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Las grabaciones del trastero

~ LAS GRABACIONES DEL TRASTERO

el amigo del tío Cosme

 

Estimado X:

No es molestia para mí recuperar el contenido de las grabaciones. Yo también soy un poco cotilla y me fascina recomponer las revelaciones que hace el aparente paciente que en ellas habla. Te adelanto que poco a poco, lo que en un principio parecía una bonita historia de iniciación, se va enturbiando. No sé en qué terminará. Pero aquí te envío lo que he rescatado de otra de las cintas.

Un saludo

SEGUNDA SESIÓN

 

-Ayer hablé con un hombre en el trabajo al que hacía tiempo que no veía.

-¿Un compañero?

-No exactamente. Es de la plantilla de una empresa contratada para el mantenimiento del edificio. Suele venir cuando se aborda alguna reforma o hay que trasladar muebles. Es un hombre de aspecto rudo y torso poderoso... Y ayer intercambié con él unas palabras.

-¿Por alguna razón en especial?

-Sólo porque me gusta.

-¿Cuando dices “me gusta”...?

-¡Quiero decir que me encerraría con él en los servicios del trabajo, le bajaría los pantalones y me metería su polla en la boca hasta que me ahogase con su lefa!

Lo siento. Estoy un poco nervioso.

La verdad es que me he masturbado esta noche fantaseando un encuentro con él; pero poco a poco, en vez del rostro de ese hombre, lo que terminé por recrear en mi fantasía fue el rostro de Tino, el amigo de mi tío Cosme.

¡Y no lo puedo evitar!

-Nos acercamos a los hechos.

-Sí, lo sé.

-Háblame del amigo de tu tío.

-Yo no sabía mucho de él. Y tampoco me había preocupado nunca por saber.

Vivía en la zona más apartada de la calle en la que mi abuela tenía la casa. Por entonces contaría con treinta y tantos años. Un hombre en la plenitud de su fuerza, casado y con dos hijos.

De vez en cuando venía por la casa de mi abuela preguntando por Cosme; parece que se ayudaban mutuamente en cosas del campo.

Pero a mi abuela no le gustaba. Pensaba que la balanza de favores estaba muy desequilibrada en beneficio de Tino. Y ella lo interpretaba como una debilidad.

-¿Qué te parecía a ti ese hombre?

-Me imponía respeto. Era más corpulento que mi tío, con labios muy carnosos, incluso demasiado. Los rasgos duros y la piel morena y velluda no ayudaban a que uno lo mirase con demasiada simpatía.

Mi tío, cuando lo veía, parecía encoger.

-¿Le tenía miedo?

-La cuestión es que nunca se negaba cuando le buscaba.

-Te has quedado pensativo.

-Pensaba en aquella tarde. Parecía perfecta. Mi abuela hizo unos dulces y después chocolate. Mi hermana y yo nos pusimos las botas.

Me acordé de Cosme durante esa merienda tan poco veraniega, que estaría trabajando mientras nosotros nos lo comíamos todo. Aparté unas galletas y le pedí permiso a mi abuela para llevárselas. También chocolate en un recipiente de cristal.

Cuando llegué a las eras, no lo encontré.

Un aldeano me dijo que se había ido con Tino.

Sopesé regresar a casa. Sin embargo terminé pedaleando hacia los huertas, donde su amigo cultivaba un terreno. Aunque no sabía cuál.

Pero dar con él fue sencillo porque encontré la mula de mi tío atada bajo una higuera en una de las parcelas. Sin embargo no se veía a nadie trabajando la tierra. Me pregunté dónde se habrían metido.

En una rinconada se levantaba una caseta de paredes de adobe y un tejado de uralita. Me acerqué con las galletas y el tarro con el chocolate aún caliente. Tal vez estuvieran dentro.

Iba a empujar la portezuela de madera de la caseta cuando escuché un gemido; un gemido constante. Y también una voz.

Presentí que algo extraño ocurría dentro.

En un lateral se abría un ventanuco con barrotes encastrados. Con el mayor sigilo me llegué a él y miré al interior. Lo que presencié...

-Te escucho.

-Cosme y su amigo Tino estaban tumbados en una especie de camastro... sin pantalones ni calzoncillos. Y éste abrazaba a mi tío detrás. Le había tomado una pierna con una mano bajo la rodilla y... y su sexo entraba y salía del ano de mi tío. Un sexo duro, casi negro, macizo, venoso... cabrón.

Perdón: ¿puedo beber un poco de agua?

-Sí, claro.

...

-Cosme no oponía resistencia. No parecía él, poseído por ese hombre que no paraba de encularle y decirle cosas.

-¿Qué cosas?

-Le recordaba las veces que se lo había follado desde que era un mocoso y que se lo follaría siempre que quisiera porque se lo debía; le recordaba cuánto disfrutaba Cosme cuando le llenaba el culo con su abundante leche, las corridas que se pegaba mientras se la metía hasta los huevos...

Después le volvió la cara, le puso sus excesivos y sensuales labios en los morros y le metió la lengua hasta el gaznate.

Al momento, de la polla de Cosme empezó a salir ese caldo transparente que a mí tanto me gustaba sentir en mis manos. Estaba completamente entregado a Tino que le apremiaba: “Suelta la leche, que yo te la echo bien adentro, vamos, ahora, suéltala, suéltala, mocoso”

Y le atizaba sonoras zurras en las nalgas.

...

-¿Qué sentiste al ver esa escena?

-Excitación. Mucha excitación.

Pero también enojo.

-Blanco y negro a un tiempo.

-Sí. Como tantas veces.

Y esta ambigüedad me tortura. Me tritura por dentro.

-Háblame de tu enojo.

-¡Creía que entre Cosme y yo existía un sentimiento único!

Pero me equivoqué. Me sentí... traicionado.

-¿Y la excitación?

 

Vamos, no te lo guardes.

-El hecho de ver a esos dos hombres adultos de cuerpos fornidos follando entre sí, me llenó de una turbación desconocida. Una turbación que dejaba mis secretos encuentros con mi tío en una insignificancia.

Cierro los ojos y aún veo el sexo de Tino entrando en el cuerpo de Cosme, un sexo duro y potente de un hombre que ya era padre. O sus huevos de piel tan oscura como su cipote, sueltos y visibles, bailando al compás de sus enculadas. Y sus muslos peludos. Y sus manos grandes atrapando a su presa...

Veo... veo también el preseminal que se le escapaba a mi tío, cuyo reguero alcanzaba su propio culo manchando el cipote de su amigo que no cesaba de entrar y entrar y entrar...

¡Y veo lo entregado que estaba al puto placer que le daba ese hijo de puta!

-¿Sientes rabia?

-¡No sé lo que siento!

-Sí lo sabes. Ten coraje. Dilo.

-¡Se me puso dolorosamente tiesa! ¡Y en mí brotó una envidia enorme y avinagrada! ¡Yo quería sentir lo mismo, yo quería estar igual, correrme igual, follar igual!

...

Todavía escucho el choque de sus carnes. Un sonido que de inmediato me transporta al instante en el que apreté mis caderas contra el muro de la caseta y las moví como si quisiera incrustarme contra sus ladrillos de desgastado adobe.

Y así me quedé mirándoles, ardiendo en mi deseo, hasta que el amigo de mi tío berreó y berreó como un jodido bicho en celo y de la polla de Cosme se escapó un larguísimo escupitajo de semen. Y Tino le decía “mi mujer no disfruta ni la mitad que tú cuando me la cepillo”.

-¿Eso le decía?

-Sí. Eso y mucho más. Mucho más.

...

-¿Y después?

-Hice ruido, sin querer. Empujé una azada o una pala, no recuerdo bien. Huí a toda velocidad soltando en mi escapada el tarro con el chocolate y las galletas. Me monté en la bicicleta y salí pitando.

Cuando estuve lejos, me escondí en una hondonada tras unas zarzas. Me desabroché los pantalones, me tomé el miembro que estaba manchado como si ya hubiera eyaculado y me masturbé frenéticamente con la imagen del cipote de Tino perforando el culo del hermano pequeño de mi madre. Me corrí de una manera furiosa y agresiva. De mi boca salía palabras violentas e insultantes.

-¿Qué palabras?

-¡Toma leche, cabrón, toma leche, cerdo mentiroso!

Unas formidables ganas de llorar se me engancharon en la garganta. Pero las dominé, les prohibí que asomasen la cabeza. Porque no eran lágrimas lo que quería ni lo que necesitaba. Yo lo que quería era... lo mismo que ellos tenían. Eso quería. Y nada más.

¿Le importa que lo dejemos por hoy?

-Antes, quisiera que profundizáramos en esas lágrimas reprimidas.

-¡No hay nada que profundizar! Cosme tenía un amante que le proporcionaba un placer con el que yo ni había soñado.

-Pero entonces ¿qué quería de ti? ¿Por qué te había incitado?

-¡Joder, no lo sé! Dejémoslo ya.

-¿Y si su amigo no le daba lo que más necesitaba a pesar de coito tan extraordinario? Además, tu descripción es tan sólo un recuerdo y puede estar magnificado ¿me comprendes?

...

Dime ¿en algún momento abordaste con tu tío lo que viste?

-Sí.

-Pues hablemos de ello.

-Pero...

-¡Hablemos de ello! ¿Cómo fue?

-En secreto, como siempre.

Llegó entrada la noche y más tarde de lo normal. Venía achispado. A mi abuela no le gustó.

Pero él hizo la pregunta:”¿Has hecho galletas?”

La tonta de mi hermana le dio toda suerte de explicaciones sobre cómo yo había salido a buscarle con un montón de ellas. Pero que era un cerdo glotón y me las había comido por el camino, que fue la explicación que di a mi abuela.

Cosme me miró.

Esquivé su mirada.

Durante la cena bebió más de lo habitual. Mi abuela se lo reprochó pero él no atendió sus quejas. Estaba desconocido. Y asustaba lo que emanaba de él.

-¿Qué emanaba?

-¡Violencia!

El ambiente mientras cenábamos fue insoportable, con mi abuela refunfuñando a cada vaso que se servía Cosme y las miradas esquinadas que éste me lanzaba.

En cuanto pude, pedí permiso para irme a la cama. Mi abuela me lo concedió. Pero Cosme dijo: “No apagues la luz; yo apuro este vaso y subo también. Me tienes que explicar por qué te has comido todas mis galletas”.

La tonta de mi hermana se rio. No comprendía nada, como siempre.

Pero a mí el miedo me atenazó de tal manera que hasta me costó subir las escaleras.

Como había anunciado, al poco estuvo en la habitación que hasta esa misma mañana fue nuestro secreto refugio de placer pero amenazaba con pasar a ser la cámara de los horrores.

Sin ningún otro preámbulo vino a mi cama y se sentó en el borde. Apestaba a alcohol.

No esperé a que él hablara. Hablé yo. Le prometí que nunca diría a nadie lo que había visto.

”¿Me espiabas?” quiso saber .”No -contesté-Te eché de menos mientras merendábamos y pensé que también tenías derecho a una parte de esa merienda. Sólo quería que tú también comieras galletas y chocolate”

-¿Cómo reaccionó él?

-Me miró al cabo con ojos vidriosos. Después agachó la cabeza y permaneció en silencio durante unos segundos eternos. Se levantó, dio unos pasos hasta la ventana y allí, con la frente contra el marco de vieja madera, se quedó por un buen rato, con la mandíbula en una mordida rabiosa y los puños apretados.

-¿Y tú?

-Me acerqué a él y le volví a insistir que yo nunca diría una palabra.

De repente me atrapó el cuello con uno de sus fuertes brazos y me atrajo hacia sí. Me apretaba y me impedía respirar. Y me dijo apenas conteniendo su ira: “Me hubiera gustado comer esas galletas. Pero no pudo ser. Me estaba comiendo una polla por el culo. Así que otra vez será”.

Y me soltó.

Con pasos fatigados se retiró a su parte de la habitación donde se desvistió torpemente.

Yo le miraba desde la ventana con el cuello dolorido. Pero cuando se deshizo de su calzoncillo y sus nalgas quedaron desnudas, volví a pensar en su culo traspasado por el cipote de su amigo Tino.

Se tumbó en la cama y al poco se había dormido. Me acerqué. El flexionó una pierna sumido en el sueño y su ojete apareció enrojecido e hinchado por la irritación. Y entonces...

-¿Entonces...?

-¡Se lo toqué!

¡Soy un jodido pervertido ¿no?!

-¿Tuviste tentaciones de... ?

-¡Sí, sí, tuve tentaciones de follarle!

Pero no lo hice.

No lo hice porque me faltó coraje.

Después, ya en mi cama, otra vez me asaltó el recuerdo del coito presenciado. El instante en el que Cosme se había corrido sin tocarse. ¿Qué clase de placer era capaz de sentir para llegar eyacular de esa manera?¿O era su amigo, el rudo y peludo Tino, quien poseía el secreto en su cipote oscuro?

Y de pronto, la imagen de Tino metiendo la lengua en la boca de Cosme, cobró vida propia y volvió sus ojos duros hacia mí, sonriendo mientras apartaba a mi tío de él como quien se deshace de un trapo manchado de mugre.

¡Me incorporé aterrado!

Así fue como descubrí... que lo deseaba.

 

 

Después, una voz de mujer(una secretaria o similar) interrumpe con un asunto urgente y se corta la grabación.

 

 

 

 

 

 

 

 

Datos del Relato
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