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LOLITA - lA SOBRINA DE aNDREA III-

En los días siguientes nuestra vida continuó igual. Cumpliendo con la promesa que le había hecho a Maria, mi relación con su hija Andrea era muy buena. Por otro lado, Clara me fue tomando cariño y a su madre le encantaba que empezase a relacionarse con otra gente, pues desde siempre se había mostrado más bien tímida y vergonzosa con los extraños. Eso, al menos, es lo que creía ella... Desde aquella mañana en que vino a despertarme a la cama, no había vuelto a ver a Clara vestida así, únicamente con un camisón y braguitas, y de eso hacía ya una semana.
Un día, estando en mi casa y disponiéndome a salir ya para el instituto, sonó el teléfono. Al descolgar me extrañó mucho escuchar la voz de la madre de Andrea, ya que era la primera vez que llamaba a mi casa. Intercambiamos saludos y enseguida comentó que tenía algo que decirme. Debía de tratarse de algo muy importante para que me hubiese llamado a casa. A continuación me contó de qué se trataba.
- Escucha atentamente lo que te voy a decir -empezó a decir- Mi hermana Carmen tiene que volver pasado mañana a su pueblo para arreglar unos asuntos que le van a llevar cinco días. Lleva unos días tratando de convencer a Andrea para que la acompañe otra vez allí. Dice que la otra vez que fue no salió de casa por culpa suya y que le gustaría que volviese para que le hiciese compañía los días que se tiene que quedar y para que conozca el pueblo.
- ¿Y qué dice Andrea de todo esto? -le pregunté.
- Pues de momento no está muy de acuerdo y creo que la razón es que no quiero separarse tanto tiempo de ti -me comentó- Yo ya he convencido a Carmen para que deje a Clara aquí conmigo esos cinco días. He pensado pedir un permiso en el trabajo que no me vendrá nada mal. Ya lo tenía pensado desde hace tiempo, pero ahora me he decidido tomarme unos cuantos días de descanso. Y qué mejor que pasarlos con mi sobrina... y contigo. Me gustaría que vinieras a dormir con nosotras, sino me voy a sentir muy sola por las noches, ¿no te parece?
- Me parece bien, -contesté excitándome ya ante el mero pensamiento- Pero, ¿cómo lo vamos a hacer para que Andrea se vaya con tu hermana y nos deje solos?
- Para eso precisamente te he llamado -continuó Maria- Cuando vengas esta noche, Andrea te pedirá que vayas con ella, pero antes de que ella lo haga tú tienes que darle alguna excusa para no hacerlo. Así no sospechará nada de lo nuestro. Podrías decirle que tus padres te necesitan unos días para algo o cualquier otra cosa, eso lo dejo en tus manos. Estoy segura que si tú no la acompañas Andrea se decidirá a irse de todas formas, ya que me ha parecido que le encantaba la proposición de su tía.
- Muy bien -contesté- Entonces, ya está todo claro. Me inventaré alguna excusa y a ver si tenemos suerte.
- Confío en ti, Marcos -me dijo con voz muy seria- No me falles esta noche y en los próximos cinco días yo tampoco te fallaré... Adiós.
Estuve todo el día dándole vueltas a la excusa que le pondría a Andrea para quedarme, pero cuando aquella noche me encontré delante de ella me quedé completamente en blanco, así que tuve que improvisar. Le conté que tenía que irme con mis padres al departamento de la costa a ayudarles a ponerlo en condiciones para el verano. Al principio temí que Andrea no me hubiese creído pues su cara reflejó una extraña expresión de tristeza, pero después mis temores se disiparon. La tristeza estaba causada porque no podía acompañarla. Me contó lo que yo ya sabía acerca del viaje y después de una corta conversación quedamos en que a mí no me importaría que se fuese.
Dos días después estábamos todos en la estación de trenes para la despedida. Mi novia y yo ya nos habíamos despedido intensamente la noche anterior al 'estilo de Andrea', como ella siempre decía. La despedida en la estación fue rápida pues solo íbamos a estar separados cinco días. Lo único que se salió de lo normal fueron unas lagrimillas de Clara que su tía enseguida supo apaciguar. Pocos minutos después, el tren en que viajaban mi novia y su tía salía ruidosamente de la estación dejándonos libres para disfrutar de los siguientes cinco días que yo esperaba fuesen los mejores de mi vida.
Como es de imaginar, Maria me pidió delante de Clara que me quedara esa noche con ellas para no estar solas. Naturalmente, acepté enseguida cosa que extrañó a la chica pues ella también pensaba que yo me iba con mis padres. Tras explicarle lo que había planeado la madre de mi querida novia, que en realidad yo no iba a viajar a ningún lado y que íbamos a pasar los cinco días juntos, Clara se puso más contenta que unas pascuas. Ella y su tía volvieron a casa mientras yo terminaba algunas cosas pendientes.
Aquella tarde, me dirigí directamente a casa de Maria. Cuando llegué estaban terminando de comer como de costumbre, pero la ausencia de Carmen y de Andrea ya se había empezado a notar y de qué manera. Clara llevaba puesto el camisón que Maria le había prometido días atrás.
 
- ¿Te gusta el camisón que me ha regalado la tía, Marcos? -me preguntó inocentemente.
Era un camisón transparente que le llegaba dos dedos por debajo del culo, así que se sentase como se sentase se le verían todas las bragas. La prenda era realmente una preciosidad.
- Enséñale el conjunto de ropa interior que te he comprado, cariño -la animó su tía- Ya verás cómo le gusta.
Bajo la transparente tela del camisón se adivinaba un conjunto de braguitas y sujetador que la chica, en su inocencia, no dudó ni un instante en enseñarme. Mi corazón latía a mil revoluciones. Clara se levantó lentamente el delicado camisón dejando a la vista las preciosas braguitas que Maria le había regalado. Eran rosas, con un triángulo de seda transparente en la zona del pubis que mostraba completamente su rayita sin un solo pelo. Irma se levantó y al pasar por delante de mí aprovechó para acariciar suavemente mi pija que ya estaba parada ante semejante espectáculo.
- ¿Has visto que Clara no tiene aún ni un solo pelo en la concha? -me susurró- ¿Te gusta? Seguro que sí, lo leo en tu mirada.
- Marcos, ¿te gusta el regalo de la tía? -me preguntó la chica después de su exhibición.
- Mucho, cariño -le respondí sin poder apartar la vista.
- Bueno Clara, mientras le enseñas el conjunto a Marcos yo me voy a dar un baño -dijo Irma dirigiéndome una pícara sonrisa- Podrías hacerle un desfile como antes me has hecho a mí...
- ¡Claro! -exclamó alegre la chica- Será muy divertido.
- Muy bien -respondió Irma- Cuando salga del baño nos iremos a dormir, así que diviértanse ahora todo lo que quieran, pero después a dormir, ¿eh Clara?
- Sí tía -aceptó Clara con tristeza y dicho esto Maria nos dejó solos- Mírame las braguitas, Marcos.
En realidad no había hecho otra cosa desde que había entrado en la habitación. Estaba completamente hipnotizado. Hacía mucho calor y llevaba puesta una camiseta y un fino pantalón corto, bajo el cual empezaba a notarse un tremendo bulto.
- ¿Te has fijado en que se me ve la rayita sin bajármelas? -exclamó Clara emocionada, mirándose la parte delantera de las bragas- Es porque tienen una parte transparente. ¿Te gustan? A mí sí y aún más porque me las ha regalado la tía. Mírame.
Clara se sentó en una silla y abrió las piernas, separándolas con las manos, dejando a la vista la rosada y tierna piel de su joven sexo.
- Todavía... todavía no tienes pelitos -le dije mirándola fijamente.
- No, sigo esperando que me crezcan -contestó con resignación- La tía dice que pronto me van a salir como a ella.
- ¿Te ha enseñado la tía los suyos? -le pregunté cada vez más interesado.
- Claro que sí, son rubios y se mojan con los jugos de su rajita -dijo Clara con suficiencia- Marcos, ¿podrías acercarte y mirar si me ha crecido alguno? Es que yo no llego a verme bien...
 
Afirmé con la cabeza y acercándome a la silla en que estaba sentada la hice levantarse. Luego me puse de rodillas ante ella y le bajé un poco las braguitas. Empecé a tocar su suave conchita con las dos manos, fingiendo que inspeccionaba la zona en busca de vello. Le di incluso la vuelta pasando mis dedos por su tierno culito.
- A ver, Clara, agáchate un poquito -le pedí.
- ¿Así? -me preguntó agachándose y separando un poco las piernas sin que yo lo dijera- Marcos, ¿por qué me miras el culito? ¿Es que también salen pelitos ahí?
- A veces sí... -mentí descaradamente.
- Pues entonces deja que te ayude para que veas mejor -dijo y se separó las nalgas con sus pequeñas manos para que pudiera verla con más detalle.
Pasé toda la mano por su conchita, tocándole el clítoris y la rayita con los dedos. Seguí el trazado de sus labios vaginales hacia su entrepierna, subiendo luego por su culito hasta acabar en el final de la espalda. Aproveché también para presionar sensualmente los dos estrechos agujeros que encontré en mi camino y que podía ver a la perfección. Mi corazón estaba a punto de estallar y le subí las braguitas.
- Pues no, todavía no tienes ninguno -le dije como si me hubiese fijado- Pero las braguitas que te ha regalado tu tía te quedan de maravilla. Menos mal que no está tu madre, sino no sé si te dejaría llevarlas.
Clara estaba seria y con la cabeza baja, mirando el suelo sin prestar la más mínima atención a lo que le estaba diciendo. Parecía que tenia algo que decir así que esperé a que estuviese preparada para hacerlo.
 
- Marcos -comenzó a decir con voz tan baja que me tenía que esforzar para entender- La tía me ha dicho que puedo jugar contigo como con ella, pero no a los juegos a los que jugamos cuando está mi madre, sino... a los otros...
- Sí, cariño -le contesté dulcemente- Puedes jugar conmigo.
- Es que a mi madre no le gusta nada -me dijo dando rienda suelta a sus pensamientos- Y yo con la tía he aprendido muchas cosas interesantes y divertidas.
- ¿Desde cuándo juegas con la tía? -le pregunté, aunque ya sabía la respuesta de boca de Maria.
- Desde que era muy, muy pequeña -me contestó mirándome por primera vez a la cara- Cuándo ella viene a nuestra casa de visita, duerme en mi cama. Un día me enseñó todos los juegos que sé, pero me dijo que a mi madre no le gustarían y que no tenía que contarle nada de lo que me había enseñado. Desde entonces ese fue nuestro gran secreto. Yo quiero mucho a la tía, ¿sabes?
- Claro que sé que la quieres -le dije- Podemos hacer una cosa. Si tú me enseñas los juegos que sabes, yo puedo enseñarte a los que jugamos tu tía y yo. Seguro que te gustarán y a lo mejor podemos jugar los tres juntos...
- ¡Dale! -dijo Clara entusiasmada- La tía ya me ha contado que también juega contigo... Pero tú no le dirás nada a mi madre, ¿verdad?
- Por supuesto que no -la tranquilicé y acercándome a ella separé sus piernas con mis manos- A ver, déjame ver tus braguitas nuevas otra vez.
Clara se levantó el camisón y separó las piernas sin que yo le dijese nada. Repetí las caricias y movimientos de unos minutos antes y la chica suspiró de placer. Al pasar un dedo por entre sus pequeños labios vaginales, noté que tenía un poquito de flujo.
- Las bragas que me compra la tía son muy bonitas, pero me gustan por otra cosa -me dijo Clara mientras movía sus caderas contra mi mano- Son tan pequeñas que se me meten por la rajita y al rozarme hacen que me salgan jugos de mi agujerito. Eso me gusta mucho, ¿sabes? También he descubierto que si me paso el dedo por donde tú lo estás pasando ahora, me mojo todas las bragas como cuando juego con la tía a las cosquillas.
- ¿Jugás siempre a las cosquillas? -pregunté sin interrumpir mis caricias.
- Bueno, siempre que yo se lo pido -contestó con la cara toda colorada por la excitación- Pero cuando más me gusta es cuando estamos solas, y creo que a la tía también.
- ¡Anda, es verdad! -exclamé- Mira qué mojados tengo los dedos... ¿Saben bien tus jugos?
- La tía dice que sí -me respondió- Méteme un dedo y después te lo chupas como hace la tía.
Clara se apartó las braguitas a un lado con la mano y yo metí un dedo entre sus mojados labios vaginales. Acaricié por primera vez su húmeda piel cosa que a Clara le gustó y saqué el dedo empapado de sus jugos. Levanté la mirada para ver su reacción al lamerme el dedo, pero vi que no me miraba a mí sino a mi pija que ya sobresalía un poco fuera del pantalón pues unos segundos antes me había bajado la cremallera presa de la excitación.
 
- ¿Es la primera que ves, Clara?
- No, una vez vi la de mi primo José, pero él es muy pequeño -me dijo con los ojos fijos en mi verga- Un día la tía me enseñó unas fotos y me dijo que me fijase bien porque era algo que muy pronto me gustaría.
- Tu tía tiene razón -le dije- ¿Quieres tocarla?
- No sé -contestó un poco asustada- Es un poco rara... Pero si la tía dice que me gustará...
- Muy bien, acércate y dame la mano... -le dije dulcemente.
Me la saque por el hueco de la bragueta y quedó ante la atónita mirada de Clara. La chica me tendió su pequeña mano y la acerqué lentamente a mi hinchada pija. La tocó como con miedo, pero pronto el miedo pasó a ser curiosidad.
- ¡Qué caliente está! -exclamó sonriente.
- Está tan caliente como tu conchita -le contesté- ¿Te ha gustado cómo te lo he acariciado?
- Sí, pero... -dudó- Es que yo no sé tocarte... Me gustaría que me enseñases cómo hacerlo. Yo también quiero que te guste.
- Claro -le respondí encantado de tener a una alumna tan dispuesta a aprender- Cierra tu mano alrededor de ella y agárrala con fuerza. Eso es... Ahora empieza a subirla y bajarla despacio. Muy bien... Así la pondrás cada vez más caliente y más grande.
- ¿Lo hago bien así? -me preguntó sin apartar la mirada de mi glande que salía y entraba de su pequeño puño.
- De maravilla, Clara, no pares... -le respondí presa de una terrible excitación.
- A mí cuando más me gusta es cuando me empiezo a mojar toda como si me hiciese pis, pero no es pis. ¿Y a ti? -me preguntó inocentemente pero sin reducir la velocidad de su primera masturbación a un hombre.
- Ahora lo verás -le contesté a duras penas, pues sus movimientos y la presión de su mano me estaban llevando al séptimo cielo- Ves ese agujerito en la punta, pues por ahí sale un líquido que parece leche. Pero no te asustes cuando salga, ¿eh? Tú solo tienes que seguir bajando y subiendo la mano, hasta que deje de salir esa leche.
- ¿Y está buena esa leche? -me preguntó con curiosidad.
Aún no había acabado de decirlo cuando acabe con fuerza. Le tiré cuatro chorros, uno de ellos en su mano y los otros tres sobre sus piernas. Clara aguantó estoicamente la descarga y no apartó la mano ni un solo momento, sin dejar de moverla como le había dicho. Cuando acabé la chica me miró con curiosidad.
- ¿Te ha gustado? -me preguntó con una dulce voz.
- Sí, cariño -le contesté a duras penas- Lo has hecho muy bien.
- ¿Puedo probar tu leche? -me preguntó con los ojos llenos de curiosidad.
- Claro que sí -le contesté sonriendo.
Tomé su mano con la mía y mojé uno de sus dedos en mi semen. Se lo llevé lentamente a la boca y ella, sacando la lengua, lo chupó como si fuese un caramelo.
- ¿Te gusta? Ahora dame a probar a mí tus jugos -le pedí y como en un juego se metió dos dedos en su rajita y me los llevó a la boca.
- ¿Aún están aquí? -exclamó Maria desde la puerta.
- Sí tía, estaba jugando con Marcos -dijo la chica sacando sus dedos de mi ansiosa boca.
- Creo que ya habéis tenido suficiente por hoy -dijo la tía de Clara envuelta en una toalla- Clara, vamos a dormir. Dale un beso de buenas noches a Marcos.
- Hasta mañana, Marcos -obedeció la chica dándome dos besos en la mejilla.
- Buenas noches, cariño -contesté y se fue en dirección a su cuarto acompañada de Maria que me sonrió en la distancia y me sopló un beso que presagiaba que todavía me esperaban nuevas y emocionantes experiencias...
Datos del Relato
  • Categoría: Fantasías
  • Media: 5.93
  • Votos: 56
  • Envios: 7
  • Lecturas: 4841
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
edy
invitado-edy 03-06-2007 00:00:00

es tan bueno que me corro sin tocar mi aparato. De verdad que es buenisimo, de los mejores relatos que hay por aqui. Te mando un saludo.

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