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Categoría: Maduras

Las andanzas de Miguelito

Soy Caro, profesora de historia, retornando a la historia de las andanzas de Miguelito interrumpidas por culpa de Jordi, mi pareja, que pensó que era mejor cambiar las tramas, los personajes y los escenarios para no ser tan monotemática y reiterativa. ¡Se equivocó! Por culpa de él varios lectores me expresaron su desagrado por no haber continuado contándoles las peripecias del afortunado Miguelito.



Este relato no es nada más ni nada menos que una secuela de "Intercambio de hijos", "Intercambio de hijos (2)" así como de los episodios con Sabrina, la mercera, y Maite, la divorciada histérica mil por mil, donde expliqué cómo se las arreglaron Leticia y Paulina para intercambiar sus hijos para poder facilitarles el inicio de su vida sexual. Pero eso no fue todo puesto que aprovecharon la circunstancias para satisfacer también sus dormidos instintos.



Ese sábado a la mañana Miguel entró en la zapatería encontrando a Leticia sumamente atareada arreglando el calzado recién recibido de la fabrica.



¿Qué hacés por aquí, bebé? Tu vieja me dijo que tenías partido de fútbol.



Pasé porque me comentó que había algo que hacer.



Creo que todo se debe a que habría que pasar por la casa de un clienta para retirar un par de zapatos que compró pero que nos equivocamos en el número.



¿Es urgente?



No se va a morir nadie pero, si podés, buscalos cuando termines de jugar. Te queda de paso.



¿Quién es?



No sé si la conocés. Sandra, la dueña del negocio de antigüedades que está cerca de la avenida.



¿La pelirroja?



¡La misma!



¿Sabe que voy a ir?



La llamo por teléfono y le aviso.



¿Esta noche vas a venir a quedarte conmigo en casa?



¿Adonde querés que vaya si tu hijo ya decidió encontrarse con mi vieja?



Parece que la están pasando bien. ¿Te contó algo?



No hablamos de lo que hacemos con ustedes.



¿Todavía no pudieron enganchar ninguna pendeja que les siga el tren?



No, parece que estamos "condenados" a transar sólo con maduras.



¿Te estás quejando?



¡Nooo! Si la estamos pasando bomba.



Bueno, basta de cháchara. Andá que se te hace tarde.



Nos vemos.



Terminado el partido, desandó las pocas calles que lo separaban del negocio de antigüedades caminando apesadumbrado por los efectos de la contundente derrota por 3 a 0. Cuando se hallaba a menos de cien metros de distancia observó que Marisa, la madre de su amigo Federico, estaba abandonando el local. Le extrañó porque no tenía idea de que le interesaban las antigüedades. Llegó frente a la puerta justo cuando Sandra se aprestaba a cerrar.



Buenos días. Soy Miguel. Me dijo Leticia que tengo que retirar un par de zapatos.



¡Qué grande que estás Miguelito! Vos no te acordás de mi pero te conozco desde que eras chiquito. ¿Cuántos años tenés?



Voy para los 20.



La barba te hace parecer mayor. ¡Qué lindo que sos! Pasá, pasá.



Permiso.



La marchand bajó la persiana ni bien traspusieron el umbral. A él le llamó la atención la gran cantidad de objetos antiguos desperdigados por el local. Cuadros, jarrones, pequeñas estatuas, bustos de bronce, armas, bastones, juegos de vajilla, lámparas, tapices. ¡Qué fascinante aroma al pasado!



Vení, pasá al taller que ahí estaremos más cómodos. ¿Querés tomar algo fresco?



Bueno. ¿Puede ser Coca?



Sentate en ese sillón que ya te la traigo.



Luego de recorrer brevemente la habitación, le llamó la atención un objeto cubierto ubicado en uno de los rincones. Evidentemente, esta mujer no sólo vendía antigüedades. Reconoció restos de arcilla sobre la mesa, así como herramientas usadas por los alfareros. El ingreso de Sandra interrumpió sus cavilaciones.



Vas a tener que dejarme sacarte una foto.



¿Para qué?



Tenés una cara muy interesante, rasgos fuertes, muy nórdicos.



Ya me lo dijeron pero no tengo ni una gota de sangre nórdica.



¿Sabías que hago cerámica? Cuando encuentro un rostro interesante lo fotografío para después poderme inspirar en los rasgos.



¡Qué interesante! Si te es útil, fotografíame.



Voy a buscar la cámara mientras tomás la Coca.



Apuró un trago mientras su mirada retornaba al misterioso objeto cubierto con el paño. La voz de la mujer volvió a interrumpir sus especulativos pensamientos.



Ponete ahí que hay más luz. Así, así. ¡No te muevas! Estas cámaras digitales me evitan levantar el bosquejo a mano alzada.



¿Dibujás?



En mi trabajo, es necesario. ¡Volvé la mirada para aquí!



¿Así?



¡Dije para aquí, no para el rincón! ¿Qué es lo que te intriga tanto?



Nada, nada.



No digas nada porque es evidente que hay algo que te distrae.



Nada, nada.



¡Ya lo sé! ¡Ja, jajaja! ¿Te intriga lo que hay debajo de ese paño?



Bueno, intrigarme, lo que se dice intrigarme, no. Tengo curiosidad por saber por qué eso está cubierto y las otras cosas no.



Si me prometés que no se los vas a contar a nadie, después lo destapo y te lo muestro.



Te doy mi palabra.



A estas alturas se estarán preguntando cómo es el aspecto físico de Sandra. Cincuenta y pico de años, soltera, aproximadamente 1,70 de estatura, cabello corto teñido de pelirrojo, facciones delicadas, busto mediano, caderas proporcionadas, culito firme y levantado, piernas algo gruesitas, tobillos finos. Vestía un guardapolvo gris que se extendía hasta cinco centímetros sobre las rodillas. Hechas las aclaraciones del caso, sigamos con el relato.



Una vez que tenés las fotos y los dibujos, ¿qué hacés?



Comienzo el modelado en arcilla.



Interesante, interesante. ¿Hiciste muchos?



Bastantes. Fijate en este. ¿Te gusta?



Miguel se quedó absorto observando un modelo semi terminado que Sandra extrajo del placard. Era un torso femenino luciendo un hermoso par de pechos de tamaño mediano donde los pezones resaltaban debido a su gran naturalidad.



¡Uau! Son preciosos.



¿Te gustan?



Muy buenos. Me llaman la atención los pezones coronados en el centro con esa especie de crucecita que le hiciste así como las pequeñas protuberancias que rodean la aureola. Si no conté mal, son12.



¡Querido qué vista que tenés!



Es imposible que algo tan hermoso escape a mi atención.



Te tengo que confesar que son copia fiel de mis pechos.



¡Increíbles!



No es para tanto.



En serio, son...¡decididamente deliciosos!



¡Jaja, jajaja!



Como la dama advirtió que continuaba la intriga por saber cual era el objeto cubierto, se dirigió hacia el rincón, tomó una de las puntas del paño e inmediatamente dirigió su mirada hacia el intrigado Miguel.



- ¿Estás preparado?



Estoy listo.



¡Chachán, chachán! Ahora se acaba el misterio.



¿Qué es?



¿No te diste cuenta todavía? ¡Es un falo!



Miguel no podía salir de su asombro. Se incorporó lentamente para acercarse más y así poderlo observar más detenidamente.



¿Esto se vende?



Si, a pesar de que no los exhibo en el salón.



¡Nunca se me hubiese pasado por la cabeza!



Como parece que estás un poco desconcertado, te voy a explicar algunas cositas. Eso que tenés ante los ojos es un prototipo.



¿Un prototipo?



Un prototipo de consolador. ¿Entendiste?



¡Me dejás helado!



Cuando termine de explicártelo no te van a quedar más dudas al respecto. Hace como tres años, una amiga mía cumplía 50 años y se me presentó el gran problema de no saber qué regalarle porque tiene de todo. Se me prendió la lamparita y decidí hacer algo cómico para obsequiarle. Pero ¿qué? Me exprimí el cerebro por 15 días sin saber qué hacer hasta que una noche, boludeando con la compu recalé en una página porno donde mostraban penes por centenares.



¿Visitas páginas porno?



¡Por supuesto! Es una forma más de divertirme. Sigo. Bajé fotos de las que más me gustaron, modelé una en yeso, hice un molde y un contra molde y después fabriqué un consolador con látex sintético de secado rápido. ¡Quedó hecho una pinturita! No creas que fue algo fácil. Investigué previamente cómo eran los consoladores que circulaban en el mercado y descubrí que uno de los detalles más descuidados eran los testículos. ¡Magníficas reproducciones del pene pero las pelotas siempre parecían artificiales! Ese fue el mayor de los problemas pero no tardé en encontrarle una solución. Me la proporcionó internet. Me puse a analizar cientos de fotos de parejas copulando y noté que en muchísimos casos los testículos se ubicaban uno a cada lado de la base. ¡Bingo! Las bolitas que fabriqué quedaron espectaculares.



¿Qué pasó cuando le diste el "regalo"?



Con otras cinco "chicas" nos reunimos aquí para agasajar a la cincuentenaria. Una a una le fueron entregando los presentes. Yo fui la última. Abrió el paquete con indiferencia pero casi se desmaya cuando lo vió. ¡¡¡Ooohhh!!! Las otras aplaudieron fervorosamente y se lo arrebataron de las manos para testearlo. ¡Se armó un revuelo de padre y señor mío! ¿Lo hiciste vos? ¡Que primor! La que estuvo sensacional fue la cumpleañera que confesó que era justo lo que estaba necesitando.



¡Qué bien que saliste del paso! ¿Y después?



¡Ahora viene lo lindo! Esa misma noche me llamó una de las cinco para preguntarme si le podía fabricar uno igual al que le había regalado a nuestra común amiga. Lo primero que le dije fue que no conocía sus gustos en ese rubro tan especial y particular. Le sugerí que cuando tuviese un minuto libre pasara por aquí para ver qué era lo que le podía ofrecer. A primera horade la mañana la tenía entrando a las corridas en el negocio. Revisó el escueto álbum con el que contaba para entonces, entramos a internet, bajamos varias fotos, las estudié y le contesté que lo podía hacer pero que ella tenía que correr con los gastos del material que utilizaría. Quedamos en que también me compensaría el trabajo. No me costó demasiado y quedó muy bien. Pero no fue la única así que te podés imaginar que, de la noche a la mañana, mañana me convertí en una experta en pijas. ¡Ja, jajaja!



Así que la idea pegó fuerte entre tus amigas.



Entre mis amigas y las amigas de mis amigas, y....



¡Multitud de interesadas!



No es para tanto, pero la clientela creció. Entonces se me ocurrió algo interesante para apuntalar el negocio de antigüedades. Ellas compraban una pieza antigua, pagaban un plus y les entregaba un consolador como promoción. Así justificaba el esfuerzo y inversión. Las cinco de las que te hable hicieron lo mismo, pidieron reproducciones de las pijas que vieron en internet.



Ta bien.



Pero, resulta que un día se reunieron en la casa de una de ellas e intercambiaron consoladores. Hasta los probaron estando juntas. Me contaron que se mandaban unas festicholas de locura. Lo lindo fue que, a espaldas de las otras, todas me pidieron reproducciones de las pijas de las otras. La que parece la más tímida de todas fue el colmo, me hizo hacer uno de cerca de 70 cm y dos puntas. ¡Es una locura pero a mí qué me importa!



¿La del primer modelo lo sabía?



Si, lo usaron juntas.



¿Lesbis?



¡No! Les sobra el tiempo y la guita.



¿Vos los probaste?



¡A todos! Conozco los consoladores de todas mis amigas y de las amigas de ellas.



Hace un rato, cuando estaba llegando vi que salía Marisa, la madre de mi amigo Federico. ¿Ella también?



¡Jaja, jajaja! ¡Qué curioso! Si ella también.



Claro, está separada y el ex vive en Francia.



Correcto, pero Federico todavía vive aquí. Creo que dentro de un mes se va a estudiar a Francia.



Que se va a Francia lo sabía pero no entiendo qué conexión puede tener con los consoladores que fabricás.



¡Despertate Pierrot! ¿Todavía no te desayunaste?



No se me ocurre nada.



Mirá estas fotos y te vas a dar cuenta.



¡Son todas de pijas que me trajo ella!



¿Pero de quién?



¿De quién?



¡Qué sé yo!



¿Se acuesta con algún tipo en especial?



No, pero le gustaría. Lo que pasa es que como todavía no tiene liquidado el divorcio con el padre de tu amigo, tiene miedo que le meta una demanda por adulterio por acostarse con otros. Aunque lo oculta, anda recontra caliente así que vino al pie para que le solucionara el problema.



¿Y qué tamaño eligió?



¡El más largo y gordito de todos los modelos!



No me digas.



¿Querés que te lo muestre?



Bueno.



¡Mirá qué belleza de pija!



¡A la pipeta mirá que larguita! ¿Es el original?



No, es una copia, siempre guardo un copia de los modelos que hago.



¿También lo probaste?



Anoche aproveché que estaba sola y constaté que es un sueño.



¿Vos no vivís sola?



Le alquilo la piecita del fondo a una chica de 30 años que hoy se fue a visitar a los padres que viven en el interior.



¡Ajá!



No pienses mal, no somos pareja. ¡Sería perfecta para vos!



Pero me supera en edad.



¿Y eso qué tiene que ver?



Nada, nada.



Te sorprendiste cuando te dije que Marisa tiene una a su gusto pero con tu vieja y con Leticia pasó lo mismo.



¿Cómo decís?



Que me hicieron hacerles un par a cada una. Seguro que se dan con todo. ¿Querés que te las muestre?



¡No jodas!



Ahí está la de tu vieja y esta es la de Leticia.



¿También las probaste?



¡Claro que sí! Las dos al mismo tiempo. Me pregunto cómo será la tuya. ¿Superará a los consoladores?



Miguel no podía salir de su asombro. Sabía el motivo de los facsímiles pero no podía decirlo. Sandra se fue acercando hasta sentarse a su lado para luego pasarle el brazo por detrás de los hombros.



Yo en tu lugar, no me sorprendería. A mi me costaría trabajo vivir bajo el mismo techo que vos y no tentarme. Creo que a Leticia le pasa lo mismo, máxime siendo viudas las dos.



¡Es mi vieja! ¿Pensás que soy un degenerado?



Como yo no soy tu vieja, me gustaría comprobar si lo que tenés entre las piernas es tan bueno como los facsímiles.



Miguel, con la cara enrojecida de vergüenza, permaneció callado. Ella lo volvió en sí acariciándole suavemente el bulto, notándolo duro y firme. Mientras lo miraba fijamente a los ojos, se fue desabrochando lentamente el delantal hasta quedar sólo vestida con ropa interior.



Vení que te ayudo a desvestirte.



¡Me estás calentado!



¡Por supuesto! Quiero que te pongas bien al palo. ¿Por qué no me inspeccionás las tetas?



Un tenue olor a transpiración la excitó de sobremanera al punto tal aceleró sus movimientos y lo despojó rápidamente de toda la ropa. Una vez finalizada esta etapa, Sandra se puso en cuclillas frente a la entrepierna del fogoso joven. Mirándolo pícaramente, tomó el miembro entre ambas manos, corrió la pielcita hacia atrás para luego comenzar a lamerle la cabecita rezumante de jugos seminales.



Hasta aquí, éste es mucho mejor. ¡Mirá todo el juguito que te está saliendo!



¡Mmmm! ¡Mmmm!



¡Éstas sí que son bolitas como la gente! ¡Me las voy a tragar todas!



¡Siii, chupame los huevolines bien chupados!



¡Ium! ¡Ium! ¡Ium!



¡Ahhh, ahhhh, ahhhhhh! ¡Me gusta, me gusta!



¡Sentate papito, sentate y tocame la chichi que está calentita!



El cambio de posición hizo posible que Miguel alcanzara la cachu con los dedos de la derecha, pero le duró poco, porque ella se montó sobre sus piernas para poder frotar la entrepierna contra el vello de las mismas.



¡Siii, cómo me gusta!



¡Abrazame, Sandrita, abrazame!



¡Me froto, me froto, me frotooo! ¡Shiii! ¡Shiii! ¡Más, más, más!



Los rítmicos movimientos de cadera se aceleraron para incrementar la frotación vaginal. Adelante, atrás, adelante, atrás, adelante, atrás. Él la tomó por debajo de los muslos para colocarla al alcance de su miembro. Tanteó la entrepierna, separó los labios mayores, ubicó a entrada y, cuando estaba listo para el siguiente paso, notó que ella le tomaba el miembro y se lo introducía suavemente.



¡Así mamita, así!



¡Uauuu! ¡Divino!



¡Movete, movete!



Fuertemente abrazada al cuello del joven, ella se comportó como si fuese una amazona jineteando un brioso corcel en desesperada carrera por la pampa. Se sentía segura porque Miguel la sostenía tomándola por los cachetes del culo, facilitándole así el balanceo corporal.



¡Más, más, mássss!



¡Bien adentro, bien adentro!



¡Ahhhh, ahhhh, ahhh!



¡Me vengo, me vengo, me vengo!



Ahora era él el que movía las caderas como un poseído. Adentro, afuera, adentro, afuera. Breve pausa para besarla en la boca. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Miguel sintió que un torrente de leche se desprendía de su miembro.



¡¡¡UUUGHHHH!!! ¡¡¡UUUUUUGGGGGHHHH!!



¡SI, SII, SIII, SIIIIIIIII!



¡Seguí moviéndote, seguí moviéndote!



Así lo hizo obedientemente hasta que el miembro se deslizó solo hacia el exterior dejando escapar un abundante chorro de líquido viscoso, mezcla de semen y jugos vaginales. Sandra notó la salida, se apoderó del consolador más cercano y se lo introdujo prestamente por la abertura vaginal.



¡Dame fuerte, dame fuerte que todavía no terminé!



¡Siii, Sandrita, siii!



¡Así, así, así! ¡Aaaaauuuu!



La visión de esa chichi ardiente y rezumante recibiendo impunemente los embates del consolador enardecieron al joven provocándole una inmediata y súbita erección. Ahí fue cuando le entro la gran duda: ¿esta vez por dónde se la meto?



¡Siiiii, papito, siiiii! ¡Más fuerte, guachito, más fuerte!



¡Tomá, tomá!



¡Reventame toda, reventame!



¿Querés por la colita?



¡Shiii, metémela por donde vos quieras pero no pares!



Con un movimiento brusco y, sin extraer el consolador, colocó a Sandra boca abajo, separó lo glúteos con los dedos pulgar e índice de la izquierda, salivó desde lo alto para lubricar la entrada del ojete, apoyó la punta del miembro en la entrada y se aprestó para el asalto final.



¿Preparada?



¡Metémela de una vez por todas y no preguntes más!



¡Ya voy mamita!



Tuvo que confiar en su intuitiva puntería porque tenía ambas manos ocupadas. Un primer tanteo le indicó la ubicación aproximada de la entrada y la posible resistencia con que se encontraría. Falló en los dos siguientes intentos pero en el tercero tuvo éxito. El aullido que lanzado por Sandra y la sensación de estrangulamiento que soportaba su miembro eran pruebas suficientes. Lenta y suavemente. Adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro.



¡Iauuuu! ¡Me duele, me duele!



¡Soportá, soportá que esto es un sueño!



¡Ay, ay, ay! ¡Me duele mucho pero me gusta, me dueeleeee!



Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Pausa. Adentro, afuera, adentro, afuera con el consolador. Pausa. Adentro, afuera, adentro, con los dos al mismo tiempo. Pausa para abandonar el consolador a su suerte. Adentro, afuera, adentro, despacito y suavemente. Pausa. Adentro, adentro, adentro, una dos, tres veces. Pausa.



¡NO PUEDO MÁS, NO PUEDO MÁS!



¡MÁS PAPITO, MÁS!



¡ME VENGO, ME VENGO! ¡AGAHHHHH!



¡TE SIENTO, TE SIENTOOOO!



Esta vez el lechazo fue menos abundante pero alcanzó para inundar la tripas de Sandra, que aflojó totalmente su cuerpo como corolario de los sucesivos orgasmos que sintió. Él se desplomó pesadamente sobre la transpirada espalda de la exhausta mujer que con un sutil movimiento de cintura se colocó acostaba boca arriba a su lado. Cruzaron miradas de cómplice satisfacción para terminar chuponeándose con ardor.



Son exactamente 12. ¿No te lo dije?



¿De qué estás hablando?



Que yo tenía razón. Tenés 12 pequeñas protuberancias en las aureolas que te rodean los pezones.



¡Mirá en lo que te fijás!



Lo que pasa es que son hermosas.



¡Lástima que no llueve!



¿Por qué?



Me hubiese encantado poder coger bajo la lluvia, revolcándonos en el piso del patiecito, con el agua mojándonos el cuerpo, sintiendo el olor a las hojas .



¿Qué te picó?



Nada, es una fantasía que siempre tuve.



Si no te molesta, el primer día de lluvia vengo y hacemos realidad tu famosa fantasía.



¡Listo! Te tomo la palabra.



De más está decir que esa noche Leticia tuvo que recurrir al consolador fabricado por la pelirroja porque Miguelito estuvo muy atareado y no volvió como ella esperaba. Sandra lo retuvo hasta bien entrada la mañana del domingo. Como en veces anteriores, imagínense lo que pasó. No hace falta ser un genio para poder sacar conclusiones.



Con un poco de suerte creo que voy a poder averiguar algo más sobre las escabrosas andanzas de Miguelito. ¡Deséenme suerte!



Colorín, colorado, este cuentito se ha acabado.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 10
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