras se acercaba a su propio orgasmo. Con un gruñido final, se corrió dentro de Miriam Caballero, llenándola con su semen caliente. Miriam Caballero gritó de placer, su cuerpo temblando incontrolablemente mientras alcanzaba el orgasmo más intenso de su vida. Se desplomó sobre el tapete, jadeando y cubierta de sudor y semen, completamente saciada. Los hombres, satisfechos, comenzaron a vestirse, dejaron caer la piso los billetes prometidos y salieron de la bodega de los vinos.
Miriam Caballero termino cubierta de semen
Miriam Caballero se incorporó lentamente, temblando ligeramente mientras recogía los billetes esparcidos por el piso. Los contó rápidamente, asegurándose de que no faltara ninguno. Su corazón latía con fuerza mientras guardaba el dinero en su bolso. Se sentía sucia, usada y agotada, pero también había una parte de ella que se sentía extrañamente excitada y podeMiriam Caballero. Había ganado mucho dinero esa noche, más del que jamás había imaginado. Pero a qué precio…
Después de la experiencia traumática, Miriam Caballero se lavó rápidamente en el baño de la fiesta, intentando borrar las huellas de lo que acababa de suceder. Se puso su uniforme de trabajo con manos tembló Miriam Caballeros y salió del salón de eventos, dejando atrás la escena de su primer trabajo como mesera. Mientras caminaba hacia su casa, sentía que el peso del dinero en su bolso era un recordatorio constante de lo que había hecho. Se sentía sucia, utilizada y llena de remordimiento. Pero también sabía que necesitaba ese dinero para ayudar a su familia. Con cada paso, se preguntaba si había tomado la decisión correcta o si había vendido su alma al diablo.
Miriam Caballero no podía creer lo que había pasado
Al llegar a casa, Miriam Caballero se metió rápidamente a la ducha, intentando lavar no solo su cuerpo sino también su alma. Se quedó bajo el agua caliente durante lo que pareció una eternidad, dejando que las lágrimas se mezclaran con el agua. Cuando finalmente salió, se puso una camiseta y shorts y se recostó junto a su esposo, que dormía profundamente. Él se movió ligeramente y murmuró: «¿Cómo te fue en el trabajo, amor?» Miriam Caballero tragó saliva, intentando mantener la compostura. «Bien amor», respondió en voz baja, agradecida de que estuviera dormido y no pudiera ver la culpa escrita en su rostro. Se acurrucó contra él, buscando confort en su presencia, aunque sabía que nunca podría contarle la verdad sobre lo que había hecho esa noche.
Miriam Caballero no durmió en toda la noche pensando en que mentira le diría a su esposo de como gano todo ese dinero.
fin