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Categoría: Incestos

Madre e Hijo

Mi nombre es Juan, tengo 50 años y estoy casado con una preciosa mujer de 43, Teresa. Ambos tenemos un hijo de 20, Juan como su padre. Somos una familia feliz.

En la relación de pareja nos entendemos bastante bien. Nos gusta tirar de fantasías. Hemos ido a locales de intercambio de parejas, pero no nos hemos atrevido a nada.

Lo que sí hacemos desde hace un tiempo, es que los fines de semana nos marchamos a nuestra casita de campo y desde allí nos conectamos al msn y mantenemos cibersexo con algún chico. Bueno yo me conecto, mi mujer lo de la informática lo lleva muy mal. Cuando contacto con algún chico, ella se pone frente al ordenador y practica cibersexo, yo observo a su lado sin ser visto. Y cuando el elegido se corre, damos por terminada la sesión, nos vamos a la cama a follar recordándolo, nos da mucho morbo.

Pero hace unas semanas, leí un relato que me llamó la atención. Un chico que había contactado con su madre y había practicado cibersexo. Como de joven tuve muchas fantasías eróticas con mi madre me excité muchísimo. La verdad es que tuve la oportunidad de mantener sexo con ella o eso creí yo, pero me asusté en el momento crucial, ahora me arrepiento, pero ya es tarde mi madre es una ancianita.

A partir de ese día empecé a imaginar a mi mujer enseñándole el coñito a nuestro hijo. No se me iba de la cabeza y me excitaba mucho. Empecé a pensar que podía ser posible. Yo podría provocar que chatearan, sin que ella fuese consciente.

Empecé a fantasear con mi plan. Pero primero tenía que asegurarme que mi hijo también se podía sentir atraído sexualmente por su madre.

Observé como miraba a su madre cuando salía con alguna minifalda, algún pantalón ajustado, escotada. Vi como disimulaba mirándole el culo, las piernas, los pechos. La historia se repetía, ambos nos sentíamos atraídos por nuestras madres.

Entonces decidí poner mi plan en marcha.

Los lunes sale del instituto donde estudia un módulo profesional a las 12 de la mañana. Era el día perfecto para dejar encima de la mesa del despacho, una foto sacada por la impresora, de mi mujer con los pechos al aire y en una pose muy provocativa. Debajo un cd con sus fotos y una pegatina en la que se podía leer el msn que le había abierto a mi mujer.

Cuando entrase a dejar los libros la vería. Y así fue, pues cuando regresé del trabajo antes que mi mujer, entré al despacho y la foto y el cd, no estaban tal como yo los había dejado. Ahora tocaba esperar la reacción.

Reacción que no tardó. Pues cuando me metí al msn tenía una petición para que lo agregase. Lo acepté. Y al día siguiente mandó un mensaje preguntando que cuando nos solíamos conectar. Yo en nombre de mi mujer le respondí que me conectaba los viernes por la noche cuando mi marido, es decir yo, se acostaba. Que me gustaba serle infiel practicando cibersexo y distribuyendo las fotos que él mismo me había hecho. Me respondió que a ver si coincidíamos algún día.

Cuando llegó el viernes, mi mujer y yo nos fuimos al campo. Esa noche y mientras ella se viste para la ocasión con una minifalda y una camisa transparente, yo me meto al msn y allí estaba esperando nuestro hijo. Me saluda y yo le respondo temblando. Estaba excitadísimo, pensando que había llegado el momento de hacer realidad mi fantasía.

Me dice que si nos vemos y le digo que conecte el primero su webcam. Comienza a emitir. Un primer plano de su polla toda erecta. Entonces llega mi mujer. Exclama ¡guau! Se sienta en el sillón y empieza el juego.

Teresa comienza a cruzarse y descruzarse de piernas, para terminar, abriéndolas, frotándose el vibrador entre sus labios vaginales, mientras que la polla de nuestro hijo cada vez crece más y más.

Yo en una esquina excitadísimo. ¡Mi mujer estaba mostrando su concha a nuestro hijo!

Observo que Teresa también está muy excitada pues comienza a frotarse los pechos, coge la webcam y le enseña los pechos para que el chico vea como se los acaricia. Cosa que nunca antes había hecho con nadie. Después comienza a introducirse el pene. La vi tan excitada que pensé que se iba a correr. También sería la primera vez, pues siempre se guardaba para mí. Entonces Juan suelta un chorro de semen. Mientras Teresa sigue con el pene dentro de su concha. Y yo tan excitado que me tuve que soltar el pantalón pues no podía aguantar la presión. El chico corta la emisión, mi mujer se saca el pene de látex, se lanza hacia mí, nos tumbamos en el suelo y nos ponemos a follar más excitados que nunca. Mientras follamos, me dice que está muy excitada, que el chico le había recordado a nuestro hijo y le daba mucho morbo. Fue fantástico.

Terminamos de follar, nos duchamos. Y yo seguía todavía muy excitado. Teresa y Juan habían mantenido relaciones sexuales virtualmente. Y Teresa, mientras copulábamos me había dicho que el chico con el que había jugado le daba mucho morbo, “porque le recordaba a nuestro hijo”. Esas palabras no las podía olvidar.

Si se había excitado porque le recordaba a su hijo, por qué no podía enterarse que realmente era su hijo.

Después de estar toda la semana pensando en esas palabras mágicas: “Estoy muy excitada, ese chico me ha recordado a Juan, me ha dado mucho morbo, es como si me hubiera acostado con mi hijo”.

Decidí decirle, que efectivamente había mantenido sexo virtual con su hijo. Y eso fue lo que hice.

El viernes cuando montamos en el coche para irnos al campo le dije:

—Tengo que contarte algo, el chico con el que jugamos la semana pasada. Ese chico que decías que te recordaba a Juan, era Juan.

—-¿qué? —exclamó.

—Pues, que como me dijiste que te recordaba a Juan, le empecé a dar vueltas a la cabeza y esta tarde me he metido a su ordenador y he visto que era su msn.

—pero cómo es posible, no me habrá reconocido ¿verdad?

—Si lo tenemos agregado ha sido porque él nos lo ha pedido y sí que lo sabe, lo ha buscado a propósito.

—Pero como le voy a gustar yo a mi hijo, eso es una aberración.

—No, no es una aberración, a casi todos los chicos le pasa en una determinada edad, le llaman complejo de Edipo.

—¿a ti también te pasó?

—La verdad es que no lo recuerdo. De todos modos, lo pasamos bien y nos excitó mucho fantasear con que podía ser él, pues ya está, no le des más vueltas.

El resto del camino, Teresa fue muy pensativa y sin decir una palabra.

Por la noche cuando me metí al msn, le dije a Teresa.

—Mira está ahí otra vez, me ha saludado y me ha dicho que, si nos vemos otro ratito, voy a ignorarlo.

—No, no, déjame a mí.

En ese momento pensé que se iba a descubrir todo. Pero me equivoqué, pues mi mujer dijo “vale vamos a vernos” y él lanzó una invitación para verse por webcam, ella aceptó.

Allí estaba él, otra vez con su polla erecta contemplando las piernas de su madre.

—¿qué edad tienes?

—Tengo 20 años.

—Yo tengo 43 —contestó Teresa.

—¿la edad es algún problema?

—No, pero podría ser tu madre.

—Pues eso me excita más todavía —respondió Juan.

—Te excita que yo pudiera ser tu madre.

—Sí —respondió mi hijo Juan.

—¿Y eso? ¿es que estás enamorado de tu madre?

—Enamorado no, pero un buen polvo sí que le echaba. Está buenísima. No veas la de veces que me he masturbado pensando en ella.

—¿De verdad?

—Sí, de verdad, bueno mamá súbete la falda. No te importa que te llame mamá verdad.

—Sí, llámame mamá —respondió Teresa.

Yo estaba en una esquina leyendo la pantalla sin respirar, pues no sabía cómo podían desarrollarse los acontecimientos. Pero me di cuenta que empezaba el juego.

Mi mujer se subió la falda, se quitó las bragas, se abrió de piernas subiéndolas al reposa brazos. Mostrando su coñito totalmente abierto. Ignorando que yo estaba allí, sabiendo que era su hijo. Comenzó a meterse el pene de látex hasta el fondo, acariciándose los pechos y dando gemidos como una gatita en celo.

Fue fantástico, Me tuve que desabrochar el pantalón, pero fue inútil, lo único que conseguí fue liberar mi pene para que soltara un chorro de semen. Mi mujer se corrió con el pene de látex metido a tope y mi hijo también soltó su río de leche.

Al día siguiente follamos recordándolo. Después comentamos lo morboso de la fantasía.

Durante esa semana mi hijo y mi mujer se mostraron muy cariñosos, que si mi hijo le daba un palito en el culo a su madre, que si su madre le daba un piquito.

El fin de semana siguiente volvimos a repetir la hazaña.

Pero esta semana la historia ha dado un giro inesperado e inexplicable, he quedado después de comer con el mecánico para reparar una avería en el coche. Me comentó que tardaría unas dos horas.

Terminada la comida me dispongo a marcharme al taller y sale mi mujer a despedirse, con una única prenda puesta, unas braguitas negras transparentes, que dejaban ver su coñito recién depilado todavía rojo de los tirones. Los pechos al aire.

Y sin cortarse un pelo delante de mi hijo. Como es lógico, a los dos machos de la casa se nos fue la mirada al mismo sitio.

Me marché al taller y cuando llegué, me dijo el mecánico que iba a tardar un poco más de lo previsto pues tenía una urgencia. Por lo que me llevó a casa antes de lo esperado.

Al meter la llave en la puerta, observé que no podía girarla pues había otra llave puesta por dentro. Me apresuré a tocar el timbre, lo toqué varias veces y nadie me abría. Entonces llamé por el móvil y Teresa me dijo que salía, que estaba dentro y acababa de ducharse.

Salió a abrirme con el albornoz, llevaba todo el pelo despeinado pero seco y los labios un poquito rojos. Entré para la habitación y oí el agua cayendo del baño, Juan también se estaba duchando.

En la puerta de la habitación estaban las sábanas amontonadas para sacarlas al canasto de la ropa sucia. Cuando me fui, la cama estaba hecha.

Observé que el colchón sin sábanas tenía una mancha bastante grande de humedad, como si acabaran de pasarle un trapo mojado. Empecé a pensar que podrían haber restregado una toalla mojada para quitar alguna manchita de semen, pues a mi mujer y a mí nos había pasado más de una vez.

Pensé, será posible que Teresa y Juan, madre e hijo hayan estado…

Pero enseguida me volvió la cordura, ya estaba yo con mis fantasías sexuales absurdas.

Dos días más tarde, me eché la siesta un rato, mi mujer se quedó leyendo y mi hijo en el ordenador. Me dormí, pero en seguida me desperté y fui a la cocina a beber agua, pues la comida había sido copiosa. Conforme me acercaba a la cocina, oía unos gemidos procedentes de la habitación de Juan. La puerta estaba entreabierta, miré y vi a mi mujer subida en el taburete, apestillada contra la pared. No se le veía la cara, estaba oculta por el marco de la puerta, tenía cogida entre sus brazos la cabeza de Juan, presionándola sobre sus pechos desnudos mientras él se los comía. La falda subida dejando sus piernas descubiertas y ente ellas mi hijo Juan, con el pantalón y los calzones bajados moviéndose bruscamente entre sus piernas y con su polla penetrándola. Ella gritaba entre gemidos «ah, fóllame más, fóllame más, más, no pares fóllame».

No podía creer lo que estaba viendo, mi hijo y mi mujer, madre e hijo follando. La verdad es que la escena me excitó. Me di la vuelta y mientras regresaba a la habitación oí a mi mujer gritar algo conocido por mí «ah, ah, échame tu leche, échame tu leche, ah, ah, la siento, siento como tu leche inunda mi agujerito, sigue, sigue, no pares, aahhhh». Se acababan de correr, mi hijo se había follado a su madre, le había echado todo su semen en su coñito. Se había corrido dentro de un agujerito, hasta ahora reservado para mí.

Me metí en la cama y mi pene estaba más erecto que nunca. Después de un buen rato cuando ya oí movimiento y supe que habían terminado, me metí al baño y me masturbé pensando en lo que había visto. Paradojas de la vida, dos semanas antes, mi mujer y yo follando mientras, sabía que mi hijo se masturbaba pensando en ella y ahora, era yo el que me masturbaba sabiendo que era mi hijo el que se follaba a mi mujer.

No sé ni cuándo ni cómo empezó, pero lo cierto era que Juan se estaba follando a su madre. La había penetrado con su estaca dejando toda su leche dentro de ella.

La idea me da mucho morbo, pero no voy a quedar excluido de esta relación.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 9.67
  • Votos: 3
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