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Las universitarias sumisas (Cap. 6)

Mientras que las panzonas estaban siendo educadas y entrenadas en el arte de ser perras domésticas, las chicas 90, 60, 90 que habían firmado el contrato pensando que iban a ganar dinero a manos llenas para hacerse ricas de la noche a la mañana, estaban siendo entrenadas para ser explotadas y servir como chicas de la vida nocturna, dar servicios a diferentes personas en hoteles de lujo sin importar el sexo del cliente contratante; los servicios se podían contratar ya fuera por hora o por toda la noche y el costo influía si podían tocar las carnes a la perrita o no, todo dependía de cuanta diversión deseaba el cliente para quedar satisfecho y seguir buscando los servicios que ofrecían las putitas.



Pronto el entrenamiento de las chicas empezó a dar a manos llenas ganancias, ya que no dejaban de sonar los teléfonos para contratar los servicios ofrecidos por esas bellas perritas. Algunas veces debían mamar polla, otras debían lamer concha o en algunas ocasiones hasta lamer pies como toda una buena perrita faldera cuando lame los pies de su amo.



No cabía duda que su Alteza o sea yo había dado en el clavo, habiendo encontrado actividades muy distintas pero a la vez que me producían bastante dinero por día, por un lado unas cuantas gordas que ya habían olvidado su vida pasada ahora se dedicaban a servirme de diferentes maneras y la otra mitad de gordas estaban siendo contratadas como esclavas domésticas, actividad que me generaba una gran cantidad de dinero.



Las panzonas iban a ser rentadas como baños públicos, ya que por su semejante gordura tenían bastante capacidad para recibir las cacas y orines de toda aquella persona que necesitara un baño con urgencia.



Aún no he decidido si rentarlas en fiestas privadas o ponerlas en cada esquina de manera que la gente en la calle no tenga que aguantarse las ganas de cagar, creo que todo va a depender de cuánto dinero me generen como baños callejeros.



Prácticamente el negocio entre las gordas y panzonas era un negocio redondo muy lucrativo, mientras que las 90,60 90 exhibían sus carnes a la vez que daban placer a quienes lo solicitaran mediante el pago correspondiente.



Las panzonas ya prácticamente me habían entregado al 100% su voluntad y tal como se les había advertido ya no recordaban su vida pasada, ya ni recordaban sus nombres, por lo que ahora eran unos robots a los que yo controlaba con mando de voz.



Después de una semana de constante entrenamiento de las panzonas, recibí una llamada telefónica, mi Ama de llaves llevó el inalámbrico hasta mi sala de reposo y postrándose a mis pies me dijo que eran las clientas que habían contratado a mis ex amigas que ahora servían de esclavas.



Llamaban para ampliar el contrato de esclavitud por un mes adicional, ya que habían salido esclavas muy eficientes y deseaban continuar siendo servidas con esa misma calidad de la que solo mi entrenamiento ofrece. Sin ningún problema extendí la renta de mis esclavas, sin embargo les recordé a mis clientas que el pago era por adelantado así que les di mi número de cuenta bancaria para que me realizaran el depósito que cubría la renta.



Era más que obvio que mi negocio había pegado con tubo y estaba teniendo más éxito de lo que yo había previsto. Aproveche la llamada para preguntar si no deseaban ampliar el número de esclavas a sus pies, ellas preguntaron si tenía nuevo material a lo que dije que sí, ellas preguntaron qué tipo de material y les dije que tenía unas panzonas recién salidas del horno que por su volumen bien tenían la capacidad de servirles como baños portátiles si realizaran eventos en sus casas.



A las clientas les gustó la idea por lo que hicieron un contrato adicional y aprovecharon para realizar un pago total que amparaba la renta de las esclavas y la renta ahora de las panzonas para servirles como retretes. Al parecer ya estaba definido en qué tipo de modalidad iban a desempeñarse las panzonas. Inmediatamente después de terminar la llamada y con el Ama de llaves aun postrada esperando mis órdenes le dije que tenía solo dos minutos para regresar con las panzonas.



El Ama de llaves al recibir la orden después de besarme los pies, salió disparada como bala de cañón para cumplir con el mandato de su digna Alteza. Pocos minutos más tarde regresaba el Ama de llaves con las panzonas arrastrándose como viles gusanos, ya que por su gordura se les dificultaba andar a cuatro patas, más que gusanos parecían orugas por el tamaño de su panza y arrastrándose pues daba esa impresión, las orugas me lamieron los pies en muestra de respeto y veneración absoluta, habían dejado de ser las panzonas que querían escapar, ahora ya no recordaban esa etapa y eran felices con esa nueva vida.



Solo por cortesía les comunique que debían arreglar sus pocas garras ya que habían sido rentadas y tenían que estar listas, las orugas agradecieron la oportunidad y una vez más lamieron mis pies para después retirarse.


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