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Me duele el ano de tanto culiar

~~Mi alma está tirante hasta el dolor.
 Te echa de menos, en mi ordenador, en el buzón vacío sin tus e mails, en mi móvil, con mensajes inútiles que no son los tuyos, en mi vida, en mi cama.
 te echo de menos tanto que me duele cada aliento.
 Te deseo.
 no con la pasión que un día tuve con dieciocho abriles, no con misterio, no con ganas de aventurarme en playas extrañas para que me conquistes, para conquistarlas.
 No.
 Te deseo como una mujer que ya no se engaña, que sabe que tu cuerpo y el mío han conocido cuerpos más perfectos, pechos con pezones que gemían a la luna y cinturas marcadas.
 Pero deseo con la misma intensidad que a mis veinte, sentir esa mano tuya que no pide permiso para colarse entre mis piernas, porque sabe que es su sitio.
 Que mi sexo le pertenece, en alguna forma y misterio.
 esa parte de mi cuerpo no es mía, tiene su propiedad, y yo sólo el usufructo.
 Me tocas con la confianza de saberte dueño, y yo intento que al mirarte no se note demasiado que me lo creo, que es lo que quiero.
 Y me abro un poquito, sólo un poquito, como si no me hubiese dado mucha cuenta de tu contacto. y te invito a que pases, a mi cueva. donde el fuego lleva un rato encendido, esperando tu leña.
 Tu mano se acerca, me acaricia, casi distraída, mientras seguimos hablando, de cualquier tema. apoyada sobre ti. eres tan confortable, mi mejor almohada es tu torso, me siento abrazada por tu cuerpo sólo con apoyarme en él, porque tus manos están ocupadas visitando mi puerta.
 Mi sexo húmedo, tan mojado que no entiendo cómo no baja su temperatura, se dilata, esperando tu entrada.
 Tú jugueteas, te entretienes, como si no te importase demasiado entrar o quedarte, enredas un rizo corto que debió rebelarse a mi cuidadoso depilado, que había hecho en la ducha horas antes, pensando en ti todo el rato mientras me enjabonaba mi triángulo casi adolescente y recortaba con deleite su figura, pensando en cómo te gustaría a ti verlo, tocarlo, lamerlo.
 Mi depilación terminó en un orgasmo entre mano y ducha , con el jabón mezclándose con mis jugos.
 Pero yo ahora quería otro.
 y lo quería contigo, y lo quería ahora.
 Tú estabas comentando lo linda que estaba con la melena despeinada que te rozaba la boca a ratos, y yo te acariciaba con ella. Tus manos seguían jugando entre mis muslos, como si de complacer a una gatita cariñosa y atenta se tratara.
 Yo me esponjaba y me abría, separaba un tanto las piernas, invitándote.
 De pronto una de tus manos se alejó, y la otra, permaneció en su lugar, pero quieta.
 Mi escalada había empezado, tenía el erizado el vello por todo mi cuerpo. ¡y tú parabas¡ Te miré francamente empezando a enfadarme, y vi tu sonrisa de diablo cojuelo. pícara y provocadora.
 Me agaché sobre ti en un movimiento rápido y te mordí un pezón, con fuerza.
 tú gritaste, dolorido.
 Levanté la vista, me aparté el pelo que impedía que nos mirásemos a los ojos y pregunté, riéndome con los ojos:
 ¿Te ha dolido?
 No, respondiste en el mismo tono, mordiéndote el labio para olvidar el dolor . me has sorprendido, alegaste
 Pues sorpréndeme tú ahora. le ordené.
 Y cogí su mano, la que me había estado torturando jugando a la entrada de mi sexo sin llegar a penetrar en él,. y la introduje yo misma entre mis piernas; dos de sus dedos que ya se perdían de lo dilatada que estaba,. hubiera podido entrar él y un par de amigos, sentía que hubiese cabido un equipo de basket entero, de las ganas que le tenía a sentirlo dentro.
 Él se rió entre dientes y me obedeció, se incorporó para mejorar su acceso y yo me relajé entre los almohadones que me ofrecía, dispuesta como una sultana a gozar un rato con su trabajo, a disfrutar del placer que sabía me proporcionaría.
 ¿algo más? preguntó en voz baja, mientras yo me colocaba en posición de ofrecerle mi sexo y mi cuerpo para que me tocara, me rozara, me llenara .
 Sí. respondí mandona, sujetándole la cabeza por el pelo sobre la nuca, y llevándole hasta mi coño expectante y abierto.
 Su mano no osó volver a salir, sino para volver a entrar siendo tres, cuatro, los dedos que juntos trabajaban y se movían en mi interior.
 Yo no contaba sus movimientos, hacía rato que su lengua me había hecho olvidar el momento, el lugar y el sentido.
 ¡Dios. Dios. si llego a saber que eras tan bueno te tengo comiéndome hace horas. ! Intuí más que vi la sonrisa que mis palabras habían provocado, mis palabras dichas entre gemidos entrecortados, entre mis. ¡sigue¡¡sigue¡,¡no pares¡¡ni se te ocurra parar¡, ¡sigue, por dios, sigue. .¡ Y tuve el primero de los orgasmos de aquella noche sólo con su lengua, sin prácticamente dejarle separarse de mi sexo, . el siguiente fue un homenaje a mi clítoris que sobresalía en busca de sus labios, de su lengua,¡de esa lengua que tan bien sabía mover, el maldito¡, el tercero se empeñó en que fuera con su mano, mientras me miraba, mientras intentaba aprenderse mis gestos durante la cabalgada de ola en ola, de cresta en cresta del placer que me estaba dando. Yo ya le dejé, y olvidé que había sido yo la que había iniciado la visita a mi cueva, que le había invitado, a entrar y a quedarse.
 Fui una anfitriona horrible con semejante invitado, lo reconozco.
 Pero qué noche.
 Lo peor de noches así es que no se lo puedes contar a nadie. En primer lugar porque estoy casada y él no era mi marido, evidentemente. Y en segundo lugar, porque cualquiera le cuenta a sus amigas sobre las habilidades de semejante amante,. ¡ni loca se lo presento. .

Datos del Relato
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