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Categoría: Incestos

Mi historia (7° parte)

Hola, soy More. Así continúa mi historia.



Las ganas de seguir probando los placeres del sexo nos impulsaban a ser más curiosos. Mi primo José me había propuesto arreglar las cosas para hacer un trío con otro de nuestros primos, Miguel, de su misma edad. La oportunidad de tantear las cosas se dio en el aniversario de bodas de los abuelos, para lo que la familia había acudido como siempre a la finca. En un par de ocasiones me fijé en que mi primo Miguel conversaba con José y ambos miraban en mi dirección. Yo sólo les sonreía de lejos pero quería que José me diera el visto bueno para actuar. Tenía que saber hasta dónde le había contado de nuestros juegos.



Esa noche, cuando ya los mayores estaban un poco mareados, José me hizo señas de que fuera al patio con él. Allí, en la oscuridad me contó que le había dicho a Miguel que estaba muy caliente y que quería hacerlo sí o sí, que ya no aguantaba más. Miguel también le había dicho que se moría ganas y todos los días se mataba a pajas y que no le importaba con quien pero quería meterla. “¿Seguro que no te importa con quién?” le preguntó José. “No” le dijo Miguel “Incluso he espiado a mi hermanita en el baño. Un día le rocé una nalga al pasar y me dijo que me acusaría con mi mamá por mañoso. Me dio miedo y le rogué que me perdone”. “Mira primo, te voy a contar algo pero tienes que jurar que no se lo dirás a nadie. Júralo por tu madre” le dijo José. “Está bien, lo juro” respondió el otro. José entonces se le acercó aún más y le dijo: “Hace años, cuando éramos niños, More y yo comenzamos a jugar, a rozarnos nuestras partes y terminamos haciéndolo”. José se moría de risa mientras me lo contaba. “Pobre Miguel, casi se desmaya de la impresión. También le dije que no se había vuelto a repetir pero que tú y yo siempre hemos sido muy unidos y conversábamos de todo y que tú me habías contado que también estabas muy caliente”. Yo también me reí. El pobre Miguel no sabía en lo que se metía. “¿Y qué te dijo?” le pregunté ansiosa mientras metía mi mano en sus pantalones y comenzaba a masajearlo. “¿Tú que crees? Prácticamente me suplicó que hiciéramos el intento. Le dije que lo intentaríamos pero que ese sería un secreto entre nosotros y que si tú no aceptabas eso quedaba ahí. Claro, de ahí se acercó tu hermano y otros peques y ya no pudimos seguir hablando y yo me vine a buscarte, pero en media hora estaremos al fondo del patio de adelante y  si nos ves solos te nos vas a acercar ¿Ok? ”. “Lo que digas, ahora métemela por favor que ya me pusiste caliente” le dije bajándome el pantalón y la ropa interior y él sacó un condón de su billetera, se lo puso, me dio vuelta y me penetró fuerte y hasta el fondo. No tardamos, porque la conversación nos había excitado mucho. Al acabar, nos arreglamos y cada uno se fue por su lado.



Media hora después, me pasee por el patio de la casa, conversando un poco con tíos y primos hasta que vi a Miguel y José en el fondo, sentados en las escaleras que iban al segundo piso. Me acerqué a ellos y les pregunté qué hacían. “Conversando de la vida” me dijo José, sonriendo. “Para mí que ya están borrachos” les dije yo. “Borracho está Miguel, se ha tomado ya tres vasos de cerveza” me dijo José mientras Miguel miraba el piso. “Qué mal, Miguelito, yo que te creía tan tranquilo” le dije sentándome a su lado y pegándome mucho a él. El pobre Miguel, sin levantar la vista del suelo me dijo despacio: “Prima, quiero preguntarte algo, pero no te vayas a enojar”. “Claro que no Miguelito, dime” le respondí. Miguel, con una voz que apenas se escuchaba entre el ruido de la fiesta me dijo: “José dice que ustedes lo hicieron cuando eran niños. ¿Es verdad?”. “Eran cosas de niños. Fue hace mucho” le respondí haciéndome la inocente. “¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso quieren probar, primitos?”. Miguel debía estar muerto de vergüenza, porque comenzó a tartamudear y a decir una sarta de incoherencias hasta que José salió en su defensa y me dijo: “¿De verdad lo harías, More?”. Yo le respondí que lo haría con dos condiciones, la primera era que lo que pasara era un secreto y que jamás debían contárselo a nadie y segundo, que trajeran condones porque no estaba dispuesta a hacerlo a pelo. Obviamente los dos me juraron y recontra juraron que estaban de acuerdo con todo y quedamos en reunirnos a las 3 de la tarde del miércoles en mi casa. Es decir, en cuatro días. Antes de levantarme, y aprovechando la oscuridad, le di un beso a Miguel que lo debe haber dejado alucinado, mientras que con la mano estirada hacia atrás le acariciaba el paquete a José. “Hasta el miércoles, primitos” y me fui a dormir dejándolos terminar de planear las cosas.



Esos días fueron una tortura, la sola idea de acostarme con ambos me tenía las 24 horas del día caliente. En esa época yo me masturbaba de vez en cuando. La primera vez fue una tarde cuando José me estaba penetrando. Yo estaba acostada al filo de la cama, con las piernas en sus hombros y él estaba parado en medio de ellas. “Tócate la conchita” me dijo él y yo le obedecí. Sobé mi clítoris, rodeándolo con un dedo, mientras que con la otra mano tocaba su pene que se introducía en mi vagina. “Más rápido, así, más rápido. ¿Ya te vienes? Quiero verte cómo acabas” me dijo e inmediatamente sentí el orgasmo explotar dentro de mí. Fue una sensación deliciosa. Después de eso, en las noches o en los días en que no podíamos vernos, me tocaba para aliviar un poco las ganas que tenía. Pero esos días de espera se me hicieron interminables y no había paja que me aliviara.



Por fin llegó el día. El sonido del timbre me hizo correr hacia la puerta. Ahí estaban mis primos, los saludé y los hice pasar a mi cuarto. José traía una mochila con algunas cosas y la dejó en mi escritorio, no sin antes sacar unas latas de cerveza de adentro, las cuales repartió y nos bebimos de inmediato. Yo llevaba puesta sólo una batita muy ligera, la cual dejaba traslucir mis pechos y mi trasero. Mi primo Miguel me miraba embobado. Se sentó en la cama sin saber qué hacer mientras José se me acercaba por detrás y me cogía las nalgas. Tomó el borde de mi bata y me la sacó. Les dije que no era justo, que ellos ya habían visto y yo aún nada así que ellos también se quitaron la ropa. Me acerqué a Miguel, lo besé un poco en la boca, fui bajando por sus tetillas, su abdomen y lo empujé hacía la cama y me arrodillé. Tomé su pene en mis manos, era casi del mismo tamaño que el de José pero más ancho y no estaba circuncidado. Ya estaba completamente erecto cuando me lo metí en la boca y lo comencé a chupar mientras miraba a Miguel a los ojos. Con una mano sobre su tronco y la otra masajeándole los testículos comencé a trabajarlo. El pobre no aguantó ni un minuto y me dejó su lechecita en la garganta entre gemidos y apoyando su mano en mi cabeza. Yo me le acerqué, abrí la boca y se la enseñé antes de tragármela. Hay que reconocerle al muchacho que a pesar de la corrida no había perdido la erección. Me acosté a su lado, con José al otro. “Tu turno, primito” le dije a José, volteándome e inclinándome sobre su pene dejando mi culo al aire y a la vista de ambos. Sentí una mano conocida tantear en mi conchita, pero luego la abandonó y se concentró en mis senos. De pronto, sentí a Miguel acercarse más a mí y meter un dedo en mi conchita que estaba hirviendo de ganas. Lo metía y sacaba muy despacito haciéndome gemir y  acelerando las chupadas que le daba al pene de José hasta que lo sentí botar su leche, la cual me tragué de inmediato.



Quería que me penetren y lo quería ya. José me dijo que me acueste boca arriba en la cama y le dijo a Miguel: “Tú vas primero”. Miguel se puso un condón, se colocó entre mis piernas mientras que con una mano yo le ayudaba a ubicar el lugar preciso. Cuando por fin me penetró, comenzó a moverse rápido pero le dije que se calmara y lo disfrutara. Tomó mis senos en las manos mientras que con mis manos en sus nalgas yo le iba indicando la velocidad justa. Me mordía los senos, los chupaba, refregaba su cara entre ellos y sus bufidos y gemidos me excitaban aún más. Su pene resbalaba con facilidad en mi conchita acostumbrada a esos trajines. Era una sensación diferente, tener un pene que no era el de José dentro de mí, me hacía mojarme a chorros. José se puso de rodillas a un costado de mi cabeza y me ofreció su pene para chuparlo. Me lo metí en la boca sin pensarlo, dándole chupadas profundas y fue con la boca ocupada que me llegó un orgasmo delicioso que casi me atraganto con el pene de José. Miguel seguía penetrándome, había aumentado el ritmo y se le veía muy colorado del esfuerzo hasta que con un empujón fuerte y hasta el fondo cayó con todo su peso sobre mí y sentí las palpitaciones de su pene mientras derramaba su semen en mi interior. “Mi turno” le dijo José poniéndose un condón. Miguel salió de mí y se acostó a un lado mientras se sacaba el condón usado y lo tiraba al basurero. José me puso las piernas en sus hombros y procedió a penetrarme con metidas profundas y controladas, se notaba su mayor experiencia, sabía dónde estaba mi punto G y no dudaba en presionar su punta contra él. Me corrí como una puta, gimiendo y gritando su nombre. José me siguió dando un rato más hasta que también se corrió.



Cansados, nos acostamos los tres en la cama a conversar. Miguel estaba sorprendido de saber toda la experiencia que nosotros ya teníamos y un poco resentido porque no lo habíamos compartido con él. José le contó cómo es que había comenzado todo y lo importante que era para nosotros mantener el secreto. “Así que ya sabes Miguel, si no sabes guardar el secreto se acaba el culito y tendrás que volver a ser un pajero más” le dijo José entre serio y riéndose. Miguel nos juró que no iba a decir nada a nadie y hasta ahora lo ha cumplido. José fue a la cocina a traer una botella de agua para refrescarnos y mientras tanto Miguel y yo nos quedamos en la cama. “¿Te gustó?” me preguntó. “Claro, Miguelito, tienes un pene muy rico” le respondí sonriendo “A ti no necesito preguntarte si te gustó porque aún lo tienes medio parado”. Se puso muy colorado, pero sonrió y me dijo: “Es que verte desnuda me da ganas de repetir”. “¿Qué esperas?” dijo José entrando con el agua “More también tiene ganas”. Yo no respondí si no que me acomodé en la cama con las piernas abiertas. “Chúpale la conchita” le dijo José y mientras Miguel lo hacía añadió: “Métele un dedo en el culito también”. Para ser la primera vez de Miguel en el sexo oral lo hizo muy bien, a su lengua le añadía los dedos  que me penetraban suavemente por mis dos agujeros. Luego de un rato, jalé a Miguel y lo acosté en la cama, con las piernas apoyadas en el piso y me subí a caballito sobre él. Me metí su pene en mi conchita ya lubricada y comencé a cabalgarlo. Sentí a José acercarse por detrás y darme un par de nalgadas, que con el susto me hicieron apretar más mi vagina, robándole un gran gemido a Miguel.  José tenía en su mano un frasco de aceite de bebé y con él me lubricó el ano. Me incliné hacia el cuerpo de Miguel, quien me estrujaba los pechos con ambas manos y comenzamos a besarnos desesperados, moviendo las lenguas al ritmo de las penetraciones. Fue entonces que José me comenzó a penetrar poco a poco por el culito, moviéndose a nuestro ritmo hasta que lo tuve bien adentro y sentí sus testículos chocar contra mi conchita. Dejé de moverme y le permití imponer a él el ritmo. La sensación de sus dos penes frotándose adentro de mí, separados apenas por una fina pared era lo máximo, no había sentido nada más rico antes, era incluso mejor de lo que había imaginado. Entonces Miguel dejó de besarme y dijo: “Yo también quiero probar tu culito” por lo que cambiamos de posiciones. El pene de Miguel era más grueso y me hacía sentirme más llena. Se había sacado el condón y me lo metía a pelo por atrás. Mientras yo besaba a José así como antes había besado a Miguel, nos mordíamos los labios con muchas ganas hasta que José acabó. Entonces cambiamos y me acosté en la cama con Miguel encima, dándome aún por el culito hasta que se vino empujándose muy adentro y llenándome de leche. Las contracciones de su pene mientras eyaculaba me hicieron acabar otra vez. Nos fuimos a bañar, nos vestimos y acomodamos y aireamos mi cuarto. Nos sentamos a conversar en la sala hasta que llegó mi familia y se sorprendieron de encontrar a mis primos ahí. Les dijimos que habíamos ido a jugar basquetbol y habían parado en la casa a tomar algo. “¿Tienen hambre, muchachos?” les dijo mi papá. “Estamos muriendo de hambre, tío, nuestro profe nos sacó la mugre hoy” respondió José sonriendo mientras Miguel se ponía muy colorado. Felizmente ni mis padres ni hermanos notaron nada raro. Los invitaron a quedarse a comer y obviamente devoramos todo.



Las juntadas con Miguel siguieron por varios meses. Nos volvimos inseparables los tres. Salíamos juntos a las fiestas y aunque muchas veces llevábamos a mi hermano, él siempre fue un poco rebelde y se desaparecía hasta que lo llamábamos para encontrarnos en la esquina de la casa para poder llegar juntos. Apenas nos librábamos de mi hermano nos íbamos a algún parque oscuro y yo se la chupaba a uno mientras el otro nos servía de campana. Luego nos íbamos a las fiestas y nos divertíamos como los primos que éramos.



En esa época, mi primo José tuvo su primera novia oficial, Miguel comenzó a salir con una amiga mía y yo me puse de novia con un compañero de colegio de José que, por ser un muchacho muy tímido, no hacía grandes avances. Hasta que un día nos quedamos solos en su casa y prácticamente me tuve que desvestir para animarlo. Pero una vez que lo hicimos, fue muy bueno. Su pene era más grande que los de mis primos y me gustaba mucho lamerlo y meterlo en mi boca hasta sus huevos, pero acababa muy pronto, dejándome a veces con ganas, pero yo estaba enamorada y se lo perdonaba todo. Al fin y al cabo yo tenía a mis primitos que me cumplían cuando yo quería.



Miguel, José y mi novio acabaron el colegio ese año. Las vacaciones la pasamos como siempre en casa de los abuelos, pero buscar la manera de escondernos para tener sexo y las visitas de mi novio hizo que el verano se nos fuera volando. Al terminar éste, mi novio y Miguel ingresaron a la Universidad en otra ciudad y debieron mudarse, pero José comenzó a estudiar en una que quedaba muy cerca de su casa. Como regalo, sus padres le regalaron un auto. No hace falta decir lo que dio de sí esa máquina. Pero ya esa es otra historia.



Continuará.



 



 


Datos del Relato
  • Autor: More
  • Código: 53034
  • Fecha: 11-12-2018
  • Categoría: Incestos
  • Media: 9
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3001
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
peter
invitado-peter 17-11-2022 21:43:29

no había leído esta zaga muy caliente los relatos

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