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Los amantes de Ana (Parte 3)

Pasaron unos diez días desde nuestro último encuentro hasta que Mario me llamó, me dijo que para el siguiente sábado por la tarde tenía que deshacerme de mi esposo, que me tenía preparado un encuentro muy excitante, yo le contesté que sería difícil darle largas a Fabián y que me daba miedo lo que él entendía por excitante, él me respondió que no haríamos nada muy distinto de lo que habíamos hecho hasta entonces.



Logré deshacerme de mi esposo con suma facilidad gracias a la cooperación de Isabel, le dije que saldría con ella y él ni rechistó, al contrario, me dijo que aprovecharía para quedar con algunos amigos con los que no salía desde hacía tiempo.



El sábado después de dejar a mi hijo con sus abuelos me fui a casa de Mario, cuando llegué salió a la puerta a recibirme y me dijo que íbamos a jugar a un juego muy excitante y que para ello debía cubrirme los ojos,  me ofreció una especie de pasamontañas que me cubría casi toda la cabeza, solo dejaba a la vista  desde los orificios de la nariz hasta la barbilla, esa capucha no me permitía ver absolutamente nada y eso me intranquilizó, pero Mario me comentó que era parte del juego y que no me arrepentiría. Al entrar en el salón de la mano de Mario, sentí la presencia de más personas, estaba segura que al menos serían dos o tres además de Mario, les oía murmullar. Me agarré fuertemente del brazo de Mario y le pregunté al oído por quiénes eran los que estaban allí, me contestó que en total eran seis con él y con Vladislav, me susurró al oído que no me quitase la capucha de la cabeza en ningún momento, que además de ser parte del juego se estaba grabando todo, “así mantendrás oculto quien eres”. Yo permanecía agarrada fuertemente a su brazo, me acerqué a su oído y le pregunté en voz baja porqué había traído a tantos hombres, le dije que estaba muerta de miedo y que me quería marchar; Mario me contestó que ya no había marcha atrás. ¿Sabes lo que es un Gang bang?, me preguntó. Algo he oído, le contesté,  me parece que es una orgía en la que varios hombres se follan sin parar a una mujer. Eso es exactamente, me respondió Mario; con seis tíos follándome puedo acabar hecha polvo, le dije medio llorando. Mario me dijo riéndose: “las poyas más grandes ya las has probado”, ahora solo tienes que comportarte como una buena putita y obedecer lo que te mandemos, y lo primero que tienes que hacer es desnudarte aquí en medio para que todos admiremos lo buena que estás”.



Me entraron ganas de salir corriendo, estaba asustadísima, pero me quedé sin reaccionar, temblando y llorando por lo que se me venía encima. La situación era humillante: quitándome la ropa a ciegas delante de seis hombres que no paraban de hacer comentarios obscenos sobre mí, refiriéndoseme como la puta, la guarrilla u otros calificativos despectivos. Yo comencé a llorar con mayor fuerza, temblándome los labios, noté que las lágrimas me traspasaban la capucha; uno de ellos se dio cuenta y comenzó a decir riéndose: “mirad como llora la guarrilla, se está dando cuenta ahora de la que le vamos a dar”, al oír esas palabras el mundo se me vino encima, pero sabía que ya era imposible la vuelta atrás, no tenía escapatoria”.



Una vez me quité toda la ropa empezaron a manosearme por todos lados, alguno tocaba mis pechos, otro me cogió los glúteos separándolos y de repente me encontré con unos dedos introduciéndose dentro de mi ano. Otro introdujo sus dedos en mi vagina que se encontraba ya totalmente húmeda de la excitación. Nunca me hubiese imaginado que el miedo y la humillación a la que estaba siendo sometida pudieran llegar a excitarme de esa forma.



Uno de los hombres me ordenó que me pusiese de rodillas y en cuanto me agaché se fueron turnando metiéndome sus poyas en la boca, así me tuvieron un buen rato, eran muy bruscos, me agarraban la cabeza moviéndomela con fuerza haciendo que sus poyas me llegaran hasta la misma garganta provocándome continuas arcadas, me entró un calor sofocante y me faltaba la respiración, casi no tenía tiempo para respirar, cada vez que sacaba uno su polla de mi boca aprovechaba para coger una bocanada de aire. Luego, me acercaron al sofá y me hicieron agacharme, mientras que uno de ellos me rellenaba la boca con su pene otro me penetraba por el ano, así se fueron turnando durante un buen rato; estuve segura de que ninguno de los que me penetraron al principio eran alguno de mis amigos, pues se notaban que sus poyas no eran tan grandes como las de ellos, aunque tampoco eran lo que se puede decir pequeñas. Al menos en esta ocasión no me dolió tanto la penetración anal como cuando me penetró Vladislav por primera vez. De momento ninguno de los hombres me habían penetrado con su miembro por la vagina, solo me lo habían hecho por el ano, con lo que si me habían penetrado la vagina era con dedos. Uno de los hombres le pidió al que me estaba sodomizando que le dejara a él, este le cedió el sitio, y el que se puso a follarme comenzó a decirme insistentemente que me moviera más, mientras otro hombre se corrió en mi boca y me dieron grandes arcadas cuando el semen me llegó a la garganta, lo escupí torpemente y sin fuerza por lo que se me derramó por la barbilla hacia el cuello mezclado con mi saliva; no habían pasado ni diez segundos cuando ya tenía otra poya dentro de mi boca y esta podría ser la de Vladislav, porque el glande era tan enorme como el que yo recordaba, apenas podía respirar y las arcadas eran continuas, pero eso les daba igual, yo sólo era un trozo de carne con la que ellos se saciaban. El hombre que me follaba el  ano volvió a decirme que me moviera más y al cabo de unos segundos, como yo no le hacía caso se puso a decir que yo no me estaba portando bien y le dijo al resto de hombres: “esta puta mueve muy poco el culo, vamos a tener que darle un correctivo para que se mueva más”, dejó de follarme y pidió que me sujetaran y que le acercaran la fusta, yo comencé de nuevo a llorar y a suplicarles por favor que no me hicieran daño, pero todos se reían. Mientras me sujetaban, Mario se acercó a mi oído y me  susurro que mordiese fuertemente un trapo que acercó a mi boca. Eran unos sádicos, algunos de ellos se disputaron el azotarme; déjadle a él, dijo Vladislav, el afortunado que tuvo el privilegio de azotarme lo hizo con saña, al sentir el primer latigazo de la fusta en mis glúteos me oriné cayéndoseme todo el líquido piernas abajo, me volvió a dar un segundo latigazo igual que el anterior, golpeándome con la fusta en las dos nalgas a la vez, estaba segura de que esos latigazos me habían hecho heridas. Volvieron a ponerme en la postura en la que estaba antes para que siguieran follándome; por el temor a que me volviese a golpear con la fusta comencé a mover el culo con mucho brío. El hombre que tuvo la idea de que me azotaran y que de nuevo se había puesto a follarme por el culo se puso a reír y a decir: “así me gusta, que seas una putita obediente”; todo era humillante. Le oí jadeando mientras se corría dentro de mi culo, se retiró y otro hombre ocupó su turno, pero esta vez me penetró por la vagina, tenía un pene muy grande, no se si era el de Mario, porque se mantuvo callado, pero yo seguía sin parar de mover mi culo por el temor a la fusta. La gran verga que tenía dentro hizo que llegara mi primer orgasmo, y con el empecé a tranquilizarme y a resignarme, después de que se retirara  el que yo pensaba que era Mario me pusieron a horcajadas encima de otro hombre que estaba retumbado en el sofá; estuve segura de que este hombre era Mario y eso me dio brío, comencé a cabalgar sobre él deslizando su gran miembro dentro de mi vagina, mientras otro hombre se me acopló por detrás  penetrándome el ano, era la segunda vez en mi vida que me follaban por la vagina y el ano a la vez, pero no quedaría ahí, otro tercero me metió su miembro en la boca, y fue entonces la primera vez en mi vida que  tres hombres a la vez me follaban por todos los orificios penetrables de mi cuerpo, esa fantasía que yo había tenido en innumerables ocasiones se estaba cumpliendo. Así con todo mi cuerpo pegajoso y sudoroso  me llegó el segundo orgasmo de la tarde. Dejaron de follarme, me tumbaron en el suelo y me abrieron de piernas, pero como yo intentaba cerrarlas me sujetaron los brazos y las piernas contra el suelo abiertas de par en par, mostrando plenamente mi sexo e impidiendo que me moviera, uno de ellos  empezó a meterme todos los dedos de la mano en mi vagina y muy poco a poco fue introduciéndome la mano entera, aunque yo estaba muy dilatada por todo lo que me habían follado no estaba lo bastante como para evitar que me doliese la penetración de la mano, ya que era una mano grande, mucho más grande que cualquiera de los penes con los que me habían follado, pero el dolor no llegó a ser muy grande ya que la introdujo muy... muy lentamente y con gran suavidad, pero una vez entró completa hasta la muñeca noté como dentro de mí el hombre cerró el puño, estuvo aproximada mente un minuto deslizando su puño y su muñeca hacia dentro y hacia fuera, hasta que empezó a sacar el puño cerrado poco a poco, aunque mi vagina estaba ya muy dilatada me dolió y no tuve más remedio que gritar y suplicarles que lo dejaran ya; me encontraba completamente exhausta. No me hicieron caso y nada mas sacar la mano de mi sexo me pusieron de rodillas con el culo en pompa y la cara sobre el suelo para que uno de los hombres me follara, dado lo ensanchado que tenía mi sexo no podía apreciar el tamaño de su pene, se entretuvieron alternándose un rato follándome por el culo, hasta que Vladislav los quitó y me penetró la vagina, dijo: “bueno putita, por fin te la voy a meter por tu conito”, mientras otro levantó mi cabeza y me metió su poya en la boca; así, sin poder moverme lo más mínimo y penetrada por todas partes, con una poya en la boca, otra grandísima en la vagina y varios dedos sodomizando mi ano, llegué a tener mi tercer orgasmo. Perdí la noción del tiempo, creo que habían pasado cerca de dos horas y que todos me habrían follado al menos tres o cuatro veces, estaba verdaderamente exhausta. Era extraño, pero de vez en cuando alguno de esos penes conseguían que me llegase un orgasmo, habría tenido cerca de diez, pero cada vez de menor intensidad. Estaba llena de semen por todos lados, dentro del culo, de la vagina, me había tragado no se que cantidad sin que ya me produjese arcadas. Me di cuenta de que algunos de los hombres habían abandonado la casa, no se si dos o tres de ellos y habrían pasado más de dos horas sin haber parado de ser follada.



Cuando se marcharon todos, Mario me quitó la capucha y me dijo que descansara algún tiempo en el sofá mientras veíamos algo del video que habían grabado. Le pedí que esperase a que yo fuese al baño a lavarme un poco, estaba totalmente sucia y pringosa, me dediqué un rato a observarme en el espejo del baño, las señales que me habían dejado los latigazos de la fusta, dos en cada glúteo, alargadas y aún rojas, que de seguro en un día se me pondrían moradas y me sería imposible ocultárselas a mi marido. Me puse de espaldas agachada  abriendo mis doloridas nalgas para ver en qué estado estaban mis orificios y era impresionante lo dilatados que estaban, pensé que haría falta mucho tiempo para que volviesen a la normalidad si es que podían volver, ¿cómo iba a poder ocultar a Fabián los rastros de esa tarde de sexo tan brutal?



Regresé junto a Mario para que me mostrase el video. Lo habían grabado todo, desde el principio cuando entré en la casa. Mientras me desnudaba se notaba el miedo que tenía por lo que me temblaba el cuerpo, me habían enfocado mientras lloraba saliéndoseme  las lágrimas por la capucha. Vi cómo me golpearon con la fusta y como me oriné del dolor y del miedo. Vi las imágenes de cuando penetró uno de ellos con su mano mi vagina y como sacó su mano con el puño cerrado. Grabaron cada vez que sacaban una poya de mi ano siempre tomando un primer plano de mi dilatado esfínter, era impresionante lo abierto que me lo dejaban, incluso se llegaba a ver el interior de mi culo pringado de semen. En una imagen vi que me abrieron de forma exagerada los glúteos sacando un primer plano en el que se veía como me chorreaba semen por mis orificios. En las imágenes que grabaron de mi cara mientras me metían las vergas hasta la garganta, se notaba la angustia de algunos momentos en que me faltaba de aire. Me habrían follado por todos mis orificios al menos quince o veinte veces y en algunas ocasiones metiendome dos penes a la vez, la verdad que era imposible llevar la cuenta. De los hombres solo salían imágenes de sus miembros mientras me los metían. Fue brutal, me encontraba completamente agotada.



Las imágenes y el recuerdo de todo lo que había pasado esa tarde me producían sentimientos contradictorios, por un lado, me sentía como una puta sucia  y humillada, por otro lado, esa situación de dominio que ejercían sobre mí, el sentirme vejada y maltratada por un grupo de hombres, me causaba una tremenda excitación. Un mes antes, no hubiese podido pensar que me llegaría a excitar tanto esas prácticas, pero todo era muy extraño, viendo las imágenes de mayor brutalidad, la de los golpes con la fusta que me hicieron orinarme encima y el puño saliendo de mi vagina, me volvía a excitar. Yo que siempre había pensado que las personas que practicaban el sado-maso eran enfermos viciosos del sexo, yo que me considero una mujer de lo más normal, me derrito de excitación nada más pensar en cómo me habían tratado y las cosas que me habían hecho. Una cosa que me tenía muy inquieta era el no conocer la identidad de esos hombres, el no haber visto sus caras; podría encontrármelos en cualquier sitio sin yo saberlo mientras que ellos sí que podrían reconocerme.



Mario me ofreció que me quedase al menos un par de horas durmiendo y recuperándome y después me llevaría a mi casa; yo le contesté que no podía quedarme tanto tiempo, que mi marido me esperaba, que le diría que me había puesto enferma de repente, con una gripe o algo así, o quizás, que me habían sentado mal las copas. Mario me dijo que no me preocupara tanto de mi marido. Pasamos otra media hora repasando los videos y luego me acercó hasta la puerta de mi casa.



Cuando llegué a casa Fabián todavía no había vuelto de su cita con sus amigos, me acosté y al instante le oí llegar, a los cinco minutos estaba dentro de la cama pidiéndome guerra, pero yo me hice la enferma, le dije que me encontraba mal, que acababa de vomitar por culpa de las copas que había bebido. A la mañana siguiente, aunque estaba extenuada, me toqué el sexo y el ano para apreciar en que estado estaban y ya se encontraban mucho menos dilatados. Nada mas despertarse Fabián me preguntó que tal me encontraba, yo le dije que mejor y el me preguntó si ya podíamos hacer el amor, yo viendo que mi sexo ya estaba mucho más cerrado accedí. Me entró pánico cuando me propuso hacerlo en la postura que a él le gustaba, esa en la que yo me tenía que agachar mostrándole mi culo y en la que me vería las marcas de la fusta, le dije que prefería que lo hiciéramos estando yo tumbada boca arriba porque todavía no me encontraba bien del todo, menos mal que Fabián no insistió. Fue dificilísimo ocultar mis glúteos durante varios días a mi marido, solo me quitaba las bragas cuando estábamos completamente a oscuras.


Datos del Relato
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