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Categoría: Incestos

Mi golosa madre

Hola a todos, me llamo Caleb y tengo 18 años. Soy de México, primero me describiré a mí. Soy moreno, mido poco más de 1.81 cuerpo atlético, cabello negro y pene de 21 centímetros, el jelq hace maravillas, soy de nalgas grandes. Mi madre, Sugey, es una mujer blanca, mide 1.78, 41 años, caderas anchas hermosas y cinturas angostas, sus tetas son de un tamaño normal, con areolas claras y pequeñas y pezones grandes. Lo mejor es sin duda alguna su culo, el gimnasio mantiene esas nalgas duras, firmes, sin ninguna imperfección más allá de su marca de nacimiento en la nalga derecha. Un culo hecho para el disfrute de un hombre.



Esto empieza en abril, el día de mi cumpleaños, era la primera vez que festejábamos mi cumpleaños sin mi padre en la casa, el divorcio apenas se había concretado y ya nos había dejado. Mi madre y yo comimos en un restaurante y compramos regalos, lo típico. Entonces nos regresamos a casa y cada quien a su cuarto. En mitad de la noche me levanté a mear, duermo desnudo así que salí con mi pene erecto y entré al baño y encontré a Sugey olfateando un par de boxers sucios míos sentada en la tasa. Me quedé paralizado al ver eso y ella vio mi pene erecto, por su sorpresa me quedó claro que era más grande que el de mi padre. Cerré la puerta y volví a mi cuarto a intentar dormir, mi madre salió rápidamente del baño y fue a su cuarto. Ahí empezó mi gusto por mi madre, vi su pubis bien alfombrado, sus tetas y sabía que ella me deseaba.



Estuvimos dos semanas sin ninguna novedad, los dos fingimos que nada de eso había pasado e hicimos vida normal. Pero no podía sacármela de la cabeza todas las noches me masturbaba pensando en ella siendo penetrada por mí, diciéndome que era mía. Comenzaba a pensar en ella como una mujer más que como en una madre. Una noche estaba camino a mi cuarto en la madrugada, había ido a la cocina por un vaso con agua y escuché gemidos en su cuarto. Ella estaba de piernas abiertas metiéndose dos dedos en su vagina mientras veía una foto mía que estaba en su mesa de noche. Yo no tuve el valor de entrar y hacerla mía, pero eso cambiaría, decidí que en mayo haría mi jugada, estaba decidido a tener sexo con ella. Detuve totalmente mis masturbaciones para tener los huevos llenos el día que lo hiciéramos. El primero de abril ya estaba todo preparado, lubricante, la casa limpia para que no se agotara limpiando y sabanas limpias. En la tarde la vi hablando con el vecino, un pendejo de su edad casado con una madurita hermosa, pero que aún con todo le metió mano a mi madre. Le dio una nalgada, ahí fue cuando me decidí a hacerla mía. Cuando volvió a casa le dije lo que había visto y se disculpó, fue a su cuarto y esperé hasta que la madrugada cayera, como todas las noches, mi madre se masturbaría viendo mi foto.



Escuché sus hermosos gemidos como de costumbre y abrí lentamente la puerta para poder verla mejor. Estaba lamiendo mi foto mientras sus dos dedos de siempre la satisfacían. Esperé a que cerrará los ojos para colarme, lo hice sin problema alguno. Estaba desnudo. Puse el bote de lubricante encima al lado de la cama y me acosté junto a ella.



Obviamente sintió que yo me acosté y abrió sus ojos la abracé con mucha fuera por enfrente y comencé a besarla, ella me empujaba, pero mis fuerzas eran muy superiores a las suyas. Finalmente dejó de resistirse y se atrevió a meter su lengua en mi boca. El beso duró bastante, dejé de forzarla y ella sola se arrimó hacia mi cuerpo. Dejé de besarla y ella recobró el sentido.



— No, no, no, esto está mal, soy tu madre, Caleb, detente.



— Te escucho masturbándote todas las noches, te veo haciéndolo con mi foto. Tú quieres esto tanto como yo.



Intentó huir de la cama, se levantó pero la cogí del brazo con fuerza y la acosté de nuevo, me puse encima de ella para que no pudiera escapar. Estaba callada, y desviaba su mirada, unté mi pene en su peludo pubis y le dije que lo viera.



— Míralo, mamá, es mucho mejor que el de papá, ¿verdad?



Ella se limitó a verlo. No dijo nada, pero se saboreó un poco.



— Voy a darte todo lo que mi padre no pudo.



— No, cálmate, estás mal, hijo, en serio. Dejaré de tocarme con esa foto, pero por favor detente.



— Te voy a hacer mía, quieras o no.



Puse mi glande en sus labios y comencé a untarlo, suavemente mientras ella cerraba los ojos y se repetía que nada de esto estaba pasando. Finalmente comencé a meterlo, estaba completamente húmeda, pero aun así era muy estrecha, con una fuerte embestida bastaría, si me había sacado por esa vagina debía ser capaz de recibirme de nuevo. Lo metí todo de un golpe, 21 centímetros de mi pene, el pene de su hijo, entraron y ella gritó de dolor y placer. Comencé a moverme y ella tapaba su cara y lloraba, me sentí como una mierda, supe que nuestra relación había acabado, pero mi pene estaba deseando más, ella gemía con cada embestida y al cabo de un rato se destapó la cara y comenzó a verme. Me tomó por el brazo y empezó a disfrutarlo.



— Esta bien, Caleb, soy tuya...



— Dilo más fuerte, di que eres mi puta.



— No diré eso...



Saqué mi pene de su vagina y le repetí que dijera que era mi puta.



— Si lo quieres de vuelta, dilo.



— Soy tu puta, soy puta, hijo.



Volví a meter mi pene y ella comenzó a gritar y gemir como loca.



— Estamos teniendo sexo, Sugey, madre e hijo. Si papá nos viera seguro nos mata.



— Él nunca volverá a interponerse, soy tuya ahora, olvídate de ese pendejo.



Saqué mi pene nuevamente y recogí el lubricante, le puse a todo mi pene por encima y eché en las partes intimaste de ella.



Se puso en posición de perrito y la penetré sin piedad. Le dolía, podía sentirlo, pero a la vez le gustaba, comencé a nalguear su culo y ella gritaba con cada nalgada, mis manos quedaron marcadas y su vagina comenzó a apretar mi pene.



— Estoy por tener un orgasmo, bebé.



Comenzó a gritar y yo me movía muy rápido, finalmente saqué mi pene y dejé que su corrida me bañara el abdomen.



Seguía de perrito, pero esta vez tenía el culo más levantado. Vi su ano expuesto y no pude evitar meter mi lengua en él, mi cara entera estaba entre las nalgas de la mujer que me dio a luz. Su olor era fuerte y estaba expulsando aire de su vagina, haciendo sonidos parecidos al de pedos. Mi lengua entró en su ano y entonces la escuché gritar mientras una segunda corrida me llenaba el pecho de líquido.



La abrí de piernas y metí mi pene en su vagina, tenía los labios hinchados.



— Voy a eyacular dentro, madre.



— Hazlo, no me importa, quiero tu semilla en mi interior.



— Háblame sucio, dime cosas de papá en las que soy mejor.



Mi pene volvía a estar dentro, mis huevos me dolían de tanto aguantar las ganas de correrme y escuchar a Sugey hablando de mi padre fue mi límite.



— Eres más hombre que ese perdedor, meses sin sexo, y su pequeña verga no se compara con la de su hijo, el único hombre que me ha dado un orgasmo eres tú, Caleb. Soy tu puta por eso, por eso quiero que me llenes de todo el puto esperma que tengas guardado en ese saco de carne. Sé un hombre y lléname con tu semilla.



Eso hice, grité su nombre mientras descargaba el semen de días dentro de ella. Entonces me abrazó y comenzó a besarme. Nos quedamos a dormir en su cama, la abracé de cucharita y ella me besó mientras paseaba su mano por mis testículos.



A la mañana siguiente me desperté y ella estaba acostada en mi pecho, me besó y paso seguido me dijo que ahora éramos una madre y un hijo a los ojos de la sociedad, pero hombre y mujer en la intimidad. Nos dimos una ducha antes que nada y tuvimos sexo en la regadera. Mi relación incestuosa con mi madre había comenzado, hasta la fecha somos una pareja sexualmente activa.



Este relato no es de mi autoría, un amigo mío me pido que yo lo publicará, crédito a mi amigo Caleb.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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