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Categoría: Incestos

Luna de miel con mamá

Luego de dos horas de vuelo y tres en autobús Carmen e Iván, quienes son madre e hijo, habían llegado a la casa de Julia (madre de Carmen y abuela de Iván) ella vive en un villorrio muy alejado de la ciudad.



Julia vive sola con su perro, un rottweiler grande como un toro, pero tan manso y cariñoso como un conejito. Al verlos desde lejos el perro vino corriendo y los tumbó en un charco. ¡Otra cosa que salía mal!: En el vuelo de ida, las maletas se habían retrasado. Llegarían en el avión del día siguiente. Julia les dio la única ropa de sus tallas que tenía. De un baúl sacó el vestido de bodas de Carmen y el terno de Pedro, el ex esposo de Carmen.



Carmen no quiso ponérselo, le traía malos recuerdos: El día de su boda Carmen, quien era virgen y estaba muy nerviosa e ilusionada con su “primera noche”, la cual había imaginado maravillosa y al final se había sentido completamente defraudada.



Ocurrió que Pedro había sido muy brusco: le arrancó la ropa y la penetró sin más ni más. La experiencia fue muy dolorosa y traumática. Por lo que cualquier encuentro con él le traía a la mente ese sin sabor. No podía sentir placer y tenía sexo por compromiso —Cabe decir que Carmen había sido criada y recibido una familia católica y patrialcal, donde el sexo era un tabú y sólo para el acto de procreación— por lo que se creyó ser frígida.



Pero siendo la única ropa disponible igual se la puso. En su juventud tenía un cuerpo delgado y proporcionado y le pareció genial que aún le quedara, aunque un poco ajustada. Sus caderas habían crecido y su vientre expandido ligeramente. 25 años no pasan sin nada por la vida.



Se veía radiante, cosa que maravilló a Iván, quien vivía y aún vive prendado de su progenitora. Sin embargo, la expresión del rostro de Carmen era de consternación y tristeza. Por su parte Iván se vistió con el traje de bodas de su padre el cual le quedaba ajustado: Iván era un poco más fornido que él.



Prepararon las cosas e Iván ayudó con la limpieza y los arreglos del único cuarto disponible. Mientras tanto Julia y su perro fueron en coche a buscar ropa más cómoda para ambos en el pueblo cercano (a dos horas en coche) dejando solos a su hija y nieto. Ya estaba oscureciendo, así que Julia llamó a su hija informándole que se quedaría en casa de una amiga: No estaba en condiciones de conducir en tanta oscuridad y llegaría antes del mediodía.



Por la noche, compartirían el cuarto y la cama —Julia por costumbre cerraba su cuarto con llave para que el perro no entrara—, siendo el único ambiente disponible. Era el cuarto de Carmen que había pasado los tiempos de verano de su juventud, cuando pasaba los meses de vacaciones con sus hermanos.



El lugar era frío y olía a humedad, por lo que Iván prendió unos palillos de incienso que encontró en el baúl donde estaba el vestido. Era el regalo que una amiga de Carmen le dio antes de la boda, según puso en la etiqueta “para relajar el ambiente”.



Carmen se veía hermosa y se fueron al comedor para cenar. Al terminar perdió un poco el equilibrio, Iván se le acercó y le cogió de la cintura y apoyó su cuerpo sobre el suyo. Sintió sus pechos y el olor del perfume mezclando con el sudor, el cálido aliento de ella en el cuello de él. Intentó retirarse sin brusquedad, su pene había reaccionado al contacto de su cuerpo y no quería que lo notase. Se pasó todo el trayecto agarrada y apoyada en su brazo mientras no paraba de hablar. La llevó a la cama y la ayudó a quitarse los zapatos. Pudo ver sus piernas contorneadas y bien formadas. Se percató que por la caída se había hecho unos moretones, por lo que empezó a frotarla despacio con un ungüento.



Al levantar un tanto el vestido se percató de la maraña de pelos de su madre. Al parecer se había empapado su ropa interior y no tenía un repuesto. En ese momento Iván se excitó y empezó a besarla desde sus pies a sus caderas mientras con sus manos apartaba las telas de su vestido. Ella seguía con los ojos cerrados mientras le acariciaba el muslo, los movimientos de la mano eran cada vez más atrevidos e iba subiendo por las ingles. Pasó los dedos por la ingle, abrió un poco las piernas dando vía libre, le tocó la rajita sobre la tela pasando la yema de los dedos mientras su respiración se hacía más evidente. Retiró la tela a un lado y pudo ver su rajita dilatada y húmeda, le abrió los labios fijando mi mirada en la profundidad del sexo y el clítoris que resaltaba brillante, su dedo se deslizaba con suavidad provocando gestos de placer. Soltó el primer gemido reprimido cuando jugó con su pequeño botón, le puso la palma de la mano sobre el sexo provocando otro gemido.



Se abrió de piernas, le metió el dedo y le empezó a masturbarla, deslizando el de dedo por todo el sexo mientras ella seguía inmóvil agarrada a la colcha y con los labios apretados intentando no hacer ruido, pero el placer que sentía era imposible de disimular. Optó por ponerse la almohada en la cara para ahogar los gemidos, entonces fue cuando se relajó y movía la pelvis cada vez que notaba sus dedos en su agujerito. Tensó el cuerpo mientras se corría y unos gritos ahogados por la almohada llegaban a sus oídos.



Los besos de Iván eran tiernos y pausados. La abstinencia de Carmen había reprimido el fuego que estaba dentro de ella. Se quitó la almohada de la cara y pudo ver su cara de incredulidad por lo que había pasado, pero no dijo nada quedo pensativa mirando al techo.



—Detente, por favor. —Dijo Carmen con voz jadeante y respiración cada vez más agitada— No está bien soy tu madre.



Iván seguía besando las piernas de su progenitora, mientras acariciaba sus caderas con sus manos. Luego levantó el vestido de su madre hasta la altura de su ombligo dejando ver su araña peluda a la cual besó y chupó sin miramientos.



La respiración de Carmen se aceleró, su pecho subía y bajaba de manera rítmica, había puesto los ojos en blanco. Ella amaba con deseo a su hijo, quien la cuidaba y siempre estuvo a su lado, apoyándola en todo momento, por lo que no hacía esfuerzos para detenerlo.



Los jadeos de su madre fueron aumentando, su vagina estaba quemante y chorreante de jugos. Lo cual excitaba a Iván que estaba con una erección de burro atrapada dentro de los pantalones. Aumentó el ritmo de sus lamidas y jugueteos de manos hasta que Carmen tuvo un orgasmo. El primer orgasmo de su vida. Cayendo de espaldas tapándole la cara con el vestido.



Su hijo no aguantó más. Se bajó el pantalón y la empaló. La vagina de su madre era estrecha y apretada, por lo que luego de la primera embestida decidió contener la violencia de su impulso y hacerlo de manera más pausada. No quería hacerle daño.



Sacó las telas del vestido de la cara de su madre y vio su cara deformada por el placer. Era tan hermosa como siempre la había imaginado. Mientras lo hacía le susurraba palabras dulces al oído.



—Te amo tanto, mami. (Jadeando) Eres mi sueño y te he deseado tanto.



—Sí ah ah ah también te deseado taaaantoooo. No sabes aha ha ah cuaaanto he soñado uh uh ah con este momento.



Los jadeos y las palabras de su madre excitaron de sobremanera a Iván, quien no pudo contenerse más y se corrió dentro de su madre. Inundando las entrañas de su madre con la leche caliente de su hijo. Eso también tuvo el efecto de que Carmen se corriera teniendo su segundo orgasmo.



El calor del chocho de su madre y el placer de verse cumplido su sueño hicieron que Iván tuviera otra erección. Por lo que pudo seguir clavando a su madre de forma rítmica. Carmen había puesto las piernas alrededor de las caderas de su hijo y movía su pelvis para ayudarle a dar más placer.



—Mamita linda, mamita adorada de ahora en adelante serás mi enamorada.



—¡Bebé mío! ¡Mi niño de mi alma! ¿Cómo puedes tener tanta energía? Me matas, me encanta.



—Eres mi sueño, mami. Haría lo que fuera por ti. Te amo mamá.



—Yo también te amo, bebito mío. Ahora deja que mamá haga el trabajo



Echó a su hijo boca arriba y se subió en él cabalgándolo cual amazona. Las telas del vestido flotaban en el aire. El cuerpo de Carmen subía y bajaba de forma cada vez más acelerada hasta que tuvo un orgasmo. Pero como Iván había vaciado casi toda su carga demoró en correrse. Sin soltar las caderas de su madre la atrajo hacia él, donde ella cayó por el placer en el pecho de su hijo.



Iván la dejó unos segundos boca abajo, pero ansiaba correrse. No aguantó más y levantó el vestido de su madre, la colocó en posición de perrito, dejando ver el culo redondeado y grande, la nalgueó suavemente de ella, clavándola de manera rápida y bestial en su progenitora hasta que tuvo una corrida.



El cuerpo de Carmen oscilaba y al sentir el mete-saca de la verga de su hijo, tuvo orgasmos múltiples. La boca de Carmen echaba espuma, sus ojos estaban entrecerrados y hasta llegar a ponerlos en blanco, su chocho era una laguna y bajo el vestido sus pezones eran una piedra. Pero con esa última tanda era como si una oleada de electricidad hubiera invadido su cuerpo, se movía como una culebra de izquierda a derecha hasta que cayó rendida con los ojos completamente abiertos y una gran sonrisa a flor de labios.



—Te amo tanto, mi niño adorado.



—Te amo más mamita preciosa.



—Me has dado el placer de mi vida. El placer que no creí posible de tener. "Mi señor"… estoy enloqueciendo, y quiero enloquecer mucho más, perder la razón, perderme entre tus brazos, perderme en ti… quiero tenerte para siempre, quiero desearte a cada instante y sentir que eres mío…



—Mamá si soy tuyo… todo tuyo… haz de mí lo que quieras, que a mí también me has enloquecido, me has transformado, soy el hombre más feliz del universo y tu eres mi gloria… estoy alucinando mamá…



—Eso haremos los dos cariño: alucinarnos hasta la locura… serás mí amante día y noche amor. Seré tu esclava sexual para que cumplas todas tus fantasías.



Se pusieron frente a frente y se besamos un rato, ella lo empujó, se tumbó sobre la cama y se puso a horcajadas sobre la polla, otra vez sintió esa calidez alrededor de la polla y en cuclillas empezó a follársela, mientras las tetas le colgaban en movimientos rítmicos. Movía la pelvis buscando el máximo placer con la polla dentro del coño, se inclinó sobre él y agarró sus tetas, mientras lo cabalgaba e Iván se las comía y con la otra mano sobaba su clítoris, entre respiración y respiración gemía, su cara enrojecida emanaban gotas de sudor que caían sobre él.



Gotas de sudor caían de sus cuerpos y las prendas que aún le quedaban estaban totalmente empapadas. Carmen abrió la camisa de su hijo, limpió su sudor con la boca, beso sus tetillas y recostó su cabeza en el pecho de Iván mientras él la rodeaba con sus brazos. Su madre con la uña de su dedo índice hacía círculos sobre el pecho de su hijo mientras decía:



—Así... muy bien cariño... así... córrete dentro... - me dijo mientras ella me chupaba el cuello.



—¡Mama... me voy a correr... ahhhhhh... no aguanto más... aaaaahhh... aahhhhh...!



—Abrázame fuerte mi "enorme señor"… eres inigualable y extremadamente formidable… ¡Me has hecho enloquecer… me has poseído como creo, nunca lo había vivido…y al final hasta me he desvanecido en tus brazos! Córrete dentro —acertó a decir entre jadeos.



Diciendo estas últimas palabras ambos se quedaron dormidos. Con una sonrisa a flor de labios.



Unas horas más tarde empezó a amanecer, Iván despertó. Carmen se desabrochó el lazo del vestido y este resbaló por su cuerpo hasta quedar totalmente desnuda, tenía un cuerpo fantástico: con las caderas y muslos anchos, una incipiente pero sexy tripita y unas generosas tetas algo caídas. Se acercó, su hijo le acarició la cara y juntaron los labios fundiéndose en el pequeño placer de un beso soltando un leve gemido. El beso cada vez era más profundo y jugaban con sus lenguas dando el máximo placer entre una madre y un hijo. Sujetó una teta con la mano y le chupó un pezón, cerró los ojos mientras suspiraba de placer. La agarró de las caderas y le besó el sexo, puso la boca sobre él y pasó la lengua por la raja, el olor le embriagó. Nunca había comido un coño tan rico. Mientras le sujetaba con suavidad la cabeza. Intentaba abrir las piernas mientras se apoyaba en la pared y él agachado oía los gemidos. Su lengua recorrió todo el sexo que se fue inundando de jugos. Ella le hizo gesto de que me pusiera de pie, volvió a besarle probando su boca con sabor a su coño. La abrazó fuerte, sintió el calor de su cuerpo y la humedad del sudor y se corrió dentro de su coño.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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