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Categoría: Maduras

Miradas (Parte 2 de 2)

Me desperté en la cama de mi amiga Nuria sin recordar muy bien como acabé allí, porque lo último que recordaba era llegar a su casa en el taxi. Era temprano y me sentía un poco abotargada de la fiesta del día anterior; recordaba el polvo que eché con aquel desconocido y que significó mi primera experiencia sexual en más de un año.



            Guardando silencio, y vestida con una camiseta larga que tapaba justo debajo de mi entrepierna y que no sabía como me había puesto, me levanté tratando de no despertar a mi amiga Nuria que dormía a mi lado en aquella cama de matrimonio. Me dirigí a la ducha para quitarte ese pestazo a alcohol y a sexo que llevaba encima. La verdad que éste último me excitaba; pensar que me había atrevido a romper con mis miedos, en aprovechar la vida como tantas veces me había dicho Nuria y en dejar de sentirme victima por estar sola y comenzar a verlo como una bendición, me hacía sentirme realizada.



            Mientras el agua de la ducha caía por mi cuerpo desnudo y me enjabonaba pensaba en la sesión de sexo con Antonio, mi gordito oftalmólogo; quizás tenía razón mi amiga y había elegido lo primero que se me puso a tiro, fruto de la desconfianza que tenía en mi misma, pero tampoco era cuestión de echar al pobre Antonio a los leones: me regaló un par de orgasmos sublimes y me hizo sentirme como una puta lo que, para mi sorpresa, me puso muy caliente.



            Estaba yo ensimismada en mis pensamientos, cuando pude escuchar que se abría la puerta del cuarto de baño; la mampara de cristal biselado me impedía ver quien era, pero seguro que mi amiga Nuria ya se había levantado. Me disponía a echarle la bronca por dormilona cuando me sorprendí al escuchar:



            - Mamá, que voy a salir a correr un rato… Te cojo dinero para un zumo.- dijo Julián a escasos metros de mí sin saber que quien estaba en la ducha no era su madre.



            Claro, lo más seguro que como éste chico no suele salir, pues a la hora que nosotras llegamos estaría ya en la cama y no se habría enterado de que me había quedado a dormir.



            - Mamá, ¿me oyes?- volvió a insistir desde el aseo.



            Me gustó la idea de seguir provocando a aquel chico y darle una impresión que no olvidará fácilmente. Así que abriendo un poco la mampara y sacando la cabeza, tras haber cortado el agua le contesté.



            - Por mí perfecto que salgas a correr. Tú madre está durmiendo aún, si no tiene monedas sueltas puedes cogerlas de mi bolso.



            La cara del muchacho era un poema; blanco como una pared y con los ojos como platos, a pesar de que no se me veía nada parapetada tras el cristal blanco de la mampara; en todo caso se vería mi silueta difuminada, pero seguro que fue más que suficiente para aquel morboso chico.



            - Lo… Lo siento; no sabía que…- el avergonzado hijo de mi amiga no sabía donde se iba a esconder; si hubiera sido un avestruz tendría la cabeza bajo tierra.



            - No te preocupes, Juli- le tranquilicé tomándome la confianza de llamarlo con el nombre cariñoso que le decía su madre.



            El chico, aún visiblemente nervioso, se giró para dirigirse hacía la puerta del baño, sin volver a abrir la boca. Yo decidí tensar un poco más la cuerda, pues este juego me estaba excitando de sobremanera.



            - Oye Juli, por favor…- le dije con voz melosa.



            Julián se detuvo de inmediato y se dio la vuelta muy lentamente sin saber muy bien a que atenerse.



            - ¿Me podrías acercar la toalla?- le pedí señalándola al estar justo a su lado.



- Si… Claro- respondió intentando controlar el temblor de su cuerpo al coger la toalla.



            Me la acercó estirando uno de sus brazos para estar lo más lejos posible de mí, lo que me hizo gracia. Me daba casi la espalda, para evitar mirarme, a pesar de que desde donde estaba era imposible que viera nada. Pero mi ansía de jugar con aquel imberbe chaval no había hecho nada más empezar y, abriendo la mampara, salí completamente desnuda con mi cuerpo empapado para recoger la toalla de su mano. El chico, aunque mantenía su postura de perfil, no podía evitar mirarme de reojo lo que me ponía cardiaca.



            - Muchas gracias, guapo…- le dije con una ligera sonrisa y dándole la espalda comencé a secarme el pelo, levantando mis brazos.



            - De… De nada…- tartamudeó Julián, dirigiéndose por segunda vez hacía l puerta.



            Si las miradas fueran agujas tendría la espalda y el culo lleno de pinchazos, porque podía notar su mirada en mi trasero mientras se marchaba, lo que me hizo mantener la respiración durante unos instantes. Cuando sonó el ruido de la puerta al cerrarse, me giré exhalando el aire de mis pulmones, con los pezones duros como piedras y mi coñito húmedo por la excitación.



            Mientras terminaba de secarme frente al espejo, sí entró esta vez Nuria, aún con cara de sueño.



            - Necesito una ducha- decía con el pelo alborotado y voz de zombi.



            - Ya se nota, hija, ya…- le dije bromeando.



            - ¿Tenemos algo en la agenda para hoy?- esbozó una sonrisa mientras se iba desnudando para meterse en la ducha.



            - Pues no sé,  tú eres la planificadora… Pero a mí me gustaría ir a mi casa a cambiarme de ropa.



            - ¿Por qué no te llegas mientras me ducho y luego preparo algo de comer aquí? Hay que aprovechar las vacaciones…



            - Pues porque si no recuerdas bien, me hiciste dejar mi coche enfrente de aquel bar de copas, anoche.- le decía mientras me ponía una camiseta que me había dejado y un pantalón short que marcaba mi culazo.



            - Con la borrachera que llevabas nos habríamos matado, jaja… Follada y borracha…- bromeaba Nuria desde dentro de la ducha.



            - En borracha no sé, pero en follada me ganas por mucho…- le contesté colocándome bien el pelo.- Pediré un taxi para ir a por mi coche.



            - Anda ya mujer, deja tu coche y lo recogemos esta tarde- dijo mi amiga saliendo de la ducha, desnuda como había hecho yo minutos antes frente a su hijo.- Dile a mi hijo que te llevé en un momento a cambiarte a tu casa y te traiga, que deje de hacer el vago.



            - Pero si ha salido a correr…- dije informándole de la actividad deportiva de su hijo.



            - ¿A correr…? Será a correrse, porque está encerrado en su habitación.- dijo la madre con una sonora carcajada.



            - Desde luego… Que burra eres, hija.



            - Era broma, chica. Pero es que ya no sé que hacer para que este muchacho salga de casa… Lleva aquí quince días y creo que pisó la calle sólo para cortarse el pelo.



            - Bueno, le diré que me lleve y así charlo un poco con él.



            - Vale, gracias. A ver si a ti te dice más que a mí.- dijo algo compungida Nuria.- Pero no olvides llamar a la puerta antes de entrar, a ver si te vas a encontrar una sorpresa en sus manos, jaja.



            La broma de mi amiga me hizo reir, pero a la vez despertó de nuevo mi excitación notando como aquella imagen grabada de Julián sobándose el paquete volvía a bullir en mi cabeza. Salí del cuarto de baño y me dirigí a la habitación de Julián que estaba al fondo del pasillo. Llamé con los nudillos en la puerta cerrada:



            - Julián… Soy yo, Rosa.- dije con voz melosa de nuevo.



            Tras un par de minutos, la puerta se abrió y enfrente de mí estaba aquel chico, con la misma ropa deportiva con la que lo había visto en el baño. Mis ojos, por un momento, se clavaron en la enorme erección que ocultaba aquel pequeño pantalón deportivo; ese bulto no se correspondía en absoluto con un chico de su edad. Subí la mirada rápidamente hacía arriba para ver su cara sonrojada y su respiración agitada. Mi mente me decía que lo había pillado masturbándose; y esa imagen me puso a mi más nerviosa de lo que estaba él, al pensar que la causa de esa paja matutina era yo.



            - Dime…- me dijo secamente, dándose cuenta de donde había mirado yo y  con una mirada de las suyas pero con un brillo especial en sus ojos.



            - Me preguntaba si podrías acercarme a mi casa… Es que anoche vinimos en taxi y necesito ir a cambiarme…- le dije en tono sumiso de voz como si de repente él llevara el control de la situación.



            Se quedó en el umbral de la puerta unos segundos, creando un incomodo silencio.



            - Sí, claro… Dame un minuto que coja las llaves del coche y me ponga unas zapatillas.- espetó de forma risueña, mientras me sonreía.



            En unos diez minutos estábamos cogiendo su coche, un viejo SEAT Ibiza de segunda mano, y saliendo del garaje con destino a mi casa. Hasta el primer semáforo, todo fue silencio dentro del habitáculo del coche;  pude ver como miraba de vez en cuando mis muslos al aire por el pantalón short que me había prestado su madre.



            - Siento mucho haber entrado así en la ducha esta mañana…- dijo sin un atisbo de rubor; era como si algo hubiera cambiado en su forma de hablarme.



            - No pasa nada… No podías saber que era yo; cuando llegamos estabas dormido…



            - Bueno, escuché llegar a mi madre y que charlaba con alguien, pero supuse que era uno de sus ligues que había traído a casa.- apuntó como distraído mientras cambiaba de marcha y levantaba el pie del embrague.



            - ¿Tu madre ha llevado ligues a tu casa, estando tú?- le pregunté sorprendida, pues era la primera noticia que tenía.



            - No, no… Pero no sería raro que lo hiciera algún día; se que tiene relaciones con hombres y no pasa nada. Lo entiendo. Tenéis una edad que…- insinuó en un tono simpático.



            - ¿Qué tenemos una edad para qué…? Serás sinvergüenza…- le dije golpeando su muslo mientras conducía, lo que parecía romper esa coraza de hombretón seguro que estaba aparentando.



            - Nooo… Me refiero a que tenéis una edad en la que estáis espectaculares para que los hombres os sorteen…- dijo sonando a cumplido.



            - Vaya, que halagador… Así que te gustan las mujeres maduras, ¿eh?- susurré mirándolo mientras el no quitaba la vista de la carretera.



            - Bueno, lo que he visto esta mañana en la ducha, no me ha desagradado en absoluto.



            ¡Joder con el niñato! Me dejó perpleja sin saber que responder, mientras me miraba directamente a los ojos y teniendo que ser yo la que apartara la mirada. Mis ojos volvieron a echar una fugaz mirada a su entrepierna; ahí estaba de nuevo ese bultazo que casi no cabía en el pantalón deportivo.



            - Es aquí, ¿no?- me dijo él, porque yo estaba totalmente distraída.- He traído muchas veces a mi madre…



            - ¿Por qué no subes? Tardaré un rato y si quieres mientras te tomas un refresco, que en este coche te vas a asar sin aire acondicionado.- le ofrecí sonando totalmente a proposición indecente.



            - Vale, la verdad que me vendría bien ese refresco.



            Al rato estaba el sentado en el sofá de mi casa, mientras yo le llevaba la lata de refresco. No estaba dispuesta a perder mi ventaja en esta especie de partido de tenis que estábamos manteniendo por el control de la situación y decidí provocarlo más aún.



            - Tardaré un minuto…- le dije mientras me quitaba la camiseta camino de mi habitación, dejando que viera mi espalda solo cubierta por el sujetador.



            Me cuide mucho de dejar la puerta abierta sabiendo que con el reflejo del espejo del dormitorio pudiera ver desde el sofá lo que pasaba allí dentro. Ni corta ni perezosa, me desprendí del sujetador frente al espejo dejando mis grandes lolas al aire; es una de las partes de mi cuerpo de las que más orgullosa estoy porque, a pesar de que están un poco caídas, tienes un tamaño y una rigidez perfectas para mi edad.



            Lo siguiente fue el short deportivo, quitándome  con mi coñito al aire, pues la noche anterior había “perdido” mis braguitas en el bolsillo de un desconocido oftalmólogo; me dí la vuelta y sin venir a cuento me incliné como si me estuviera rascando las piernas, mostrándole una visión perfecta de mi coñito.



Eché un ligero vistazo al reflejo del espejo que me mostraba a Julián en el salón y, por un momento, me pareció ver que estaba con la polla en la mano fuera del pantalón. ¡Se estaba masturbando en el salón de mi casa, mirándome a través del espejo! Presa del nerviosismo me puse una falda amplia por encima de la rodilla, encima de un precioso tanga de encaje y me coloqué un sujetador que realzaba mis tetazas.



Se me ocurrió una ultima forma de provocación y, de paso, ver como reaccionaba ante mi llegada repentina al salón. Salí de su campo de visión y entré en el salón con dirección a la cocina. Pude ver un movimiento brusco en él, seguramente al meterse la polla dentro de los pantalones.



- Vaya, perdón por tardar tanto…- le dije saliendo ante él con solo el sujetador como prenda superior.



Mis tetazas pugnaban por salir, tanto como sus ojos de las orbitas. Mire de forma provocadora a mis tetas, bajando la mirada con los brazos en jarras y después lo miré a él que no sabía donde esconderse, como una hora antes en el baño. Punto, set y partido pensé para mis adentros.



- Estoy buscando una camisa que me gusta mucho pero la tendré en la ropa de la plancha…- le explicaba mientras me inclinaba de forma exagerada sobre la mesa donde colocaba la ropa recién planchada.



Como podéis suponer, lo de la camisa favorita era una simple excusa para poner de nuevo el culazo a merced de las miradas de aquel chico, que estaba empalmado como un burro joven. Pero fue entonces cuando tuve el definitivo error de cálculo: distraída como estaba, buscando una prenda entre las ropas planchadas para dejar mi culazo en pompa hacía mi jovencito, no lo vi levantarse y acercarse a mi espalda.



Con fuerza se pegó a mi culo, pegando su paquete a mi trasero y manoseándome con sus manazas.



- ¿Qué estas haciendo, Julián…?- dije algo asustado al no esperar esta reacción.



- Cállate de una puta vez, joder… Me estas provocando desde hace semanas, pero hoy te has pasado seis pueblos.- me dijo notablemente excitado y sobándome el culo a conciencia.



Yo trataba de incorporarme, pero me tenía sujeta por la espalda para no recuperará la verticalidad; me mantenía con el pecho pegado a la ropa planchada y con el culazo en pompa donde sus manos se perdían ya debajo de la falda.



- Pero, ¿tú estás loco…? Para, por favor… Me haces daño…- le decía casi a punto de llorar, pero sorprendida al sentir como mi tanga se empapaba por los jugos de mi chorreante vagina.



- ¡Qué te calles, joder…!- cada vez estaba más violento y eso comenzó a asustarme.



- Esta bien, Juli… Esta bien, te he provocado, lo admito… Pero esto es demasiado… Me estás violando, ¿no te das cuenta?- dije apelando a lo último que se me ocurría.



Esas palabras parecen que tuvieron un efecto demoledor en su conducta, pues dejó de apretar y noté como aquel peso se retiraba de mí. Me giré despacio, para encontrarme de frente con aquel chico sentado en el sofá, sollozando con las manos en su cara y con una erección que estaba vez hacía asomar un tremendo capullazo por debajo del pantalón.



Me quedé sin habla. Me sentí tremendamente culpable por haber llegado hasta ese punto. Había despertado los más salvajes instintos de aquel chico, hasta el punto de hacerlo perder el control.



- Lo siento, Rosa… No quería hacerte daño.- me decía sin parar de llorar amargamente.



- Tranquilo Juli, no pasa nada… Será nuestro secreto, ¿vale?; no has hecho nada que no tenga remedio. Has sabido parar a tiempo.- trataba de consolarla, aunque en ese momento yo tenía el coño que me daba palmas de la excitación.



Acariciaba su pelo de forma maternal, mientras mis ojos no se iban de ese pollón que se marcaba en aquel diminuto pantalón; se echó contra mi pecho, sin darnos cuenta de que yo seguía en sujetador y su cabeza entró en contacto directo con una gran parte de mis casi desnudas tetazas.



Al sentir el tacto de mis pechos, pude ver como su polla daba un respingo delante de mis ojos. Como una autómata, mi mano se dirigió hacia ese tremendo rabo, comenzando a masajearla por encima del pantalón.



- ¿Qué… haces, Rosa?- dijo sorprendido Julián, separando se cara de mis tetas.



- Tranquilo, Juli… Tienes razón, en parte es culpa mía por haberte provocado. Déjame que te compense.- susurré pegando de nuevo su cabeza a mis pechos y metiendo mi mano dentro de aquel pantalón para sacar aquella descomunal polla.



Mi mano se movía arriba y abajo suavemente, mientras lo escuchaba jadear. La excitación nublaba mi razón ante la visión de aquel aparato y, sacando mis tetazas de mi sujetador, se las ofrecí a mamar.



Como un bebé, Julián se amorro a uno de mis pechos, chupando mi pezón de manera compulsiva haciendo estremecer de placer.



- Tranquilo, bebé… Que si no, te vas a correr enseguida…- le decía tratando de que bajara el ritmo.



- No sabes las veces que he soñado con esto, Rosa… La de pajas que me he hecho pensando en estas tetas…- me decía de forma atropellada sin dejar de mamar.



Para evitar que se corriera en mi mano, escapé de entre sus brazos, dejándolo un poco descolocado. Me levanté, mientras él me seguía con la mirada con la polla palpitando y sin atreverse a tocársela. Me coloqué en la mesa como estaba minutos antes y, subiéndome la falda hasta la cintura y enseñándole mi culazo, le dije:



- Ahora sí, cariño… Ven y fóllate a tu tita Rosa.



El muchacho se acercaba temeroso, nada que ver con la furia con la que casi me viola antes, y con la polla al aire. Se colocó detrás mía y yo misma, echándome el tanga hacía un lado, escupí en mi mano y lubricando aquel capullazo empecé a pasarlo arriba y abajo por mi húmeda rajita.



- Ahora, Juli… Empuja…- le animé



Lo siguiente que sentí no se puede describir con palabras. Su enorme polla, se coló casi por completo en mi hambriento coñito. Empujó como un animal y me la clavó hasta los huevos. Yo me quedé sin respiración y con los ojos abiertos. Haciendo caso de su instinto, comenzó un mete-saca brutal que hacía temblar la mesa.



- ARGGGGHHH, DESPACIOOO, POR DIOS… QUE ME ROMPES…- le suplicaba mientras era follada como ningún hombre me había follado nunca.



- Lo siento… Yo… Lo siento…- decía el inexperto chico, que había bajado el ritmo, pero seguía dándome esos pollazos que tocaban el cuello de mi útero.



- NO SIENTAS NADA… LO HACES MUY BIEN, PERO NO SEAS BRUTOOOHH, JOOODER…- le decía culeando hacía atrás para sentirla bien adentro



Como supuse, el muchacho no aguantó mucho, pero antes de llegar al final subió de nuevo el ritmo como un animal, provocando que tuviera que levantar un poco el pecho de la mesa, por miedo a que ésta se partiera.



Julián aprovechó el momento para, adelantando sus manos, sacar mis tetazas de las copas de mi sujetador y empezar a sobarlas mientras me reventaba a puñaladas de carne.



- Rosa, me voy a correr…- me avisó agarrado a mis pechos por la espalda y comenzó a gritar.- ARGHHHH, ME CORROOOO, ME ESTOY CORRIENDO EN TU COÑOOOO… DIOOOOS…



- SIIIII… ESO ES, CARIÑO, ECHAMELO TODO DENTROOO… HIJO DE PUTA, QUE FUERTE ME FOLLAAAAS…- gemía yo escandalosamente corriéndome al sentir su leche caliente entrando en mi coño.



Durante unos instantes se quedó quieto, moviéndolo solo su cintura, penetrándome muy suavemente. Mis piernas temblaban del brutal orgasmo que había sentido; me incorporé como pude, dándome la vuelta.



- No has estado nada mal, para ser tu primera vez… Si te portas bien, otro día te dejaré repetir…- le dije recuperando poco a poco el aliento.



- ¿Otro día…?- me preguntó Julián con una sonrisa en los labios, con su polla en las manos que no había perdido un ápice de su dureza.



Aquella tarde me folló otras tres veces  en posturas distintas, hasta hacerme caer rendida mientras lo cabalgaba como hacía años no lo hacía. Perdí la cuenta de las veces que me corrí en el segundo polvo.



Desde aquel momento, mi vida cambió para siempre. Estaba totalmente enganchada a aquel muchacho imberbe. Él, que comenzó a ponerse en forma a petición mía, me visitaba cada día al salir a hacer footing; me follaba un par de veces en lo que él llamaba el ejercicio cardiovascular.



Cada vez cometíamos más locuras, como si yo tuviera su edad. Mi pobre amiga Nuria no sospechaba nada, pues yo seguía saliendo con ella para encontrar puntuales aventuras pero nadie me llenaba, en todos los sentidos, como mi pequeño Julián.



Una vez estando yo esperando a su madre en su casa, me hizo mamársela mientras ella estaba en la ducha.



- Eso es, cariño… Chúpamela- me decía Julián acompañando con su mano los movimientos de mi cabeza.



- ¿Te gusta, mi vida?- le decía yo, lamiendo su capullo como si fuera un helado.



- Siiiii… Me gusta… Me voy a correr, tita Rosa, me corroooooh…- me decía



Por supuesto yo me lo tragué todo para no dejar prueba alguna en el sofá, limpiándosela rápidamente, mientras escuchábamos como el agua de la ducha se cortaba.



- Ahora te he dejado, caliente… Y tendrá que ser otro quien te calme.- me dijo visiblemente molesto.



Eso era el mayor caballo de batalla entre los dos. Porque él sentía celos de mis aventuras con otros hombres…Yo trataba de hacerle ver que tenía que salir más para relacionarse con chicas de su edad; que lo nuestro no podía ser eterno y que, aunque me encantaba hacerlo con él, nunca sería un obstáculo en su desarrollo como persona.



Con el tiempo me hizo caso y comenzó a salir con chicas de su edad, relatándome sus encuentros durante nuestros polvos, lo cual tengo que admitir que me ponía un poco celosa. Fue cerca de un año de intensa actividad sexual, durante el cual llegué a entregarle mi culo, en una experiencia que no repetimos mucho por el grosor de su polla.



Después de ese año, mi amiga Nuria decidió que Julián se fuera a estudiar fuera, para seguir su formación; creo que en parte sospechaba algo de lo nuestro a esas alturas, pero nunca dijo nada que la delatara. A esas alturas, las historias de Julián con chicas de su edad eran cada vez más numerosas y nuestros polvos más espaciados.



Se marchó hace dos años y mi vida siguió igual, pero dándome cuenta de que me faltaba algo. Pero la vida avanza y aquí estoy yo esperando a que llegue el tren que trae a mi hija a pasar este verano conmigo. Mi hija Esther, de veintiún años, y que tras dos años viviendo fuera de España por sus estudios de posgrado, por fin venía a pasar unos días conmigo.



Cuando se bajó del tren, nos dimos un tremendo abrazo, descargando toda la tensión acumulado durante la espera.



- Mamá tenía tantas ganas de verte…- me decía secándose las lagrimas.



- Yo también, hija mía… Como has crecido…



- Tengo que presentarte a alguien… Mi novio…  Se llama Julián, esta sacando las maletas del tren… Llevo un año con él y resulta que también es de tu ciudad. ¡Que casualidad! ¿verdad?



            Creo que no caí redonda de milagro. Nuestras miradas se cruzaron, sorprendidos los dos, lo que me aclaró que no lo había planeado; pero ahora era mi yerno, el novio de mi querida hija Esther…



(FIN)


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