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Categoría: Incestos

Mi suegra y su increible cuerpazo

Mi nombre es Melvin, tengo 27 años y soy de estatura promedia, mido una 1.75, piel oscura y no es por alardear, pero soy de muy buen parecer.

Todo comenzó una noche que yo y unos colegas organizamos una fiesta para pedirle a mi esposa que se casara conmigo. Mi esposa es un poco más pequeña que yo, mide 1.55, es blanca, cabello castaño, piernas muy bien formadas y un trasero grandote, aunque no tiene mucho seno, lo que tiene le va muy bien con su cuerpo.

Desde el principio de nuestro noviazgo siempre hemos sido muy calientes y cogemos casi todos los días, hasta había veces que cogíamos en la calle de la calentura que llevamos, pero mi esposa no es el centro de este relato sino la diosa de mi suegra, una mujer que hay que ver para creer. Mide 1.60, cabello largo, un cuerpo espectacular y para sus 45 años, no parece poseer tal cuerpo.

Ella siempre se caracterizaba por ser muy recta y muy formal. Un día, como les contaba, en la noche que me decidí proponerle matrimonio a mi esposa, durante la fiesta mi suegro estaba en un punto muy pasado de trago y mi mujer me pidió que la ayudara a llevarlo a la casa y por supuesto que acepté. Al llegar a la casa, mi suegra me pidió que lo llevara hasta la recamara y vaya sorpresa, cuando dejo recostado a mi suegro encontré unas tanguitas diminutas en el piso de la habitación, que no pensé que en tan tremendo culo cupieran y me llené tanto de morbo que me las guardé en el bolsillo. Mi suegra entró a la habitación, me dio las gracias y desde ese momento me empecé a fijar como loco en ella. Salí, me despedí y me retiré a seguir en la fiesta junto a mi esposa.

Desde ese incidente pasó como un mes y solo me imaginaba a mi suegra desnuda, solo con esa tanga puesta y sin brasier, haciéndome una famosa paja con sus tetas (que créanme son bastante grandes). Hasta que una noche suena el teléfono, era mi suegra, lo tomo y me dice:

—Hola Melvin ¿cómo estás?

—perfectamente bien y aun mejor escuchándola.

—solo llamo para recordarte que quiero que me devuelvas mis tangas y si puedes traerlas mañana en la mañana que las estaré esperando, un beso yernito bye.

Ya ustedes se pueden imaginar, me quedé sordo, mudo y asustadísimo, mi suegra se dio cuenta, pero unas nubes de pensamientos llegaron a mi cabeza, ¿por qué esperar un mes para decírmelo? ¿se lo habrá contado a mi mujer? y solo procedí a quedarme callado y esperar el amanecer.

Al otro día, como de costumbre salgo para mi trabajo y paso por la casa de mis suegros, cuando toco el timbre abre la puerta mi suegra, llevaba puesto una falda un poco más alta de sus rodillas, el pelo suelto y una blusa que, hacia resaltar su par de tetas, me dice que pase y yo nervioso entro. Me comienza a platicar sobre la infidelidad y a lo que le contexto que me perdonara, pero es que ella me traía loco desde la primera vez que la vi y me llevé sus tangas para olerlas y masturbarme cada vez que podía pensando en ella.

Ella, al notar mi sinceridad se sorprendió y me dio una bofetada y me dijo que me pasé y que hablaría con su esposo y mi mujer. En ese momento no sabía que decir y lo único que se me ocurrió fue pegármele y abrazarla fuerte y decirle:

—si me vas a delatar, te daré que contar.

Y así comenzó todo, la besé desenfrenadamente y ella poco a poco dejaba de resistirse y me dijo_

—por favor, hazme el amor como a una perra, pero no me maltrates mucho.

Le dije que no se preocupara, que todo iba a ser satisfactorio y así fue. La empecé a acariciar todo el cuerpo, le quité la blusa y dejé ese par de tetas al aire, a las cuales le empecé a besar, noté como rápidamente sus pezones empezaron a endurecerse. Bajé con mi lengua hasta abajo y comencé a besar su abdomen y así subirle su falda y vaya sorpresa, la putona no tenía ropa interior y así comencé a darle una rica mamada. Ella gemía y solo decía:

—no pares papi, no pares, nunca me la habían chupado así papi.

Y seguí hasta que conseguí que cogiera un orgasmo, luego le dije “me toca” y me desnude rápido y quedé frente a ella y mi pene en su boca, tengo un pene de unos 22cm y muy grueso. Ella al ver tal verga se la metió a la boca y me la chupaba como nadie y no tardé mucho en venirme en su boca y la muy zorrita se la tragó toda. Luego nos empezamos a besar e hicimos un 69 a lo que procedí luego a penetrarla. La envestía como loco y ella solo decía:

—dame duro negro, dame papi.

Y así duré un minuto y la volteé y la puse de espalda, dejando ese culote expuesto a lo que quisiera y se le metí toda de nuevo y gemía como una niña, así se la saqué y empecé a metérsela por el culo lubricado con mi saliva. Al principio se me negaba, pero más luego empezó a dejarse llevar, se la metía por pedazos y gemía, que a la vez también gritaba por el dolor, el cual desapareció más rápido de lo que esperaba y ella se excitó tanto que se la metió toda, haciendo desaparecer mi verga.

Ahí duramos unos minutos y me corrí dentro de su culo. Duramos un rato abrazados y ella me pidió que fuera su pareja a escondidas y yo le contesté que sería mi mujer para toda la vida. Lo hicimos una dos veces más.

Ese día no fui al trabajo y llamé para reportarme enfermo y pasé la mañana follando con mi suegra, ahora cada vez que podemos follamos y solo les puedo decir que cada vez está más buena...

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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