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Categoría: Incestos

La tía rezongona

A mí no me gusta meterme con mi familiares, solo permito llamadas de atención o felicitaciones de papá, mamá o hermanos, los demás parientes para mí son amigos con ventajas, el que una tía rezongona de 40 y tantos años se metiera en mi vida tratando de guiarme, eso para mí no es bueno, no eso es malo, pero me enardeció que la tía Aidé de visita en casa tratara de guiarme según ella.



No le tomaba en cuentas sus críticas y menos la acompañaba como ella quería, aunque tenía sus años se mantenía con un bonito cuerpo que cosechaba más de un piropo en la calle y eso la agobiaba y su mal humor salía rápidamente a flote.



Creía que era solterona a pesar de su edad creo que nuca tuvo pareja, mi madre me informa que no, una vez se casó, pero a los cinco meses su marido muere en un accidente de la mina. De ahí su carácter.



Esta famosa tía está dos semanas en casa, un fin de semana la invitan a una fiesta, me obligan a ser su acompañante, imagínense lo feliz que iba, llegamos a la fiesta en verdad no era una bonita fiesta, pero no era desastrosa y había buena música, mi tía era una bailarina consumada, casi no desperdiciaba baile alguno, de repente me dice:



—He bailado con los hombres de este baile excepto uno —me mira— tú, así que este baile es nuestro.



Y tocan una melodía blue, suave y de esas que se bailan a media luz. Se me apretó a mi cuerpo para bailar y sentía toda su humanidad entre mis manos, en verdad era una mujer apretada en sus carnes y las proporciones buenas las que comenzaron a inflamar mis hormonas y no fueron uno sino dos bailes, los hombres querían bailar apretaditos con ella, pero ella decía que tenía estos bailes comprometidos conmigo. Todo baile lento y mejilla con mejilla los bailaba conmigo, pasan las horas y las cervezas comienzan a efectuar cambios en mi rezongona tía, fue más chispeante y me permitía ciertos agarrones en el baile. A veces mis manos se bajaban demasiado en su espalda y ella me subía las manos y me reclamaba.



Apagaron la luz directa y quedamos en una penumbra cómplice, mi tía me decía “desde ahora solo bailo contigo”. Y cumplió, solo bailaba conmigo, claro que los grados alcohólicos hicieron soltarse a la tía y mis manos adquirieron unas destrezas para recorrer su cuerpo digno de un modista tomándole medidas, su cabeza descansaba en mis hombros, su cuerpo pegado al mío, resollaba en mis oídos y yo en los de ella, mis manos hace rato que la apretaban sus nalgas en los bailes apretados sin reclamo de su parte, por el calor ella había desabrochado dos botones de su camisa dejando ver a unos deliciosos senos, una vez que pasamos por la parte más oscura bailando me atreví a tocarlos y solo me dijo:



—Oye no te he dado permiso, salgamos a tomar aire a la terraza —la cual estaba más que en penumbras, estaba oscura, donde ella me dice que el aire la está mareando, aprovechando tal situación me pegue a ella de frente y nuevamente tome sus senos y ahora no reclamó, solo suspiró, una de mis manos dio un duro apretón a sus muslos, no hay reclamos solo gemidos, su labios besan mi cuello, respondo besando sus senos, suspiros y rezongos, no hay reclamos, con mis manos acaricio sus senos pellizcando sus pezones, me mira y me dice sin inmutarse— continuamos bailando.



Bajamos al jardín a bailar y ahí la nula luz nos beneficiaba o al menos a mí, porque ella tropieza casi se cae y la afirmo apoyándome en un árbol para no caer sofocando su cuerpo en un apretón contra este árbol ella solo gime y suspira, no me muevo del árbol en el que estamos apoyados estrujándola más contra el árbol, solo gime, resopla, suspira.



En la penumbra veo que me mira y entrecierra sus ojos



—si me sigues apretando no respondo de mí, llevo años abandonada de las caricias de macho y tú me has estado incitando sobándome mi cuerpo, o me dejas tranquila o pierdes.



No le hago caso y la apreso apretando sus senos que eran grandes, duros, baje por su cuerpo subiendo su falda bajo su calzón cayendo al suelo y beso su vagina enterrándole mi lengua en ella, como vibro mi tía al sentir que su clítoris era lamido, tomo mi cabeza entre sus manos y me la aprieta contra su vagina, gemía y sollozaba ardiente abriendo lo más que podía sus piernas, diciéndome “hazme tuya o déjame tranquila”. Bajé mis pantalones y saque mi pene, ella lo acaricia entre sus manos y lo guía hacia su vagina, al ingresar este en su apretada vagina la tía se aflige y gime cuando este pene la penetra, su cadera adquiere fuerza propia y se movía desesperadamente con mi pene dentro de ella, gemía, sollozaba, siseaba y por último me abraza y me entrega sus fluidos vaginales entre clamores de pasión, yo desesperado entraba y salía de su vagina buscándola llenar de semen esas entrañas.



Después de un largo rato lo logro inundando su matriz con mi semen mientras ella se abraza a mi cuerpo arañando mi espalda estábamos en pleno apareamiento y ella feliz de recibir mi leche en su interior.



Me abrazaba y decía —me llenaste de tu leche, corazón.



Nos separamos, la bese y me correspondió, la nalgueé un par de veces y ella pego suspiros con cada impacto, se vistió y la seguí. Cuando regresamos a la fiesta en el salón, tomamos unos tragos más y tomando ella sus cosas, regresamos a casa, ella se quedaba en mi cama y yo en un sofá de mi mismo cuarto, pero desde esa noche dormimos juntos en mi cama, hasta su partida.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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