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Lupita la cincuentona se vuelve insaciable (6)

Lupita la cincuentona  se vuelve insaciable (6)



Resumen:



Lupita (50 años) tiene sexo con Juanito (19). El chico, a lo largo de sus embates  le quita todos sus atavismos y le hace descubrir, muy ampliamente, su gusto por el sexo, por el coito y por todo lo relacionado con ello.



Luego de pasar el fin de semana juntos, el día de hoy es el epilogo, sin embargo, Lupita ya está pensando de nuevo en volver a entregarse a ese chico: ¡anda con muchas ganas de sexo!.



+++++++++



El sábado estuvimos haciendo el amor todo el día, en todas las posiciones, hasta las más depravadas, sin oponerme nunca a esas cosas. Terminamos, por última vez, ese sábado por la noche, o más bien, ese domingo por la madrugada, muy avanzada la madrugada. Nos quedamos dormidos: ¡él encima de mí!. Me había estado tomando fotos y video desnuda y haciendo el amor con él, mamándole su pene y mucho más cosas. Todo esto nos puso en un estado de excitación superlativo, hasta que sucumbimos al cansancio, propio de los múltiples  coitos que habíamos realizado esa noche.



+++++++++



Luego de eso, el sueño se apoderó de nosotros y nos quedamos profundamente dormidos hasta casi las 10 de la mañana, en que un ruido y unas voces nos despertaron. ¡Estábamos profundamente dormidos y desnudos, los dos!, abrazados, uno al lado del otro, cuando entraron Griselda y Vicente.



Vicente – el pareja de Griselda – muy enojado nos destapó y nos encontró desnudos a ambos. Juanito se levantó de un lado y yo del otro; ambos desnudos, tratando de taparnos con algo.



Vicente se fue tras Juanito y lo sacó a empujones del depa. Griselda vino a mi lado y me dijo un breve:



            & Tienen que irse…, tuve problemas con Vicente…,



Y agarrando mis cosas me salí a la carrera de ahí. Estábamos en las escaleras tratando de medio vestirnos.



Nos fuimos caminando hasta mi casa, que se encuentra a menos de un kilometro del depa de Griselda y Vicente. Íbamos bromeando, comentando lo que nos acababa de suceder:



            = ¡De mejores lados me han corrido!,



Me dijo Juanito, y nos soltamos a reír, a empujarnos, a echar carreras en la calle: ¡éramos como dos jovencitos de 15 años!.



Yo, aparte de que Vicente nos hubiera “corrido” de su depa, estaba feliz. ¡Ese fin de semana iba a ser un parte-aguas en mi vida!.



Llegamos a la casa, bromeando, empujándonos, jugueteando. Entramos y…, apenas terminando de cerrar la puerta de entrada, de inmediato me lancé sobre de Juanito, a besarlo en la boca, pero él, siguiendo con las bromas se resistía a mis besos, me volteaba la cara, esquivando mi boca. Yo, bromeando también, le dije:



            + ¡Juan…, o me besas en la boca o te violo…, me tienes rete caliente…!.



Le dije, desconociéndome a mí misma por las palabras que estaba yo utilizando.



            = ¡Ya más violado…, ni las leyes de la constitución…!,



Me dijo, siguiendo con las bromas, y entonces me abalancé sobre de él, llendo a dar hasta el piso, sobre de la alfombra de la sala, cayendo yo por encima de él:



            + ¡Prepárate Juan…, que en este mismo momento te voy a violar…!, ¡me voy a



comer nuevamente tu vergota hechicera que tienes…, te voy a sacar tus moquitos, tu leche…, quiero que me llenes toda de leche…, mi sexo, mi cuerpo, mis chichis, mi cara, mi boca…, pero sobretodo quiero que me la des en mi culo…, tengo muchas ganas que me la des en el culo…, que me des por ahí…!.



Le dije, colocada con mis piernas abiertas por encima de su estomago.



Me flexioné hasta su cara, y ahora sí nos fundimos en un tremendo beso cachondo, que duro mucho tiempo, minutos.



Mientras estábamos en el beso, yo no dejaba de mover mis caderas, de adelante hacia atrás, sobre de su pene parado, aunque ambos estábamos aun con la ropa puesta, hasta que por fin terminamos el beso:



            = ¡Lupita…, qué beso…, me querías asfixiar con tus besos…!.



            + ¡Es que me tienes caliente Juanito…, necesito mucho tu verga…, quiero que me



llenes de verga…, que me retaques mis hoyos de verga…, que me hagas gozar con tu verga…, que me llenes completamente de verga…, de leche…, de mecos…, por todos lados…, pero en especial en mi culo…, quiero que me la des por el culo…, que me cojas como a una perra…!,



Le dije, procediendo a despojarme completamente de toda mi ropa.



Juanito también se quitó por completo su ropa, y los dos, ya desnudos nos volvimos a besar en la boca, con muchísima pasión y lujuria, frotándonos nuestros cuerpos, desnudos, mis senos sobre de su torso, mi pelambrera púbica sobre de la de Juan, moviendo mis caderas en circulo y empujándolas también contra de su monte de Venus: ¡estaba terriblemente excitada!:



            + ¡Mámame las chichis Juanito…, mámamelas…, muérdeme los pezones…,



suavecito…, así…, succiónalos con fuerza…, caliéntame más…, caliéntame mucho Juanito…, cógeme, ya cógeme, por favor…!.



No tuve que repetirle mi ruego, Juanito de inmediato me lo metió: ¡estaba tremendamente lubricada!, ni parecía yo la misma del viernes, que estaba completamente seca de mi vagina:



            + ¡Juanito…, qué verga chiquito…, que verga…, tienes una verga riquísima…,



               me tiene hechizada tu verga, Juanito…!. ¡Déjamela metida hasta adentro…,



                ya no te muevas…!, yo soy la que va a moverse…, solita…, te voy a violar…,



               como ya te lo dije…!.



Y efectivamente, me puse a violarlo, con fuerza; le empujaba mis caderas con fuerza contra de su pene, me daba de sentones sobre de su pene, parado, muy tieso y erecto, muy duro: ¡delicioso que estaba su pene!.



+ ¡Juanito…, qué verga…, Juanito…, qué verga…, la tienes riquísima…!,



               ¡me enloquece tu verga, Juanito…!.



            = ¡Te amo, Lupita…!,



Despegándose de mis senos apenas el par de segundos que le llevó el decirme esa frase, que me llenó de pasión, y luego regresó nuevamente a mamarme los senos, agarrándome también por las nalgas, apretándolas con fuerza y pasión, haciéndome algo de daño, pero que lo sentí delicioso, sintiéndolo como verdadera emoción, arrancándome el primer orgasmo de aquella mañana:



            + ¡Juanitooo…, me vengooo…, me vengooo…, me vengooo…!,



Y me vine deliciosamente, bañándole su pene con mis fluidos vaginales, con los fluidos de mi pasión, de mi concupiscencia:



            + ¡Juanitooo…, qué rico…, Juanitooo…!,



Y me lancé de nuevo sobre de su boca, a besarlo con toda la pasión que tenía contenida.



Nos volvimos a besar por muchísimo tiempo…, mientras terminaba de liberar la pasión de mi orgasmo, al igual que mis fluidos, hasta que terminamos el beso y:



            = ¡Te amo, Lupita…!,



Me dijo Juanito, pero yo andaba demasiado caliente y con muchas ganas de gozar de su pene, por lo que solamente le dije:



            + ¡Juanito…, quiero mamarte tu verga…, así…, toda sucia…, llena de mis venidas



              que te acabo de echar…, quiero mamarte tu verga…!,



Le volví a repetir y me zafé de aquella penetración y me bajé hasta su pene, para comenzarlo a mamar, con gran ansiedad, nerviosismo, emoción.



Mi cabeza subía y bajaba a todo lo largo del tronco del pene, paladeándolo lentamente en las primeras ocasiones, recolectando todos mis fluidos vaginales, limpiándole completamente su pene y haciéndolo entrar a que me tocara la campanilla de mi garganta: ¡quería devorármelo por completo!, y así se lo dije al chiquillo:



            + ¡Juanito…, qué verga…, me encanta tu verga…, Juanito…!.



A lo que Juanito me volvió a responder con:



            = ¡Te amo, Lupita…!,



frase que consiguió aumentarme las ansias y la velocidad de los movimientos de arriba hacia debajo de mi cabeza, llegando a alcanzar un ritmo casi frenético con aquella mamada que le estaba yo dando, hasta que Juanito terminó por detenerme:



            = ¡Lupita…, detente…, vas a hacer que me venga…, y todavía no me quiero venir!



            + ¡Dámelo en mi colita…, métemela por detrás…!.



Le pedí, completamente excitada:



            + ¡Déjame ir por el gel lubricante…, para que me pongas tantito…!,



y me puse a buscar en mi equipaje, pero no estuvo, ¡lo había yo dejado en el depa de Griselda al momento que llegó a corrernos Vicente, por lo que, excitada como ya estaba, tan sólo le dije:



            + ¡Dame tu lengua en mi cola…, un ratito, para que me la lubriques un poco…!,



y de inmediato me coloqué en cuatro patas, parándole mi colita.



Juanito se colocó atrás de mí y separándome mis nalgas, comenzó a darme lengua en mi cola, en mi ano; ¡se sentía rete rico!, su lengua recorriéndome mi esfínter trasero, llenándolo de saliva, introduciéndome la saliva con un dedo, para aflojarme y hormarme para la penetración de su pene:



            + ¡Ya Juanito…, ya dámelo…, mételo…, méteme tu verga en el culo…, ya métela!.



Juanito me lo metió…, y me dolió:



            + ¡Juanito…, despacio…, me duele…, un poquito…, despacio…!,



Y Juanito me complació. Lentamente me fue penetrando, de manera más lenta, pero continua, sin dejar de empujarme, hasta que logró meterlo completamente, hasta estamparme sus pelos contra mis nalgas; ¡consiguió introducirlo hasta adentro, haciéndome soltar un buen de gemidos y ayes de gusto y placer:



            + ¡Aaaayyy…, Juanito, Juanito…, qué rico Juanito, despacio…, muy rico…!.



               ¡Me gusta mucho tu verga, Juanito…!. ¡Rómpeme mi fundillo, destrózame,,,,!,



               conviérteme en tu mujer…, haz de mi lo que quieras, pero no me la saques…,



               métemela muy hasta el fondo, y déjamela un ratito hasta ahí…, que yo disfrute



               tu hombría, de tu verga, tu virilidad…!.



            = ¡Lupita, tan rica.., mamita…, sabrosa…, me encantas…, te amo…, te amo…!.



            + ¡Bombéame un poco, Juanito…, mételo y sácalo…, despacio…, p’afuera…,



               p’adentro…, te siento…, muy rico…, sabroso…, Juanito…, me gusta…, Juanito!.



Sentía que me llegaban oleadas muy placenteras, que me llenaban de gozo, de lujuria, de electricidad y energía…, por todo mi cuerpo, se esparcía de manera creciente el placer, ese placer por el coito, por sentirme penetrada por ese pene…, ¡delicioso!, que me había estado complaciendo todo ese fin de semana, regalándome una segunda luna de miel y haciéndome redescubrir el placer de sexuar, hasta que Juanito no pudo resistir el placer, que lo invitaba a eyacular y terminar en mi recto:



            = ¡Lupita…, estás muy sabrosa, Lupita…, tengo ganas de venirme…,



               de terminar…, de aventarte mis mecos…!. ¿Quieres que me venga en tu culo…,



               o que te lo de en algún otro lado.



            + ¡No Juanito, no te vengas ahí…, dámelos en mi boca y mi cara, quiero tragarme



                tus mecos, quiero que me los embarras toditos, por toda mi cara, mis senos,



                mi cuerpo…!,



y Juanito me obedeció: se desenchufó de mi cola y vino a darme su pene en mi boca.



Me puse a mamarlo y a masturbarlo de nuevo, chaqueteándole y agitándole con ansia y desesperación su virilidad, hasta sacarle su semen:



            = ¡Lupita…, Lupita…, me viene…, ya viene…, me vengo…, me vengo…!.



y terminó eyaculando en mi boca, en mi cara, en mi cuello y mis senos, llenándome con sus chorros de leche.



Me tragué los primeros chorros que eyaculó; el resto me lo puse a frotar en mi cara, en mi cuello y mis senos, como si fuera una crema corporal, ¡deliciosa!, ¡muy humana!, ¡hecha con amor y pasión!.



En cuanto terminaron sus chorros y terminé de “encremarme”, le tomé su pene, que comenzaba a perder su erección, y me puse a mamarlo, para darle la limpieza que se merece un ente querido, que sólo me había brindado satisfacción.



            = ¡Lupitaaagh…, te quiero, Lupitaaaggghhh…, tan rica…, sabrosa…, Lupitaaa…!.



               ¡Qué rico me lo haces…, Lupitaaa…!.



En cuanto terminé de “limpiarlo”, nos desplomamos rendidos, sobre de aquella alfombra, que recubría la sala de mi casa; caímos abrazados, besándonos, con ternura y cariño, agradeciéndonos el uno al otro la satisfacción obtenida, el placer recibido, abrazándonos, acariciándonos la cara, el cabello, mirándonos, dándonos de besitos, hasta que se me ocurrió preguntarle:



            + ¿No tienes hambre, Juanito…?,



y el muchachito me dijo que sí:



            = ¡Tengo un chingo de hambre, Lupita…!. ¿Tú no…?.



Me levanté, fui a mi equipaje y saqué un baby doll color de rosa, muy transparente y cortito; tan sólo me cubría el torso y la espalda, con unos tirantitos, rosas, que dejaban al descubierto mis hombros y la parte superior de mi espalda y mi torso. Por debajo me llegaba apenas a medio muslo: se me miraba muy fácilmente el mechón de mis vellos púbicos, y lo abultado de mi sexo, que se me miraba “gordito”, sabroso, ¡a…cogedor!.



Le hice una caricia en la carita de Juan, pasándole mi mano derecha, extendida, a lo largo de una de sus mejillas y



            + ¡Voy al baño…, no tardo…, de inmediato preparo de “desayunar”!,



– aunque ya pasaba de medio día, ya daba casi la una, de aquella tarde.



Fui a la tasa del escusado, oriné, me limpié cuidadosamente mis rajaditas, de adelante y atrás, me lavé las manos, me “peiné” con mis manos, me arreglé los cabellos y salí. Juanito se había puesto sus calzones y su playera. Le di un “pico” en la boca, le volví a acariciar su carita y me dirigí a la cocina, mientras mi muchachito pasaba al baño, a limpiarse también.



¡Estaba contenta…, feliz, complacida, realizada!.



Me puse a preparar el café, una tortilla de huevos con chorizo, puse la mesa, saqué el pan, de caja y puse a tostar algunos de las rebanadas.



Estaba en los arreglos cuando entró Juanito a la cocina:



            = ¡Lupita…, qué rico huele ese desayuno…, el café…!. ¡Cocinas muy rico,



                Lupita…, tan rico como me haces el amor…, amorcita…!.



¡Me enterneció su expresión!.



            + ¡Juanito…!,



Le dije yo, emocionada, volviéndole a acariciar su carita.



            = ¿Sacas el jugo de naranja del refri…?.



Y Juanito se acomidió.



Desayunamos en un ambiente bonito; los dos muy contentos y satisfechos. Juan no perdió la oportunidad de hacer algunas bromas y chistes, que nos hicieron reír a los dos.



Estábamos en los últimos tragos de nuestro café y los panes tostados con mantequilla y mermelada de fresa, cuando Juan me dijo que ya tenía que irse a su casa, pues tenía un trabajo de la escuela que terminar y que también le había tocado “dar la clase” del día siguiente, que tenía que exponer.



Juan era un chico muy responsable, estudioso y dedicado, además de un buen amante, que me hacia siempre sentirme 100% mujer.



Le insistí mucho a que se quedara conmigo, a que hiciera sus trabajos aquí. No se pudo.



Le rogué que se quedara conmigo esa noche. Acariciándome mi carita me dijo que no. Le supliqué que se quedara otro rato: le tuve que confesar, con algo de pena, que tenía muchas ganas de que me lo “hiciera” de nuevo. Él nada más se sonrió:



            = ¡Eres una insaciable, Lupita…, me tienes ya seco, chiquita…!.



Tomándole una de sus manos entre mis manitas y mirándolo fijamente a los ojos, le hice una súplica:



            + ¡Déjame mamarte tu pene…, déjame sacarte tus mecos…, lléname con tu



                leche… Juanito…, para poder llegar a mañana…!. ¿Lo haces…, me das tu



                lechita Juanito…?.



Me dijo, que sí…, que no podía resistirse, que era yo irresistible, levantándose de su silla, que se encontraba a mi lado.



De manera instantánea, en cuanto Juanito se levantó, comencé a desabrocharle su cinturón, el botón de sus jeans y a bajarle su cierre, para proceder a sacarle su pene:



            + ¡Juanito…, ya lo tienes parado…!.



            = ¡Pues sí mi Lupita…, nada más estoy pensando en hacerte el amor…!.



Comencé a mamarle su pene. Me hinqué enfrente de Juan y comencé a succionarle su pene, que parecía que crecía con cada una de mis “mamadas”.



Lo saboreaba, lo disfrutaba, le sacaba su lustre, lo ensalivaba; le acariciaba sus “huevos”, los tomaba en mi mano, se los sujetaba, tomando su pene por la base y me lo llevaba a mi boca, en donde le chupeteaba su glande y el meato del glande, su rajadita: ¡me gustaba meterle mi lengua en la rajadita del glande!.



Se lo chupeteaba de arriba hasta abajo y de abajo hasta arriba. Me lo introducía en la boca y me lo profundizaba hasta mi garganta, tratando de tragarlo todito. Lo hacía yo todo despacio, calmada, tratando de prolongar el placer. Le miraba las venas de su pene, igualmente hinchadas que su miembro, tan poderoso y tan placentero. ¡No quería terminar…!, deseaba fervientemente que aquello durara una eternidad…, pero le hacía yo tantas cosas “bonitas” a Juan que…, estándole haciendo “mariposita” en su pene, comencé a sentir que se hinchaba, que aumentaba su volumen y su tamaño y a poco de eso, Juan comenzó sus pujidos, sus gemidos y a prevenirme de su ya próxima eyaculación:



            = ¡Lupita…, ya mero…, siento que ya me viene, Lupita…, ya viene…, me viene,



                me vengo, Lupita, me vengo…!.



Yo no le contesté: ¡tenía la boca llena!, y es mala educación hablar con la boca llena, así que seguí en mi labor de mamarlo, de meterlo y sacarlo en mi boca, hasta que “sucedió”; ¡Juanito comenzó a vaciarse en mi boca!.



            = ¡Lupita…, me vengo, Lupita, me vengo…!,



y comencé a tragarme su semen.



Esta vez fue solamente un chorrito, pero me lo tragué por completo, lo disfruté en mi paladar, lo paladié con mucha glotonería, hasta que finalmente lo deglutí:



            + ¡Juanito…, que rico…!.



            = ¡Lupita…, tan rica…, te quiero, Lupita…!,



Me dijo ese muchachito, levantándome de mi posición, hincada enfrente de él, y dándome un beso en la boca, abrazándome contra de él, jalándome de mis nalgas, desnudas, acariciándolas con sus manos.



Yo todavía le acariciaba su pene, perdiendo ya la erección.



En cuanto terminamos el beso, Juanito lo metió en su calzón, por debajo y…, volví a suplicarle de nuevo que se quedara:



            + ¡Ándale Juanito…, quédate…, quiero que me cojas sabroso…, no sabes…,



                te voy a extrañar…, a tu verga…, tan rica…, por todas mis rajaditas…,



                mi boca…!. ¡Me encanta tu verga…!, lo sabes…, ¿verdad…?.



            = ¡Te amos Lupita…!, pero…, de veras…, tengo mucho que hacer…



Me fui a acompañarlo hasta la puerta de la calle, en donde nos despedimos de nuevo con otro beso cachondo.



            + ¡Mi “panecito” te va a extrañar!,



Le dije, tomándole su mano y poniéndola directamente sobre de mi sexo, y luego, finalmente nos despedimos.



¡Desde ese momento ya lo estaba extrañando, lo estaba añorando, estaba deseando que me diera p’adentro!. ¡Me encontraba caliente…, tremendamente caliente…, con muchísimas ganas de sexo…, otra vez…!.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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