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Categoría: Incestos

La solidaridad de mi cuñada Sara (parte 2)

PARTE II

Ese miércoles desperté temprano como siempre. Al abrir los ojos todo se me vino a la mente. Miré hacia el cuerpo de mi mujer que yacía esta vez acostada boca arriba sin sábanas y con sus piernas medio abiertas. Su cuerpo apenas estaba cubierto por una diminuta tanga de tono claro. Un sentimiento de miedo recorrió mi cuerpo por un instante al preguntarme qué sucedería si ella llegara a enterarse de los acontecimientos entre su hermana querida y su marido. Un atisbo de culpa me invadió. La miré un poco dormir en la penumbra de la alcoba. Respiraba profundamente. Yo me levanté con una carga de emoción en la cabeza de solo recordar lo que había sucedido con Sara el día anterior. La ansiedad de querer que el reloj caminara hacia las diez de la mañana y volver a tener sexo prohibido, se apoderó de mí. Qué locura!

Había hecho yo un esfuerzo por mantener mi cordura y estar menos distraído con mi mujer. Lo que menos convenía era levantar sospechas de que algo no estaba en su sitio. Paola despertó al poco tiempo y me abrazó de pie y desde atrás mientras yo preparaba el café en la cocina. Sentí el calor tibio de sus senos pequeños cónicos desnudos al pegarse a mi espalda. Me giré y le di un beso suave en sus labios carnosos. La vi allí dispuesta, con solo su tanguita de color claro, que ahora bajo la luz encendida podía saber que era de color rosado. Ella me abrazó sonriente posando sus brazos extendidos  por mi cuello. Me miró con ternura. Yo al tenerla así casi desnuda frente a mí insinuando sexo, una erección potente se asomó abultando mi bóxer corto vino tinto. Lo notó con cierto morbo de inmediato.

- Guao, funciona ya, al parecer

- Si amor, pero desafortunadamente aun no puedo tener sexo- le mentí

- Lo sé, igual yo tampoco. Tengo que abstenerme hasta que termine el tratamiento. Todavía me faltan 12 o 13 días. Pero sácalo para ver cómo te quedó. Es primera vez que te lo veo así parado.

Yo sonreí y jugando a ser un stripper me bajaba el calzoncillo a media pero no lo suficiente como para que ella pudiera ver mi pene. Después finalmente me lo bajé dejándolo caer al suelo entre mis pies. Mi verga se salió entonces disparada apuntando hacia ella.

- Te quedó bien. Se ve derecha y más bonita ahora. Que viva la ciencia médica. Ahora me la vas a poder meter más fácilmente.

- Si amor. Te voy a poner en cuatro te voy a dar buena verga y vas a poder clavarte y menearte como tú quieras encima sin que yo me ponga tenso.

- Ay amor, tu tan vulgar, pero la verdad me pones caliente. Ya quiero tenerla adentro.

- Ojalá pudiera amor. Esperemos con paciencia algunos días y listo.

- Esperaremos amor. Igual tampoco yo puedo por lo del tratamiento de la cistitis.

Mi mujer extendió su mano y me hizo unas leves caricias en mi pene. Medio masturbándolo con cautela y suavidad. Me preguntó si no me dolía. Yo le respondí mentirosamente que no, pero que los tejidos internos aun estaban inflamados y un coito y una eyaculación seguramente si me dolerían todavía. Mi respuesta era convincente y era mejor que así lo siguiera creyendo. Dejó de acariciarme, me dio un beso y se fue al baño. Yo excitado intenté de no pensar en sexo y ocuparme para disipar mi erección.

Al rato Paola se marchó al trabajo, ya más tranquila y aliviada. El silencio de estar solo en mi apartamento cálido aumentó mi ansiedad. Pero aun faltaban poco más de tres horas para que Sara llegara. Mejor era distraerme y ocuparme con algo para no sentir tan larga y agónica esa espera. Tomé mi ducha y después me puse a clasificar y organizar mis carpetas de música en la computadora cuando de repente el timbre sonó. Miré el reloj. Eran las siete y cuarenta y siete de la mañana. Pensé que era algún vendedor puerta a puerta ofreciendo alguna tontería. Yo andaba en camisilla sin mangas y calzoncillos. Me asomé por la ventana y vi que Sara estaba abajo vestida y arreglada con su bolso negro. Hizo contacto visual conmigo. Su rostro estaba maquillado. Lucía más atractiva así.

- Cuñis, ábreme por favor.

Esta vez no gritó como suele hacer cuando quiere que le abra la puerta. Subió sigilosamente vigilando que nadie en la calle la viera ingresar por las escaleras exteriores. Me intrigué de verle tan discreta y escondiéndose, pues es habitual para el resto del mundo que ella venga cotidianamente a casa de su hermana que además es vecina. De hecho, suele hacerlo casi a diario. Todo el mundo está acostumbrado a eso y no habría porque levantar sospechas de nada.

Abrí la puerta y la vi en el umbral. Estaba bien arreglada, maquillada con olor perfumado. Sus labios estaban pintados de un rosado acentuado y se veía muy atractiva. Pero lo más llamativo era su vestimenta. Consistía en un vestido enterizo de flores azules sobre fondo blanco ceñido a su cuerpo curvo y voluptuoso con un escote un tanto atrevido más no vulgar que enseñaba la línea divisoria de su par de tetas apretujadas una contra otra como un par de nalgas. El vestido dejaba al descubierto un tercio de sus muslos. Lucía sensual aunque no subida de tono. Su rostro era sereno y su voz casi susurrante como hablando en secreto.

- Cuñis, mi hermana ya se fue, supongo. – esperó que yo asintiera  y continuó: -Toca hacer lo que vayamos a hacer ahora. Debo estar en la escuela de mi hija a las nueve y media, y después ir a hacer vueltas bancarias. Alberto todavía se está alistando para ir al trabajo, pero yo le dije que mi cita en la escuela era a las ocho y media para poder salir antes. Por eso no quiero que se dé cuenta que en vez de ir a tomar el bus, me metí aquí. No quiero que sospeche nada.

Yo solo cerré la puerta despacio. La vi tan sensual y bonita que ya mi pene estaba casi erecto cuando ella resuelta se fue a la cocina. Yo la seguí sin dejar de mirar sus caderas y su culo bonito dibujado en ese vestido de flores. Qué buena estaba mi cuñada. Pero era mejor no decirle nada para no incomodarla. Ya bastante tenía con el solo hecho de que le iba a meter la verga. Meterle la verga. Ni me lo creía. Tenía que pellizcarme para asegurarme de que no se trataba de un sueño erótico.

Me atreví sin embargo a quitarme mi camisilla. Ella al girarse y verme así solo en mi calzoncillo abultado listo para el acto, me recorrió con una mirada de un brillo diferente. Sentí un velo de deseo en sus ojos. No me dijo nada. De pie junto al mesón de la cocina, abrió sus piernas, metió sus manos por debajo de su falda ceñida sin evitar alzarla y desnudar sus muslos amplios. Dejó resbalar su tanga blanca entre sus piernas y esta cayó envuelta entre sus pies con sandalias de tacones bajos. Me aventuré a agacharme para tomarlas yo en mi mano. Pensé que se negaría, pero alzó una pierna para que yo pudiera sacar la prenda, después alzó la otra y finalmente tuve la tanga delgada de encajes en mi mano. Me puse de pié y le dije que estaba bonita.

- La tanga o yo?

- Ambas, pero tú lo estas mas.

- Ay cuñis, tú con tus locuras.

Coloqué una franela limpia tal como lo había hecho en día anterior. Ella se subió al mesón y se sentó con las piernas medio abiertas. Esta vez su falda ceñida no se deslizaba hacia la parte superior de sus muslos. Había que forzarla y alzarla completamente. Así que ella se la subió hasta su pelvis. Lo hizo con naturalidad. Para mí fue todo un acontecimiento verle por fin desnuda su blancura intima. Sus muslos completamente al descubierto. Abrió las piernas y su vagina rosada por fin la tuve ante mis ojos sin tapujos. El morbo me descrestó. La miré descaradamente mientras me bajaba mi calzoncillo y me acariciaba la verga como alistándola y apuntando hacia lo que se iba a comer.

- Contento de conocérmela?

- La tienes bonita. Rosadita y con ese monte negrito que te luce.

- Ah, también te gustan los pelitos? Estas igualito a Alberto.

- Me encantan. Se ven sensuales.

- Y sigues con tus locuras. Mira que no tengo tanto tiempo. Méteme tu verga.

Alzó sus piernas y apoyó los pies en el borde del mesón. Las abrió como mariposas y el olor a sexo invadió mi nariz. Sara estaba menos cohibida. Esta vez era menos enfermera y más mujer. Su actitud era resuelta y eso me encantaba. Me provocaba tanto esa vagina. No pude evitar hacer un gesto de morbo y me saboreé los labios. La miré a sus ojos. Su mirada denotaba morbo, como el que su hermana tenía en la mañana cuando me abrazó en semidesnuda. Puse mi verga en la entrada de su rajita ahora abierta y visible, pero estaba seca todavía. Así que empecé a resbalarla suavemente por afuera.

- Si, lo sé cuñado. La tengo seca todavía. Pero ella se moja después como ayer. Frótala así. Se siente rico.

- Sara.

- Qué?

- Me dejas que te la lama?

- Ay cuñis. No. No me siento bien que tú me hagas eso. Mira que esto es por razones médicas. No por sexo. Me da cosa con mi hermana.

- Yo sé Sara, pero uff es que me provoca tanto – le dije mirándola sin dejar de comerme los labios en gesto provocador. Mi verga puesta en la entrada de su gruta sin penetrar.

- Ay cuñis. No sé. Yo creo que mejor no.

- Sara, un ratico breve solo para ayudar a que se te moje nada más. Déjame hacerlo. No seas tan durita. A esto también hay que ponerle goce.

- Ay cuñis. No tengo mucho tiempo. Una lamida nada más para quitarte la idea.

No podía creerlo. Halé una silla del comedor contiguo. Me senté y tuve su panocha servida justo en mis narices.

- Apúrate cuñis.

No empecé suave y despacio como solía hacerlo con Paola. Esta vez decidí por estrategia hacerla sentir mi hombría desde el primer envión. Metí mi lengua con firmeza y le lamí justo en la zona del clítoris. Ella emitió un gemido y su cuerpo dio un respingo que le puso la piel de gallina. Había dado en el blanco. No le di oportunidad de receso. Continué lamiendo su cuca con más ahínco y firmeza aplastando mi lengua dilatada sobre su carnosidad vencida. Ella jadeó y gimió. Me tomó por mis cabellos como queriendo empujar mi cabeza más hacía dentro de su sexo.

- Ay cuñis, así, no pares, sigue, ah, ah, hmm

Supe en ese momento que la había conquistado. Al menos sexualmente. No era momento de parar ni de descansar. Seguí lamiéndola, chupándola, besándola, apretujando sus labios menores en mis labios, resbalando sin cesar mi lengua contra su vagina cálida y olorosa. Mis brazos acariciaban sus muslos y ella explayaba aun más sus piernas para entregarse completamente a mis afanes.

- Cuñis, así, ahh ahh.

La complací sin parar con energía, con todo el morbo del mundo. Con todas las ganas que puede un hombre tener cuando quiere cogerse a una mujer ajena y prohibida. Le chupaba su concha como hacía mucho no se la chupaba a mi mujer. Mis ganas eran genuinas, lejos de ser rutinaria. Era ahora o nunca. Seguí aunque me sentí agotado un poco de tanto tener mi quijada exigida y mi boca trabajando en comer su sexo. Ese sexo rozagante, carnoso ahora totalmente mojado y dilatado que expelía un olor a hembra. Olor diferente al de su hermana menor por cierto. Era un olor vaginal más suave que el de Paola. Mi cara estaba ya inundad de jugos cuando sentí que Sara emitió un gemido intenso, fuerte, desgarrado. Su cuerpo se contrajo y se contorneó intentando alejarme de su sexo.

- Ay cuñis, me vine. La tengo sensible muy sensible. Dame tiempo. Hmm hmm. Ah. La deje disfrutar su orgasmo acariciándole sus muslos relajados. La abracé y ella me correspondió metiendo su cara en mi pecho velludo. Me acariciaba mi abdomen y mi pene con su mano sin dejar de respirar de forma jadeante. Estaba en ese estado indescriptible de goce corporal. Disfrutando del cosquilleo de un orgasmo.

- Cuñis rico. No sabía que la sabías comer así. Hacía rato que no sentía tan fuerte un orgasmo. Me dejaste cansada cuñis.

- Ven, vamos a la cama.

Cedió sin reparos. Se bajó del mesón. Caminó al cuarto y se sentó en el borde de la cama. Mi verga parada apuntaba su cara. No hubo permiso ni palabras. Simplemente me acerqué y se la puse en su boca. Ella le dio besitos. Después la lamió despacio y le dio unas chupadas suaves y breves. El morbo era infinito. Ver a mi cuñada comiéndose mi pene era increíble.

- Cuñis, vamos a que me penetres. Ya no puedo demorarme tanto. Dejemos ya el jugueteo y la chupadera.

- Está bien Sara. Tienes razón. Ponte en cuatro

Lo hizo aun con su vestido puesto. Se acomodó de forma transversal a la cama. Al girarse quedó con su rostro mirando hacia la mesita de noche en la que había una foto matrimonial de su hermana y yo.

- Ay cuñis. Me hace sentir mal ver esa foto de mi hermanita. Si supiera lo que su hermana mayor está haciendo con su marido y en su cama. Ay Dios que estoy haciendo?

- Deja de pensar en pendejadas Sara.

Le alcé la falda y por fin tuve ante mis ojos uno de los culos más comentados del vecindario. Blanco, carnoso, bonito, redondo y con un lunar marroncito en la zona superior de la nalga derecha.

- Ten cuidado. No te emociones tanto. No se te olvide que esto sigue siendo una prueba.

- Si Sara, Tranquila. Tendré cuidado. Tu culo lindo me ayudará a ir despacio.

- Ay cuñis, tu si dices locuras.

Su conchita estaba mojadita. Abrió sus piernas. Su vagina se veía preciosa así dilatada y su ano rosadito me invitaba también. Pero no era momento para conquistas anales. Así que la puse en la entrada de su raja y fue absorbente. Nunca antes sentí mi pene irse tan fácilmente dentro de una vagina. Era como si me lo hubiera succionado. Apenas si empujé con mis caderas para penetrarla completamente. No podía creerlo. Era tan cómoda esa pose. Pensar que antes que antes era toda una tortura. Se la metí hasta el pegue y poco a poco comencé a cogerla, a embestirla con buen ritmo pero teniendo cuidado. Tac, tac, tac. Era el sonido del sexo. Mi pelvis contra las nalgas de mi cuñada. Mis testículos bailando al son de mis embestidas golpeando en su zona vaginal cada vez que mi pene entraba al máximo. La cama crujía un poco. Su vagina se sentía tan húmeda, tan cálida, tan suave, tan carnosa que un cosquilleo recorría mi cuerpo. Mi vista se recreaba con el espectáculo de ese culo perfecto desnudo ante mis ojos. La tomaba de las caderas y Sara comezón otra vez a gemir y jadear. A pedirme mas y mas con voz dulce. Mis manos fueron subiendo un poco y las posé en sus hombros para poder tener mejor agarre. Le di con más confianza y eso pareció aumentarle el morbo a Sara. Me atreví después a agarrarla por las tetas aunque su vestido aun lo llevaba puesto. Ella no me impidió ese gesto morboso y atrevido. No dejé de embestirla mientras mis manos apretaban sus senos amplios por encima de su vestido. Ella consentía y gemía, Pero ya el morbo se me había disparado y salido de control. Se la saqué en el último momento y simplemente no tuve opción que chorrearle sus nalgas y sus caderas desnudas apenas avisándole en el último instante. Ella sintió los chorros húmedos de mi semen resbalar por sus nalgas.

- Ay cuñis me hubieras avisado antes ah ah.

- Ah ah hmm ay Sara no pude, que rica estas hm

Resbalé mi pene por sus nalgas para recoger el semen.

- Cuñis, ahora estoy sucia.

Me levanté y agarré de la cesta de ropa sucia contigua a la cama la panty usada rosada de Paola que tenía puesta en la mañana cuando me abrazó. Limpie las nalgas y las caderas de Sara con la prenda rápidamente.

- Oye mi hermana se va a dar cuenta que su panty esta sucia de tu leche.

- No que va. Y si se da cuenta le diré que me hice una paja oliéndolas

- Ay cuñis, sales con tus locuras. Que morboso eres.

Sara se vistió rápidamente. Se miró al espejo para volver a recobrar su prestancia inicial.

- Sara. Gracias. No sabes lo mucho que he disfrutado esto.

- Ay cuñis. Me siento mal diciéndolo. Pero yo también. Hacía rato que no tenía un orgasmo así.

- Que honor me haces.

- Bueno debo irme. Estoy un poco atrasada por andar culeando. Ay Dios que mala me siento. Que hermana terrible soy.

-  Deja de decir pendejadas Sara.

- Bueno. Mañana jueves vengo otra vez. Cuñis lo de hoy fue rico, pero no debe de pasar de ser algo médico y por la circunstancia. No lo hago por más nada.

- Tranquila Sara. No te preocupes por eso. Esto queda entre tú y yo y es cuestión de seguir teniendo cuidado y ser discretos.

- Oye, no te dolió ni te ardió nada, verdad?

- No, para nada. Al contrario. Aun siento un placer rico que recorre mi pene.

Tomó la panty sucia. La abrió y reparó intentando buscar un olor o color extraño del semen empatado en entre los encajes de la prenda.

- Parece todo normal entonces. Me alegra que realmente te funcione.

- Sara, para ti tal vez todo esto sea evidente porque estas acostumbrada a tener sexo con hombres con penes normales supongo. Ni te imaginas la felicidad que yo tengo ahora que pude por primera vez coger a una mujer en cuatro sin ninguna incomodidad.

- Ah en serio? No lo había pensado fíjate. Para mi es algo normal la verdad. Es mi pose favorita ji ji. Ay qué vergüenza decirte eso. Alberto la tiene derechita la verdad  y los novios que tuve antes de casarme la verdad es que también ahora que lo pienso. Bueno cuñis me voy que llego tarde.

- Gracias Sara.

Salió discretamente y se marchó caminando rápido hacia la parada del bus. Yo me metí al baño completamente complacido y agradecido con la vida. Mi cuerpo aun respiraba placer. Mañana sería otro día.

Datos del Relato
  • Autor: eskrytor
  • Código: 59262
  • Fecha: 13-07-2020
  • Categoría: Incestos
  • Media: 6.5
  • Votos: 2
  • Envios: 0
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1 comentarios. Página 1 de 1
Jose
invitado-Jose 05-08-2020 05:16:29

Excelente muy excitante y tiene mucho morbo-

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