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Mi sobrina Verónica (Capítulo 2)

CAPITULO 2

UNA SITUACIÓN INCOMODA

Las situaciones comprometedoras, suceden cuando uno menos las espera, como por ejemplo aquel día al que yo iba al centro comercial a realizar una compra de un par de zapatos que había visto otro día que fui por ahí.

Como soy de las personas que le encantan las golosinas, me dirigí primero al último piso a comprar una pasta en un local que había en el patio de comidas. Uno mientras camina por estos lugares, siempre vamos viendo las niñas que por ahí pasean, ellas siempre vestidas con sus trajes más llamativos y provocativos que uno se pueda imaginar.

Mi mirada recorría el lugar, cuando pude percatarme de una señorita, que estaba sola en una mesa, y lloraba desconsoladamente, mientras veía su celular.

Pero algo me llamó la atención y no era precisamente el hecho que esté llorando, pues su corte de cabello, y su ropa, me parecían algo conocidas. Mientras me acercaba para corroborar mis sospechas, era mi sobrina Verónica.

Sin dudarlo, me acerqué a ella, y mientras le ponía mi mano en su hombro le decía:

—¡Vero!! ¿Qué te pasa bonita?, ¿Por qué lloras?, le dije

Ella sin sospecharlo siquiera, regresó a verme y descubrió que era yo quien estaba a su lado, me miró con esos ojos color café claro y que ahora veía color miel por las lágrimas acumuladas, su rímel se había corrido por las lágrimas y chorreaba por el costado de sus ojos hasta cubrir sus coloradas mejillas. Los ojos hinchados, y sus cejas en caídas hacia los lados, buscando compasión. Los labios habían perdido su típico labial y su pequeña nariz estaba tan colorada como un tomate. No supo contestarme nada.

Yo solo me senté junto a ella y la abracé por el hombro y la atraje hacia mí, mientras que con la otra mano acariciaba su cabello y su cara quedaba sobre mi pecho, pude sentir como ella terminaba de llorar desconsolada.

—Cuéntame, por qué estas así, le dije nuevamente

—Es que… vas a decir que es una tontería, entre gemidos me decía

—Vamos, cualquier cosa que te haga llorar, es lo suficientemente importante para mí, dime para ayudarte, le insistía.

—Es que…. Y se quedaba así, mientras seguía llorando desconsolada

—¿Pasó algo en la casa?, ¿te peleaste con tus padres?, le pregunté

—No, es por un chico…. Me dijo finalmente.

Algo dentro de mí se perturbó por la sola idea de que algún patán se hubiera querido aprovechar de esta dulzura, o peor aún que lo hubiera hecho, creo que Verónica sintió mis dudas.

—Él me ha roto el corazón… entre llantos terminó diciéndome.

—Vamos hermosa, nadie se merece que tu dañes esos ojitos hermosos, tú vales mucho para estar así por cualquier baboso, le dije, mientras secaba sus ojos con mis manos, y trataba de limpiar el rímel, para lo que tuve que sacar un pañuelo y limpiarle el rostro.

—Lo sé, me dijo, es por eso que estoy así, me molesta tanto.

—Ven, mejor te llevo a casa, le dije

—No quiero que me vean así, me dijo

—Entonces, vamos, te llevo a dar una vuelta hasta que estés mejor, y luego vamos a tu casa, le propuse, a lo que ella aceptó.

Mientras íbamos al coche, yo la abrazaba por los hombros con una mano y con la otra le tenía de su mano, intentando entrelazar sus dedos con los míos, ella no me dejaba hacer esto, lo cual me extrañó. Pero de igual manera íbamos conversando y me contaba que el patán aquel, la había ilusionado y finalmente le había terminado diciendo que él no se sentía preparado para una relación, cuando ella estaba pensando otra cosa. Resulta que él había estado jugando a dos vías y la que le resultara por ahí se iría, es decir estaba calentando las orejas a otra muchacha a la vez, la cual ya había caído y pues, tenía que deshacerse de la otra, en este caso de Verónica.

Ya en el coche, ella ocupó el puesto del acompañante y yo subí para manejar el coche, ella me pidió quedarnos ahí un momento, a lo cual yo accedí. Recién ahí empezaba a contemplar cómo estaba vestida, vestía una blusa de seda de color café claro, muy bonita, sin mangas, tan delicada que me había permitido sentir sus carnes mientras la abrazaba por la cintura a lo que nos dirigíamos al coche. Llevaba un pantalón azul de mezclilla apretado al cuerpo, el que resaltaba su perfecta figura, unos zapatos de taco alto, que la hacían ver más alta de lo normal. Su cabellera, iba recogida con una media cola. La verdad estaba muy bonita, a pesar de que su rostro estaba demacrado por el llanto.

Sentirme en esa posición de protector y consolador de esa hermosa mujer, sin querer, provocaba en mí también algo que quería ocultar, una erección, que me costaba disimular. Mucho más cuando le puse mi mano en su pierna a modo de consolarla, y sin darme cuenta se la acariciaba su entrepierna.

Conversábamos un poco y yo trataba de consolarla, y hacerla sentir mejor, le hacía bromas que en principio no le causaban gracia y luego ya se reía con confianza. Poco a poco empezaba a contarme las cosas que le pasaban en su vida, en la Universidad, y yo le prestaba atención, la atención que ella necesitaba.

Le decía que la quería mucho, y la abracé diciéndole cuanto me dolía verla así. Ella se iba calmando hasta que por fin dejo de gimotear, y se le había pasado todo, le dije si quería que le invité algo, un agua o un helado, a lo que ella me contestó que prefería un helado, así que le acomodé un poco el cabello con mis dedos, y nos fuimos a comprar un helado en otro lugar.

Mientras íbamos por el helado, ya la sentía mucho mejor, incluso más alegre.

—Ojalá todos los hombres fueran como tú, me decía

—Imposible, como yo solo hay uno, le contesté

—Es una lástima, alguien como tú sería el hombre perfecto para mí, me dijo mientras me sonreía pícaramente.

—Ay bonita, si yo fuera más joven, y tú no fueras mi sobrina, tú ya serías mi novia, le dije

—Ja ja ja, se reía tratando de disimular su evidente sonrojamiento.

Seguimos conversando de cosas triviales, que para ella eran muy importantes, pero que yo atendía con muchas ganas, ella me contagiaba su energía juvenil.

Luego la fui a dejar a su casa, ella mucho más tranquila y feliz, se despidió como siempre, sin agradecerme que la hubiera consolado.

De regreso a mi casa, pensaba que solo eran suposiciones mías, como sería posible que una mujer tan joven se fijara en alguien de mi edad, mucho menos siendo parientes. Le pedía a Dios, que me alejara de esas situaciones comprometedoras, y mejor me puse a realizar otras actividades para cambiar de pensamientos.

Pero todo sería en vano, ya que en eso me llega un mensaje al teléfono. Y empezamos a chatear.

—Hola, era un mensaje de Verónica

—Hola, le contesto

—Gracias

—¿De qué? Preciosa

—Por estar conmigo hoy en la tarde y alegrarme el día

—No tienes nada que agradecer, tú alegras mi día con tu presencia

—Eres perfecto, lástima

—¿Lástima de qué?

—Que no puedas ser mi novio, serías la persona perfecta

En ese momento, yo no sabía que contestar, ya que cualquier cosa que colocara, pues tranquilamente se podría convertir en una prueba de acoso, o propuesta indecente de mi parte, además escribir en un chat en su teléfono y cualquier persona podría leer esta conversación y me metería en serios problemas.

—Tranquila, un día de estos encontrarás a la persona perfecta para ti.

—Ojalá, me contestó

Y dejamos de conversar.

A estas alturas, yo ya no sabía que pensar definitivamente, si por un lado me excitaba la idea de tener entre mis manos a una joven tan hermosa como Verónica, por otro lado, podría meterme en un lío que tranquilamente podría terminar con la excelente relación con mi familia.

Pero por más que me opusiera a este tipo de situaciones, parecería que ellas me perseguían, mientras más me negaba, más se cruzaban nuestros caminos.

Una noche de esas, sus padres nos llamaron por teléfono para pedirme que si podía llevar a Verónica a un baile que tenía de la facultad, ya que ello no podía acompañarla y si también era posible retirarla a lo que se acabe el evento.

Yo no lo pensé dos veces y accedí, como iba a perderme la oportunidad de llevar a esa mujercita vestida de fiesta, aunque sea solo para mirarla.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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