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Categoría: Incestos

La insospechada carencia de mamá 5ª parte

No obstante, los encuentros cada vez más frecuentes e intensos entre mi madre y yo, No fueron suficientes. Mamá estaba estancando su relación con papá, y aquello no iba a permitir la matriarca que fuera óbice de disfrutar del sexo en familia, así que se concibió el gran plan para hacer cómplice de nuestro arrebato irracional a mi padre. A diferencia de muchas historias que había leído, el sexo entre mi madre y yo no ha surgido de sugerentes palabras o indiscretos roces en ausencia de mi padre, sino en un desafío a la naturaleza de dos animales con las mismas necesidades por estar carentes de ellas. Nuestra pasión y placer instintivo, surgió de un cruce de miradas en plena exaltación onanista, donde mi entusiasmo pidió ser devorado con una simple mirada y la de mi madre suplicó hacerlo. Después un afán masturbatorio que se quedaba corto para complementarlo con un beso lascivo en el que la saliva regó nuestros labios cayendo nuestra moral hacía el vacío, si es que esta existió alguna vez en casa. Más tarde una mano furtiva recorriendo la ropa sin pararse un segundo, y por último una invitación a deshacernos del último resquicio de razón que quedaba en nosotros, uniendo nuestros sexos duramente en un acoplamiento genital sin dejar nada fuera de ella, tarde tras tarde.



Desde ese preciso momento, jamás volvimos a ser madre e hijo aunque nunca nos vimos como amantes o como enamorados…, mi madre ya había tenido suficientes en su vida, ahora buscaba un copulador para su fin último… ¡QUEDARSE PREÑADA! Pero eso solo lo sabía ella. Utilizó mi juventud, fortaleza, potencia y mi estado permanente de erección en mis 18 cm de cipote, para solucionar su entelequia maternal. De esta forma se fortaleció una relación, que aun siendo muy usual de puertas adentro en esta sociedad no tiene nombre popular y deberíamos de acuñar con un nuevo término a tal hecho denodado… “FOLLA-FILIA”. Desde entonces, mi madre era para mí una hembra con la que aparearme salvajemente, para aliviar mi perpetuo estado de fogosidad, por esa indeleble urgencia que posee todo macho de inseminar a toda hembra…, yo para ella era un simple semental al que manejar a su entera voluntad a través de procurarme sexo sin remilgos.



Nunca sentimos nada el uno por el otro en ese período comatoso de obtener sexo a cambio de sexo con más sexo…, no existe cariño en esos actos impúdicos de desobediencia social a los cánones impuestos respecto al incesto, pero sí existe complicidad entre ambos colaborando para obtener el máximo beneficio mutuo soliviantando toda la posible acritud y estrés acumulados en nuestros respectivos cometidos diarios…, solo fornicación sin compasión y deseos incontenibles de llenar y ser llenada…colmada. Jamás nos paramos a analizar las razones de nuestro comportamiento animal, nunca supe qué nos llevó a hacerlo…simplemente ocurría, lo buscamos y follamos enloquecidos hasta calmar la bestia irracional que llevamos dentro… Después de la tormenta llega la calma y somos madre e hijo tan social y cariñoso como cualquier hijo de vecino.



Al principio buscábamos las ausencias de mi padre para entregarnos a la pasión. Cada vez que él cruzaba la puerta para marchar al trabajo, nosotros abríamos las nuestras para dar rienda suelta a nuestro placer. Si a la vuelta del instituto o ella del trabajo vespertino, él no había vuelto, nos devorábamos de nuevo hasta su regreso… Pero pronto aquello fue insuficiente, pronto supimos que necesitábamos más, queríamos más y buscábamos más. Y así conocimos en los aseos de restaurantes o cines oscuros y solitarios en horarios inmundos, también en lugares abarrotados. Conocimos el sabor del peligro, el morbo de la presencia ajena sin saber muy bien que lo estábamos haciendo. Todo era válido si tenía su final feliz en casa en plena intimidad hogareña dado rienda suelta a nuestros bajos instintos copuladores de por medio, todo era excitante si incluía sus piernas abiertas ante mí, su coño tragón engulléndose mi falo ante su atenta mirada de deseo en mi cipote sagaz, sus manos sobre mi cuerpo recorriendo cada detalle de mi dermis y las mías sobre sus tetas, su culazo abierto viendo entrar mi estoque a través de la raja vaginal materna, sus caderas y su misma alma vendida el diablo para obtener los placeres terrenales.



Pero llegó el momento que aquello también fue insuficiente, pronto supimos que requeríamos algo más allá y atrevido que no dejamos de buscar desde el primer momento en que su mano se posó en mi verga para soliviantar mis enérgicas ganas de aliviar mis testículos de su presión seminal adolescente. Y así decidimos fijar nuestra mirada en aquello que aún no habíamos experimentado, aquello que por obvio habíamos olvidado en nuestra vorágine de sexo enfermizo y pervertido que nos henchía de gozo y placeres… “La familia”, nuestra familia la formamos ambos con mi padre. No hizo falta hacerlo verbo, pues un par de expresiones bastaron para comprender que nuestra alocada ruleta del sexo compulsivo iba a girarse en favor al patriarca, el cual hacía tiempo que no daba la talla que mi madre exigía en la cópula, así que nos propusimos rescatarlo y conseguir poseerlo para la causa dentro de la espiral de lujuria, abriendo así un nuevo mundo de posibilidades… La vida que viajaba en la maleta de mi padre estaba anquilosada, aburrida y envejeciendo. Debo recordar que mi padre es nueve años mayor que mamá y aunque a sus 46 años se mantiene ágil mentalmente como un chaval de 20 años, su cuerpo hace tiempo que llegó a la jubilación. Desde que comenzaron nuestros encuentros, desde que el coño de mi madre, y sobre todo su vagina más profunda se convirtió en el alojamiento habitual de mi polla y de mis más abundantes eyaculaciones, mi madre dejó de sentir la pasión de su marido sobre su cuerpo, dado que él dejó de montarla para ser ella quien tomase la iniciativa en cada polvo. Hacía meses que su lecho no era un lugar común sino dos partes diferenciadas, hacía meses que la soledad arropaban sus sueños, que las caricias habían terminado…jamás dijo nada, jamás dijo una sola palabra…



Papá guardó los recuerdos del buen y abundante sexo de antaño en la maleta donde guardaba la vida y se resignó a vivir sin ellos, dedicándose de pleno a su trabajo que le envolvía día y noche abandonando sus deberes conyugales más placenteros, solo atendidos por solicitación de mamá y de manera rápida con poco entusiasmo…cargado de egoísmo… El plan era tan sencillo como seguro. Mi padre se sentaría en el sillón para ver la televisión, como cada noche de los últimos dos siglos. Entonces mi madre aparecería en el salón con la luz tenue, comenzaría un striptease rescatado de sus años de vino y rosas, dejaría caer su camisón despojándose de toda tela menos de unas braguitas tanga, se arrodillaría ante él y devoraría su polla con una pasión que este era incapaz de recordar, aquello lo bloquearía en su pudor. Al cabo de unos minutos de ahí, aparecería yo ligero de ropa y me quedaría en observancia con la excusa de aprender de mis padres como parte de mi educación. Mi padre no tendría recursos para contrarrestar dicha obviedad cuando mamá le dijera que mejor en casa que por algún polígono infestado con cualquier puta barata.



Estaba masturbándome frente al cuerpo casi desnudo de mi madre… frente a mi padre detrás de la señora de la casa, viendo el panorama de su tremendo culo con todo el coño depilado a la vista de su salido hijo, aquel hilo de su tanga no ocultaba nada con lo que no me hubiera regocijado antes. No intervine en primera instancia, solo miraba a la pareja imbuidos en la extraordinaria felación de mamá, pero sobre todo a nuestra mujer, nuestro cuerpo del deseo, una hembra capaz de darnos placer a la vez y por tiempo indefinido… Me masturbaba frente a ellos impertérritos en su delectación…, el pobre lanzaba miradas enloquecidas de pasión a aquella mujer que se comía el badajo y los huevos sin recato alguno.



Mientras se ejecutaba la felación lasciva, decidíamos qué hacer a continuación, como continuar. Mi padre solo se dejaba hacer impasible y egoístamente, pero mi madre y yo pensábamos, dábamos vueltas a lo que deseábamos hacer con ese hombre al que habíamos robado la voluntad. Abandoné el sillón en el que estaba y me dirigí hacia mi madre, tras mirarla a los ojos entregué mis dedos índice y corazón a sus labios. Deseaba que los humedeciera, tal y como lo hizo aquella tarde en el cine, y como hice entonces se lo introduje lentamente entre sus piernas. Mi madre dejó que su lengua, la misma que durante tantas veces había recorrido mi cuerpo, mi polla y huevos inclusive el ano, mojará los dedos impregnándolos de saliva hasta los nudillos, y mientras mirábamos la expresión de mi padre como la puta de mi madre mama mis dedos libidinosamente. Comencé a metérselo lentamente, pero sin descanso. Entraron fáciles, y una vez dentro comencé a moverlo en círculos mientras el pulgar penetraba en su culo… no sé cuanto duró aquello, pero si se que duró más que ninguna otra vez porque mi padre deseó hacerlo también, y entablamos una furiosa competición que consistía en follar a la madre y esposa, con nuestros dedos estimulando su punto “G” en la zona superior interna de la vagina… competición que culminó con varios chorros de fluido que nos empapó y mojó la alfombra en una mancha excelsa. Mamá aun se hallaba incólume cuando decidió ofrecernos su coño y su boca para colaborar en lugar de competir, así que ambos machos nos repartimos su cuerpo en “fair play”.



Me posicioné por la espalda de mi madre colocada a cuatro patas como una perra que dominaría el cipote de su esposo con manos y boca… a su vez sería dominada por su hijo ensartándola desde su culo. Le quité las bragas ante la atenta mirada del padre de familia sin decir palabra, colocaría mis manos en el anchas nalgas de mi madre, y dejaría que mi verga se introdujera por la sabrosa raja de su coño, no lo dudé al enfilar mi orondo glande a su bocana y deslizándose adentro en solo dos golpes dada su fabulosa lubricación a esas alturas… meterla a fondo de una sola embestida más. Lo que ocurriría después era tan impredecible como arriesgado, pero sobre todo era… infinitamente morboso. Todo sucedía tal y como habíamos planeado. El sillón, la televisión, el striptease, los labios de mi madre mamando la polla de su esposo, y su follada perruna por el coño perforado como tantas otras veces por mi endurecida verga, sin que el viejo reclamase lo que era suyo por ley.



Su mundo debió de quebrarse para mi padre, lo percibí en su mirada mientras follaba a mi madre. Era la mirada vencida de un hombre que comprende que la vida le ha superado, que la razón y cordura que una vez soñó para su existencia jamás volvería. Pudo haber evitado aquel acto atroz tan avieso saturado de lujuria, hubiese bastado un simple “basta” y un portazo a su espalda para no ser partícipe de tal depravación… pero le ablandaba sublimando su deleite dándole vida a su anquilosada vida sexual al ver como su esposa se comportaba por primera vez como a él le gustaba… como una zorra aviesa, pese a que su retoño se beneficiara de la vagina materna acoplándose a ella en un apareamiento perverso…, solo pudo comprobar que había crecido convirtiéndose en un flamante semental con un órgano fálico portentoso superior al suyo propio, razón sin duda por lo que había logrado tomar la alternativa natural al padre…, cerró los ojos y suplicó más y más, los volvía abrir para contemplar como la hembra era tomada sin miramientos con contundentes empellones desde el capullo hasta hacer tope en los fastuosos huevos del primogénito, clavándole el falo filial una y otra vez haciendo templar las carnes generosas de la madre que le trajo al mundo y ahora le hace transportar a otro más etéreo… papá cerró su corazón al odio o los celos inútiles a sabiendas que su mujer ya no era tan suya y quisiera o no debía compartirla con el nuevo macho predominante, así solo le quedó una salida honrosa y abrió las puertas del sexo salvaje en aquella orgía donde la madre a cuatro patas completaba una felación entusiasta en los genitales de su esposo y el hijo la arremetía brutalmente con pollazos rotundos que le llegaban a los más hondo de su útero.



Sentí lastima por él, lastima por haberle involucrado en nuestra enfermiza sinrazón…y cerré los ojos mientras apreté mi polla dentro del acogedor coño de mi madre, empujando contra las nalgas voluptuosas de la señora inquisidora durante unos diez minutos más… Me jactaba de ser el que dominaba la situación observando mi polla entrar y salir entre la abertura de la raja de su culo coronado por el cerrado y estrellado ano que sodomizaba con mi pulgar hasta el nudillo. Mi verga se calaba chasqueante en la lubricada vagina materna, un chochito muy cálido ¡¿A acaso tú no has soñado con probar la calidez del coño de tu madre…?! Son los mejores coños que te puedes follar… acogedores, cariñosos, sumisos y tragones. Aunque estén en edad fértil no hay problema que la puedas preñar si se cuidan, por eso se dejan follar sin condón que es como mejor se siente en la sensitiva dermis del glande y de su boca vaginal… pones el ariete enfilado en su bocana y la clavas a pelo hasta llegar a su cérvix. Ya imaginas que la sensación es única cuando la estás follando porque percibes toda la calidez de su esponjosa y lubricada vagina en tu capullo… se te pone a reventar dentro de ella sabiendo que es el coño más prohibido que te debes follar en la vida. Y Para acabar no hay nada como una buena lechada allá adentro, en lo más hondo de su útero para que no se saga una sola gota de esperma...



No me importaba hasta qué punto los ojos del mundo juzgarían aquel acto primitivo, más propio de otras etapas de la evolución humana… solo puedo decir a mi juicio, que el civismo ostentado en la sociedad actual solo es una cortina de humo que intenta tapar la esencia misma del animal que llevamos genéticamente. En ese momento mi sangre circulaba por mis venas como lava que arrasa la falda de un volcán en plena erupción, firme, caliente y segura, invadiendo cada parte de mi cuerpo con pasión y deseo desmedido. Mis manos apenas eran capaces de controlar el movimiento insensato de sus dedos, y mis ojos, esos malditos ojos que tantas veces miraron pero no vieron… ahora se negaban a abrirse mientras yo recorría mi estoque rígido y venoso con desmesurada furia entre las paredes impresionables de la vagina interna de mi madre, que continuaba incansable mamando la verga de su marido, con la esperanza de lograr su recompensa en estado gelatinoso salido de los mismos cojones de donde provienen la mitad de mis genes… ella esperaba el regalo lechoso en su boca acuchillándose la garganta, con refriegas en su paladar y lengua.



Yo alternaba coño, culo y vientre con mi polla y mis dedos. Las manos de mi padre se alternaba en cabeza, tetas y espalda de mi madre, y las mías que a veces coincidía en aquellas ubres colganderas que bailaban a son de mis enviones… y entonces el deseo de algo más, el deseo de llevar a ese hombre aún más lejos no embarcó en dar un paso más allá. Mi madre me miró, y comenzó a introducir rápidamente su índice en el culo de mi padre, tal y como solía hacer cada día conmigo buscándome el punto “G” ubicado en la próstata, más fácil de llegar desde el ano. Me percaté entonces de que nadie había dicho nada aún, de que ni una sola palabra había abandonado nuestros labios, y de que tampoco había sido necesario para que mi padre consintiera abiertamente follarme a quien había sido su esposa durante 20 años y madre del usurpador, mientras ella se lo follaba analmente con un dedo y le mamaba con desazón al límite de la locura sintiéndome mi final cerca…



Arrecié el vaivén con firmeza metiendo y sacando el mástil desde el glande a mis pelotas que rebotaban en la ostentosa vulva de mi madre, los chasquidos de mi pubis contra el culo carnoso de la progenitora y los rumores de su boca chupando, envolvía todo el salón. Mi padre abría los ojos para observar cómo se follaban duro a su cónyuge, y los volvía a cerrar interiorizando el deleite suministrado por la lengua y boca de mamá. En cada incursión sentía la dureza de su fondo vaginal, al percibir como golpeaba mi bálano contra su pared una y otra vez, así que cada vez que el demente de su hijo la penetraba a fondo, de su boca surgía un gemido ahogado por tener llena la boca de dura verga paterna. Por entonces Yo, ya comenzaba a sentir las más apabullantes oleadas cálidas del orgasmo inédito por lo insólito en esa situación, donde el cornudo de mi padre había claudicado, dejando al nuevo macho alfa de la familia, la tarea de inseminar a la hembra.



La rigidez de mi falo era inusual y mis ganas de descargar la pesada carga seminal sobrepasaban las anteriores ocasiones, solo comparable a la primera vez que eyaculé dentro de mi madre y mucho más que cuando me estrené en el coñito de “la Jennifer”, cuando solo tenía 15 años y la putita 13. Un chispazo en mi cabeza recorrió todo el cuerpo, y se produjo la detonación de mi orgasmo, expeliendo el primer chorro de leche en el mismo útero de mi madre, la clavé gritando como un verraco folla a su cerda…, lo hice porque ansiaba demostrar a ese hombre la magnitud del error que acababa de cometer, al cederme el testigo del sometimiento sobre la hembra. Aquella decisión no tenía vuelta atrás… Me la follé a pelo inyectando todo mi esperma espeso en su vagina profunda, me lo follé sin piedad durante media hora, tal vez más, no permití que se librara de mí, pese a que se corrió varias veces siendo empotrada por mi rabo siempre en su coño sobre la alfombra y de rodillas a cuatro patas como una perra, mientras mi padre seguía despatarrado disfrutando de la mamada más prodigiosa que le vi dar a la puta de mi madre. Allí, dándome la espalda follándola desde su culo, la mataba a pollazos para emerger geiseres de lefa en fuertes y constantes chorros, que iban rellenando su cavidad vaginal, que aún siendo profunda, mi abundante cantidad de semen la rebosaba. Si bien los tres primeros chorros de leche fueron gruesos, los siguientes hasta cubrir el número de siente convulsiones eyaculando no eran menos, pese a que iban decayendo en intensidad y presión. Me sentía poderoso marcando a la hembra en presencia del anterior poseedor ¡Preñar a mi madre con consentimiento y presencia de mi padre era el sumun de la hombría!



A los 20 segundos de soltar el último lechazo lo más hondo posible, desencajé mi verga de su angosto estuche y tras mi glande se derramó un reguero de esperma mezclado con el flujo de sus corridas, en un engrudo gelatinoso cayendo entre los labios vaginales a la alfombra moteada y ahora esa zona rociada del producto de la locura y la lujuria incestuosa de mi familia. Mi madre continuó unos pocos segundos más sola con papá. Mi padre después de haber sido castigado severamente en su rabo por la boca, y sus testículos por la mano delicada y perentoria de mamá…, al ser consciente de mi corrida dentro de nuestra mujer, comenzó a correrse también. La hembra no dudó en tragarse todos y cada uno de los chorros de leche que surgían del orificio uretral de papá, cerrando herméticamente con sus labios el glande…lo engulló sin recato, acto seguido se puso en pie al tiempo que se engully aprovechando la dureza aún persistente de su falo, se lo empaló en su coño abriéndose de piernas frente a mí para que su hijo viese en primera línea como le entraba el cipote de su marido, en su ajada vagina partiendo la raja rezumante de semen filial en dos.



Se lo follaba haciendo sentadillas dándole el culo al padre y el coño al hijo… ¡No es demencial! Me puse frente a ella sabiendo lo que deseaba y necesitaba. Su boca cambió de dueño, de igual manera que el coño había dispuesto otro inquilino dentro de él, y así me generó una limpieza a fondo de todo mi tallo con los huevos aledaños incluidos. Mi padre, mi madre y yo no soltábamos una sola palabra, más bien era una coreografía afinada y estudiada para la ocasión…se intercambiaron los papales de los machos con la misma protagonista, su boca agasajaba a mi rabo y la verga de mi padre era demolida por el coño de mamá. Aquello después de los orgasmos de ambos hombres tenía tintes de durar mucho más de lo que ella pudiera resistir en la gimnástica posición abierta de piernas realizando sentadillas para follarse a su marido y mamarme la verga a mí sin poder respirar bien, solo por la nariz…iba a ser interminable, así que optó por sentarnos a los dos en el sofá y machacar nuestras pollas, una en cada mano.



Mamá quería algo más, como siempre, algo más para complacer a sus dos sementales, en agradecimiento a sus multiorgasmos. Y nos hizo reventar dentro de un vaso descargando todo lo que nos quedaba contenido en nuestros huevos, dejándolos secos…, dos pollas, semen a raudales mezclados de padre e hijo, y los labios de mi madre bebiendo de él… ¡Pasó a ser delirante! Con la boca llena fue dejándolo caer junto a su saliva en mi boca y en la de mi padre. Espeso, líquido, daba igual, era simplemente esperma que no fecundaría su vientre, pero que nos refundiría como una familia nueva envuelta en nuestro deseo morboso, y todos bebimos de él…todos compartimos la necesidad de sentirnos unidos…unidos por el líquido germen de la vida. La noche terminó y el día dio paso a un nuevo sol. Amanecimos desnudos, exhaustos y follados sobre la cama marital…y sin decir ni una sola palabra me desperecé camino de la cocina mientras el mundo aceptaba el nuevo “Status Quo”, yo me sentí feliz y coherente en mi vileza compartida con mis padres. Una certeza golpeó mi mente tal y como lo hizo la primera vez que poseí a mi madre. Pronto, aquello podría llegar a ser insuficiente…



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Nunca sospeché que mis deseos se hicieran realidad, hasta anunciarnos que estaba preñada. Ipso facto supe que el padre era yo, aunque su esposo creyera ser valedor de dicho logro porque se habían incrementado los polvos completos dentro de la señora… si bien mi padre llenaba a mi madre dos veces por semana, su primogénito lo hacía de cinco a ocho veces, con cantidades ingentes de lefa y descarga más profunda, amén de la excepcional fertilidad a los 17 años de los espermatozoides y la sublime movilidad para fecundar la matriz de mamá, frente a los escasos y perezosos bichitos del destronado macho alfa padre de familia. Sin lugar a dudas La panza de mi madre llevaba al hijo de su hijo y el patriarca se encargaría de mantenerlo y educarlo, mientras yo disfrutaba holgazanamente de mi hermano-hijo cuando me apetecía, montaba a la hembra a mi antojo, con o sin la presencia del patriarca y seguimos siendo una familia extrañamente feliz, donde hay un lema que siempre se cumple… ¡El canalla se encarga de preñar a las hembras, y el formal se casa con ellas y las mantiene con sus hijos! Así que en los siguientes cuatro años en los que estuve en casa hasta mi emancipación, continué compartiendo a mi madre con su marido y antes de cumplir los 21 años, ya había preñado a mi madre dos veces. Siendo padre de dos hijos que mamá parió sanos y salvos en el regazo de mi familia, me marché en busca de mi futuro cuando supe la verdadera razón de toda aquella relación incestuosa, no porque me molestara haber sido manipulado como un objeto sexual por mis padres, sino porque necesitaba formar mi propio hogar con Natalia, una chica que no merecía vivir en la perversión y el influjo de mi inquisitorial madre o de mi cornudo consentido padre huevón.



Hacía diez meses que María a sus más de 36 años sintió un deseo profundo de tener un nuevo hijo. Tras una serie de relaciones fallidas durante años con su marido sin dejarla preñada, tomó una decisión radical para cambiar su destino, se puso en total disponibilidad en buscar al futuro padre de su segundo hijo. Lo que encontró fue mucho más, y mejor de lo que esperaba. "Sexo seguro y sin protección para concebir un bebé", rezaba su nuevo lema que solo ella sabía, “engañando” a su esposo que tomaba sus correspondientes anticonceptivos. Para sus adentros veía con envidia como otras compañeras se felicitaban con los retoños que concebían y aquello le despertó la necesidad de volver a ser madre. "Tengo treinta y tantos años y ya me cansé de buscar en mi marido la pareja perfecta para engendrar sabiendo de su débil potencia espermática. Quiero un bebé".



El potencial padre debería tener más de 1,75 de estatura, menos de 40 años, y someterse a una prueba para comprobar que no padecía ninguna enfermedad de transmisión sexual. Sin embargo la vida le dio la mayor de las sorpresas el día que encontró a su hijo masturbándose en el lavabo un día que llegó con ganas de mear incontenibles, su pasividad siguiendo con su tarea mientras la madre que la trajo al mundo se aliviaba, y los tremendos genitales le indicó quien debía ser el semental que la haría madre de nuevo, y de esta forma encontró la pareja sexual ideal sin que lo supieran. Pero se topó con un problema, el tabú del incesto, si bien ella nunca lo consideró una decrepitud, la sociedad aún piensa que sí pese a que en España es uno de los pocos países del mundo, junto con Francia o Estados Unidos, que no ha establecido el incesto como delito en su código penal. Las relaciones sexuales de un adulto con las mujeres o los niños de la propia familia sólo son perseguibles si se consideran violación o, en el más improbable de los casos, abusos deshonestos. Pero ella no tenía intención de abusar de su hijo, solo disfrutar del sexo con él.  El tabú considerado más universalmente aceptado es en España despreciado cuando éste es entre iguales, es decir entre adultos y su hijo lo era ya a sus casi 17 años. Para María y otras muchas personas la imagen que tal palabra ofrece una mitificada y tentadora escena peliculera de hermanos, jóvenes y hermosos, en plenos escarceos sexuales o entre madre e hijo en la soledad de un paradisiaco lugar montañoso sin nadie más que ellos durante semanas o meses. ¿Con qué criterio se veía a sí misma como esos hombres que consienten con indiferencia, siendo padres, tíos o hermanos mayores, usen de su prepotencia familiar para satisfacer sus más oscuras tendencias animales para soliviantarse y mantener intacto el instinto de procreación con sus hijas y sobrinas o con sus propias madres, confiados a su educación y cuidado? Lo que le impulsó a someterse al hijo que hasta esa edad lo había tenido subordinado bajo un yugo de intolerancia, ahora veía en él la solución más plausible amparándose en la impunidad del acto incestuoso, aunque se tuviera que enfrentar a la incomprensión y a la vergüenza si se llegase a saber toda la verdad fuera de casa.



Al día siguiente de aquel acto impúdico de su hijo cascándosela ante ella en total confianza, buscó información y vio que en España y otros países, las relaciones sexuales consentidas entre hermanos adultos no constituyen delito, aunque no pueden casarse. En 2012 salieron a la luz dos casos similares en las que existía sexo consentido entre familiares con consecuencias jurídicas muy diferentes. En Alemania, un hombre que convivía desde hacía años con su hermana y tenía cuatro hijos con ella fue condenado a prisión. La sentencia se mantuvo pese a que el afectado recurrió a un tribunal europeo. En España dejó de ser delito en 1978, aunque se prohíbe el matrimonio…, en Suecia se permite casarse a los hermanastros de padre, en Francia está despenalizado desde Napoleón, y en algunos estados de EE. UU., las relaciones sexuales consanguíneas son legales con restricciones a la hora de contraer matrimonio. En cambio, los hermanos gallegos Daniel y Rosa Peña, con 35 años de relación "conyugal" a sus espaldas y dos descendientes en común completamente sanos, consiguieron legalizar su situación de incesto y la justicia les otorgó el libro de familia. Con ello, dejaron de figurar como tío y madre de sus hijos para convertirse, legalmente, en sus progenitores, pese a no poder casarse.



Las relaciones madre e hijo continuaron con una intensidad frenética casi todos los días a la llegada de María a casa, su hijo la esperaba blandiendo su verga en ristre dispuesto a copular con su madre hasta la saciedad, así que de esta manera era casi seguro que conseguiría su objetivo de quedarse preñada. Aquellos devaneos se prodigaron durante semanas… meses con el conocimiento y consentimiento explícito de su marido. Formaban un buen trío incestuoso, fornicaban juntos o por separado teniendo a la madre como centro de sus delirios sexuales, y en quien volcaban sus incontenibles derrames de semen. Si bien ambos machos no sabía el plan oculto de María, creían a pies juntillas en el buen juicio de cuidarse con anticonceptivos, para que ellos pudieran inseminarla cada vez que la follaban a pelo llenándola sin contemplaciones. Pero aquel día de San José fue bastante especial cuando en plena celebración del santo del patriarca, María anunció a su marido con el hijo en común presente, que se hallaba preñada de cinco semanas. La sonrisa del chico no pasó desapercibida para la madre, pero el padre quedó perplejo, porque ambos había discutido severamente sobre la escollo que suponía aumentar la familia… él se negaba con rotundidad sin cortase de eyacular dentro de ella. Pero los hechos no tenía enmienda y en menos de 30 semanas un nuevo retoño se uniría a la familia.



No tuvo más remedio que aceptar las consecuencias de follarse a su esposa sin condón, aunque no sospechaba lo más mínimo, que las posibilidades de ser él el progenitor eran más bien escasas. Los informes médicos dictaban baja movilidad y necropermia aguda cuando hace unos años deseaban darle a su primogénito otro hermanito, pero ello no impidió intentarlo solo de manera natural, porque la mentalidad de su esposo no le permitía la inseminación in-vitro. Era evidente que tras cinco años inseminando sin éxito a su esposa sin condón, renunciaron a un segundo hijo, así que ella comenzó a tomar anticonceptivos hasta, que por muto propio dejó de hacerlo ante la llamada de la maternidad. Ahora pasea radiante con su vientre lleno… pronto será una panza enorme que su propio hijo le ha regalado… lo mejor es que no piensan quedarse ahí y tienen planeado continuar follando hasta conseguir que la vuelva a PREÑAR su hijo antes de cumplir 40 años.



FIN



Este es mi correo...  trovo_decimo@hotmail.com  por si deseas contactar conmigo, sugerirme o contarme alguna de tus fantasias que leeré encantado. ¡Muchas gracias!


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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