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Categoría: Confesiones

La mesera ardiente

Mi padre fue un hombre que tuvo muchos hijos. De una relación de unión libre tuvo dos hijas. De su primer matrimonio tres varones y con mi madre con quien nunca se casó tuvo tres chiquillas. A todos los conocí, inclusive tuvo la oportunidad de llevarnos a Oaxaca, en donde hay una extensa familia.



Mi hermana Ofelia, la mayor, me llevaba muchos años y le iba bien en su restaurante. Le iba muy bien y desde los viernes por la noche preparaba una gran cazuela de mole, pues vendía picadas, gordita, tacos y todo tipo de antojitos. De muy lejos llegaba gente que le pedí mole poblano y servía con un cucharón. Le iba super bien y me invitó a que trabajara con ella los fines de semana. Sólo eran ella, su esposo, varias muchachas o señoras que se dedicaban a preparar tortillas y picadas en varios comales. Mi tía se encargaba del preparado de los alimentos y su esposo de cobrar y llevar los trastes a lavar a los fregaderos. Que si unas enchiladas, que si picadas o gorditas. En fin, vendía muchísimo. De cuando en cuando su hija Patricia también ayudaba.



Yo a los 17 años ya era una experta en las artes sexuales (no culinarias, eso fue después). Acudí un sábado pues estaba peleada con mi novio. Llegué a las 7:00 y ya había gente en el restaurante cuando apenas mi tía estaba comenzando a preparar las cosas. Me indicó qué hacer, como anotar las comandas y también me enseñó a cargar las charolas con platos, cómo servir vasos o en fin, cómo despachar. Me comencé a preparar, recuerdo que llevaba una blusa pegada de tirantes y escote, una minifalda de vuelo negra y unas chanclitas. Mi cabello suelto.



No me fue difícil gustarle a los hombres esa mañana. Inclusive algunos me miraban las piernas, perfectamente depiladas y trataba de atenderles bien. Algunas mujeres se molestaban con sus parejas cuando ellos me seguían con la mirada.



Ese día me fue muy bien. Gané bastane dinero con las propinas pero llegué a casa muy cansada. Volví al otro día y de nueva cuenta fui muy atrevida. Recuerdo que en una de las mesas estuvo una señora con una niña de 10 años y un jovencito de unos 16. Se llamaba Leandro y estaba guapo el chiquillo y me comía con la mirada. Lo atendí bien y como estaba sentado hacia una pared y los manteles de la mesa eran largos, nadie vio cuando le acaricié con mi pie su espinilla. El chiquillo se deshacía de placer y yo estaba muy caliente pues noté que tuvo una erección bajo su pantalón deportivo y se veía ¡mmm, delicioso!



Pero no pude hacer mucho, no pude hacer más ni lo volví a ver pero me quedé bien caliente. Otros hombres mi miraban con mucho deseo y querían abalanzarse sobre mí. Yo les coquetée con la mirada pero nadie pareceía atreverse a lanzarse para invitarme a coger. Yo habría aceptado con gusto.



Dos semanas después, ya había notado que Tomás, el esposo de mi hermana Ofelia me veía con deseo. El tipo era feo, chaparro como de 1.60 y le gritaba mucho, quizá porque llegaba un momento en que había mucha gente de pie y otros se formaban para pedir comida para llevar. Esa tarde, como a las 18:00 cuando ya se había cerrado a público todos estaban en activo, unas lavando los comales o los trastes y yo acomodando las mesas. Su esposo se quedó haciendo cuentas, pero mi hermana había salido con Patricia pues tenían que comprar algo de urgencia.



Poco a poco se fueron retirando las empleadas y yo me quedé dentro de la fonda esperando a mi hermana que seguramente no tardaría. Mi cuñado salió al patio y demoró en regresar. Salí porque me gritó desde afuera que le pasara una toalla. En los baños que tenía mi hermana había mingitorios y también otros baños completos. Pero uno de los baños era de regadera. Regularmente allí se duchaban las empleadas al terminar la jornada. Yo no encontraba la toalla hasta que por fin había una y la llevé a mi cuñado, sólo que -no sé si intencionalmente- la puerta se abrió y él quedó ante mí, esperando la toalla. No sintió la menor pena ni se tapó. Ya era un tipo de edad, quizá unos 55, pero estaba bien dotado. Recuerdo que su miembro parecía un pene de caballo o bien, parecía un teléfono descolgado. Para ser tan feo tenía muy buen aparato y me pude figurar las ricas cogidas que habrá disfrutado mi hermana.



No puedo negar que me excité, pues el tipo era desparpajado y no mostró ningun pudor. Me voltée un poco y él siguió diciendo no sé qué cosas. Pero me volvió a llamar y me pidió que le llevara una playera que estaba colgada de un tendedero. Lo hice y el tipo seguía desnudo y se había sujetado con la mano derecha el enorme miembro. Yo de plano me excité. ¡Ven! me dijo y yo voltée hacia todos lados y sonreí levemente, pero me acerqué por curiosidad y por deseo también. Me puse frente a él y olía a limpio. Su pene era enorme. ¡Tócalo! Lo pensé y me dio un poco de miedo, pues si mi hermana volvía se armaría un lío gordo allí. Pero tuve que hacerlo. Dos o tres hombres me habían gustado ese día y me había quedado algo excitada y húmeda.



Lo toqué, se sentía tibio quizá porque se bañó con agua fría, o bien, sin calentar. ¡Woow! Estaba macizo y se meneaba de un lado a otro. Lo más importante es que estaba duro. Sin que me lo pidiera, a mis 17 años me puse en cuclillas y comencé a lamer y chupar esa metralleta. Se puso durísimo y él me pidió que me levantara y comenzó a dedearme. Me daba nalgadas que hacían que se pusieran rojas mis nalgas, pero también jugueteaba con su dedo entre mi vulva y culo. Había que reconocer que el tipo era un experto. Supe después que se había surtido a todas las empledas de mi tía.



Delgada como era, no le costó ningún trabajo pegarme a la pared alzarme y meterme su enorme verga. Al sentir que entraba y arremetía con fuerza sentí dolor pero pasó rápido y comenzó a meterlo y sacarlo. Oh, el tipo hizo que me corriera muy rápido y lo abracé mientras sostenida mis piernas abiertas. Finalmente sacó su pito y arrojó su semen en la pared y parte de mi pierna. Fue una cogida intensa que no duró mucho, pero la disfruté pues tuve un delicioso orgasmo.



El tipo ya no quiso coger, pero al otro día yo iba seguido al patio para dejar trastos y de cuando en cuando le pasaba mi mano por su pantalón para sentir esa deliciosa macana. Recuerdo que ese domingo, se apuraron para irse mi hermana y él. Algo ocurrió que se fueron de prisa. Poco después supe que una hermana se había muerto.



Mi prima Patricia se quedó en su casa. Nos llevábamos bien y de cuando en cuando salíamos al cine. Era muy coqueta y conmigo embonaba perfectamente pues yo era una zorra. Entré a la casa que estaba junto del negocio y la fui a ver a su recámara. La encontré acostada, sólo con una pantaleta puesta y chupando un platano. La golosa chiquilla estaba aprendiendo a chupar cosas. No era una experta pero si quería clases de una zorra, allí estaba yo para enseñarle.



Tampoco sintió mayor pena por el hecho de que veía sus bellas tetas y que se acariciaba con la mano izquierda en su vulva con la pantaleta puesta. Reímos y yo le pedí un plátano. Le quité toda la cáscara y comencé a lamerlo. Ella ponía atención y se le antojaba lo que yo estaba haciendo. Introduje el plátano en mi boca y lo metí hasta dentro de mi boca. Ella estaba extasiada hasta que se acercó y lamió el plátano que chupaba y que casi estaba a punto de romperse. Lo metió en su boca pero se quebró y ambas reímos. Yo no pude evitar tocar su vulva cubierta por su pantaleta y eso encendió a mi candorosa pero muy puta prima. Ya la habían clavado varios novios pero no parecía haber quedado muy satisfecha y pensaba que el problema era ella. Yo la consolé y le acaricié sus pechos y también seguí jugando con mi dedo.



Pasamos un rato delicioso, pues llegó un momento en que comenzó a calentarse tanto que me besó apasionadamente y me dijo que me amaba. ¡Wow! Yo no tenía mucha experiencia con chicas, pero mi primera besaba delicioso y me sorprendió su atrevimiento no sólo porque me besó, sino también porque se abalanzó sobre mí para lengüetear mi vulva. La tipa me excitó rápido y cuando juguetéo con sus dedos yo abría y cerraba mis piernas. Ambas tuvimos bellas corridas, no al mismo tiempo, pero estábamos allí, amándonos y gozándonos.



Culminamos nuestro encuentro con muchos besos, abrazos, apretones de nalga y otro poquito de metidas de dedo.



Pasé muchas cosas divertidas allí. No sólo tuve otros encuentros con Patrica, sino que furtivamente mi cuñado me cogió una que otra vez. En una de esas ocasiones viví con miedo varios días, pues me cogió duro y me calentó tanto que arrojó su semen dentro de mí. De verdad que llegué a pensar que iba a quedar preñada, pero no, había contado mal los días, tuve mi período menstrual a tiempo, sin problemas.



En alguna ocasión que me quedé a dormir allí, con mi prima, fui al baño y escuché unos gemidos. Me asomé quedito y vi a mi hermana, ya de 60 años, montada sobre el espectacular pito de su esposo y vaya que mi hermana se movía con soltura y le suplicaba a su esposo que le diera más palo. Mi hermana era gordita pero aunque daba una imagen seria con la gente en la cama era una mujer muy caliente, como debe ser.



Disfruté mucho trabajar allí. Mi hermana murió cuatro años después y su esposo como seis meses después. Ambos por infarto. Mi prima se graduó de maestra de preescolar y es una mujer feliz. No está casada pero yo sé que ella sigue siendo una mujer apasionada y no dudo que haya hombres y mujeres que tengan la oportunidad de gozarla, aún conserva ese bello cuerpo y su cara de puta no se la quita nadie. La quiero tanto...


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