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Categoría: Maduras

La Isabel

Este relato ha sido escrito por Alberto Martín. Su publicación ha contado con su consentimiento y agradezco que me haya permitido el publicarlo. Espero que al lector/a le guste tanto como me gustó a mí(motivo que me impulsó a pedirle permiso para que el relato fuera publicado). Alberto, gracias. Al lector/a que lo lea, que lo disfrute.



La gente dice que no es bueno emborracharse y yo estoy de acuerdo. Ahora bebo muy poco y en contadas ocasiones, pero, hace ya mucho tiempo, de joven, una vez me emborraché y no me salió tan mal. Debía tener dieciocho años, un viernes por la tarde salí con varios amigos. Empezamos a tomar unas cervezas a eso de las seis y, sin darme cuenta, me emborraché de forma rápida, probablemente no eran ni las ocho de la tarde cuando me puse sopa. Cuando digo sopa, digo como una cuba. Me puse malísimo, devolví hasta la primera papilla y casi no me podía tener en pie. Como estábamos cerca de mi casa, mis amigos me llevaron allí. Llamaron a la puerta y abrió la muchacha de servicio. Mis padres habían salido y nada mas estaba ella en casa. Yo no recuerdo nada, pero mis amigos me dijeron, días después, que la criada los había puesto a caer de un burro y que casi tuvieron que salir corriendo porque la mujer les quería pegar por haber puesto así a su Tito.



Isabel, la muchacha de servicio, llevaba con nosotros desde que yo tenía diez años. Cuando ella vino a casa, todos me llamaban Albertito o Tito. Hace más de tres años que todos me llaman Alberto bueno, todos menos Isabel, que sigue llamándome Tito. Para mí Isabel era una mujer de edad indefinida, aunque ahora sé que entonces tenía treinta y seis años. Isabel era asturiana, rubia, de tez clara, de cara ni guapa ni fea, sino todo lo contrario, un poco de bigote(mi madre decía bozo) adornaba su labio superior. Era de estatura media y más gorda que delgada. Pero nunca había pensado en ella como una persona gorda, sino como una persona fuerte. Sus brazos y piernas eran sólidos y cuando se arremangaba el brazo era muscular, duro, hasta se veían los músculos. El cuerpo, aunque siempre oculto por uniformes, delantales, batas, etc. también daba la impresión de solidez y fortaleza. No era mujer de muchas palabras, ni tampoco parecía muy afectiva. Pero mi madre decía que era extremadamente honrada, trabajadora y leal. Yo me llevaba bien con ella. Isabel era una buena cocinera, yo era goloso y ella a menudo me mimaba haciéndome pasteles, tartas, natillas etc...De pequeño me había dado algún que otro cachete, pero, en su estilo, a su modo callado e introvertido, estaba claro que me tenía afecto.



Claro está que no recuerdo nada de lo que pasó cuando me dejaron mis amigos. Lo único que recuerdo es que desperté en mi cama con Isabel a mi lado. Ella estaba sentada en la cama, tenía un paño mojado con agua fría y colonia con el que me lavaba la cara.



-¿Qué hora es Isabel?.



-¿Qué más te da la hora?.



-No quiero que mis padres me vean así Isabel.



-Pues si no quieres que te vean así, no te emborraches como un quinto, so bobo. Son las once, hace una hora llamaron tus padres diciendo que volverán muy tarde. Supongo que eso quiere decir más de las tres de la mañana



Estaba claro que Isabel no me iba a dar mucha simpatía en mi resaca. Me di media vuelta para mirarla y me di cuenta de que tenia puesto un pijama.



-¿Isabel, tú me has puesto el pijama?.



-No, que te lo va a haber puesto el gato.



-¿Pero…tu me has desnudado?.



-Leñe con el Tito, a ver si te piensas ahora que es la primera vez que te veo desnudo o que es la primera vez que tengo un tío en brazos.



La verdad es que la naturalidad y desparpajo de Isabel me desarmaron por completo. El que dijera que no era la primera vez que tenia un tío en brazos me sorprendió, yo nunca había pensado en ella sexualmente sino simplemente como Isabel. En los ocho años que llevaba en casa la veía como una persona que hacía cosas pero no una mujer, sexualmente hablando. Debía haber tenido veintiocho años cuando vino a casa y yo tenia diez, así que entre la diferencia de edad, que no era agraciada de cara y que los uniformes y delantales que llevaba no eran modelitos de París precisamente, yo la veía, sin ningún interés sexual, como una solterona que trabajaba en casa. En la confusión de mi resaca dije lo primero que me vino en mente:



-Isabel, ¿tu te acuestas con hombres?.



-Leche con Tito; pareces tonto hijo mío. Yo vine a Madrid a limpiar y cocinar para ganarme la vida, no a meterme a monja de clausura. ¿Me crees tan fea que piensas que nadie se va acostar conmigo o piensas que soy tortillera?.



-No, Isabel, no sé, nunca he pensado que tú tuvieras relaciones sexuales. Te conozco desde que tenia diez años y no se me ha ocurrido pensar en ti haciendo…bueno ya me entiendes.



-Pues Tito, eres más tonto de lo que yo pensaba. ¡Igual te crees que tu madre y tus abuelitas son vírgenes!. Tengo mucho éxito con los hombres. Tengo unos pechos como badajos de campana y un trasero que los vuelve locos. Lo que pasa es que no he encontrado ningún hombre con el que me quiera casar.



Todo esto lo decía Isabel, como el que habla del tiempo o de lo cara que esta la compra. La tranquilidad y desfachatez de Isabel me estaba calmando el dolor de cabeza, haciéndome salir de mi resaca y desde luego la conversación captaba mi atención. Nunca había tenido una conversación de este tipo con una mujer madura que me contara lo que hacia. Decidí aprovechar la ocasión.



-Ya que presumes de tener pechos tan buenos, ¿porque no me los enseñas?.



-Uy Tito, ¡Qué golfo me has salido!. Casi ni te afeitas y ya te estás emborrachando y ahora me quieres ver las tetas. A mí no me importa enseñarte mis tetorras, tampoco serías el primer tío que las goza y por mí...mejor que las goces tu que no otros; pero luego querrás tocarlas y después querrás más, que yo conozco como sois los hombres, y acabaremos liándola. No veas, tu madre sé cabrearía conmigo y jodemos todo el pastel.



Isabel me estaba empezando a calentar. Hablaba de tetas, de tocar, y de cosas sexuales que para todo el mundo eran tabú con una claridad y naturalidad pasmosa. Yo sabía que ella era muy testaruda, así que más valía no tratar de convencerla. Quizás apelando a su honradez. Ella siempre decía que no le gustaba la gente presumida y fanfarrona.



-Anda, no digas chorradas Isabel, ni vengas ahora con excusas de mi madre. Si quieres presumir de pechos, los enseñas y si no los vas a enseñar no presumas. Aquí no hay que fanfarronear ni tirarse faroles.



-¡Faroles eh!. A ver que te parecen éstos.



Picada en su amor propio, se puso de pie y sin ningún recato, se quitó el delantal, se desabrochó el uniforme negro hasta la cintura, soltó unos corchetes en el sujetador y... ¡Madre del amor hermoso!. ¡Qué par de tetas que salieron!. Resulta que la Isabel no estaba tan gorda como yo pensaba. Lo que tenía era un par de tetas enormes, redondas, aun enhiestas, que ella con el sujetador trataba de aplastar contra su cuerpo pero que cuando se soltaban…¡Madre mía cuando se soltaban!. Eran unas tetazas enormes. Las areolas eran grandes de un rosa pálido, y los pezones eran formidables, como mi dedo meñique, algunos pelos largos salían de las areolas. No es que yo fuera un experto(un par de veces de putas y sobar y besuquear a un par de amigas) pero había visto montones de tías desnudas en revistas y aquel par de tetas no se veía cada día.



-¡Isabel!.



Supongo que me quedé con la boca abierta y la baba cayendo por ambos lados. Estaba embelesado con aquellas tetazas. Pensar que esas tetas enormes estaban en casa todo el tiempo y yo ni me había enterado.



-Cierra la boca Tito, que te van a entrar moscas. Qué, ¿mentía yo?, ¿soy fanfarrona?.



-Isabel son las tetas más grandes que he visto nunca. Déjame tocarlas.



-No, ya sabía yo que ibas a salir con esas. No quiero líos Tito. Tus padres se han portado muy bien conmigo y yo no quiero líos. Así que de tocar nada.



Mientras así decía empezó a ocultar aquellas joyas otra vez en la cruel prisión que era aquel sujetador aplastante. La visión de aquellas tetazas me empezó a despejar la cabeza.



-Bueno, si son fofas, haces bien guardándolas, pero no deberías presumir de que son como badajos de campana si son blandorras.



-Blandorras ¡so tonto!. Se ve que eres aun muy niño y no entiendes Tito. Anda, para que aprendas que cuando apuntan para arriba como estas, no son blandorras.



Se quitó el sujetador otra vez y allí quedaron libres en todo su esplendor. Isabel con orgullo sacaba pecho, exponía las joyas poderosas, y las ofrecía a mis temblorosas y ansiosas manos. Me levanté de cama y con un pequeño tambaleo me acerqué a aquella poderosa cordillera. Toqué, apreté, estrujé, palpé y todo ello con gran admiración y embeleso. ¡Qué maravilla!. Eran firmes, duras, eran un don del paraíso, eran…¡la leche!. Cuando pude articular palabra, dije:



-Isabel. ¡Qué tetorras!. Son las tetas más duras que he tocado nunca, que gozada, que gloria, son maravillosas.



Sin decir nada más, empecé a mamar de aquellas duras fuentes de placer. Yo mamaba y mamaba, chupaba, estrujaba, saltaba de pezón a pezón, mordisqueaba, estaba como loco, no podía controlar lo que hacía con aquellas majestuosas tetorras y los incitantes pezones.



-¡Ay Tito!. Ya te lo dije, lo de chupar y besuquear no estaba en el programa. Déjalo, déjalo ya que te vas a poner cachondo y yo también me caliento enseguida. ¡La vamos a liar!.



-Isabel ¿Cómo lo voy a dejar?. Si están buenísimas, son exquisitas, son pasteles de gloria, si me vuelven loco, te aseguro que no me voy a poner cachondo. No me puedo poner cachondo porque ya lo estoy, cachondo y bien empalmado.



-Ay cabrito, a mi también me has puesto cachonda con tu sobeteo. Además cuando te puse el pijama ya note que tienes buena pija, más de una mujer te la va a agradecer.



Mientras así decía, metió su mano en la bragueta del pijama y sacó mi instrumento.



-¡Uy!. No te la había visto nunca empalmada. Tito, esto no es una pija, esto es una tranca de mucho cuidado. Si aprendes a usarla bien, vas a esparcir felicidad entre las mujeres.



Mientras alababa las excelencias de mi cipote con su mano me lo estaba meneando. No parecía que fuera la primera vez que le tocaba la zambomba a un tío, lo hacia con la misma destreza y naturalidad con que limpiaba los cacharros de la cocina.



-Isabel, qué gustazo me estas dando, sigue, sigue.



-Tito ¿a ti te la han chupado alguna vez?.



-No, Isabel, nunca.



Sin más ceremonia, Isabel se puso de rodillas, me bajó el pantalón del pijama por completo puso mi tranca en su boca y chupaba metía y sacaba con un arte…¿Quién iba a pensar que la que veía como una solterona, regordeta, sin ningún atractivo iba a tener unas tetorras tan hermosas y me iba a hacer la primera y mejor mamada de mi vida?. La tía era eficiente, mientras chupaba, con una mano me acariciaba alrededor del culo y con la otra ora acariciaba, otra apretaba mis testículos. De pronto sacó mi picha de su boca y pregunto:



-¿Gozas Tito?.



-Isabel, me estas volviendo loco. Nunca me han dado tanto gusto.



-¿Quieres que te haga un cubano, mi niño?.



-¿Qué es un cubano Isabel?.



-Uy, mi cielo, a ver si te voy a enviciar. Mira un cubano es cuando te pongo tu tranca entre mis tetones y con estas tetas que me dio Dios te hago una paja.



-Hazme un cubano. Por favor hazme una paja con tus tetorras, por favor, me tengo que correr o los huevos me van a reventar.



Isabel escupió en mi picha, con ambas manos cogió sus poderosas herramientas y juntándolas escupió en el maravilloso valle entre ellas. Una vez todo estaba húmedo y lubricado, puso mi tranca entre sus tetas, apretó los pechazos con sus fuertes manos y las subía y bajaba. Yo creía estar en la gloria. ¡Qué mujer!. Cuando la cabezota colorada de mi cipote asomaba entre sus tetas, ella aprovechaba para darme una chupada.



-Isabel me voy a correr.



-Córrete mi niño, córrete, goza de las tetorras de Isabel, goza de estas mamas, goza de mis badajos amante, ¡córrete mi ángel, córrete!



-¡Qué llego, Isabel!.



Sin decir palabra, se metió mi cipote en su boca y chupaba y tragaba mientras con una mano ordeñaba mi tranca. Chupaba y chupaba mientras con su mano seguía meneando mi cipote. ¡Nunca había tenido un orgasmo así!. No sé cuanta leche ordeñó de mi picha, pero toda la leche que saliera se la tragó con gula y avaricia. Yo no podía más.



-Vale, Isabel, vale, déjalo que me matas ¡déjalo!.



-Lo ves Tito, lo ves. Ya la hemos liado. Yo soy muy calentorra y tú como todos los chavales te encandilas con un par de tetas y ahora vamos a tener problemas.



-Isabel no sé de que problemas hablas. Lo único que puedo decir es que con tus tetas y tu boca me has dado más placer del que yo podía imaginar. Ahora quiero verte todo. Quiero ver tus muslazos, tu culo, tu coño, te quiero follar, te quiero hacer de todo, Isabel te quiero.



-¡Ay niño!. No sabes distinguir entre un calentón y un querer, pero caliente si que lo estás. Mira como se te está poniendo de hermosa tu tranca otra vez.



Mientras hablábamos, verla con los tetones expuestos, su cara de vicio y un poco de mi leche rezumando de sus labios me había vuelto a calentar y mi pija estaba tiesa como una vela. Cogí a Isabel de las manos, la levanté del suelo y la doblé sobre mi cama. Ella se dejó hacer sin rechistar. Levanté su falda y expuse sus magníficos muslos. Eran grandotes, pero firmes, recios, sin esas blandurreces que las gordas cursis llaman celulitis. Que bestia la tía ¡qué buena estaba!. Parecía que en cuanto uno se olvidaba de la cara el cuerpazo estaba hecho para gozarlo. No era un cuerpo de modelo esquelética de pasarela de moda. Era un cuerpazo sólido que daba gloria ver, apretar, sobar, estrujar, azotar. Sin poderme contener le bajé las bragas. ¡Dios santo que culote!. Si las tetas eran firmes, los cachetes del culo eran como piedras, blancos, firmes, redondos, hermosos. Excitado con aquella visión: Isabel doblada sobre la cama, sujetando la falda por encima de su culo, exponiendo los recios muslazos y aquel macizo, enorme e incitante pandero, empecé a dar azotes en los maravillosos cachetes. Me encantaba el sonido y la sensación de poder que me daba.



-Joder como sois los tíos. En cuanto veis mi culazo tenéis que empezar a dar azotes. Ya esta bien de azotes, Tito.



Sin contestar dejé de dar azotes y empecé a chupar, besar y acariciar las exquisitas redondeces. Que bestia Isabel, que pandero más bueno tenía. No me extrañó que todos los tíos lo quisieran azotar; pero, amasar, pellizcar y besar tampoco estaba mal. Con curiosidad, separé los fornidos cachetes exponiendo su ojete. Era rosado, suave, encantador. Me excitó ver el ojete y ver como ella me dejaba hacer lo que quisiera sin ninguna protesta. En mi excitación grite:



-Date la vuelta Isabel, quiero tu coño, te tengo que follar.



Isabel obedeciente alzó el cuerpo de la cama, se dio la vuelta separó sus muslazos, proyectó su pelvis hacia delante, con las manos separó los labios de su coño y dijo:



-Mira mi coño, Tito, míralo. Yo también quiero que me la metas, jodío que me has puesto bien cachonda. Fóllame, jódeme, híncamela, fóllame el coño hasta romperlo con tu tranca.



Tenía un coño bien peludo, con vello denso, castaño y hacia falta que separase los labios con las manos, de otra forma, el frondoso bosque ocultaría el tesoro.



-Isabel, las mujeres ¿también os hacéis pajas?.



-Toma, pues claro. A ver como te crees tu que yo aguanto entre semana. Me tengo que pajear al menos dos veces al día.



-Cómo te haces las pajas ¿te metes algo en el coño?.



-A veces. Mira, me toco las tetas, acaricio mis pezones, así ¿ves? Los puedo chupar, me puedo meter algo en el coño o en el culo, pero lo que de verdad me da gusto es tocarme y refregarme la pipa.



-¿Que es la pipa Isabel?.



-Coño, los de ciudad no sabéis nada. A los dieciocho años en los pueblos estamos todos bien picardeados. Mira, la pipa es como una picha pequeñita que tenemos las mujeres. Aquí, ves este botón justo encima de la raja. ¡Ayy me da un gusto sobármela!.



-Isabel ¿te gustaría si te la chupo?.



-Ángel mío, me encanta que me la chupen, me puedo correr cinco y seis veces seguidas con una chupada. Chupa corazón, chupa.



Isabel se sentó en el borde de la cama, con las piernas bien separadas, las manos abriendo los labios del coño, ofreciéndome su pipa. Yo la chupe, besé y juguetee con mi lengua, mientras con las manos sobaba y estrujaba las exuberantes tetazas. Isabel ronroneaba como una gata hasta que empezó a chillar y con las manos apretó mi cabeza contra su sexo.



-Sí corazón, sigue, sigue, chúpame ¡Ayyy me corro ángel mío, me corro!.



¡Que tiarrona!. Con sus poderosos muslazos inmovilizó mi cabeza, con las manos empujaba mi cabeza y mi lengua contra su coño, mientras todo su cuerpo se movía con poderosos espasmos, un líquido espeso y dulzón salía de su coño y ella chillaba como loca. Al cabo de múltiples espasmos, aflojó los muslos, soltó las manos y dijo:



-Gracias mi niño, gracias, cuanto bien me ha hecho esta corrida. Espero no haberte hecho daño, pero cuando me corro, no me puedo controlar y me pongo muy bestia.



-Joder Isabel, casi me rompes el cuello, pero ahora te la quiero meter hasta el corvejón.



-Si mi bien, yo quiero que me la hinques, quiero que me jodas de verdad. ¿Dónde tienes los condones?.



-No tengo condones Isabel.



-Leche, yo tampoco tengo y estoy en fechas peligrosas. No podemos follar, mi niño, lo único que faltaba es que me dejaras preñada. Menudo follón y que cabreo que cogerían tus padres.



-Isabel, me tienes loco, no me dejes así, tengo que follarte.



-Tito, yo también quiero que me metas esa tranca enorme que tienes. ¡Jesús!. como la tienes, se te ha puesto bien gorda. Tenemos que aliviarla. Mira corazón lo único que podemos hacer es meterla en el culo.



-Isabel, so guarra, ¿me vas a dejar follarme tu culo?



-Sí hijo, es la única forma de estar segura que no me quedo preñada. Espera un poco.



Dejó caer su falda, tapando aquel delicioso culo y con las imponentes tetazas al aire, salió corriendo de mi cuarto. Volvió en un momento con un frasquito con aceite en sus manos.



-Dame esa maravilla de picha que tienes, Tito.



Puso aceite sobre el cipote y lo frotó con ambas manos. Así aceitado y con sus manos bien lubricadas daba mucho gusto. Cuando lo vio bien lustroso se dio la vuelta dobló su cintura, con una mano agarró un barrote de mi cama con la otra se puso la falda sobre su cintura dejando su ya aceitado, invitante y embriagador culo expuesto para mí.



-¿Has dado por culo alguna vez Tito?.



-No, Isabel nunca.



-Joder, cómo te estoy enviciando corazón, primero la mamada, luego el cubano y ahora el culo. Mira hay que ir con cuidado. Pon la punta del capullo contra mi ojete. Si así, ahora, despacio, muy despacio, empuja un poco; despacio cabrón, despacio.



Yo noté como mi enardecido y rígido cipote lentamente avanzaba, contra una resistencia, milímetro a milímetro hasta que de pronto venció la resistencia y entró por completo en su culo.



-Ay, quieto ahí, quieto amante.



Isabel había echado ambas manos atrás agarrando mi culo, empujándome contra ella e inmovilizándome. Hizo varias respiraciones profundas y al cabo de un minuto, dejó de sujetarme con sus manos y dijo:



-Mi niño, con ese trancón que tienes casi me rompes el culo. Me ha costado acomodarte y mira que no es la primera vez, ni mucho menos, que tomo por saco. ¡Que verga tienes! En el futuro tendremos que ir más por delante y menos por detrás. Ahora, amante, ahora, menéala un poquito, mueve tu tranca un poquito, suave, suave mete y saca, poquito a poco. No la saques del todo, así así.



Me costaba esfuerzo contenerme y no follar a lo bestia. Isabel doblada para mi placer ofertándome su grandioso culo. El glorioso y enorme culazo ensartado en mi lanza. Mi picha, por primera vez, follando un culo, entrando y saliendo del ajustado agujero e Isabel dándome instrucciones sobre como darla por el culo con la misma naturalidad conque me podía decir como hacer una tortilla. ¡Cómo podría yo aguantar todo eso!. Pero, ¡valía la pena aguantar!.



-Ya estoy Tito, ya estoy lista. Coge mis tetorras y folla mi culo de zorra. Rómpelo ángel mío es todo para ti, no tengas compasión. Fóllamelo hasta que te canses, a lo bestia, goza con mi culo amante, goza. Emputéceme corazón, emputéceme. ¡Haz lo que quieras conmigo!. Soy toda tuya.



Yo no me hice de rogar, usando aquellas tetazas como asas, follaba y follaba aquel grandioso culo. Isabel como una fiera no solo tomaba por culo; con fuertes vaivenes ella misma se empalaba en mi polla metiéndosela hasta el fondo. A veces pensaba que se iba a meter hasta mis cojones.



-Dame tranca mi niño, dame tranca. Me encanta tomar por atrás, me encanta y con tu vergón me estas dando un gustazo.. ¡Que viciosa soy!. Que joya de cipote tienes mamón, con esa joya se te van a rifar las mujeres y que bien follas. Fuerte, capullo dame fuerte, métemela, sácamela por la boca, así dame por el culo a lo bestia. Me encanta como follas corazón. Eres caliente y vicioso. Así, ahora, ahora me froto la pipa. Tu rompiéndome el culo y yo frotando mi pipa, que gustazo. No veas, me voy a correr como una vaca.



Yo estaba como loco, el follar mi primer culo ¡y que culazo!. Isabel gritando y jaleando y yo tirando y estrujando de aquellos tetones era demasiado. Más de lo que yo podía aguantar



-Me corro Isabel, me corro.



-Si, mamón córrete en mi culo lléname las tripas con tu leche, dámela Tito dame toda tu leche.



Con un inmenso espasmo y un aullido me corrí en su culazo de yegua fondona. Casi al mismo tiempo Isabel chilló, tuvo varios espasmos y se cayó al suelo.



-Perdona mi niño, perdona que me haya caído y sacado tu picha, pero hacía tiempo que no me corría así de fuerte. Las piernas no me aguantaban.



-Isabel, no hay nada que perdonar, mi picha no aguanta más y tu me has dado más placer que nadie.



-Que majo eres, mi niño, anda por ser tan majo te voy a limpiar la picha.



Cogió mi polla que había estado en su culo, se la metió en la boca y me la dejó como los chorros del oro.



-Anda Tito, acuéstate ahora, descansa y duerme.



Dócilmente yo me acosté y ella me tapó.



-Isabel me lo he pasado muy bien. Lo quiero hacer más veces.



-Pues claro mi niño. Lo haremos todas las veces que quieras. Pero tenemos que tener cuidado que tus padres no se enteren y hay que comprar condones porque no me puedo quedar preñada. Cuando quieras pídeme lo que tu quieras ángel mío; que este corpachón de viciosa esta aquí para darte a tí todo el gusto del mundo. Tú pide que yo lo te daré.



-Isabel, cuando te pregunte si las mujeres os hacíais pajas me dijiste que tú te hacia muchas entre semana. ¿Que haces lo fines de semana?.



-Mi niño, que voy a hacer. Jodo a pierna suelta. Hay domingos que en una tarde me jodo a cuatro tíos.



-No quiero que jodas con otros Isabel.



-No te preocupes mi niño, que si tú me abasteces con esa tranca de gloria que tienes, no me hace falta nadie más.



-Así me gusta. Anda, dame una teta para que me duerma.



Isabel puso un pezón en mi boca mientras me acariciaba la cabeza y ronroneaba una canción de cuna. ¡Así deben de poner a dormir a los justos en el cielo!.



Me salió bien lo de la borrachera. Desde ese día hice lo que quise con Isabel. Ella se desvivía por darme gusto sin preocuparse por su placer. Era fantástico, en cuanto estábamos solos decía lo que se me antojaba y ella lo hacía de inmediato, como una esclava pero lo hacía con gusto, ansiosa de complacer, sin una queja, sin una demanda, siempre dispuesta, instruyéndome, inventando guarrerías para mi deleite.



-Isabel ¡chúpamela!.



Allí estaba Isabel, poniéndose en cuclillas(me excita más verla en cuclillas que de rodillas) y mamándome la picha. Si le pedía las tetas, las tetas sacaba, si el culo allí estaba, en pompa, listo para mí. ¡Qué gloria de cuerpo!. ¡Qué encanto de mujer!.



Tanto me encantó su corpachón que desde aquel día las mujeres con las que he estado han sido todas mas bien delgadas y con poca teta. Porque las de carnes abundantes no pueden competir con mi Isabel. Hasta Carmen, mi mujer, es delgada, alta y de poco pecho. Claro está que cuando me casé, Isabel vino a vivir con nosotros como "ama de llaves". En cuanto Carmen no estaba en casa...a follar en plan salvaje con Isabel por toda la casa. Todo iba muy bien hasta que después de cuatro años de casados una tarde, mientras follábamos en la entrada de la casa, Carmen abrió la puerta y nos pilló en pleno acto. Isabel estaba en pelotas, doblada, las manos en la pared, las tetazas colgando, el culazo en pepitoria y yo, con los pantalones en el suelo, enculándola a lo bestia. Los dos chillando como cerdos, por eso no oímos la llave en la cerradura.



¡Vaya un cirio que montó Carmen!. Yo trataba de calmarla pero estaba totalmente histérica. Yo le explicaba que no tenía porque estar celosa, que Isabel era una magnífica ama de llaves, fenomenal cocinera y gran folladora. Que llevaba follando con ella desde mucho antes de casarnos y que el que follara con Isabel no disminuía mi cariño hacia ella.



Carmen me dijo que tenía que elegir entre Isabel y ella. Yo le dije que si me forzaba a elegir me quedaba con las tetas y el culo de Isabel. Carmen se quedó de estuco. Se puso blanca y se fue de la casa. Isabel, muy preocupada me dijo que lo mejor sería que ella se fuera de casa. Que se podía buscar otra casa donde servir. Yo le dije que ni loca, sus tetas y su culo eran para mí y la quería a mi lado.



Carmen pasó dos días en un hotel, pero por fin volvió más mansa de lo que se fue. Diciendo que mientras no la humillara en público, ella podía aceptar que Isabel viviera con nosotros y que yo tuviera relaciones sexuales con ella. Le aseguré que nadie jamás sabría nada de mi pasión por Isabel. Que si ella, viviendo con nosotros, no se había enterado en cuatro años, nadie más se iba a enterar.



Así hemos vivido quince años la mar de felices. Aún ahora que Isabel tiene cincuenta y un años, el cuerpo ya no es tan firme como antes, pero aún da gloria verlo y no digamos tocarlo. De cara no ha mejorado, al contrario se la ve más bien fea y mayor, pero las carnes…Aún tiene las carnes duras para su edad y me hace las cosas con un vicio…Una vez Carmen sabía lo que pasaba y lo aceptó como un modo de vida, no vi ninguna necesidad de disimular; así que empecé a follar a Isabel delante de Carmen. También follo a Carmen a menudo. No porque joda con Isabel tengo a mi esposa insatisfecha, no. No creo que Carmen tenga queja de mis servicios matrimoniales. Carmen se ha acostumbrado y no parece que le afecten mis jodiendas delante de ella, al contrario, hay veces que ella le da las gracias a Isabel y después me pregunta a mí:



-¿Te has quedado a gusto Alberto?.



Si digo que no, Carmen me la chupa o se abre de piernas para que me la folle. La forma en que le da las gracias a Isabel es muy especial. Por ejemplo hace dos días estábamos Carmen y yo tomando café en la sala, cuando entro Isabel, le dije:



-Isabel, un cubano.



Isabel, sin ningún comentario o duda, se puso en cuclillas, sacó las tetorras, me la meneó, se tragó mi leche, se relamió y muy modosa preguntó:



-¿Alguna otra cosa Tito?.



-Uy no, no creo-contestó Carmen-. Que cubano tan bueno le has hecho Isabel, claro con esos pechos maravillosos que tienes…Gracias, Isabel.



Es curioso, aun después de muchos años de hacerlo delante de Carmen, Isabel aun esta un poco cohibida y se comporta más formal que cuando estamos solos. Cuando estamos solos, chilla se llama viciosa y guarra si misma y me jalea para que la folle más fuerte o para que goce más de sus espectaculares y gozosas carnes, se da azotes en el culo se pellizca los pezones. Pero cuando está Carmen delante, hace lo que le mando con gracia y entusiasmo pero sin alboroto. Isabel es siempre muy respetuosa con Carmen. No porque Isabel joda con el señor, se va a tomar libertades con la señora de la casa.



Me encantan los cubanos que me sigue haciendo, y follarla en el coño con las tetas bailando como locas me chifla, pero mi actividad favorita sigue siendo el metérsela en ese glorioso y todavía angosto culazo que tiene. Como Isabel lo sabe, sin que yo le haya dicho nada, desde hace años, cuando esta en casa nunca lleva bragas pero siempre lleva un liguero y medias negras con costura que mi me encantan y tarrito con vaselina en el delantal. Así sin bragas, no perdemos tiempo; cuando me viene en gana digo:



-Isabel, el culo.



Isabel busca un punto de apoyo, levanta su falda, pone un poco de vaselina en su ano y me ofrece la celestial visión de sus amplios muslazos con las medias y liguero negros enmarcando el blanco y bestial culazo que, si acaso, se vuelto más grande y más deseable con la edad. Hay veces que nada más quiero verlo, otras veces, con unos buenos azotes me conformo, pero las más de las veces, pongo un poco de saliva en mi capullo, la ensarto con mi picha y me la enculo a lo bestia; lo hago hasta delante de Carmen. La verdad es que me ha costado mucho decidirme, pero si me obligaran a elegir entre las tetas y el culo de Isabel me quedaría con el culo y con el placer que saco de estas enculadas. Aún después de tantos años su culazo me vuelve loco. Con sólo escribir a cerca del glorioso pandero, me caliento, me empalmo y tengo la imperiosa e irreprimible necesidad de ensartarlo.



-¡Isabeeeel!.



-Sí, Tito.



-Pon el culo, zorrona...



Alberto Martín


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